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Nueva infamia: transgénicos no etiquetados en alimentación

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Mensaje  Iris Jue Jul 17, 2008 1:47 pm

Nueva infamia: transgénicos no etiquetados en alimentación Banner_largo_cx36
15 de julio de 2008
MENSAJE DE LA 36

DAN PENA
“Botnia, Ence, Monsanto, se los echan al bolsillo”


El martes en el informe que realiza nuestro compañero Fabrizzio Acosta en “Mañanas de Radio”, daba cuenta a la audiencia -junto a María de los Angeles Balparda y a José Luis Vázquez- de una nueva infamia del gobierno progresista. Veamos el diálogo de los compañeros:

Fabrizzio: Buen día Angeles, buen día José Luis, buen día a la audiencia de Mañanas de Radio.
La verdad que estábamos conversando recién en prensa sobre la información que daba ayer el ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca y da para el enojo, el comentario, da para ponerse furioso ¿no?

Tiene que ver con que el gobierno determinó quitar la prohibición que había para la utilización de transgénicos en los alimentos. Pero no solamente eso, sino que no va a obligar a que esos productos sean etiquetados. El Estado ha determinado que sea voluntario, el que quiera etiquetar poniendo lo que tiene el producto lo hace y el que no quiere no hace nada.
Cuando se le preguntó al ministro Agazzi respecto a los derechos que tiene el consumidor manifestó que bueno, tal vez aquellos que hacen productos naturales finalmente pongan la etiqueta por la positiva, es decir que pongan “producto libre de transgénicos o natural”.
Entonces, todo lo demás sería transgénico y eso sería natural...

Angeles: Fueron abanderados en contra de los transgénicos...

Fabrizzio: Pero además, cuando se le consultó en relación a este tema ejemplificó diciendo: Ustedes saben la cantidad de alimentos que nuestros abuelos no comían y los que comemos nosotros. Sí, nuestros abuelos morían a los 90 años y nosotros si llegamos a los 70 es mucho, con toda la apertura científica que hay a favor ahora supuestamente con lo que había antes.
Que la genética del cuerpo se va a acostumbrar, que la arquitectura del cuerpo se va a acostumbrar.
Y por otro lado estaba dando informaciones que son contradictorias a lo que es esta aprobación. Dice que hay países como Chile que permite la utilización de transgénicos en los alimentos pero no lo consumen internamente, es para la exportación.

O sea, Chile tiene una norma para que ese producto no sea consumido dentro de Chile, lo exportan.
Otro de los ejemplos que dio fue que Uruguay está colocando arroz en Francia porque los franceses dejaron de comprar arroz a EEUU justamente por la utilización de transgénicos mientras que nosotros optamos por una decisión absolutamente distinta.
Es decir, la utilización de transgénicos en los alimentos, el consumo interno en el Uruguay y además el no etiquetar que ese producto justamente fue modificado genéticamente.
Dijo Agazzi: “Desde enero del 2007 hubo una suspensión transitoria en el tratamiento de nuevas solicitudes de autorización. Fue una suspensión temporal por dieciocho meses y la nueva resolución presidencial que se está aprobando en realidad establece una nueva política.
Lo que se firmó hoy es una política de coexistencia regulada en la utilización de organismos genéticamente modificados.
Es un principio de coexistencia, las herramientas biotecnológicas y los bioproductos derivados de la ingeniería genética o la agrobiotecnología que es un sector muy dinámico, la biotecnología mundial, va a ser motivo de análisis desde el punto de vista de la salud humana, desde el punto de vista de la salud animal y vegetal, desde el punto de vista de su efecto sobre el ambiente, sobre la diversidad biológica y también desde el punto de vista del comercio, las exigencias de los mercados y de los sistemas productivos nacionales. Para aplicar esta nueva resolución se crea una estructura institucional nueva que no existía antes.
Desde luego que este decreto sustituye los decretos anteriores que regulaban estos aspectos.

En realidad resuelve que queda el último decreto, el de enero queda derogado pero también quedan derogados los que habían anteriormente.
Se crea un grupo, un gabinete ministerial que está integrado por los Ministerios de Ganadería, de Salud Pública, de Economía y Finanzas, de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, de Relaciones Exteriores y de Industria.
Este gabinete es el que define los lineamientos y es el que va a dar las autorizaciones. Este gabinete en quince días tiene que designar una Comisión de Gestión de Riesgos, que es una comisión asesora, que es la que va a gestionar, va a monitorear las autorizaciones, va a tener una secretaría técnica y tiene además que asesorar en el sentido que en un año haya una nueva ley nacional de biotecnología.

