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'Son los genes, estúpido' HISTORIAS DE MILICOS.

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Mensaje  El Muerto Vie Sep 12, 2008 10:59 pm

CARAS Y CARETAS (MASCARÓN DE PROA) PÁG. 26

Los boliches de balneario son otra cosa en invierno. Invitan al recogimiento y a la charla casi
confidencial. Somos pocos los contertulios y el anochecer convoca a compartir. Diversas temáticas se
desenvuelven y se vuelven a envolver. Y a veces es un corsi ricorsi sólo finiquitado por un shhh del
patrón que quiere ver el informativo de la tele. En su casa y con la familia.
En una de esas tertulias, un jubilado de testa blanquísima y de pocas palabras, pidió permiso para
intervenir en la conversación que, a su lado, manteníamos con un joven estudiante de Ciencias de la
Comunicación. Hablábamos de derechos humanos y de torturas, de civiles y de milicos.
-Disculpen que intervenga, dijo, acentuando la disculpa. Es tanto el silencio del invierno y la soledad
que he seguido atentamente su conversación. Conocí de joven a uno de los personajes que ustedes
mencionan. Al padre y al hijo. Eran vecinos míos cuando vivía en la capital. Me dispuse a escucharlo.
Algo interesante seguramente trasmitiría ese hombre manso, de beber solitario.

-Con mi querida esposa (hizo una pausa como aventando recuerdos felices) ya fallecida, y mis hijos,
infantes en esos tiempos, vivíamos por donde nace la calle Larrañaga, frente a la entrada del Jardín
Botánico. Uno de los vecinos tenía tres hijos, un varón muy amigo de mi hijo, y dos niñas. En esa
época la gurisada gastaba horas jugando en la vereda, invadiendo los jardines y compartiendo las
meriendas.
-No los aburro ¿no?, preguntó, ansiando nuestra negativa. -No amigo, por favor continúe... -Ese vecino
era un militar que llegó a coronel, y su hijo también. Los pibes del barrio saltaban de casa en casa, sus
juegos no tenían límites. Salvo... puertas adentro de la casa del vecino militar. Sólo podían ingresar al
jardín, y desde allí ni un paso más. Los cumpleaños se celebraban en un patio lateral. Una vez, sólo
una vez, logré trasponer aquel límite infranqueable. Una de las niñas se cayó en mi casa y se lastimó,
feo, una rodilla. La alcé en brazos y la llevé hasta su casa, entre sus llantos de asustada y dolorida.
Abrió la madre y se la entregué mientras explicaba las circunstancias del accidente. Le hizo unas
friegas con el famoso Líquido Carrel, hasta que la niña se tranquilizó. Allí aprecié, sobre la gran estufa
a leña, unas puntas de madera muy trabajadas y unas bolas de piedra que me hicieron recordar a las
boleadoras de nuestros antepasados charrúas.
La señora, al ver mi interés por aquellos objetos, atinó a decir: son recuerdos que trajimos con mi
esposo de nuestro viaje a Europa, antes que nacieran los niños. -Ah, el viaje de bodas, supuse. -No, ya
éramos casados. Mi esposo es militar y fue enviado a Italia como agregado a la embajada de nuestro
país.
-¿De qué año estamos hablando? preguntó mi acompañante.
-Y... debe haber sido (hizo un largo silencio) allá por el 40 y pico. -Entonces, sus vecinos viajaron a
Europa en los prolegómenos de la segunda guerra mundial... -Sí, si mal no recuerdo fue en la época en
que Italia invadió Abisinia. La señora comentó que estuvieron en Turín, donde su marido hizo un
curso militar, y habló de la personalidad de Mussolini y del cariño que los taños demostraban por él.
Ya con la niña tranquila, la señora continuó rememorando la experiencia de sus dos años lejos de
Montevideo. "Y con pasaporte diplomático", se ufanó varias veces. "Mi marido fue designado como
agregado militar en nuestra legación y becado a la Escuela de Guerra de Turín. Durante esos cursos se
produjo la llegada de los italianos a Abisinia"... -La invasión a Etiopía quería decir, interpelamos al
unísono.
-Sí, pero la señora tenía un lenguaje muy delicado para referirse al tema. -¿Y qué más contó la señora?,
(nosotros apuramos la conversación, pues vimos de reojo en el rostro del patrón las intenciones de
cerrar el boliche).
Sirva por favor, pidió el jubilado del cuento. Una buena arfimaña para tranquilizar al comerciante. -Si
los aburro digan, y la terminamos por acá... -No, por favor, continúe... (la incógnita de quién era aquel
militar nos tenía atrapados. Eran los tiempos de la dictadura de Gabriel Terra y del fascismo
ascendente).
-... y la señora abundó en detalles... "Mi marido participó como invitado del ejército italiano, en la
expedición africana. Estuvo unos meses en Abisinia, mientras yo sufría en Turín. Las comunicaciones
eran pocas y, en los ambientes diplomáticos, se rumoreaba que los africanos se resistían duramente a la
presencia italiana. Finalmente mi marido regresó, y eso que usted aprecia en lo alto de la estufa son
armas que usaron aquellos negros".
-Mientras escuchaba a la señora yo observaba detenidamente los recuerdos africanos del vecino
militar. Era fantasmagórico imaginar a los etíopes con aquellas armas enfrentando al ejército del Duce,
y obligando a los taños a emprender la retirada, derrotados.
La señora después contó las maravillas del viaje del regreso, sobre todo del cruce del Ecuador (me
mostró la foto a bordo del trasatlántico en aquel preciso momento), y la fiesta de película en el salón
principal del buque. Y no pudo seguir hablando, porque sus hijos la reclamaban.
El veterano jubilado hizo una pausa. Reinició la narración el ver nuestras caras de incomprensión ante
su interesante historia. Faltaba el vínculo con el inicio del diálogo y nos adivinó la preocupación.
-Ya sé, apuntó. Ustedes se preguntan qué relación tiene esta historia con Bordaberry -el rabánito, dijo
bajito- con las torturas y los milicos. Tomó un largo trago de su aguado whisky nacional, y respirando
profundo, continuó, entrecerrando los ojos. -Cuando nos tocó vivir la dictadura, allá por 1973, una
mañana me llevaron preso. Me encapucharon y me dieron algunas pinas. Estuve varios días
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'Son los genes, estúpido' HISTORIAS DE MILICOS. Empty Re: 'Son los genes, estúpido' HISTORIAS DE MILICOS.

