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Carter resucitado

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Mensaje  El Muerto Vie Ene 30, 2009 5:41 pm

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La crisis económica en EE.UU: los analistas predican pesimismo

Carter resucitado


Eric Walberg

Global Research


Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens



Incluso antes de que se evapore la euforia, los analistas se muestran pesimistas frente a Obama en el frente interior. La
parte fácil se acabó: Un despliegue de órdenes ejecutivas para cerrar
Guantánamo, desmantelar gran parte de la arquitectura del presidente
George W Bush para la “guerra contra el terror,” permitir la promoción
de la planificación familiar en el exterior. La parte difícil ha
comenzado: El presidente de EE.UU. Barack Obama está frente a una
economía en depresión galopante, la peor desde los años treinta en
todos sus aspectos. El crecimiento económico de los años de
Bush, tal como fue, fue alimentado por una explosión de la deuda
privada; ahora los mercados financieros han colapsado y la economía
está en caída libre. Las construcciones de viviendas nuevas, indicador
tradicional de la dirección por la que va la economía, nunca han bajado
tan vertiginosamente desde que comenzaron a ser documentadas. Los
precios caen, y no sólo los precios del petróleo. La tasa de interés de
la Reserva Federales es ahora cero. El ingreso medio cayó durante la
década pasada y sigue cayendo. La producción industrial bajó el año
pasado un 7,8% desde 2007, y la manufactura un 10%. El desempleo
aumenta astronómicamente, y ya se han perdido millones de puestos de
trabajo. Deberá enfrentar el Programa de Ayuda para Activos
con Problemas (TARP [Lona en español, N. del T.). Como la Operación
Liberación de Iraq (OIL) original de Bush, tiene un acrónimo
embarazoso, considerando que se trata de una “cobertura” para rescatar
a los ricos. El primer adelanto repletó los libros de instituciones
financieras que trastabillaban y rescató a las principales automotoras
de EE.UU., sin que siquiera le hayan echado un rapapolvo a alguno de
los culpables. Associated Press se puso en contacto con 21 bancos que
recibieron más de 1.000 millones de dólares de dinero federal de
rescate, y ninguno de ellos pudo, o estuvo dispuesto a, revelar el uso
de los fondos. El Secretario del Tesoro de Obama, Timothy Geithner dijo
al Senado que el TARP requiere una “reforma fundamental,” ya que
favoreció a grandes instituciones financieras por sobre las pequeñas
empresas, los trabajadores con problemas y los propietarios de casas. La
catástrofe financiera sólo puede empeorar en vista de la incapacidad de
los demócratas de ajustarse a algo que huela a socialismo. La única
solución factible, como fue implementada en circunstancias similares
por los suecos (un gobierno derechista, nada menos), es la
nacionalización de los culpables. Los suecos se tragaron la píldora, y
dividieron a los bancos entre buenos y malos; los primeros siguieron
trabajando como siempre, mientras los últimos, con muchos bienes raíces
en su mayor parte ilíquidos, fueren administrados por el gobierno hasta
que mejoró la economía. El contribuyente terminó casi sin tener
pérdidas ni beneficios. “Si metes capital, debes tener pleno derecho a
voto,” insiste el autoproclamado neoliberal Bo Lundgren, el ministro
sueco de asuntos fiscales y financieros de entonces. Tal como
están las cosas, la hemorragia continuará y los mercados crediticios
seguirán congelados mientras la economía entra a una espiral
deflacionaria. Primer strike para Obama. [Strike en béisbol:
lanzamiento que el bateador no logra devolver, N. del T.] En
cuanto al paquete de recuperación económica de 825.000 millones de
dólares, la Ley Estadounidense de Recuperación y Reinversión de 2009,
ya está siendo criticada por todos. Sesenta por ciento serán para