Aquí está implícito que se va a poder trabajar con materiales de la ingeniería genética, se van a poder analizar, se va a poder trabajar en los laboratorios como una instancia. Además se podrá endosar si se autoriza pero son cosas diferentes, incluso acá la propia exportación de productos de la biotecnología.
En la legislación internacional hay países que trabajan con productos de la biotecnología pero que no los utilizan en su territorio, por ejemplo: Chile.
Por motivos que cada país analiza.
Un capítulo importante de esto que ha sido discutido desde el Parlamento y al que no se ha llegado a ninguna conclusión clara y que está contenido en esta resolución presidencial es el relativo etiquetado. Se opta por un camino de etiquetado voluntario. Es decir, los proveedores de productos para la industria o para los alimentos provenientes de modificaciones en la ingeniería genética o de los transgénicos pueden -en sus productos- indicar que contienen elementos transgénicos o pueden no indicarlo.
Y este etiquetado voluntario, por lo positivo o por lo negativo, pueden decir que tiene, pueden decir que no tiene.

Este es un camino que tienen muchos países que no obliga a que todos los alimentos tengan la declaración de contener o no contener. Pero lo importante es que esto es para alimentos en los que se pueda comprobar por análisis la presencia de ADN o de proteína genética modificada.
En realidad el etiquetado es a productos que sean verificables en laboratorio.”

Fabrizzio: Bueno, queda poco por agregar. Lo que queda es mucho temor, mucho miedo.

Angeles: Yo de lo que me acuerdo es de cuando Mujica hizo un ciclo acá en esta radio, hablando -entre otras cosas- contra los transgénicos y habló del peligro del hombre jugando a ser dios. Los transgénicos, modificar genéticamente un organismo que era como querer ser dios, me acuerdo de eso, por supuesto que estaba en contra de los transgénicos.

Fabrizzio: Sí, sí, acá los dioses del Olimpo son Agazzi, Danilo Astori, María Julia Muñoz y Carlos Colacce.
Ellos van a definir lo que podemos y lo que no podemos comer. Y en realidad podemos comer productos genéticamente modificados y no nos vamos a enterar porque ellos decidieron no etiquetarlos.

José Luis: ¿Y el “Uruguay Natural”?

Fabrizzio: ¿Se acuerdan del Uruguay Natural? ¡Qué linda propaganda!

Angeles: Y lo siguen usando, lo siguen usando.

José Luis: es por eso que no lo etiquetan entonces, para seguir utilizándolo.

Angeles: Seguro, seguro.

Fabrizzio: Sí, igualmente los mercados internacionales se van a enterar. El tema es el mercado local, sigo insistiendo, porque allí hay países serios en lo que tiene que ver a Europa y la propia Organización Mundial de Comercio y la Organización Mundial de Alimentación que están pidiendo que todos los países etiqueten. Es decir, hay algunos que utilizan los productos transgénicos, ojalá no los utilizaran pero te avisan que lo que estás comiendo está modificado genéticamente.
Acá son dos cosas a la vez, una es que se permite y la otra es que no te avisan, no te dicen.
Cuando además hay gente, hay organizaciones que están pidiendo en cosas menores, menores en relación al impacto que pueda tener a nivel genérico pero que son importantes para ellos. Que hay alimentos que no están informando si tienen gluten o no y tienen hijos que tienen problemas de alergias y esas cosas y están pidiendo en el Parlamento justamente que eso sea obligatorio. Por otro lado retrocedemos en otro ámbito, eso es lo que yo no llego a entender.

Angeles: Y además eso de que lo controlan, ¿qué van a estudiar? Los mismos estudiosos de estos temas han explicado mil veces que una vez que vos plantas en un predio con transgénicos eso contamina al resto, porque se casan digamos, se cruzan y termina siendo transgénico todo, porque el transgénico además justamente para eso lo hacen, termina matando a todo el resto, quedan solo transgénicos después. Así que por más gabinete que hagan, ¿qué van a controlar? ¿La naturaleza van a controlar después?

Fabrizzio: Sí, tengo la esperanza, la última esperanza, la que nunca se pierde, justamente, la de que haya algún movimiento social que justamente pueda evitar esto.

Angeles: ¿En Argentina la soja es transgénica, no?

Fabrizzio: Que tiene producción orgánica y supongo que esto le debe hacer bastante daño.

Angeles: Con permiso del gobierno ahora.

