LO DESTITUYENTE
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LO DESTITUYENTE
Lo destituyente, una vez más
Por Sandra Russo
La escena podría inscribirse en el grotesco argentino: los que contrajeron
deuda y quemaron reservas se enloquecen porque, sin haber dado ellos su
consentimiento, el Gobierno se desendeuda con las reservas que él mismo
acumuló. Los mercados bullen expectantes por la salida del default,
pero ellos, que han sido históricamente los lobbystas de los mercados,
se contorsionan en televisión para evitar contestar cómo pagarían ellos
la deuda, si así como lo propone el Gobierno les repugna. Evitan decir
“ajuste”. La pregunta fue formulada ayer hasta en TN, y eso tiene una
lógica y merecimiento que forma parte de lo que los enloquece: la hizo
por la mañana en cadena nacional Cristina Fernández. Los medios
monopólicos no tuvieron más remedio que recoger el guante.
Están tan acostumbrados al periodismo servil de los medios monopólicos, que
la pregunta del cronista de Duro de domar, un programa tendiente a lo
farandulero, los ensombreció en la conferencia de prensa que dieron
todos juntos todavía relamiéndose por haber rechazado el pliego de la
directora del Banco Central: “¿La medida que toma el Gobierno ahora no
está dirigida a pagar las deudas que contrajo en parte el gobierno de
la Alianza y el default que decretó el doctor Rodríguez Saá?”. Allí
estaban entre otros Rodríguez Saá y Gerardo Morales. Es una pregunta de
estricto sentido común, pertinente y sencilla. Se rieron. Pusieron cara
de “uh, éste vino a provocar”.
El sector mayoritario del periodismo televisivo está a sueldo de los medios concentrados.
Ultimamente las nuevas camadas de periodistas que incorpora el
monopolio Clarín no salen de la UBA sino de la maestría que ellos
mismos crearon junto con la Universidad San Andrés. Hace unas semanas,
en el suplemento Zona de Clarín, fueron publicados “algunos de los
mejores trabajos” de esa maestría en periodismo. Una de ellas tomaba
como fuente un mail anónimo que indicaba que los sueldos del programa
6, 7, 8, del que formo parte, eran de entre 90 y 40 mil pesos. Orlando
Barone y yo cobrábamos 40 mil pesos, según ese correo sin firma que
circuló por Internet. No sé si me molestó más la mentira, o que
supusieran que yo aceptaría un sueldo tanto más bajo que el de mis
compañeros. Una buena pieza de carne podrida, amplificada por Clarín,
La Nación, Perfil y Crítica, todos con intereses extraperiodísticos.
Aunque el silencio es más elegante que el griterío, a veces uno cuando calla
parece que otorga. Pero además esa información falsa en la que se
basaron muchas notas reafirma un mecanismo discursivo que es más grave
que la falsedad de la especie: en todo caso, la falsedad de la
información estaba dirigida a desprestigiar opiniones que son estricta
minoría en el universo mediático. Si los pobres van a los actos por la
coca y el chori, nosotros vamos al canal por el cheque. Ni unos ni
otros tienen convicciones, leales saberes y entenderes, conciencia.
La ley de medios está suspendida por una jueza mendocina, Pura de Arrabal,
que fue la misma que falló a favor del grupo Vila Manzano y en contra
de Canal 7. Los jueces de la Corte Suprema dicen que “el problema es
político, no lo podemos resolver los jueces” (Zaffaroni), y que “los
jueces no deben gobernar” (Lorenzetti). Pero hay jueces que fallan
imbuidos de las mismas sospechas que la oposición. La oposición puede
exponerse a actuar guiada por la sospecha, de hecho es uno de sus
recursos más frecuentados. Pero que lo hagan los jueces es
institucionalmente más grave.
Hay periodistas que han llegado a reclamar la censura a 6, 7, 8, con el argumento de que Canal 7 “es de
todos”. La televisión pública debe garantizar prioritariamente la
pluralidad de opiniones. Invito a cualquier argentino a recorrer la
televisión de aire y a revisar cuántos programas incorporan el punto de
vista del Gobierno, sobre todo en lo que hace a su modelo económico y
social, en su análisis. No hay ninguno. El pensamiento único en materia
de comunicación es el del monopolio. En los medios, hoy no se puede ser
opositor a la oposición. Así le fue a Luis Novaresio, a quien Mariano
Grondona echó de su programa después de haber hecho preguntas molestas
a una diputada de la Coalición Cívica con respecto a la ley de ADN.
Curioso: ningún medio habló de censura.
No la imaginamos, la vimos y la escuchamos a Carrió en el Senado, invitada especialmente por
los honorables nuevos senadores. Esta mujer sin estribos dijo allí
mismo que haría una denuncia penal “por estafa y quiebre del orden
institucional” a la Presidenta y a Mercedes Marcó del Pont. No la
aplaudieron, pero tenían ganas. Dijo que iría a la OEA a pedir apoyo.