gastos federales de educación, ayuda a los Estados para Medicaid,
aumentos en prestaciones de desempleo, docenas de grandes proyectos de
obras públicas para crear puestos de trabajo, y – para los republicanos
– 350.000 millones de dólares en reducciones de impuestos. En
lugar de generar entusiasmo, está siendo criticada por carecer de
visión estratégica. Hay 152 partidas diferentes, “una expansión
indisciplinada de gastos en salud, educación, privilegios y otros,” con
un modesto impacto a corto plazo, según el analista David Brooks. La
creación de cada nuevo puesto de trabajo costará 223.000 dólares. La
inspiración de Obama es el presidente Franklin Delano Roosevelt, cuya
ambiciosa Administración de Progreso del Trabajo fue una colección de
programas públicos en crecimiento descontrolado. Aunque dio a millones
de desocupados trabajos muy necesarios en la construcción de represas y
carreteras, hizo poco por afectar la Gran Depresión. En su
discurso inaugural, la admiración de Obama por “el altruismo de
trabajadores que prefieren reducir sus horas a ver que un amigo pierde
su trabajo” sonó como algo sacado de una novela de Dickens. Su promesa
de estatuir la atención sanitaria universal se convirtió en una vaga
declaración: “Nuestra atención sanitaria es demasiado costosa.”
Considerando el aumento del desempleo que ya se acelera, es muy
probable que le toque presidir sobre un aumento de los estadounidenses
sin seguro, más que sobre una disminución. Su paráfrasis de Keynes –
“nuestros trabajadores no son menos productivos… nuestras mentes no son
menos inventivas, nuestros bienes y servicios no menos necesitados” no
demandaba ninguna acción radical del gobierno, como lo hizo Keynes,
sino un fin de la actitud de “darse por servido, de proteger intereses
mezquinos y de postergar decisiones desagradables.” Perogrulladas
timoratas. Sus asesores económicos son todos escritorzuelos de
Clinton con su experiencia en rubinómica, que es pre-keynesiana en su
enfoque en presupuestos equilibrados y prudencia. Indudablemente,
pueden cambiar sus tendencias, pero hay muchos economistas menos
doctrinarios que no formaron parte de la manía de desregulación de la
era Clinton-Bush que condujo a la actual crisis, como James Galbraith o
el premio Nobel George Stiglitz, que podrían empezar con buen pie, como
lo requieren tiempos nefastos. Segundo strike. Si las cosas
van mal en Iraq y Afganistán, e Israel continúa su matanza naziesca en
Palestina, como seguramente será el caso, Obama pronto se verá metido
en un gran lío en todos los frentes. La salida, claro está, es
una actividad económica gubernamental basada en principios, llamada a
veces socialismo. Lo de “No hay alternativa” (TINA, por su acrónimo en
inglés] de Thatcher, pero al revés. Hemos mencionado a Suecia a
comienzos de la década de los 90. Siguiendo un ejemplo de la historia
de EE.UU.: el gobierno poseyó cerca de un tercio del sistema bancario
mediante su propio programa de rescate en 1935, y utilizó su parte para
insistir en que los bancos ayudaran realmente a la economía,
presionándolos para que prestaran el dinero que estaban recibiendo de
Washington. El Nuevo Trato fue más lejos y prestó directamente dinero a
las empresas, los propietarios y compradores de casas. Otro
ejemplo de los socialistas años treinta es el programa de seguridad
social de Roosevelt (que podría ser emulado por la atención sanitaria
universal en la actualidad) y el impulso por mayor igualdad en los
ingresos. Bajo Roosevelt, EE.UU. pasó por lo que los historiadores del
mundo laboral llaman la “Gran Compresión”, un dramático aumento en los
salarios de los trabajadores de a pie que redujo enormemente la
desigualdad de los ingresos. Antes de la Gran Compresión, EE.UU. era
una sociedad de ricos y pobres; después fue una sociedad en la que la
mayoría de la gente, correctamente, se consideró clase media. El premio
