500 años de saqueo genocidio y predacion de América!!!!!!!!!
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500 años de saqueo genocidio y predacion de América!!!!!!!!!
Descubrimiento, conquista y saqueo de los recursos naturales de América En la historia reciente de la humanidad, digamos los últimos 500 años, el continente americano ha visto modificada una y otra vez su fisonomía. Hubo importantes cambios en casi todos los ecosistemas que componen la región. No quedan prácticamente espacios que no hayan sido alcanzados por las actividades humanas, que han producido modificaciones en la flora y la fauna esencialmente por la agricultura, pero también por la ganadería, las mega-represas, la minería, la industria forestal y tantas otras actividades del sector productivo. Desde la colonización de América y luego de los primeros años, en los que la actividad excluyente de los invasores fuera el saqueo intensivo del oro y la plata de este continente, la industria de la caña de azúcar hizo punta en la historia del abuso de la tierra americana, para beneficio de sus conquistadores. Los habitantes originarios del continente fueron aniquilados rápidamente. Se calcula que menos del 10% sobrevivieron a las primeras décadas de la conquista. Cazados como animales, sometidos a la esclavitud, mal alimentados y alejados de sus hogares y su entorno natural , fueron además presa fácil para las armas mas letales que llegaran en los barcos europeos, las enfermedades contagiosas inexistentes en el continente hasta ese momento. Las inmensas riquezas naturales de América se convirtieron en una gran maldición. En el nombre del progreso, del progreso económico de Europa primero y mas tarde también de Estados Unidos, se envenenan las aguas, se pulverizan las montañas, desaparecen bosques, especies vegetales y animales, glaciares, pueblos y culturas completas. Los resultados están a la vista, inundaciones y sequías, desertización, pérdida de biodiversidad, contaminación, desnutrición, proliferación de enfermedades, pobreza, hambre y muerte. Hace unos 5 siglos el capitalismo descubrió América e hizo lo que el capitalismo sabe hacer, ponerle precio a todo, convertirlo todo en bienes de mercado, explotar recursos naturales y humanos mas allá de sus límites, hasta la destrucción, hasta la devastación. Sin embargo y pese luego de mas de 500 años de dominación y sometimiento, Latinoamérica resurge como la región del planeta que encabeza un cambio necesario de paradigmas, que urge para la sobrevivencia de la vida misma. El difícil camino a seguir está trazado. El objetivo es convertirnos en una sociedad que abandone el modelo económico vigente, dirigido por los dueños del capital y del poder, y construya un nuevo modelo, ambientalmente sustentable y socialmente justo. El esfuerzo es grande y será mayor aun, pero el premio lo vale. Nos reencontramos la próxima semana, con una nueva entrega de esta publicación.
Ricardo Natalichio Director
rdnatali@ecoportal.net
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Ricardo Natalichio Director
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dayrdan- Cantidad de envíos : 1897
Fecha de inscripción : 07/12/2007
K&K ENTREGAN EL PETROLEO Y LOS MINERALES
16/10/07 | ||
Acabemos con la derrota* | ||
Por Pino Solanas | ||
En las últimas décadas los ciudadanos han soportado fracasos y traiciones. Cansados de maltratos, a fines de 2001 salieron a la calle con la consigna “que se vayan todos”. Como en el 17 de Octubre y el Cordobazo, el pueblo se hizo oír. Sin embargo, las asambleas no lograron construir sus propias representaciones políticas y en 2003 se terminó votando al menos malo. Ante la falta de entusiasmo y los interrogantes que genera la elección del 28 de octubre, nuestra decisión de participar ha recibido numerosos apoyos, mientras otros nos plantean sus dudas. Sienten que lo electoral es una trampa y el camino adecuado sería continuar construyendo sólo desde abajo con las organizaciones sociales. Pero la lección que arrojan las luchas y movilizaciones de estas décadas es que la construcción social sin construcción política nos lleva a un callejón sin salida. Algunos sostienen que es un error presentarnos ahora por la falta de tiempo y recursos; que sería mejor lanzar nuestro espacio después de los comicios. Pero es en los tiempos electorales cuando se abren los debates. Lo mejor es enemigo de lo bueno: los inicios siempre son confusos, ninguna iniciativa puede crecer si no comienza a andar. No pensamos llegar ahora: se trata de plantar las banderas de nuestra propuesta, obtener diputaciones y avanzar hacia 2009 para disputar el gobierno en 2011. Nuestros objetivos no son solamente electoralistas; pretendemos impulsar con otras fuerzas un movimiento nacional, político, social y cultural, capaz de realizar los ideales de independencia tantas veces traicionados. Proyecto Sur –donde participan Alcira Argumedo, Julio Raffo, Luis Brunati– nació hace cinco años junto al M.O.R.E.N.O, con el fin de elaborar una propuesta transformadora. Sumamos nuestros esfuerzos a los de Claudio Lozano y Buenos Aires para Todos; Mario Mazitelli, Jorge Selser y el Partido Socialista Auténtico y luchadores sociales como Ángel Cadelli y Ana Lorenzo; porque todos hemos venido enfrentando las dictaduras, el neoliberalismo, la injusticia y el saqueo. Ahora insistimos: es