Cuba y la ingerencia extrangera: UE y su doble moral!!
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Cuba y la ingerencia extrangera: UE y su doble moral!!
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Fecha de inscripción : 07/12/2007
El sonsonete de los derechos humanos en Cuba!!!!
CUBA
El sonsonete de los derechos humanos en Cuba
Por Carlos Rivera Lugo
**************************************
En días pasados un querido compañero de lucha me preguntaba acerca del sonado caso
de la muerte del preso cubano Orlando Zapata Tamayo, como si desease escuchar una
censura mía por ese lamentable incidente. Francamente, se quedó esperando mi
reprobación, no porque yo sea insensible a las dimensiones humanas de lo acontecido,
sino porque más allá estoy igualmente harto de la hipocresía y del ensañamiento,
ideológicamente motivado, que hay contra Cuba con el tema de los derechos humanos.
Por ejemplo, mientras se monta toda una campaña mediática y diplomática de censura a
Cuba desde Wáshington, Bruselas y Madrid por la muerte de Zapata, ni una palabra se
ha pronunciado sobre la aparición en Tolosa, Francia, del cuerpo sin vida del
militante independentista vasco Jon Anza, quien según familiares, amigos y abogados,
fue secuestrado, torturado y asesinado por las Fuerzas de Seguridad del Estado
español como parte de su “guerra sucia” contra la izquierda abertzale del País
Vasco.
Unos y otros se rasgan las vestiduras morales cuando se trata de hablar de los
“presos políticos” de Cuba, pero callan inmoralmente cuando se trata de denunciar
las ejecuciones extrajudiciales que protagonizan gobiernos de países como Estados
Unidos o Colombia, reclamar sobre el trato de los presos políticos puertorriqueños
en cárceles estadounidenses, o las torturas y demás maltratos que reciben los
detenidos en el campo de concentración que mantiene Estados Unidos en Guantánamo.
¿Será que unos prisioneros y unos muertos valen más que otros?
Dice al respecto el reconocido jurista argentino-mexicano Oscar Correas: “Ahora
resulta que los pájaros les tiran a las escopetas: países corruptos, crueles,
guerreros, terroristas –no más piénsese en Hiroshima- ladrones, asesinos, son los
que dictan cátedra sobre democracia y sobre derechos humanos. ¡Los europeos hablando
de derechos humanos! Pero si no han terminado de pedir perdón por los crímenes
contra el tercer mundo. Y mucho menos han devuelto ni una gota de la sangre de
nuestra gente, derramada en honor de la ‘civilización’ europea. ¡Los norteamericanos
hablando de los derechos humanos en Cuba! ¿Y Guantánamo? Si hasta oficializaron la
tortura para esos presos (¿será mejor la prisión de Guantánamo que las prisiones en
Cuba?)”.
A propósito de la controversia en torno al caso Zapata, el escritor uruguayo Eduardo
Galeano llamó la atención sobre cómo se tiende a mirar a Cuba “con una lupa que
magnifica todo lo que interesa a sus enemigos…, mientras la lupa se distrae y no
alcanza ver otras cosas importantes y que los medios de comunicación no hacen por
informar”. Asimismo, indicó con la mayor honestidad, que lo que ha sucedido en el
caso de Zapata y lo que está ocurriendo ahora con otro de los presos cubanos, el
periodista Guillermo Fariñas, son cosas “importantes y desgraciadas” ante las cuales
el gobierno cubano debería “tomar nota, pues son señales de alarma en cuanto a
signos de descontento popular que deberían impulsar los cambios que la revolución
necesita”.
Lo preocupante es que también a veces a la izquierda se le está extraviando la lupa,
en lo que sólo puedo interpretar como resultado de una penetración subliminal de ese
discurso “políticamente correcto” que ha estado tan en boga en tiempos recientes. El
problema no es tanto que sintamos, al igual que Galeano, una inquietud honesta por
lo ocurrido, sino que nos sumemos, de forma ingenua, subjetiva y acrítica, a la
aplicación discriminatoria y selectiva que se hace de los estándares de los derechos
humanos en el caso de Cuba.
La verdad sobre los derechos humanos en Cuba está cargada no sólo de razones
abstractas sino que, sobre todo, de realidades históricamente concretas. Puntualiza
Correas que Cuba es “una sociedad mucho más homogénea que ninguna otra capitalista,
un amplio margen de seguridad, salud y educación PARA TODOS, un país cuyo índice de
mortalidad infantil está mejor que el de EE.UU. y donde nadie se muere de hambre
-excepto que quiera por razones políticas. Lo dice alguien que convive todos los
días con el hambre de los niños mexicanos”.