Nobel Paul Krugman demanda otra Gran Compresión para volver a crear la
clase media perdida a partir del presidente Ronald Reagan. De nuevo,
TINA. Muchos arguyen que el propio EE.UU. está en bancarrota,
con sus masivos déficits comercial y presupuestario. Pero el gobierno
siempre puede legislar gastos, e incluso con una creación de dinero
basado en la deuda, cuando la tasa de interés es cero, puede, mediante
gastos inteligentes, crear un efecto multiplicador, aumentando el
empleo y el consumo sin un coste real. Es posible que la reanimación de
la economía – incluida la atención sanitaria universal – cueste hasta
un billón de dólares durante el primer período de Obama. Pero el
gobierno de Bush desperdició por lo menos el doble en guerras ilegales
y recortes de impuestos para los más acaudalados. Sin embargo,
EE.UU. no puede convencer al mundo de su solvencia sin reducir el gasto
militar – en sí una bendición. Es verdad que la industria del armamento
y las fuerzas armadas proveen millones de puestos de trabajo, pero son
muy, muy caros y destructivos, y un gobierno basado en principios puede
hacer cosas mucho mejores con su dinero. Terminar con su intimidación a
otros países sería otra bendición. Como Obama después de Bush,
el presidente Jimmy Carter también enfrentó la imponente tarea de sacar
las castañas del fuego después de un gobierno republicano
desacreditado, y la política en Oriente Próximo y una crisis energética
estaban al tope de la agenda. Pero la tarea de Carter era relativamente
fácil en comparación con la de Obama. Bush siguió los pasos de Reagan y
llevó efectivamente a EE.UU. a la bancarrota con sus masivos recortes
de impuestos para los ricos y gastos aún más masivos en las fuerzas
armadas y guerras fracasadas. Sus crímenes, mucho más corruptos y
merecedores de recusación que los de Nixon, no han sido tocados hasta
ahora. Pero Carter y Obama fueron impulsados a la Casa Blanca
de la nada, prometiendo la restauración de los ideales estadounidenses,
impulsar la energía alternativa, apoyar la educación, ayudar al hombre
común. Más específicamente, como Carter, Obama fue escogido por la
elite económica gobernante como una cara bonita para mantener contento
al hombre común a pesar del lío económico dejado por sus predecesores. David Rockefeller encontró a Carter a mediados de los años setenta, y le invitó a sumarse a la Comisión Trilateral.
Luego pasó de la oscuridad a ser presidente casi de un día al otro.
Obama fue descubierto por el protegido de Rockefeller, Zbigniew
Brzezinski, invitado a sumarse al Consejo de Relaciones Exteriores, y tuvo un ascenso igual de milagroso a la cumbre. Su reunión (y la de Hillary) con el Grupo Bilderberg en junio, durante el apogeo de las primarias, es bien conocida. Pero
la aprobación de los muchachos entre bastidores no garantiza el éxito,
como descubrió notoriamente Carter. Algunas veces la mano recibida es
tan mala que no sirve para nada. Las eminencias grises no toleran a los
perdedores, como también descubrió notoriamente Carter. Pero eso puede
ser otra bendición para alguien con coraje e integridad. Carter, otro
premio Nobel más, al que Obama haría bien en consultar junto con
Stiglitz y Krugman, es el único ex presidente en vida con esas
características, por deficiente que haya sido su presidencia. El
mundo espera fervientemente que también Obama tenga algunas de ellas.
Pero la manera como maneje la economía supondrá el éxito o el fracaso
de su presidencia. La cuestión es si tiene suficiente espacio para
maniobrar, considerando las pésimas cartas, sus patrones y sus
partidarios impacientes. Las probabilidades, considerando la
presidencia fracasada de Carter, no son buenas. ------------ Eric Walberg escribe para Al-Ahram Weekly. Para contactos: www.geocities.com/walberg2002 http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=12059
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