El Ingeniero Agrónomo y dirigente del MLN-MPP, Ernesto Agazzi, contaba hace unos años a la audiencia de esta radio durante una entrevista, que cuando era niño su padre le pedía que juntara el abono de los caballos que quedaba en la calle, para echárselo a las hortalizas de la quinta.
Ahora, desde el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, Agazzi anuncia una nueva ley por la cual los fabricantes de alimentos y los grandes supermercados no se verán obligados a denunciar en las etiquetas de los alimentos el uso de productos transgénicos.

¿Cuál es la participación de la gente, Agazzi?
¿Quién impone estas barbaridades al pueblo uruguayo?
¿Quién se hará responsable de las consecuencias sobre el medio ambiente y la salud humana?
Sin el imprescindible debate público previo, la industria biotecnológica introdujo en el ambiente y en nuestra dieta los organismos genéticamente modificados.
Sin que se cuenten con suficientes estudios científicos a largo plazo que garanticen que los organismos genéticamente modificados resultarían inocuos para el ambiente y la salud humana, empresas multinacionales como Monsanto, Aventis y Novartitis, entre otras, decidieron acelerar el lanzamiento al mercado de los vegetales transgénicos exponiéndose, así a un riesgo innecesario de magnitud todavía desconocida.

Hay que exigir saber, sin quererlo la familia compra alimentos que contienen vegetales genéticamente modificados.
Ahora en Uruguay debido a la negligencia y el seguidismo a las ordenes de Monsanto y otras compañías transnacionales por parte de los ministros del MPP todos estaremos comiendo a ciegas los productos de las grandes empresas alimenticias que emplean cultivos transgénicos en la elaboración de sus productos y no lo dirán a pesar de los altos riesgos que estos organismos podrían causar en la salud de las personas y los severos daños ambientales que provocan.

(sigue)

Iris

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Mensaje  Iris Jue Jul 17, 2008 1:52 pm

Sin embargo, los transgénicos no son más nutritivos ni más sabrosos ni más sanos. Tampoco se pueden distinguir a simple vista de los alimentos normales. Existen riesgos sobre sus efectos alérgicos y la resistencia a antibióticos y se temen imprescindibles.
Nadie ha podido asegurar que estos productos sean seguros.
Es imposible cuantificar los riesgos de los organismos genéticamente modificados para nosotros y el medio ambiente.
Una vez en la naturaleza no es posible controlar su expansión.
Los alimentos del futuro ahora van a ser manipulados genéticamente.
Solamente si actuáramos ahora, creando un gran movimiento social que se oponga ya no contendremos la expansión de los productos genéticamente manipulados. Cuando se liberan estos productos al medio ambiente, no se pueden controlar. Toda nuestra comida podrá llegar a estar contaminada y no tendremos derecho a saberlo y entonces perderemos nuestra libertad a saber lo que comemos.

En 1996 luego de una serie de presiones de la Secretaría de Agricultura de los Estados Unidos, Monsanto, logró que el Gobierno Argentino aprobara para la comercialización masiva en el país una semilla de soja mutante que podía resistir un poderoso herbicida de su propia marca. Así Monsanto ofreció este cultivo manipulado para que los productores puedan utilizar cantidades superiores de su herbicida sin dañar demasiado al cultivo y así multiplicar sus ventas.
Ahora estos mismos plantadores de soja argentinos se trasladaron a Uruguay plantando grandes extensiones de tierra en el litoral uruguayo con esta soja y maíz transgénico.

En Europa las principales compañías alimenticias han asegurado que en sus productos no se utilizan vegetales transgénicos.
Pero en nuestro país Nestlé, Danone o Knorr Suiza no necesitarán aclarar en sus etiquetas que los productos que venden poseen la soja de Monsanto.
Tanto supermercados como compañías de alimentos no se verán obligados a etiquetar sus productos, respetando los derechos de la gente a conocer previamente lo que se lleva a la boca.

Parecen iguales, parecen inofensivos, parecen más saludables, pero no lo son, los alimentos transgénicos representan el más fino engaño al que la sociedad jamás haya asistido. Uno no come lo que cree comer. Y comerlos supone un riesgo.
La industria de la biotecnología y los supermercados en el ánimo de bajar los costos de tiempo y de dinero se encargan de infiltrar en nuestros alimentos, ingredientes que provienen de seres vivos genéticamente modificados en las góndolas de los supermercados para que la gente sin saberlo y sin quererlo los consuma.