tiempo del despertar de una conciencia emancipadora desde el Caribe a la Patagonia. Quienes temen que al sacarle votos a Cristina Fernández se le hace el juego a la derecha, aunque no comparten todas sus políticas definen a los Kirchner como la opción de centroizquierda. ¿Con qué lupa los ven? ¿Es progresista un gobierno integrado por ex funcionarios de Menem y Duhalde; aliado con los mismos gobernadores, los mismos intendentes corruptos del conurbano bonaerense y las mismas camarillas sindicales; todos ellos protagonistas del saqueo nacional y la pérdida de los derechos sociales de los trabajadores? Las medidas acertadas del gobierno Kirchner –derechos humanos, Corte Suprema, rechazo al ALCA– no deben hacernos soslayar que mantiene el modelo impositivo de Menem, que el crecimiento económico no significó distribución de la riqueza, que aún hay catorce millones de pobres, indigencia, desnutrición y tres millones de chagásicos, que mantiene la Ley de Radiodifusión y la de entidades financieras de Martínez de Hoz vigentes desde la dictadura, que no impidió la extranjerización de la tierra y de las empresas nacionales, que hizo votar la ley antiterrorista y ha profundizado la entrega del petróleo y la minería. Néstor Kirchner votó la privatización petrolera menemista que le costara a la Nación una pérdida de más de 200.000 millones de dólares. Hoy ha dado luz verde a una re-privatización de los hidrocarburos con la prórroga de las concesiones hasta el 2047, es decir, hasta el agotamiento de las reservas, cuando pueden ser explotados por la Nación y las provincias conjuntamente. En tiempos en que el petróleo se acaba y es causa de guerras atroces, entregarlo así constituye una traición a la Patria y a la juventud, porque son los recursos de nuestros hijos y nietos. Lo que perdura en buena parte de los ciudadanos es el temor al cambio: la convalecencia de una cultura de la derrota imperante en los noventa, que nos hizo sentir que la realidad no podía ser cambiada. Suerte de fatalidad enraizada en nuestros sentimientos que debemos vencer, porque existe la posibilidad real de transformar el país. Por estas razones creemos que éste es el momento propicio para comenzar a construir una alternativa política. Hoy existe en el país una necesidad, una urgencia y una vacancia política. El espacio nacional, popular y democrático no tiene representación: todos los candidatos mediáticos expresan variantes del centro a la derecha. La elección del 28 de octubre no es un simple recambio presidencial sino la profundización del modelo neoliberal que, en su esencia, es común a Cristina Fernández y a Lavagna, López Murphy, Sobisch, Rodríguez Saá y Elisa Carrió. Detrás de un aparente progresismo, las propuestas de la Coalición Cívica no van más allá de planteos institucionales y ofrece como ministro de Economía al liberal Prat Gay. Ninguno de ellos cuestiona el modelo agro-minero-exportador de Menem y el despojo de los recursos, ahora profundizado por Kirchner. Lo nuestro no es meramente testimonial: Proyecto Sur es la única propuesta que demuestra la viabilidad de acabar a corto plazo con la pobreza y el desempleo e impulsar un fuerte desarrollo industrial. ¿Cómo? Volviendo a la gran política de Estado que desde 1907 a 1989 hizo de los hidrocarburos un recurso estratégico y un servicio público. La renta petrolera hoy llega a 16.000 millones de dólares anuales, con lo que es posible alcanzar soberanía alimentaria, acabar con la indigencia, la pobreza y el desempleo; reparar a los pueblos originarios restituyéndoles sus territorios y sus derechos y posibilitar a la juventud que fue la víctima de los planes de ajuste, su recapacitación e inserción laboral. Además, es preciso reconstruir el Estado, democratizar las instituciones, avanzar con una reforma constitucional que incorpore la democracia participativa y relanzar las grandes industrias del Estado, el plan siderúrgico y el desarrollo científico. Se trata de reconstruir una ética pública capaz de cuidar aquello que es de todos y reivindicar principios y valores en desuso: solidaridad, participación, honestidad, amor a la Patria. Necesitamos acabar con la derrota, reconstruir la confianza, volver a encontrarnos quienes compartimos luchas y esperanzas para convencernos de que unidos podemos vencer. El 13 de diciembre se cumplirán cien años del descubrimiento del petróleo en el país: Argentina puede nacionalizar el petróleo y el gas si el pueblo se moviliza como lo hicieron los hermanos bolivianos con Evo Morales, y ninguna petrolera se fue de Bolivia. Queremos convocarlos a esta patriada: hoy existe una línea divisoria entre los que plantean la recuperación del petróleo y los minerales y los que silencian o defienden su entrega. * Publicado en la sección El País, Opinión, Página/12 del 16 de octubre de 2007 | ||
VOLTAIRE- Cantidad de envíos : 981
Fecha de inscripción : 02/12/2007
"K&K ENTREGAN EL PETROLEO Y LOS MINERALES" o
"Aguanten los tituleros del monopolio"
Elisa Carrió, Pino Solanas y el síndrome Salieri
Por Teodoro Boot
Desde su primer brote en 2003, Lilita
actuó, sintió y pensó por reacción: ante cualquier cosa que hiciera
Kirchner, estuvo en contra. Solanas sostiene que la Mesa de Enlace “de forma espuria quiere gobernar el país”, propósito al que Pino viene contribuyendo con sus intervenciones políticas de un año y medio a esta parte.