Mensaje  El Muerto Vie Sep 12, 2008 11:00 pm

desaparecido. Yo era solamente un demócrata de izquierda, no tenía ningún tipo de actividad política y
menos sediciosa. Siempre había votado a los batilistas y en esa época a los socialistas.
Mi mujer y mi hijo mayor preguntaban desesperados al militar vecino. El hijo, compañero de andanzas
del mío en la infancia, era ya un militar con graduación. Luego de escucharlo pidió unas horas para
averiguar algo.
Al otro día lo llamó por teléfono y negó que yo estuviera detenido. ¿No tendrá alguna aventura tu
viejo, alguna minita... y se fue de joda por algunos días? Vos sabes que eso pasa, ¿no? Angustiado e
indignado, mi hijo cortó la comunicación telefónica.
Al rememorar aquellos días, a nuestro contertulio le brillaban los ojos. Sus viejos lentes apenas
traslucían sus pequeños ojos celestes y húmedos. -Perdonen, dijo casi en un susurro, siempre me pone
mal recordar aquello. Nuevamente tomó un largo trago de su vaso, casi personal, aspiró profundo
mirando el embaldosado sucio, y continuó:
-y ahora el desenlace... (hizo una pausa para incrementar el suspenso). -Me soltaron varios días
después. Había perdido unos kilos. Tuve una gran infección en los ojos por culpa de la capucha
inmunda que me pusieron desde el primer momento, y varias crisis nerviosas mientras oía alaridos
humanos y amenazas permanentes. Supe por los milicos que me trasladaron hasta Propios y Larrañaga,
que había estado en la Escuela de Armas y Servicios. Caminando llegué a mi casa.
Una historia más, de las miles que ocurrieron en los tiempos de la devastación de la patria, pensé.
Terminamos las copas. Pagamos, sonriendo ante la mirada de agradecimiento del patrón del boliche.
Ya en el umbral, mi joven acompañante no pudo con la curiosidad: pero amigo, no nos dijo quién,
quiénes eran esos milicos, el padre y el hijo, sus vecinos... -Ah!, esa es la frutilla de la torta. Uno de los
que me interrogó en la Escuela de Armas y Servicios, hoy es coronel y está preso, en una cárcel de
lujo, pero preso al fin. Era el amigo de juegos de mi hijo.
El que negó que tuvieran algo que ver; que yo no constaba como detenido... Eran el coronel José
Gavazzo y su hijo, el hoy coronel-preso, José Niño Gavazzo. Nos despedimos en silencio. Son los
genes, estúpido. PD. El joven estudiante de Ciencias de la Comunicación se encerró en la Biblioteca
Nacional varias tardes, y revisó los boletines del Ministerio de Defensa Nacional. Encontró las
siguientes referencias a José Gavazzo, padre:
BMDN 15.07.1935. Beca de la Escuela Superior de Guerra de Turín. Es nombrado Agregado Militar a
la Legación en Italia el Capitán José Gavazzo, para los cursos que se dictarán de: "Organización de
arsenales militares, laboratorios para análisis de explosivos, inclusive de preparación de personal".
BMDN 15.12.1937. Él Ministerio de Defensa Nacional dispondrá lo necesario para que sean puestos a
disposición del Sr. Capitán José Gavazzo 2 pasajes de lera, clase desde Trieste a Montevideo.
BMDN 05.04.1938. Se nombra Jefe del curso de Artillería al Sr. Capitán José Gavazzo, en la
actualidad en el Ministerio de Defensa.
BMDN 07.04.1938. Se declara cesante en el ejercicio de sus funciones al Jefe de la Guardia
Metropolitana de la Jefatura de Policía de Montevideo, Mayor H. J. Blanco, y nómbrase en su
reemplazo al Capitán Don José Gavazzo.
BMDN 13.07.1938. Nómbrase ayudante del Ministerio de Defensa Nacional al Sr. Mayor Don José
Gavazzo, actual Jefe de la Guardia Metropolitana.
BMDN 05.12.1937. Nómbrase Edecán de la Presidencia de la República Oriental del Uruguay al Sr.
Mayor José Gavazzo.
BMDN 20.05.1939. Abónese al Mayor Don José Gavazzo $735.25 por importe del pasaje en lera clase
de su esposa desde Montevideo a Genova, en 1936.
BMDN 05.05.1939. Desígnase al Mayor Don José Gavazzo, para la Escuela Superior de Guerra.
¡Y todo por una charla en un boliche!



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