Ellos asentían. Gracias al sector de centroizquierda que sigue ciego a
la operación golpista, Carrió tiene cancha ahora para desparramar sus
paranoias. La loca de la casa siempre ha sido funcional a los señores.
Y hoy veo que los medios monopólicos, de manera idéntica a la oposición,
incluido ese sector de centroizquierda, vuelven a calificar de
“exagerada” la denuncia destituyente. Dirían lo mismo incluso si
pudieran lograrlo. Dirían que “exageran”. La oposición puede decir que
llueve de abajo para arriba: los periodistas monopólicos dan entidad a
todas sus pavadas.
Hoy está muy claro que la defensa del
Gobierno es la defensa de un modelo, que podría liderar hoy una fuerza
política y alguna otra en el futuro. Pero habrá que pensar en hacerlo
sin algunos aliados que parecían naturales y que demuestran que no lo
son. Ellos seguirán marchando hacia sus condiciones
prerrevolucionarias, que como no molestan mucho pueden incluso ventilar
en TN.
Hoy hay una pelea concreta entre un modelo de Estado de
bienestar y un modelo de Estado neoliberal, con todos los matices que
uno le quiera agregar. Pero lo que se juega hoy es eso, no la
inmortalidad de los ángeles ni el color de la cara de Dios. Es una
pelea antigua, que comenzó a darse en la posguerra. Una pelea entre dos
formas de capitalismo. Suena a poco, pero así de derechizado está el
mundo. No es ninguna novedad que en Brasil a Lula lo acusan de
“derechista” y en Estados Unidos a Obama lo acusan de “izquierdista”.
Cuando
Patricia Bullrich dice que el Gobierno tiene que ir a decirles “qué
cosas del presupuesto va a suspender para pagar la deuda”, ningún
insert de Grecia o España ayuda a contextualizar el monstruo que asoma
de su paladar. Dicen todos cualquier cosa a toda hora. Hacen recordar a
otros personajes que no sólo cuentan con el apoyo de los medios, sino
que son sus dueños: Roberto Micheletti en Honduras o Silvio Berlusconi
en Italia.
No es una pizca de exagerado hablar de operaciones
destituyentes. Las hay, las conocen, las ventilan, las analizan, las
promueven o son cómplices por omisión. No lo blanquean porque son
golpistas u oportunistas. Y si no hay ni habrá destitución, no es
porque la oposición defienda la institucionalidad ni la Constitución,
sino porque la gente no come vidrio, y porque en este país ya hemos
sufrido demasiado.
Por Sandra Russo
La escena podría inscribirse en el grotesco argentino: los que contrajeron
deuda y quemaron reservas se enloquecen porque, sin haber dado ellos su
consentimiento, el Gobierno se desendeuda con las reservas que él mismo
acumuló. Los mercados bullen expectantes por la salida del default,
pero ellos, que han sido históricamente los lobbystas de los mercados,
se contorsionan en televisión para evitar contestar cómo pagarían ellos
la deuda, si así como lo propone el Gobierno les repugna. Evitan decir
“ajuste”. La pregunta fue formulada ayer hasta en TN, y eso tiene una
lógica y merecimiento que forma parte de lo que los enloquece: la hizo
por la mañana en cadena nacional Cristina Fernández. Los medios
monopólicos no tuvieron más remedio que recoger el guante.
Están tan acostumbrados al periodismo servil de los medios monopólicos, que
la pregunta del cronista de Duro de domar, un programa tendiente a lo
farandulero, los ensombreció en la conferencia de prensa que dieron
todos juntos todavía relamiéndose por haber rechazado el pliego de la
directora del Banco Central: “¿La medida que toma el Gobierno ahora no
está dirigida a pagar las deudas que contrajo en parte el gobierno de
la Alianza y el default que decretó el doctor Rodríguez Saá?”. Allí
estaban entre otros Rodríguez Saá y Gerardo Morales. Es una pregunta de
estricto sentido común, pertinente y sencilla. Se rieron. Pusieron cara
de “uh, éste vino a provocar”.
El sector mayoritario del periodismo televisivo está a sueldo de los medios concentrados.
Ultimamente las nuevas camadas de periodistas que incorpora el
monopolio Clarín no salen de la UBA sino de la maestría que ellos
mismos crearon junto con la Universidad San Andrés. Hace unas semanas,
en el suplemento Zona de Clarín, fueron publicados “algunos de los
mejores trabajos” de esa maestría en periodismo. Una de ellas tomaba
como fuente un mail anónimo que indicaba que los sueldos del programa
6, 7, 8, del que formo parte, eran de entre 90 y 40 mil pesos. Orlando
Barone y yo cobrábamos 40 mil pesos, según ese correo sin firma que
circuló por Internet. No sé si me molestó más la mentira, o que
supusieran que yo aceptaría un sueldo tanto más bajo que el de mis
compañeros. Una buena pieza de carne podrida, amplificada por Clarín,
La Nación, Perfil y Crítica, todos con intereses extraperiodísticos.