La prestigiosa Sociedad Británica de Médicos y otras organizaciones científicas de todo el mundo recomendaron a la gente que exija el etiquetado de los alimentos que contienen componentes obtenidos a través de la ingeniería genética.
Semejante llamado a la precaución tiene una causa; se está liberando al mercado productos derivados de una ciencia cuyos riesgos todavía se desconocen.
Las propias empresas biotecnológicas como Monsanto han admitido abiertamente que “existen más preguntas que respuestas” sobre esta cuestión.

Muy poco y nada se sabe de los alimentos genéticamente manipulados llamados transgénicos. Entre los que se oponen y más han hablado de ellos, se encuentra la organización Greenpeace.

Los alimentos genéticamente manipulados, también llamados transgénicos son aquellos organismos a los que se les han injertado genes extraños para generar propiedades ajenas a su estructura natural. Con esta técnica se trasladan, por ejemplo, genes de una planta a un animal o viceversa. De esta forma, se rompen las barreras naturales para la reproducción y se fabrican seres vivos que nunca podrían existir en la naturaleza.

Los alimentos transgénicos no son más nutritivos ni más saludables. Por el contrario, esta clase de alimentos supone un potencial peligro sanitario. Numerosos científicos han advertido que su consumo trae aparejado el riesgo de contraer alergias o de adquirir resistencia antibiótica.
Además, al no conocerse científicamente en profundidad el comportamiento de un gen en un organismo extraño, no se sabe qué efectos podrían ocasionar en el largo plazo sobre los seres humanos o en el medio ambiente.

En imposible distinguir a simple vista cuando un alimento es transgénico. Los uruguayos, a diferencia de otros países, no pueden elegir lo que comen porque no va a existir un etiquetado en los productos que advierta si en sus ingredientes o procesados contiene o no organismos genéticamente manipulados.
En una línea contraria a lo que hacen países europeos, asiáticos e incluso americanos, las empresas multinacionales de la alimentación y los supermercados que operan en Uruguay evitan en sus etiquetas informar si contienen o no organismos genéticamente modificados.
En otros países, incluso han llegado a declarar que no usan transgénicos.

Ahora el gobierno progresista a través del Ministerio de Ganadería y Agricultura que dirigen los hombres del MLN-MPP ha declarado que no existirá ninguna ley que regule este tipo de tráfico de genes en nuestra comida. Y no siquiera le ha dado a los ciudadanos la posibilidad de estar advertidos de ello, a pesar de que la mayoría de los uruguayos apoya hoy el etiquetado.
Las empresas nacionales y extranjeras quedan así con las manos libres para ocultar a los consumidores los ingredientes transgénicos presentes en sus productos.

Debemos oponernos a estos cultivos porque fueron difundidos sin haberse tomado los recaudos necesarios y sin informar previamente a la población. Los argentinos que poseen tierras en nuestro país plantan soja transgénica patentada por la Monsanto en grandes extensiones.

De lo poco que aún se conoce de los transgénicos no es bueno la liberación al medio ambiente de organismos genéticamente manipulados hasta tanto no exista suficiente evidencia de su inocuidad sobre le medio ambiente y la salud humana.
Los productos transgénicos tienen efectos potenciales sobre el medio ambiente en tanto que pueden generar la aparición de supermalezas al transferir sus genes de resistencia a herbicidas hacia otras especies.
Los productos transgénicos resistentes a herbicidas por ejemplo el de la soja lo toleran a altos niveles y por lo tanto se usa más cantidad de este producto y no menos, como argumenta la industria.

Hay muchas falacias sobre la importancia de aumentar el rendimiento de los alimentos, pero sabemos que el tema no es la existencia de suficiente cantidad de comida sino la desigualdad y la mala distribución. La gente que no accede a la alimentación es porque carece de los medios para producir su propia comida o porque no puede comprarla. Resolver eso es resolver que la gente en los próximos años pueda comer.
En África y Asia la mayoría de la gente come y ha comido porque produce con métodos de bajos insumos o directamente orgánicos. Allí millones de personas viven sin la utilización de métodos de agricultura de insumos intensivos y en el rendimiento por hectárea son los pequeños establecimientos donde se ven los rendimientos más altos.
En realidad no se necesita de la ingeniería genética para producir alimentos sanos y abundantes lo que se necesita es una visión diferente de la agricultura, que era de esperar que un gobierno de izquierda y en especial los Tupamaros, la tuvieran.

