El olvido y los peligros siguen acechando a nuestra ribera y

EDITORIAL

El olvido y los peligros siguen acechando a nuestra ribera y nadie hace nada


Un viejo e inquietante problema de nuestra zona ribereña quedó actualizado por estos días. El vuelco de grandes bloques de cemento sobre las playas de Punta Lara constituyen un engranaje más en una larga cadena de abandono y de desidia. Si se ha llegado a ese extremo, es porque fallan todos los controles y porque la ribera parece más tierra de nadie que un patrimonio público que debe ser cuidado y respetado.

Las falencias no son nuevas y, a pesar de denuncias frecuentes y reiteradas, no se observan acciones eficaces para corregirlas o erradicarlas.

Los vecinos de la franja que cubre la avenida Almirante Brown, entre el Automóvil Club hasta el arroyo Miguelín, han planteado ya muchas veces que en Punta Lara hay ciudadanos de primera y de segunda. Y aducen concretamente que quienes viven en ese sector, a pesar de pagar las mismas tasas comunales, no reciben las mismas prestaciones en la zona considerada "balnearia" ya que el recolector de residuos -por citar un caso elocuente-, pasa en forma discontinua, los pastizales de la costanera no se cortan y el estado de abandono es total.

Para completar un panorama realmente preocupante, es frecuente la aparición de peces muertos en las playas de Punta Lara.

El estado de abandono que presentan vastos sectores de Punta Lara es una signo irrefutable de la falta de políticas que ha caracterizado a esa zona a lo largo de los años y también una prueba de la improvisación con que suele abordarse la situación cuando ya es tarde para todo. Poco a nada queda de aquel esplendor de antaño y tampoco de las expectativas que se generaron al edificarse hace años las instalaciones de diversas entidades dedicadas a la explotación turística del lugar.

El panorama que plantean los vecinos reaviva la impresión de desamparo en que se encuentra la población ribereña y la confirmación de que el conjunto de todas las irregularidades representan un peligro para la salud, por un lado, y una suma de contratiempos para quienes habitan o concurren esporádicamente al lugar en busca de descanso y esparcimiento.

Los cierto es que mientras no se acometan emprendimientos de fondo, las condiciones seguirán siendo propicias para el deterioro de bienes económicos y, lo que es más grave, para prolongar indefinidamente las acechanzas que se ciernen sobre la integridad física de quienes residen en los sectores costeros y de los contingentes que durante el verano frecuentan el balneario.

Falta tomar el tema con seriedad, a partir de tareas emprendidas con metas factibles, poco menos que imperativas en función del preocupante cuadro que se observa por estos días. Por aquello de que es mejor prevenir que curar, las autoridades responsables deberán actuar con la máxima rapidez si no se quiere contribuir al definitivo deterioro de toda la zona.

Fuente Diario El Día

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