Antonio Salieri fue en su época un músico muy exitoso y
admirado. Autor de más de cuarenta óperas, tuvo por alumnos nada menos
que a Schubert y a Liszt. Todo le hubiera seguido yendo de maravillas
en su vida de no ser por Wolfang Amadeus Mozart, a quien secretamente
envidiaba, temía y tal vez admiraba. Salieri conspiró contra Mozart
hasta el extremo de ser recordado más que nada por su rivalidad con el
gran músico austriaco, y hasta por haberlo asesinado, peregrina leyenda
que carece por completo de fundamento. Pero tanta fue la envidia y la
rivalidad que, además de amargar su vida y ciertamente arruinar su
carrera, sirvieron de inspiración a la ópera del ruso Nikolái
Rimski-Kórsakov, en la que se basaría el film Amadeus,
dirigido por Milos Forman, gracias al que Antonio Salieri resulta
conocido por los neófitos contemporáneos. Entre los jóvenes argentinos
fue León Gieco quien popularizó su nombre con su tema Somos los Salieri de Charly, abierto homenaje al indudable talento de Charly García.
Pimpinela
En los denodados y del todo inútiles esfuerzos que aquí
hacemos para comprender el alma humana, un presumible “síndrome
Salieri” es todo lo que nos permite aproximarnos al origen de la
extraña conducta y estrafalario rumbo de la señora Elisa Carrió: bastó
con que el flamante gobierno de Néstor Kirchner llevara a cabo algunas
de las iniciativas que ella había pregonado para que de súbito entrara
en un espiral descendente rumbo a la psicosis, enfermedad mental
caracterizada por la alteración de los vínculos con otras personas, la
pérdida de contacto con la realidad y, en algunos casos, una acentuada
tendencia al delirio.
Los ejemplos del asombroso cambio que en tan breve
plazo experimentó la señora Carrió son demasiados como para nombrarlos
sin abrumar al lector. Nos debería bastar con su oposición a la ley que
estipulaba la movilidad de las retenciones a la exportación de
productos agropecuarios, cuando había sido la misma Carrió (o así
parece) la primera dirigente política en advertir (cuando, en tiempos
de Duhalde, Lavagna las puso en práctica) sobre la imprescindible
condición de que las retenciones fueran móviles a fin de que tuviesen
alguna utilidad. Es cierto que en esos “lejanos” tiempos la señora
Carrió era asesorada por el economista Rubén Lo Vuolo quien, siendo
siempre crítico a la gestión gubernamental, nunca estuvo en las
antípodas del rumbo general elegido por Néstor Kirchner. No lo
suficiente, al menos, para la necesidad de la señora de
“diferenciarse”, que por eso dejó de lado al lúcido Lo Vuolo
reemplazándolo por el golden boy de la banca
externa, Alfonso Prat Gay, cuyo principal mérito parece ser su tenaz
oposición a cualquier intento de librar al país de la dependencia con
los organismos financieros internacionales.
Bien mirado, fue un reemplazo lógico: desde su primer
brote, Elisa Carrió actuó, sintió y pensó por reacción. Como si se
tratara de una amante despechada, ante cualquier cosa que hiciera
Néstor Kirchner ella estaría en contra, del mismo modo que militaría a
favor de lo que fuere a que su numen se opusiera.
El vínculo de la señora Carrió con sus conmilitones no
marcha por carriles de mayor normalidad, y no pasa día sin pelearse con
alguno. En la última semana le tocó a Cobos, en la anterior a Margarita
Stolbizer. Y así.
Sobre otros aspectos de su conducta y sus episodios
delirantes apelo a la memoria del lector o acaso a los archivos
periodísticos, cada tanto exhumados por algunos programas de TV para
jolgorio general, prueba tal vez de que, fieles a la tradición, muchos
argentinos seguimos riendo para no llorar.
En fin, que según podemos inferir, el actual estado de
psicosis de la señora Carrió se habría originado en una suerte de
“síndrome Salieri”, puesto que todo le hubiera resultado mejor tanto
para ella como especialmente a los demás, si en vez de reaccionar con
aquel incomprensible despecho hubiese aplaudido lo que el gobierno de
Kirchner tenía de positivo y criticado lo que tenía de cuestionable,
que ya de por sí era bastante. Además de ser esto una manifestación de
cordura: es imposible que todo lo que haga un gobierno sea malo,
especialmente si lo que hace es lo mismo que uno pretendía cinco
minutos antes.
El enano Salieri que todos llevamos dentro
El síndrome parece aquejar también a otras gentes, lo
que explicaría algunas conductas de otro modo incomprensibles, en
particular la de Fernando Solanas, quien viene fastidiado, de origen y
en principio, por la no-política (por decirlo bondadosamente) del
gobierno nacional respecto a algunas áreas estratégicas de la vida
nacional, como pueden serlo la energía y el transporte. Quien esto
firma, afirma –con disculpas del ripio y en sintonía con Solanas–, que
no existe la menor posibilidad de una política económica independiente
si se prescinde del manejo de los recursos energéticos. Este es un
axioma que todos aquí suscribimos, lo que no habilita para cualquier
desmesura.
Fernando Solanas tuvo una desafortunada intervención
política el año pasado apoyando la oposición de “su” diputado Claudio
Lozano a la resolución 125, intervención de la que nunca acabó de
entender sus consecuencias, a juzgar por sus dichos en el reportaje que le realizaran Gerardo Yomal y Hugo Presman, publicado en ZOOM. Pasa: un error lo comete cualquiera.