Es cierto que en los últimos años la tecnología ha llegado a asombrar con tantas cosas nuevas, pero también no todas a favor y en beneficio de la vida.
El beneficio de la tecnología dependerá siempre de cómo se le use.
Es una tecnología pero por el hecho de serlo no significa que sea buena.
No estamos obligados a creer en todo lo que nos ponen por delante o porque la mayoría lo aprueba deba ser tomado como verdad absoluta.
No es así en el caso de los organismos modificados por ingeniería genética.
A través de 3000 años se cruzaron plantas naturalmente y luego eso se ha llevado a cabo por el hombre, más cerca en este siglo aparecieron los híbridos comerciales, pero el maíz tenía genes de aquel o este, o de otros maíces y no genes de bacterias.
La intención científica puede ser muy buena, pero hay un paquete comercial que tiene por finalidad tomar gran parte del mercado y además cuando por ejemplo los insectos plagas del maíz se acostumbren o formen resistencia, lo que sucederá es que con el maíz transgénico igual habrá que usar más agroquímicos. Mientras tanto, las ventas pagarán los gastos de las empresas creadoras.

Por otro lado los beneficios para los productores de los transgénicos son pasajeros y les ahorra algunas labores culturales, no hay un aumento de producción significativo que los haga superiores a los alimentos convencionales.
El ahorro de agroquímicos, no implica que no se dejen de usar, por el contrario hay dependencias muy acentuadas, la soja resistente a herbicidas debe ser cultivada con la necesidad de aplicar glifosato.
Dicen que los entendidos o profesionales del área de las ciencias biológicas, saben que los genes van asociados a vectores y marcadores; y hasta el mismo gen introducido con tal o cual finalidad, puede tener o producir o inducir efectos desconocidos.

Es por eso que creemos que tenemos el derecho a poder evitar, antes de que sea tarde, el consumo de los alimentos transgénicos.
Debemos saber que ya los estamos consumiendo y sin saberlo porque no hay ley que establezca que es obligación alertar a la población sobre los productos que contienen transgénicos.
Pero que además, los efectos secundarios no los vamos a ver de inmediato hoy o mañana, pues no serán evidentes para la población.

¿Qué fue lo que pasó con la llamada “revolución verde” de los años 60 a partir de un masivo uso de agroquímicos?
Los efectos de la acumulación de éstos en nuestros cuerpos no permitió ver en forma inmediata gente enferma. Es decir, a los agroquímicos que podemos incorporar involuntariamente a la dieta, hoy agregamos alimentos transgénicos, de los cuales no hay evidencia de seguridad, aunque se afirme lo contrario.

Es posible practicar la agricultura en forma más amigable con el medio, no sólo la orgánica, sino que la agricultura es y puede ser manejada de forma tal que no sea tan agresiva al medio. Sabemos que se usan demasiados agroquímicos y ahora vamos a aumentar la uniformidad genética, sumado esto a la contaminación del medio con genes ajenos a las especies pero que, una vez en el medio, tienen la propiedad biológica de cruzarse con especies emparentadas transmitiendo esos genes ajenos a los transgénicos, a otra especie.
Esto es irreversible.
¿Las consecuencias?
Es cuestión de esperar muy poco tiempo y observar.
Debemos empezar por ejercer el derecho a elegir lo que comemos, con este gobierno no es fácil pero no es imposible.

Monsanto es la multinacional química procedente de Estados Unidos es la compañía que con más fuerza ha apostado en los últimos años por una agricultura y una ganadería basadas en la ingeniería genética. Y la que ha lanzado una gran campaña de propaganda para su aceptación en el mercado y los consumidores.
A su vez ha buscado, inútilmente limpiar su imagen ante los consumidores europeos y norteamericanos quienes siguen desconfiando de la empresa, porque conocen su oscuro historial.
La prensa le ha cuestionado a Monsanto su habilidad legal para encubrir escándalos, traficar influencias, presionar periodistas o medios informativos e incluso extorsionar a sus empleados.
La empresa que tiene en sus casi cien años de historia una gran cantidad de multas por la contaminación masiva de un pueblo debido a la explosión de una fábrica de herbicidas; por las intoxicaciones de sus empleados. También perdió varias contiendas judiciales ante un número no determinado de casos particulares de muertes y contaminaciones en todo el mundo, o por intentar acallar a sus oponentes.

Pero si no hubiera sido por su notable habilidad a la hora de esquivar otras responsabilidades en el plano legal, Monsanto también habría pagado por muchos otros desastres ambientales y humanitarios, entre los que se pueden citar los siguientes:

En 1947, más de 500 personas murieron intoxicadas por un escape de tóxicos en una planta de plásticos de la empresa en Tejas, Estados Unidos, siendo uno de los primeros desastres de la industria química.

