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LOS TERRORISTAS DE ESTADO RECORDARON AL ESCUADRÓN DE LA MUER

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Mensaje  El Muerto Miér Abr 16, 2008 9:23 pm

14 DE ABRIL JUNTO A JULIO SANGUINETTI Y LUIS LACALLE
LOS TERRORISTAS DE ESTADO RECORDARON AL
ESCUADRÓN DE LA MUERTE
Andrés Capelán

MONTEVIDEO/URUGUAY/16.04.08/COMCOSUR AL DÍA - El 14 de abril de 1972, el
Movimiento de Liberación Nacional (Tupamaros) dió muerte al Subsecretario
del Ministerio del Interior y profesor de matemáticas Armando Acosta y
Lara, el subcomisario Oscar Delega, el agente Carlos Leites, y el capitán
de navío Ernesto Motto Benvenutto. Los cuatro integraban la plana mayor
del Escuadrón de la Muerte, responsable del asesinato y desaparición de
varios militantes sociales.

A modo de retaliación, horas después, las Fuerzas Conjuntas militares y
policiales dieron muerte a ocho militantes tupamaros: Alberto Candan
Grajales, Gabriel Schroeder, Armando Blanco, Norma Paggliano, Ivette
Giménez, Luis Martirena, Horacio Rovira, y Jorge Groop. Tres días
después, las fuerzas policiales y militares cercarían la seccional 20 del
Partido Comunista y ejecutarían a ocho militantes obreros.

En 1978, la dictadura eligió el 14 de Abril para conmemorar el “Día de
los caídos en la lucha contra la subversión”. En 1985, el presidente
Julio Sanguinetti cambió ese nombre por el de “Día de los caídos en
defensa de las Instituciones” (curioso nombre, ya que ninguno de los
asesinados ese día defendían precisamente las instituciones). En 2006, el
Poder Ejecutivo derogó la conmemoración oficial de la fecha. Desde
entonces, los Terroristas de Estado, sus acólitos y sus cómplices se
reúnen privadamente para “honrar a sus caídos”: una sarta de
torturadores, violadores, ladrones de bienes y de niños, asesinos y
desaparecedores de cadáveres.

En el homenaje realizado este año en el Centro Militar, estaban en
primera fila los dos principales artífices civiles de la impunidad: los
ex presidentes Julio María Sanguinetti y Luis Alberto Lacalle; a su lado,
el redactor de la Ley de Impunidad, el ex vice presidente Gonzalo
Aguirre. Juntos, los tres impidieron durante 15 años cualquier tipo
de investigación de las violaciones a los derechos humanos cometidas por
los militares y policías terroristas de Estado. Fue recién en el año
2000, cuando el presidente Jorge Batlle creó la Comisión para la Paz, que
se pudo investigar algo (no mucho) sobre ese período cerrado a cal y
canto por sus antecesores.

Desde que el presidente Tabaré Vázquez comenzó a excluir de la Ley de
Impunidad todos los casos de violaciones a los derechos humanos que se le
presentan, el tenor de las discursos que los terroristas de Estado
vomitan todos los años en esta fecha es siempre el mismo. Se quejan, se
lamentan, denostan, insultan, y amenazan. Ni el más mínimo atisbo de
contricción o arrepentimiento, ni la más mínima sombra de una tímida
disculpa. Al contrario: reivindican lo actuado y hablan como si hubieran
sido los salvadores de la patria en lugar de haber sido sus
depredadores.

Porque más allá de las violaciones a los derechos humanos, éstos
terroristas de Estado que hoy se quejan de tener que ir a rendir cuentas
de sus fechorías ante la Justicia: se robaron todo. Se llenaron bien
llenos los bolsillos con bienes particulares y estatales obtenidos a como
fuera lugar. Robaron a mano armada y a mano desarmada, hicieron todos los
chanchullos y todos los negociados habidos y por haber. Corruptos a la
enésima potencia, todavía tienen el tupé de hablar del honor...

Esta piara de delincuentes tampoco entiende que esa vuelta de página por
la que tanto lloran está al alcance de su mano. Bastaría con que dijeran
lo que hicieron con los niños que robaron y con los cadáveres de los
presos que asesinaron por tortura, bastaría con que devolvieran ese
macabro botín de guerra para que las heridas comenzaran a cicatrizar
paulatinamente. En cambio, alzan el hocico y se hacen los ofendidos.
Hablan del honor. Ellos, que ha hecho todas las porquerías imaginables,
hablan del honor y nadie les para el carro. Sanguinetti y Lacalle
estuvieron allí y los aplaudieron. El Cóndor los crió y ellos se
juntaron. Un buen acto de sinceramiento, sin duda.
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