Como candidato a diputado nacional Solanas ensayó un
discurso muy opositor al gobierno nacional y por completo prescindente
de la existencia no ya política sino hasta biológica de Mauricio Macri.
Le dio buenos resultados y resulta lógico que así fuera: Solanas
consiguió unir la evocación de los pueblos originarios con el reclamo
por la recuperación de la propiedad nacional del subsuelo, la defensa
de los derechos humanos y la cerril oposición a Cristina Fernández.
Esto le valió las simpatías de numerosos activistas juveniles, de
varios peronistas de esos que uno duda si denominar ortodoxos,
fundamentalistas o combativos, y del grupo Clarín,
que lo consagró como su candidato predilecto. El resultado fue bueno, y
así como los activistas de Proyecto Sur suelen exagerar la efímera
incidencia que los votos de raigambre peronista pudieron haber tenido
en su desempeño electoral, no valoran lo suficiente la importancia del
voto juvenil, así como del que se nutrió de la generosa campaña de
prensa del grupo Clarín, compuesto básicamente de
opositores no macristas al gobierno nacional, que afluyeron en torrente
hacia la lista de Solanas espantados por las representaciones
melodramáticas de la señora Carrió. Bien de nuevo y hasta ahí, bravo
por Solanas, que supo apelar a las ilusiones juveniles y usar en
provecho propio el ansia antikirchnerista de Clarín y el gorilismo esencial de la clase media porteña.
El primer toque de alarma para algunos bienpensantes
que observamos el derrotero de Solanas con cierta bonhomía, lo dio la
presencia del cineasta en el programa de Mariano Grondona en la semana
siguiente a las elecciones. Fue entonces que uno, que jamás acabará de
ser un incauto, se preguntó: ¿A santo de qué?, que viene a ser la forma
elegante de decir: “¿Qué carajo está haciendo ahí?”
Luego de otras incomprensibles intervenciones, Solanas
volvió a Europa y todo en “su” fuerza política y en la heredada de
Carrió pareció deslizarse hacia la normalidad. Ayudados por los
resultados electorales que en cierta manera bajaron al oficialismo más
cerca de la tierra, los diputados de la autodenominada centroizquierda
tomaron alguna conciencia sobre su corresponsabilidad en los destinos
del país, el bienestar de las gentes, los derechos de los trabajadores,
la felicidad de los niños, la salud de los ancianos y otras tonterías
por el estilo.
El gobierno, por su parte, mitigada en algo su
arrogancia, pareció comprender la necesidad de concertar políticas, que
viene a ser algo así como acordar y construir en común. Sin variar el
rumbo, desde luego, porque pretenderlo es querer alterar el propósito
básico de una fuerza política que, si tiene algo de valorable, es la
tenacidad y la valentía con la que se aferra a un par de premisas
nacionales que hacen a su existencia. Y si se permite, quien firma de
nuevo afirma que en tales tenacidad y valentía se origina su
involuntaria simpatía a las actuales autoridades que, justamente en
eso, tanto se diferencian de la mariconería de sus predecesores, desde
la primera vez que Raúl Alfonsín hocicó frente al FMI, allá por 1985
(conciente de su débil memoria, el autor pide desde ya disculpas por si
el impulso antiimperialista del Dr. Alfonsín pudiera haber llegado más
allá y se corrige y dice: desde que Raúl Alfonsín mandó a Bernardo
Grinspun al desván de los trastos viejos, junto a algún ajado retrato
de Hipólito Yrigoyen).
A propósito: cierta ingenuidad lleva a preguntarse por
qué ese raro rasgo de valentía no es valorado por quienes cuestionan al
actual gobierno desde la izquierda, o eso que dice serlo.
Llegó el cineasta y mandó parar
Fernando Solanas arribó desde Europa a tiempo para
entorpecer una ardua negociación que en Diputados el oficialismo venía
llevando a cabo con los representantes del centroizquierda, conciente,
capaz que por primera vez en seis años, de que sus verdaderos enemigos
se encuentran en el extremo opuesto del arco político y, básicamente,
en los sectores concentrados de la economía.
Corresponde decir que el oficialismo pudo haber llegado a esa conclusión no de motu propio
sino que arrastrado por las circunstancias, a regañadientes, de la
misma manera que fue recuperando el manejo estatal de algunas áreas del
quehacer económico. Quien firma vuelve a afirmar que las motivaciones
últimas de cualquier acto carecen de importancia, y si se dice que el
camino del infierno está empedrado de buenas intenciones, bien puede
sostenerse exactamente lo contrario. En otras palabras, que si no
podemos saludar al oficialismo por la recuperación de Aerolíneas
Argentinas, felicitaremos entonces a la corrupción empresarial y a la
venalidad opositora por haber empujado al oficialismo a tomar tan
saludable decisión.
El señor Fernando Solanas no piensa como nosotros,
evidentemente, y, para sorpresa de algunos muestra un grado de
exigencia y purismo, digamos para ser suaves, inesperado.