Desde los sesenta hasta ahora, miles de vietnamitas siguen padeciendo los abortos, las deformaciones o las enfermedades que dejó el Agente Naranja, un químico fabricado por Monsanto y que usó la armada norteamericana para defoliar la selva, en la guerra del sudeste asiático. Los veteranos también sufrieron graves enfermedades e iniciaron una pelea legal contra Monsanto, la cual al ver que las evidencias no le favorecían, llegó a un acuerdo de indemnización con los afectados.

Los PCB (bifenilos policlorados) que produjo la empresa, han causado un grave impacto en mamíferos marinos, Cerca de las plantas productoras se registran los más altos índices de muerte fetal, nacimientos prematuros, alteraciones en el sistema endocrino y otras afecciones en niños.

Millares de víctimas afectadas por diversas afecciones irreversibles varios tipos de cáncer, anormalidades en el sistema inmunológico y renal, o disfunción cerebral han iniciado demandas a Monsanto por haber producido dioxinas, bifenilos policlorados y otros compuestos cancerígenos.
En la mayoría de los casos, los demandantes son vecinos de alguna de sus plantas, o los propios empleados.

La explosión de una planta de herbicidas en West Virginia, Estados Unidos, provocó diversas afecciones a sus trabajadores. Monsanto trató de despegarse del escándalo, pero quedó expuesta cuando se descubrió la relación entre la multinacional y el Ejército norteamericano, cuando ésta le ofreció los mismos compuestos que se producían en la fábrica para el diseño de armas químicas. La empresa es la segunda productora mundial de agroquímicos y una de las principales proveedoras de semillas transgénicas.
Su crecimiento vertiginoso la instaló en las últimas décadas en un lugar de privilegiado de poder; directivos de Monsanto han desempeñado y desempeñan puestos claves en el gobierno estadounidense por lo que no sorprende que obtenga autorización para sus productos.
Ahora, Monsanto decidió promover ampliamente la ingeniería genética en Latinoamérica. Y mostrarse en el país como una empresa socialmente sensible y ambientalmente responsable. Pero la historia y los testimonios de mucha gente en todo el mundo demuestran que la publicidad de Monsanto miente y que no podemos darnos el lujo de confiar solo en lindas promesas.

Y PENSAR QUE PINTAN EN LOS MUROS “POR LA SENDA DE RAÚL SENDIC”.
¡QUÉ PENA, EN LO QUE HA TERMINADO ESTA GENTE!


http://www.radio36.com.uy/mensaje/2008/07/m_150708.html

Iris

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Mensaje  dayrdan Jue Jul 17, 2008 2:00 pm




Cambio climático y hambre: más de lo mismo
Por: Esther Vivas
Fecha de publicación: 15/07/08
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El ritual de la cumbre del G8, celebrada de 7 al 9 de julio en Hokkaido (Japón), ha dejado pocas novedades. Frente a la situación de hambruna y de avance del calentamiento global, los líderes de las principales potencias se han limitado a promover las mismas políticas que han conducido a la situación de crisis.

La agenda de la cumbre venía marcada por tres temas de primer orden: economía mundial (aumento de los precios del petróleo y de los alimentos), cambio climático y desarrollo en África, principalmente. El tema de la deuda, una cuestión clave en pasadas ediciones ha quedado relegada al anonimato pese a seguir siendo una de las principales causas de empobrecimiento de los países del Sur. Las crisis económica, energética, alimentaria y ambiental han marcado la agenda en Japón.

Crisis alimentaria
A lo largo del 2008, hemos visto sucesivas revueltas en los países del Sur porque la gente no tenía acceso a los alimentos. El aumento exponencial del precio de estos, los ha convertido en inaccesibles para amplias capas de la población en África, América Latina y Asia que no tienen suficientes recursos para comprarlos, a pesar de que en la actualidad se produce más comida que nunca antes en la historia. El resultado: se calcula que hoy unos 950 millones de personas en todo el mundo pasan hambre.

Frente a esta situación, los líderes del G8 han instado a una mayor liberalización del comercio y han reprendido a aquellos países que están priorizando el consumo autóctono y reduciendo las exportaciones. Vietnam, India, Argentina, Filipinas, Costa de Marfil, Tanzania... han prohibido la exportación de arroz, trigo u otros alimentos para poder así atender las necesidades alimenticias de sus pueblos. De hecho, las medidas que promueven los líderes mundiales son, precisamente, las mismas que nos han conducido a la situación de hambruna: apertura indiscriminada de los mercados, intensificación y sobre producción agrícola destinada a la exportación, subvenciones a la industria agroalimentaria, etc.