Los hechos históricos en Cuba siempre han estado cargados de gritos de guerra,
sangre derramada, heridas aún abiertas, pero sobre todo del temor real y siempre
presente de que sus sueños y logros se hagan cenizas y que su Revolución sucumba
ante los rigores del tiempo y la desidia de sus enemigos, tanto externos como
internos. El dolor, el sufrimiento y las privaciones permanentes de los cubanos sólo
permiten razonar hasta cierto punto, sin que pierda su única posibilidad para
sobrevivir: el sentimiento básico de auto-conservación. Se lo digo yo que viví
cuatro años allí y, entre otras experiencias, sufrí con el pueblo cubano la voladura
de un avión civil por un terrorista que continúa bajo la protección de ese
autoproclamado paladín de los derechos humanos: el gobierno de Estados Unidos.
En Cuba aprendí que la historia es, como bien advierte el filósofo francés Michel
Foucault, un orden de batalla que requiere pensar y actuar estratégicamente para
sobrevivir y prevalecer en nuestros deseos emancipadores. Lo demás son abstracciones
tal vez políticamente correctas pero políticamente inconsecuentes, por cuanto la
realidad siempre termina por imponer implacablemente sus condiciones mediadas por
relaciones de poder. Bajo éstas, no existe una equivalencia real entre fines éticos:
por lo menos desde mi humilde perspectiva, el beneficio privado nunca podrá
equivaler al bien común; ni el derecho a la propiedad privada podrá estar por encima
del bienestar general.
Yo no me hago de ilusiones: ciertamente la democracia y el Derecho en Cuba son
perfectibles, como ciertamente la democracia y el Derecho de todos los demás en este
planeta nuestro. Sin embargo, nunca la democracia y el Derecho han podido
perfeccionarse en condiciones de guerra y necesidad. Cuba vive en ese sentido bajo
un estado y economía de guerra y de necesidad que imponen sus propios
imperativos-categóricos, muchas veces distintos a los que podrían articularse
potencialmente a partir de un contexto de paz y desarrollo sin cortapisas.
Ahora bien, vale la pena considerar la advertencia que nos hace el compañero Oscar
Correas cuando de hablar de la democracia en Cuba se trata: “¿Que tienen que
superarse y llegar a la democracia? ¿Quién dice? ¿Quién les ha preguntado? ¿Por qué
no se dedican a superar a los norteamericanos, oprimidos por razones de clase, DE
RAZA, y que mandan como borregos a sus chicos a la guerra contra quienes nada les
han hecho? Y añade: “Entienden por ‘democratizar a Cuba’ que Cuba tenga un régimen
de partidos políticos. ¿Me podría alguien dar algún ejemplo de régimen
partidocrático que Cuba debería imitar?”
“¿Por qué Felipe Calderón y el sistema mexicano, en el que no cree ni la cuarta
parte de la población, es democrático, y el sistema cubano no? Dejémonos de sonsear.
Partidocracia, cleptocracia, ¿para qué? Nos dicen que el hambre acabará cuando haya
democracia. Que los cubanos comerán bien, y hablarán a gusto, cuando haya elecciones
partidarias. ¡Dejémonos de sonsear!”, concluye Correas.
Por esa razón me niego a dejarme someter al chantaje ideológico de aquellos que
pretenden alimentarnos un sentido de culpa por reconocer la superioridad moral de la
Revolución Cubana, y por defender con uñas y dientes el derecho de su pueblo a
defender también, con uñas y dientes, su derecho humano inalienable a la libre
determinación de su presente y futuro. Para ello Cuba actúa conforme al derecho
internacional que le ampara como nación soberana, más de lo que se puede decir de
Estados Unidos.
En fin, no podemos perder de vista que el orden civil cubano es un orden de guerra,
no porque lo haya decidido así sino porque así se le ha impuesto criminalmente.
Ahora bien, Cuba se defiende sin bombardear o invadir a otros pueblos, no desaparece
o somete a sus enemigos a torturas físicas, y menos pretende imponerles a otros a la
fuerza cómo deben pensar y vivir. Lo único que pide es que se le permita vivir en
paz y conforme a aquel modo de vida que soberanamente ha decidido darse.