Tras presentarse días pasados en el Parlamento para
volcar hacia la negativa el voto positivo que los diputados bajo su
influencia darían a la extensión por un año de algunas de las
facultades que desde hace quince años el Congreso viene delegando en el
Ejecutivo, Fernando Solanas afirmó: “No podemos
convalidar este nuevo pacto de Olivos impulsado por el bipartidismo. Es
una farsa esta oposición en bloque, impulsada por la Mesa de Enlace que
quiere gobernar el país. Igual que el gobierno kirchnerista conserve
los superpoderes y facultades delegadas”.
Desde luego, nadie es capaz de entender qué tiene de
pacto bipartidista una votación en la que el principal partido de la
oposición no coincide con el oficialismo, ni mucho menos en qué se
parecería la votación de una de tantas leyes con el pacto que permitió
una reforma constitucional que, entre otras cosas (y Solanas sigue
haciéndose el burro al respecto, aun finalizada campaña electoral que
autorizó a todo) impide la nacionalización de la propiedad del subsuelo
y sus riquezas, llamémosle petroleras o mineras, tan reclamada por
Solanas, que siempre se abstuvo de aclarar que para conseguirlo era
preciso reformar la constitución vigente.
Es necesario agregar algo más: con el falaz argumento
de bajar las retenciones a la exportación de soja, la negativa a
prorrogar la delegación de la facultad de fijar los derechos aduaneros
pretendía desfinanciar al Estado, o, en todo caso, quitarle al
Ejecutivo los instrumentos para garantizar esa financiación. En este
marco, poner a la Mesa de Enlace en un pie de igualdad con el gobierno
nacional es un auténtico despropósito.
Solanas no consiguió que “sus” diputados se opusieran
al proyecto oficialista, pero sí obtuvo su abstención, por lo que se
ignora para qué diablos sirvió más que para contribuir a la campaña de
deterioro gubernamental, que es justamente, el único objetivo de esa
Mesa de Enlace que “de forma espuria quiere gobernar el país”,
propósito al que el señor Solanas viene contribuyendo con todas sus
intervenciones políticas de un año y medio a esta parte.
Y acá, en esa tan tenaz como infructuosa brega nuestra
por tratar de comprender el alma humana, hacemos un alto para
preguntarnos: ¿qué es lo que realmente tuvo el señor Solanas contra el
gobierno de Néstor Kirchner y tiene ahora contra el de Cristina
Fernández? ¿La negociación de contratos de explotación petrolera de la
provincia de Santa Cruz? ¿La no nacionalización del subsuelo? ¿La
continuidad de los convenios de explotación minera firmados por
distintos gobernadores en época de Menem? ¿El veto a la ley de
protección a los glaciares? ¿La no estatización ferroviaria? ¿Los
acuerdos petroleros que la provincia de Mendoza firmó con el grupo
Bulgheroni con la intercesión desinteresada de Julio Cobos y José Luis
Manzano?
Tal vez tenga todo eso y mucho más. Nadie pretenda que
Solanas sea oficialista, pero hay algo raro, algo anormal o en todo
caso mórbido en ese estar mirando siempre la falta olvidando por
completo los méritos, que el kirchnerismo también tiene, y a carradas,
de compararse estos gobiernos con los de todos sus predecesores desde
casi cuarenta años a esta parte. Es lógico que no los advierta Mariano
Grondona, un hombre lo bastante coherente como para considerar defectos
lo que nosotros, Proyecto Sur incluido, llamaríamos méritos, pero ¿qué
pasa con Solanas que no se da cuenta? ¿Cree realmente que este gobierno
es una continuación del de Carlos Menem, del que, y de paso cañazo, él
formó parte junto con los personeros de Bunge y Born y otros
impresentables, hasta que Carlos Menem no le cedió las Galerías
Pacífico para la creación de un complejo cultural? Porque bastante
tiempo le llevó a Fernando Solanas advertir lo que quedó perfectamente
claro al día siguiente de la toma de posesión de Carlos Menem ¿O acaso
creyó que Roig o Rapanelli eran discípulos de Aldo Ferrer?
Pero no vamos aquí a ensañarnos con los errores que el
señor Solanas pudo haber cometido. Parafraseando el dicho inglés, se
trata de un hombre “con un pasado”, lo que no lo desmerece ni mucho
menos. Por el contrario: nadie aprende sin obrar ni actúa sin
equivocarse, y suelen enseñar más los reveses que los triunfos. Pero
ese “pasado”, esa experiencia debería inducir a una mirada más amplia y
responsable de las cosas, especialmente cuando se trabaja tan
esforzadamente por quitarle a las actuales autoridades capacidad para
gobernar a sabiendas de que, de fracasar, no serán reemplazadas por una
fuerza más popular y revolucionaria, sino por la derecha más
recalcitrante y reaccionaria.
Tal vez Fernando Solanas se mostraría más prudente y
menos irreductible si esta vez no pudiera irse a París y se viera
obligado a compartir el destino con los demás argentinos. Claro que de
tratarse del síndrome Salieri es vano cualquier razonamiento y más
recomendable una terapia. Lamentablemente, hay muy pocos León Gieco y
demasiados Salieri en este mundo.
Adivinen quién financió la campaña de Pino?
Que el pino no te tape el bosque (de soja)!!
Elisa Carrió, Pino Solanas y el síndrome Salieri
Por Teodoro Boot
Desde su primer brote en 2003, Lilita
actuó, sintió y pensó por reacción: ante cualquier cosa que hiciera
Kirchner, estuvo en contra. Solanas sostiene que la Mesa de Enlace “de forma espuria quiere gobernar el país”, propósito al que Pino viene contribuyendo con sus intervenciones políticas de un año y medio a esta parte.