Aunque el silencio es más elegante que el griterío, a veces uno cuando calla
parece que otorga. Pero además esa información falsa en la que se
basaron muchas notas reafirma un mecanismo discursivo que es más grave
que la falsedad de la especie: en todo caso, la falsedad de la
información estaba dirigida a desprestigiar opiniones que son estricta
minoría en el universo mediático. Si los pobres van a los actos por la
coca y el chori, nosotros vamos al canal por el cheque. Ni unos ni
otros tienen convicciones, leales saberes y entenderes, conciencia.
La ley de medios está suspendida por una jueza mendocina, Pura de Arrabal,
que fue la misma que falló a favor del grupo Vila Manzano y en contra
de Canal 7. Los jueces de la Corte Suprema dicen que “el problema es
político, no lo podemos resolver los jueces” (Zaffaroni), y que “los
jueces no deben gobernar” (Lorenzetti). Pero hay jueces que fallan
imbuidos de las mismas sospechas que la oposición. La oposición puede
exponerse a actuar guiada por la sospecha, de hecho es uno de sus
recursos más frecuentados. Pero que lo hagan los jueces es
institucionalmente más grave.
Hay periodistas que han llegado a reclamar la censura a 6, 7, 8, con el argumento de que Canal 7 “es de
todos”. La televisión pública debe garantizar prioritariamente la
pluralidad de opiniones. Invito a cualquier argentino a recorrer la
televisión de aire y a revisar cuántos programas incorporan el punto de
vista del Gobierno, sobre todo en lo que hace a su modelo económico y
social, en su análisis. No hay ninguno. El pensamiento único en materia
de comunicación es el del monopolio. En los medios, hoy no se puede ser
opositor a la oposición. Así le fue a Luis Novaresio, a quien Mariano
Grondona echó de su programa después de haber hecho preguntas molestas
a una diputada de la Coalición Cívica con respecto a la ley de ADN.
Curioso: ningún medio habló de censura.
No la imaginamos, la vimos y la escuchamos a Carrió en el Senado, invitada especialmente por
los honorables nuevos senadores. Esta mujer sin estribos dijo allí
mismo que haría una denuncia penal “por estafa y quiebre del orden
institucional” a la Presidenta y a Mercedes Marcó del Pont. No la
aplaudieron, pero tenían ganas. Dijo que iría a la OEA a pedir apoyo.
Ellos asentían. Gracias al sector de centroizquierda que sigue ciego a
la operación golpista, Carrió tiene cancha ahora para desparramar sus
paranoias. La loca de la casa siempre ha sido funcional a los señores.
Y hoy veo que los medios monopólicos, de manera idéntica a la oposición,
incluido ese sector de centroizquierda, vuelven a calificar de
“exagerada” la denuncia destituyente. Dirían lo mismo incluso si
pudieran lograrlo. Dirían que “exageran”. La oposición puede decir que
llueve de abajo para arriba: los periodistas monopólicos dan entidad a
todas sus pavadas.
Hoy está muy claro que la defensa del
Gobierno es la defensa de un modelo, que podría liderar hoy una fuerza
política y alguna otra en el futuro. Pero habrá que pensar en hacerlo
sin algunos aliados que parecían naturales y que demuestran que no lo
son. Ellos seguirán marchando hacia sus condiciones
prerrevolucionarias, que como no molestan mucho pueden incluso ventilar
en TN.
Hoy hay una pelea concreta entre un modelo de Estado de
bienestar y un modelo de Estado neoliberal, con todos los matices que
uno le quiera agregar. Pero lo que se juega hoy es eso, no la
inmortalidad de los ángeles ni el color de la cara de Dios. Es una
pelea antigua, que comenzó a darse en la posguerra. Una pelea entre dos
formas de capitalismo. Suena a poco, pero así de derechizado está el
mundo. No es ninguna novedad que en Brasil a Lula lo acusan de
“derechista” y en Estados Unidos a Obama lo acusan de “izquierdista”.
Cuando
Patricia Bullrich dice que el Gobierno tiene que ir a decirles “qué
cosas del presupuesto va a suspender para pagar la deuda”, ningún
insert de Grecia o España ayuda a contextualizar el monstruo que asoma
de su paladar. Dicen todos cualquier cosa a toda hora. Hacen recordar a
otros personajes que no sólo cuentan con el apoyo de los medios, sino
que son sus dueños: Roberto Micheletti en Honduras o Silvio Berlusconi
en Italia.
No es una pizca de exagerado hablar de operaciones
destituyentes. Las hay, las conocen, las ventilan, las analizan, las
promueven o son cómplices por omisión. No lo blanquean porque son
golpistas u oportunistas. Y si no hay ni habrá destitución, no es
porque la oposición defienda la institucionalidad ni la Constitución,
sino porque la gente no come vidrio, y porque en este país ya hemos
sufrido demasiado.
Marcela- Cantidad de envíos : 150
Fecha de inscripción : 03/12/2007
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