Calentamiento global
En relación al cambio climático, se ha firmado un nuevo acuerdo en el que los miembros del G8 se comprometen a trabajar para reducir a la mitad sus emisiones de CO2 (el principal causante del calentamiento global) para el año 2050. Pero, ¿nuestro planeta puede esperar hasta esta fecha? Y, ¿qué credibilidad nos merece este comunicado cuando no se ha precisado el año base para el cálculo de las reducciones y ni siquiera Estados Unidos ha suscrito el protocolo de Kyoto? No podemos olvidar que la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero provienen de estos países.

Para acabar con el cambio climático, el G8 ha puesto al Banco Mundial al frente de esta empresa otorgándole un papel preeminente en la financiación e inversión en tecnologías y desarrollo “limpio”. Como afirmaban desde Amigos de la Tierra, parece ser que “el zorro cuidará del gallinero”. El Banco Mundial es uno de los principales acreedores de las industrias de combustibles fósiles, financiando extracción petrolera, de carbón, gas... con un fuerte impacto ambiental y social en los países del Sur. Además, las principales compañías beneficiarias de estas inversiones tienen su sede central en los países del G8.

Palabras vacías y soluciones reales
Como viene siendo habitual en estas cumbres, en Hokkaido, los líderes de los países más ricos del mundo se han limitado a pronunciar declaraciones de buenas intenciones vacías de contenido y a realizar gestos de impacto mediático. Los compromisos reales parecieran no tener cabida en una cumbre donde priman los eslóganes y las fotografías de familia. Ya en el año 1999, en Colonia, el G8 se comprometió a anular el 90% de la deuda bilateral y multilateral de los 42 países más endeudados del planeta. Pero las cifras reales, setenta mil millones de dólares, equivalían tan solo a un 3% de la deuda total de los países del Sur. Sin ir más lejos, en la cumbre de Gleneagles, en el 2005, los jefes de estado aseguraron aumentar la ayuda para África hasta 50 mil millones de dólares para el 2010. Según informes recientes, se calcula que esta cifra difícilmente se va alcanzar. Podríamos poner otros ejemplos, porque el ritual se repite año tras año. Las declaraciones bienintencionadas acaban siempre en papel mojado.

Los movimientos sociales que han salido a la calle en motivo de la cumbre, como Jubileo Sur, el Comité por la Abolición de la Deuda Externa, Vía Campesina... lo han dejado bien claro al afirmar que la solución pasa porque se prohíba la especulación en los precios de los alimentos, se respeten los esfuerzos de los países del Sur por revertir las políticas que han conducido a la situación de crisis, se deje de financiar proyectos que contribuyen al cambio climático y se cancelen, de una vez por todas, las deudas ilegítimas.

Los gobiernos del G8 tienen en su mano la posibilidad del cambio, por algo se encuentran al frente de las principales potencias políticas, económicas y militares a escala global. Pero, como decíamos anteriormente, se encuentran faltados de voluntad política. Evidentemente, quien sale ganando nunca renunciará a la gallina de los huevos de oro.


*Esther Vivas es autora de “En pie contra la deuda externa” (El viejo topo, 2008).


esther.vivas@pangea.org

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Mensaje  Iris Jue Jul 17, 2008 2:20 pm

Uruguay natural versus Uruguay transgénico

¿Hacia dónde conduce la coexistencia?

El Ministro de Agricultura de Uruguay, Ernesto Agazzi, reconoció públicamente que el país se encamina a admitir la “coexistencia” entre cultivos con semillas genéticamente modificadas (transgénicos) y la agricultura tradicional. De esta manera, se pondría fin al período de moratoria establecido para la habilitación de nuevos eventos transgénicos además de las variedades de maíz y soja (que debería continuar hasta el 29 de julio de 2008), aunque el proceso de discusión comunitaria y pública sobre la conveniencia de abrir el mercado de semillas a variedades patentadas por grandes corporaciones, naufragó tempranamente.

Precisamente, las principales organizaciones sociales vinculadas al tema se retiraron del Comité Nacional de Coordinación (CNC), órgano de seguimiento del “Proyecto Desarrollo del Marco Nacional de Bioseguridad”, en funcionamiento desde mediados de 2005 y que tuvo como objetivo determinar la legislación a aplicarse sobre transgénicos.