Antonio Salieri fue en su época un músico muy exitoso y
admirado. Autor de más de cuarenta óperas, tuvo por alumnos nada menos
que a Schubert y a Liszt. Todo le hubiera seguido yendo de maravillas
en su vida de no ser por Wolfang Amadeus Mozart, a quien secretamente
envidiaba, temía y tal vez admiraba. Salieri conspiró contra Mozart
hasta el extremo de ser recordado más que nada por su rivalidad con el
gran músico austriaco, y hasta por haberlo asesinado, peregrina leyenda
que carece por completo de fundamento. Pero tanta fue la envidia y la
rivalidad que, además de amargar su vida y ciertamente arruinar su
carrera, sirvieron de inspiración a la ópera del ruso Nikolái
Rimski-Kórsakov, en la que se basaría el film Amadeus,
dirigido por Milos Forman, gracias al que Antonio Salieri resulta
conocido por los neófitos contemporáneos. Entre los jóvenes argentinos
fue León Gieco quien popularizó su nombre con su tema Somos los Salieri de Charly, abierto homenaje al indudable talento de Charly García.
Pimpinela
En los denodados y del todo inútiles esfuerzos que aquí
hacemos para comprender el alma humana, un presumible “síndrome
Salieri” es todo lo que nos permite aproximarnos al origen de la
extraña conducta y estrafalario rumbo de la señora Elisa Carrió: bastó
con que el flamante gobierno de Néstor Kirchner llevara a cabo algunas
de las iniciativas que ella había pregonado para que de súbito entrara
en un espiral descendente rumbo a la psicosis, enfermedad mental
caracterizada por la alteración de los vínculos con otras personas, la
pérdida de contacto con la realidad y, en algunos casos, una acentuada
tendencia al delirio.
Los ejemplos del asombroso cambio que en tan breve
plazo experimentó la señora Carrió son demasiados como para nombrarlos
sin abrumar al lector. Nos debería bastar con su oposición a la ley que
estipulaba la movilidad de las retenciones a la exportación de
productos agropecuarios, cuando había sido la misma Carrió (o así
parece) la primera dirigente política en advertir (cuando, en tiempos
de Duhalde, Lavagna las puso en práctica) sobre la imprescindible
condición de que las retenciones fueran móviles a fin de que tuviesen
alguna utilidad. Es cierto que en esos “lejanos” tiempos la señora
Carrió era asesorada por el economista Rubén Lo Vuolo quien, siendo
siempre crítico a la gestión gubernamental, nunca estuvo en las
antípodas del rumbo general elegido por Néstor Kirchner. No lo
suficiente, al menos, para la necesidad de la señora de
“diferenciarse”, que por eso dejó de lado al lúcido Lo Vuolo
reemplazándolo por el golden boy de la banca
externa, Alfonso Prat Gay, cuyo principal mérito parece ser su tenaz
oposición a cualquier intento de librar al país de la dependencia con
los organismos financieros internacionales.
Bien mirado, fue un reemplazo lógico: desde su primer
brote, Elisa Carrió actuó, sintió y pensó por reacción. Como si se
tratara de una amante despechada, ante cualquier cosa que hiciera
Néstor Kirchner ella estaría en contra, del mismo modo que militaría a
favor de lo que fuere a que su numen se opusiera.
El vínculo de la señora Carrió con sus conmilitones no
marcha por carriles de mayor normalidad, y no pasa día sin pelearse con
alguno. En la última semana le tocó a Cobos, en la anterior a Margarita
Stolbizer. Y así.
Sobre otros aspectos de su conducta y sus episodios
delirantes apelo a la memoria del lector o acaso a los archivos
periodísticos, cada tanto exhumados por algunos programas de TV para
jolgorio general, prueba tal vez de que, fieles a la tradición, muchos
argentinos seguimos riendo para no llorar.
En fin, que según podemos inferir, el actual estado de
psicosis de la señora Carrió se habría originado en una suerte de
“síndrome Salieri”, puesto que todo le hubiera resultado mejor tanto
para ella como especialmente a los demás, si en vez de reaccionar con
aquel incomprensible despecho hubiese aplaudido lo que el gobierno de
Kirchner tenía de positivo y criticado lo que tenía de cuestionable,
que ya de por sí era bastante. Además de ser esto una manifestación de
cordura: es imposible que todo lo que haga un gobierno sea malo,
especialmente si lo que hace es lo mismo que uno pretendía cinco
minutos antes.
El enano Salieri que todos llevamos dentro
El síndrome parece aquejar también a otras gentes, lo
que explicaría algunas conductas de otro modo incomprensibles, en
particular la de Fernando Solanas, quien viene fastidiado, de origen y
en principio, por la no-política (por decirlo bondadosamente) del
gobierno nacional respecto a algunas áreas estratégicas de la vida
nacional, como pueden serlo la energía y el transporte. Quien esto
firma, afirma –con disculpas del ripio y en sintonía con Solanas–, que
no existe la menor posibilidad de una política económica independiente
si se prescinde del manejo de los recursos energéticos. Este es un
axioma que todos aquí suscribimos, lo que no habilita para cualquier
desmesura.