Fuente: Claridad/Puerto Rico
DIARIOS DE URGENCIA********************************
RESUMEN LATINOAMERICANO
DIRECCIÓN: CARLOS AZNÁREZ
REDACCION: MARIA TORRELLAS, SILVIA MADÍA
LEANDRO ALBANI, YAMILA BLANCO
19 DE MARZO de 2010 Nº 2171
El sonsonete de los derechos humanos en Cuba
Por Carlos Rivera Lugo
**************************************
En días pasados un querido compañero de lucha me preguntaba acerca del sonado caso
de la muerte del preso cubano Orlando Zapata Tamayo, como si desease escuchar una
censura mía por ese lamentable incidente. Francamente, se quedó esperando mi
reprobación, no porque yo sea insensible a las dimensiones humanas de lo acontecido,
sino porque más allá estoy igualmente harto de la hipocresía y del ensañamiento,
ideológicamente motivado, que hay contra Cuba con el tema de los derechos humanos.
Por ejemplo, mientras se monta toda una campaña mediática y diplomática de censura a
Cuba desde Wáshington, Bruselas y Madrid por la muerte de Zapata, ni una palabra se
ha pronunciado sobre la aparición en Tolosa, Francia, del cuerpo sin vida del
militante independentista vasco Jon Anza, quien según familiares, amigos y abogados,
fue secuestrado, torturado y asesinado por las Fuerzas de Seguridad del Estado
español como parte de su “guerra sucia” contra la izquierda abertzale del País
Vasco.
Unos y otros se rasgan las vestiduras morales cuando se trata de hablar de los
“presos políticos” de Cuba, pero callan inmoralmente cuando se trata de denunciar
las ejecuciones extrajudiciales que protagonizan gobiernos de países como Estados
Unidos o Colombia, reclamar sobre el trato de los presos políticos puertorriqueños
en cárceles estadounidenses, o las torturas y demás maltratos que reciben los
detenidos en el campo de concentración que mantiene Estados Unidos en Guantánamo.
¿Será que unos prisioneros y unos muertos valen más que otros?
Dice al respecto el reconocido jurista argentino-mexicano Oscar Correas: “Ahora
resulta que los pájaros les tiran a las escopetas: países corruptos, crueles,
guerreros, terroristas –no más piénsese en Hiroshima- ladrones, asesinos, son los
que dictan cátedra sobre democracia y sobre derechos humanos. ¡Los europeos hablando
de derechos humanos! Pero si no han terminado de pedir perdón por los crímenes
contra el tercer mundo. Y mucho menos han devuelto ni una gota de la sangre de
nuestra gente, derramada en honor de la ‘civilización’ europea. ¡Los norteamericanos
hablando de los derechos humanos en Cuba! ¿Y Guantánamo? Si hasta oficializaron la
tortura para esos presos (¿será mejor la prisión de Guantánamo que las prisiones en
Cuba?)”.
A propósito de la controversia en torno al caso Zapata, el escritor uruguayo Eduardo
Galeano llamó la atención sobre cómo se tiende a mirar a Cuba “con una lupa que
magnifica todo lo que interesa a sus enemigos…, mientras la lupa se distrae y no
alcanza ver otras cosas importantes y que los medios de comunicación no hacen por
informar”. Asimismo, indicó con la mayor honestidad, que lo que ha sucedido en el
caso de Zapata y lo que está ocurriendo ahora con otro de los presos cubanos, el
periodista Guillermo Fariñas, son cosas “importantes y desgraciadas” ante las cuales
el gobierno cubano debería “tomar nota, pues son señales de alarma en cuanto a
signos de descontento popular que deberían impulsar los cambios que la revolución
necesita”.
Lo preocupante es que también a veces a la izquierda se le está extraviando la lupa,
en lo que sólo puedo interpretar como resultado de una penetración subliminal de ese
discurso “políticamente correcto” que ha estado tan en boga en tiempos recientes. El
problema no es tanto que sintamos, al igual que Galeano, una inquietud honesta por
lo ocurrido, sino que nos sumemos, de forma ingenua, subjetiva y acrítica, a la
aplicación discriminatoria y selectiva que se hace de los estándares de los derechos
humanos en el caso de Cuba.
La verdad sobre los derechos humanos en Cuba está cargada no sólo de razones
abstractas sino que, sobre todo, de realidades históricamente concretas. Puntualiza
Correas que Cuba es “una sociedad mucho más homogénea que ninguna otra capitalista,
un amplio margen de seguridad, salud y educación PARA TODOS, un país cuyo índice de
mortalidad infantil está mejor que el de EE.UU. y donde nadie se muere de hambre
-excepto que quiera por razones políticas. Lo dice alguien que convive todos los
días con el hambre de los niños mexicanos”.
