La clara subyugación de la clase trabajadora al capital.
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La clara subyugación de la clase trabajadora al capital.
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He sido invitado a hablar sobre algún aspecto de la libertad académica o humana, una invitación ésta que ofrece muchas posibilidades. Me limitaré a aquellas más simples. La libertad sin oportunidad es un regalo envenenado, y la denegación de tal oportunidad es un acto criminal. La fortuna de los más vulnerables ofrece una buena referencia para medir la distancia que hay desde el punto en que nos encontramos a algo que pueda ser llamado "civilización". Mientras hablo, 1.000 niños morirán a causa de enfermedades de fácil prevención, y casi el doble de mujeres morirán o desarrollarán graves taras durante el embarazo o el parto por falta de remedios y asistencia básicos. La UNICEF estima que para acabar con estas tragedias y garantizar acceso universal a los servicios sociales básicos se requeriría una cuarta parte del presupuesto militar anual de los "países en vías de desarrollo", lo que es lo mismo que el 10 por ciento del gasto militar de EE.UU.. Es sobre este telón de fondo sobre el que toda discusión seria acerca de la libertad humana ha de plantearse. Está ampliamente aceptado que la cura para tan graves males está al alcance de la mano, y no sin fundamento. Los últimos años han sido testigos de la caída de tiranías brutales, de prometedores avances en el conocimiento científico, y de tantos otros motivos por los que podría esperarse un futuro mejor. El discurso de los privilegiados está teñido de confianza y triunfalismo: sabemos el camino a seguir y no hay otro. El lema que se escucha constantemente, fuerte y claro, es que "la victoria de los Estados Unidos en la Guerra Fría es la victoria de unos principios políticos y económicos: los de la democracia y el libre mercado". Estos principios son "el impulso para el futuro - un futuro del que los Estados Unidos son guardián y modelo". Estoy citando al principal comentarista político del New York Times , pero el enfoque es convencional, extensamente repetido en buena parte del globo, y aceptado como esencialmente correcto incluso por sus críticos. Ha sido también enunciado como la "Doctrina Clinton", la cual afirma que nuestra misión en el mundo es "consolidar la victoria de la democracia y el mercado libre" recién alcanzados. Existe cierto desacuerdo: en un extremo, para los "idealistas wilsonianos" [de Woodrow Wilson, presidente de los EE.UU. 1913-1921. N.del.T .] urge continuar la benévola misión tradicional; en el otro extremo, los "realistas" ponen en duda que poseamos los medios para llevar a cabo tales cruzadas de "progresismo global" [" global meliorism "], y que debamos sacrificar nuestros intereses en favor de los ajenos. Y entre estos dos extremos se encuentra el camino a un mundo mejor. La realidad me parece a mí bastante diferente. El actual espectro del debate público sobre política tiene tan poca relevancia para la política real como sus numerosos antecedentes: ni los Estados Unidos ni ningún otro poder se han guiado nunca por el "progreso global". La democracia se encuentra amenazada mundialmente, incluso en los países más industrializados; al menos si con "democracia" queremos decir algo substancial que implique la capacidad de la gente para participar en el control sobre asuntos personales y colectivos. Lo mismo se podría decir del comercio. Los ataques contra la democracia y contra el mercado libre están relacionados. Estos ataques nacen del poder de entes corporativos cuya estructura interna es totalitaria, crecientemente entrelazados con y dependientes de estados fuertes, y en gran medida libres de toda obligación para con el público. Su inmenso poder sigue creciendo como resultado de una política social que globaliza el modelo estructural del Tercer Mundo, con sectores enormemente ricos y privilegiados frente a un incremento en "la proporción de aquellos que trabajarán con todos los agravios que impone esta vida, suspirando en secreto por una distribución más equitativa de las satisfacciones", como James Madison, el gran fundador de la democracia estadounidense, predijo hace 200 años. Estas preferencias políticas son más evidentes en las sociedades anglo-americanas, pero están extendidas mundialmente. No pueden atribuirse a las "decisiones hechas por el libre mercado en su infinita aunque misteriosa sabiduría", "la implacable marea de la 'revolución comercial'", "el duro individualismo Reaganita", o a la "nueva ortodoxia" que "otorga al mercado toda la autoridad", citas todas ellas que oscilan entre una postura liberal y una de izquierdas, en algunos casos con intención bastante crítica. El análisis es similar en el resto del espectro político, aunque por lo general con un tono eufórico. La realidad, por el contrario, es que la intervención estatal desempeña un papel decisivo, como en el pasado, y los términos generales en que se desarrolla la política apenas han cambiado. Las versiones actuales afirman la "clara subyugación de la clase trabajadora al capital" durante más de 15 años, en palabras de la prensa económica, la cual a menudo articula con franqueza las percepciones de una comunidad empresarial con gran conciencia de clase y dedicada a la lucha de clases. Si estas impresiones son válidas, el camino a un mundo más justo y libre se encuentra bien alejado de los términos establecidos por el poder y el privilegio...(Cont.) |
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