Fernando Solanas tuvo una desafortunada intervención
política el año pasado apoyando la oposición de “su” diputado Claudio
Lozano a la resolución 125, intervención de la que nunca acabó de
entender sus consecuencias, a juzgar por sus dichos en el reportaje que le realizaran Gerardo Yomal y Hugo Presman, publicado en ZOOM. Pasa: un error lo comete cualquiera.
Como candidato a diputado nacional Solanas ensayó un
discurso muy opositor al gobierno nacional y por completo prescindente
de la existencia no ya política sino hasta biológica de Mauricio Macri.
Le dio buenos resultados y resulta lógico que así fuera: Solanas
consiguió unir la evocación de los pueblos originarios con el reclamo
por la recuperación de la propiedad nacional del subsuelo, la defensa
de los derechos humanos y la cerril oposición a Cristina Fernández.
Esto le valió las simpatías de numerosos activistas juveniles, de
varios peronistas de esos que uno duda si denominar ortodoxos,
fundamentalistas o combativos, y del grupo Clarín,
que lo consagró como su candidato predilecto. El resultado fue bueno, y
así como los activistas de Proyecto Sur suelen exagerar la efímera
incidencia que los votos de raigambre peronista pudieron haber tenido
en su desempeño electoral, no valoran lo suficiente la importancia del
voto juvenil, así como del que se nutrió de la generosa campaña de
prensa del grupo Clarín, compuesto básicamente de
opositores no macristas al gobierno nacional, que afluyeron en torrente
hacia la lista de Solanas espantados por las representaciones
melodramáticas de la señora Carrió. Bien de nuevo y hasta ahí, bravo
por Solanas, que supo apelar a las ilusiones juveniles y usar en
provecho propio el ansia antikirchnerista de Clarín y el gorilismo esencial de la clase media porteña.
El primer toque de alarma para algunos bienpensantes
que observamos el derrotero de Solanas con cierta bonhomía, lo dio la
presencia del cineasta en el programa de Mariano Grondona en la semana
siguiente a las elecciones. Fue entonces que uno, que jamás acabará de
ser un incauto, se preguntó: ¿A santo de qué?, que viene a ser la forma
elegante de decir: “¿Qué carajo está haciendo ahí?”
Luego de otras incomprensibles intervenciones, Solanas
volvió a Europa y todo en “su” fuerza política y en la heredada de
Carrió pareció deslizarse hacia la normalidad. Ayudados por los
resultados electorales que en cierta manera bajaron al oficialismo más
cerca de la tierra, los diputados de la autodenominada centroizquierda
tomaron alguna conciencia sobre su corresponsabilidad en los destinos
del país, el bienestar de las gentes, los derechos de los trabajadores,
la felicidad de los niños, la salud de los ancianos y otras tonterías
por el estilo.
El gobierno, por su parte, mitigada en algo su
arrogancia, pareció comprender la necesidad de concertar políticas, que
viene a ser algo así como acordar y construir en común. Sin variar el
rumbo, desde luego, porque pretenderlo es querer alterar el propósito
básico de una fuerza política que, si tiene algo de valorable, es la
tenacidad y la valentía con la que se aferra a un par de premisas
nacionales que hacen a su existencia. Y si se permite, quien firma de
nuevo afirma que en tales tenacidad y valentía se origina su
involuntaria simpatía a las actuales autoridades que, justamente en
eso, tanto se diferencian de la mariconería de sus predecesores, desde
la primera vez que Raúl Alfonsín hocicó frente al FMI, allá por 1985
(conciente de su débil memoria, el autor pide desde ya disculpas por si
el impulso antiimperialista del Dr. Alfonsín pudiera haber llegado más
allá y se corrige y dice: desde que Raúl Alfonsín mandó a Bernardo
Grinspun al desván de los trastos viejos, junto a algún ajado retrato
de Hipólito Yrigoyen).
A propósito: cierta ingenuidad lleva a preguntarse por
qué ese raro rasgo de valentía no es valorado por quienes cuestionan al
actual gobierno desde la izquierda, o eso que dice serlo.
Llegó el cineasta y mandó parar
Fernando Solanas arribó desde Europa a tiempo para
entorpecer una ardua negociación que en Diputados el oficialismo venía
llevando a cabo con los representantes del centroizquierda, conciente,
capaz que por primera vez en seis años, de que sus verdaderos enemigos
se encuentran en el extremo opuesto del arco político y, básicamente,
en los sectores concentrados de la economía.
Corresponde decir que el oficialismo pudo haber llegado a esa conclusión no de motu propio
sino que arrastrado por las circunstancias, a regañadientes, de la
misma manera que fue recuperando el manejo estatal de algunas áreas del
quehacer económico. Quien firma vuelve a afirmar que las motivaciones
últimas de cualquier acto carecen de importancia, y si se dice que el
camino del infierno está empedrado de buenas intenciones, bien puede
sostenerse exactamente lo contrario. En otras palabras, que si no
podemos saludar al oficialismo por la recuperación de Aerolíneas
Argentinas, felicitaremos entonces a la corrupción empresarial y a la
venalidad opositora por haber empujado al oficialismo a tomar tan
saludable decisión.
El señor Fernando Solanas no piensa como nosotros,
evidentemente, y, para sorpresa de algunos muestra un grado de
exigencia y purismo, digamos para ser suaves, inesperado.