Los hechos históricos en Cuba siempre han estado cargados de gritos de guerra,
sangre derramada, heridas aún abiertas, pero sobre todo del temor real y siempre
presente de que sus sueños y logros se hagan cenizas y que su Revolución sucumba
ante los rigores del tiempo y la desidia de sus enemigos, tanto externos como
internos. El dolor, el sufrimiento y las privaciones permanentes de los cubanos sólo
permiten razonar hasta cierto punto, sin que pierda su única posibilidad para
sobrevivir: el sentimiento básico de auto-conservación. Se lo digo yo que viví
cuatro años allí y, entre otras experiencias, sufrí con el pueblo cubano la voladura
de un avión civil por un terrorista que continúa bajo la protección de ese
autoproclamado paladín de los derechos humanos: el gobierno de Estados Unidos.
En Cuba aprendí que la historia es, como bien advierte el filósofo francés Michel
Foucault, un orden de batalla que requiere pensar y actuar estratégicamente para
sobrevivir y prevalecer en nuestros deseos emancipadores. Lo demás son abstracciones
tal vez políticamente correctas pero políticamente inconsecuentes, por cuanto la
realidad siempre termina por imponer implacablemente sus condiciones mediadas por
relaciones de poder. Bajo éstas, no existe una equivalencia real entre fines éticos:
por lo menos desde mi humilde perspectiva, el beneficio privado nunca podrá
equivaler al bien común; ni el derecho a la propiedad privada podrá estar por encima
del bienestar general.
Yo no me hago de ilusiones: ciertamente la democracia y el Derecho en Cuba son
perfectibles, como ciertamente la democracia y el Derecho de todos los demás en este
planeta nuestro. Sin embargo, nunca la democracia y el Derecho han podido
perfeccionarse en condiciones de guerra y necesidad. Cuba vive en ese sentido bajo
un estado y economía de guerra y de necesidad que imponen sus propios
imperativos-categóricos, muchas veces distintos a los que podrían articularse
potencialmente a partir de un contexto de paz y desarrollo sin cortapisas.
Ahora bien, vale la pena considerar la advertencia que nos hace el compañero Oscar
Correas cuando de hablar de la democracia en Cuba se trata: “¿Que tienen que
superarse y llegar a la democracia? ¿Quién dice? ¿Quién les ha preguntado? ¿Por qué
no se dedican a superar a los norteamericanos, oprimidos por razones de clase, DE
RAZA, y que mandan como borregos a sus chicos a la guerra contra quienes nada les
han hecho? Y añade: “Entienden por ‘democratizar a Cuba’ que Cuba tenga un régimen
de partidos políticos. ¿Me podría alguien dar algún ejemplo de régimen
partidocrático que Cuba debería imitar?”
“¿Por qué Felipe Calderón y el sistema mexicano, en el que no cree ni la cuarta
parte de la población, es democrático, y el sistema cubano no? Dejémonos de sonsear.
Partidocracia, cleptocracia, ¿para qué? Nos dicen que el hambre acabará cuando haya
democracia. Que los cubanos comerán bien, y hablarán a gusto, cuando haya elecciones
partidarias. ¡Dejémonos de sonsear!”, concluye Correas.
Por esa razón me niego a dejarme someter al chantaje ideológico de aquellos que
pretenden alimentarnos un sentido de culpa por reconocer la superioridad moral de la
Revolución Cubana, y por defender con uñas y dientes el derecho de su pueblo a
defender también, con uñas y dientes, su derecho humano inalienable a la libre
determinación de su presente y futuro. Para ello Cuba actúa conforme al derecho
internacional que le ampara como nación soberana, más de lo que se puede decir de
Estados Unidos.
En fin, no podemos perder de vista que el orden civil cubano es un orden de guerra,
no porque lo haya decidido así sino porque así se le ha impuesto criminalmente.
Ahora bien, Cuba se defiende sin bombardear o invadir a otros pueblos, no desaparece
o somete a sus enemigos a torturas físicas, y menos pretende imponerles a otros a la
fuerza cómo deben pensar y vivir. Lo único que pide es que se le permita vivir en
paz y conforme a aquel modo de vida que soberanamente ha decidido darse.
Fuente: Claridad/Puerto Rico
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RESUMEN LATINOAMERICANO
DIRECCIÓN: CARLOS AZNÁREZ
REDACCION: MARIA TORRELLAS, SILVIA MADÍA
LEANDRO ALBANI, YAMILA BLANCO
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