Sin embargo, en declaraciones al programa televisivo “Agro TV” el pasado miércoles 7 de mayo que emite la señal oficial (Televisión Nacional de Uruguay, TNU) el jerarca reconoció que Uruguay ha valorizado su producción de arroz en el mercado europeo precisamente por no admitir variedades transgénicas de este cereal.

Adelantando lo que será la inminente decisión del gobierno uruguayo en torno al tema, Agazzi dijo: “Va a haber una coexistencia de sistemas agrícolas que utilicen transgénicos siempre y cuando esos transgénicos no tengan impactos negativos sobre el ambiente, sobre la salud humana o sobre la biodiversidad”.

En la actualidad, son tres las variedades de semillas modificadas genéticamente disponibles en Uruguay: la soja RR, el maíz Mon 810 y el maíz Bt 11. La soja RR es una variedad modificada genéticamente con el propósito de hacerla resistente al herbicida genérico glifosato. Es producida por la transnacional de origen estadounidense Monsanto, la mayor productora de semillas transgénicas del mundo, y fue introducida oficialmente a Uruguay en 1999. El maíz Mon 810 tiene una modificación genética que lo torna resistente a los ataques de insectos y también es producido por Monsanto y fue permitido en Uruguay en 2003.

Por su parte, el Bt 11 es resistente también a algunos insectos plaga, está permitido en nuestro país desde 2004 y la empresa que lo produce es la suiza Syngenta, otra de las grandes trasnacionales de los transgénicos.

Sojización e impacto

En la actualidad prácticamente la totalidad de la soja cultivada en Uruguay es de origen transgénico. Respecto al abrumador avance de esta oleaginosa hasta convertirse en el cultivo “vedette”, así como respecto a sus impactos ambientales y sociales, acaba de editarse el trabajo “La nueva colonización. La soja transgénica en Uruguay”, editado por RAP-AL Uruguay (Red de Acción en Plaguicidas y sus alternativas para América Latina).

En el mismo se señala que “el avance de la soja, con 366.535 hectáreas sembradas en la zafra 2006/07 determina que hoy en día este cultivo represente más de la mitad del área agrícola nacional”.

Uruguay noveno en el ranking

Pese a su pequeñez -o quizá por ella- el Uruguay cuenta con orgullo extremo al haber obtenido varias copas mundiales en su deporte favorito, el fútbol. Un juego que forma parte del ser nacional uruguayo en tanto ha hecho conocer al país sudamericano en el mundo mucho antes de la era global, como así también ha sido una válvula de escape en épocas de dictadura y liberticidio. De ahí la espesa gran nostalgia que pesa sobre los orientales al recordar glorias pasadas y deméritos presentes, como por ejemplo que el país ocupa el noveno lugar en el ranking mundial de cultivo de transgénicos con medio millón de hectáreas destinadas a ese fin.

Estos datos aparecen en el informe “El uso creciente de plaguicidas” de Amigos de la Tierra Internacional. Hoy en día son 23 los países que plantan transgénicos en la actualidad, de un total de 238 Estados existentes en el mundo.

REDES-Amigos de la Tierra lamenta que Uruguay lidere la producción de transgénicos y alerta sobre los riesgos ambientales y sociales, y la amenaza a nuestra soberanía alimentaria, que generan las más de 500 000 hectáreas con esos cultivos, a partir de semillas elaboradas por corporaciones transnacionales.

El informe expuso que la implantación de cultivos transgénicos provocó un aumento del uso de agrotóxicos en los países en que más se los ha producido. Agregó que esos cultivos no sirven para combatir el hambre y la pobreza y que no tienen mayor productividad que las variedades convencionales. Además, la utilización de transgénicos ha conducido al desplazamiento de pequeños agricultores y a una mayor concentración de la tierra en pocas manos.

La coexistencia no es posible

Al respecto, Radio Mundo Real entrevistó a María Selva Ortiz, integrante de REDES-AT quien precisamente argumentó acerca de la imposibilidad de una “coexistencia” entre cultivos transgénicos y tradicionales.

Asimismo, la activista explicó por qué razón tanto REDES-AT como otras organizaciones decidieron abandonar el CNC, señalando que en dicho organismo no se tuvo en cuenta la posición ampliamente mayoritaria en contra de los transgénicos por parte de los productores rurales uruguayos, reflejada en una encuesta de opinión.

Radio Mundo Real

13 de mayo de 2008

http://www.rel-uita.org/agricultura/transgenicos/uruguay_natural_vs_transgenico.htm

Iris

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