Tras presentarse días pasados en el Parlamento para
volcar hacia la negativa el voto positivo que los diputados bajo su
influencia darían a la extensión por un año de algunas de las
facultades que desde hace quince años el Congreso viene delegando en el
Ejecutivo, Fernando Solanas afirmó: “No podemos
convalidar este nuevo pacto de Olivos impulsado por el bipartidismo. Es
una farsa esta oposición en bloque, impulsada por la Mesa de Enlace que
quiere gobernar el país. Igual que el gobierno kirchnerista conserve
los superpoderes y facultades delegadas”.
Desde luego, nadie es capaz de entender qué tiene de
pacto bipartidista una votación en la que el principal partido de la
oposición no coincide con el oficialismo, ni mucho menos en qué se
parecería la votación de una de tantas leyes con el pacto que permitió
una reforma constitucional que, entre otras cosas (y Solanas sigue
haciéndose el burro al respecto, aun finalizada campaña electoral que
autorizó a todo) impide la nacionalización de la propiedad del subsuelo
y sus riquezas, llamémosle petroleras o mineras, tan reclamada por
Solanas, que siempre se abstuvo de aclarar que para conseguirlo era
preciso reformar la constitución vigente.
Es necesario agregar algo más: con el falaz argumento
de bajar las retenciones a la exportación de soja, la negativa a
prorrogar la delegación de la facultad de fijar los derechos aduaneros
pretendía desfinanciar al Estado, o, en todo caso, quitarle al
Ejecutivo los instrumentos para garantizar esa financiación. En este
marco, poner a la Mesa de Enlace en un pie de igualdad con el gobierno
nacional es un auténtico despropósito.
Solanas no consiguió que “sus” diputados se opusieran
al proyecto oficialista, pero sí obtuvo su abstención, por lo que se
ignora para qué diablos sirvió más que para contribuir a la campaña de
deterioro gubernamental, que es justamente, el único objetivo de esa
Mesa de Enlace que “de forma espuria quiere gobernar el país”,
propósito al que el señor Solanas viene contribuyendo con todas sus
intervenciones políticas de un año y medio a esta parte.
Y acá, en esa tan tenaz como infructuosa brega nuestra
por tratar de comprender el alma humana, hacemos un alto para
preguntarnos: ¿qué es lo que realmente tuvo el señor Solanas contra el
gobierno de Néstor Kirchner y tiene ahora contra el de Cristina
Fernández? ¿La negociación de contratos de explotación petrolera de la
provincia de Santa Cruz? ¿La no nacionalización del subsuelo? ¿La
continuidad de los convenios de explotación minera firmados por
distintos gobernadores en época de Menem? ¿El veto a la ley de
protección a los glaciares? ¿La no estatización ferroviaria? ¿Los
acuerdos petroleros que la provincia de Mendoza firmó con el grupo
Bulgheroni con la intercesión desinteresada de Julio Cobos y José Luis
Manzano?
Tal vez tenga todo eso y mucho más. Nadie pretenda que
Solanas sea oficialista, pero hay algo raro, algo anormal o en todo
caso mórbido en ese estar mirando siempre la falta olvidando por
completo los méritos, que el kirchnerismo también tiene, y a carradas,
de compararse estos gobiernos con los de todos sus predecesores desde
casi cuarenta años a esta parte. Es lógico que no los advierta Mariano
Grondona, un hombre lo bastante coherente como para considerar defectos
lo que nosotros, Proyecto Sur incluido, llamaríamos méritos, pero ¿qué
pasa con Solanas que no se da cuenta? ¿Cree realmente que este gobierno
es una continuación del de Carlos Menem, del que, y de paso cañazo, él
formó parte junto con los personeros de Bunge y Born y otros
impresentables, hasta que Carlos Menem no le cedió las Galerías
Pacífico para la creación de un complejo cultural? Porque bastante
tiempo le llevó a Fernando Solanas advertir lo que quedó perfectamente
claro al día siguiente de la toma de posesión de Carlos Menem ¿O acaso
creyó que Roig o Rapanelli eran discípulos de Aldo Ferrer?
Pero no vamos aquí a ensañarnos con los errores que el
señor Solanas pudo haber cometido. Parafraseando el dicho inglés, se
trata de un hombre “con un pasado”, lo que no lo desmerece ni mucho
menos. Por el contrario: nadie aprende sin obrar ni actúa sin
equivocarse, y suelen enseñar más los reveses que los triunfos. Pero
ese “pasado”, esa experiencia debería inducir a una mirada más amplia y
responsable de las cosas, especialmente cuando se trabaja tan
esforzadamente por quitarle a las actuales autoridades capacidad para
gobernar a sabiendas de que, de fracasar, no serán reemplazadas por una
fuerza más popular y revolucionaria, sino por la derecha más
recalcitrante y reaccionaria.
Tal vez Fernando Solanas se mostraría más prudente y
menos irreductible si esta vez no pudiera irse a París y se viera
obligado a compartir el destino con los demás argentinos. Claro que de
tratarse del síndrome Salieri es vano cualquier razonamiento y más
recomendable una terapia. Lamentablemente, hay muy pocos León Gieco y
demasiados Salieri en este mundo.
Adivinen quién financió la campaña de Pino?
Que el pino no te tape el bosque (de soja)!!
Marcela- Cantidad de envíos : 150
Fecha de inscripción : 03/12/2007
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