A través de una misiva, FARC-EP reafirman sus luchas 1
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A través de una misiva, FARC-EP reafirman sus luchas 1
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Última edición por dayrdan el Sáb Jul 19, 2008 12:25 pm, editado 1 vez
dayrdan- Cantidad de envíos : 1897
Fecha de inscripción : 07/12/2007
A través de una misiva, FARC-EP reafirman sus luchas 2
Somos marulandistas; es para nosotros un orgullo haber sido y seguir siendo guerrilleros de Manuel, perseverantes, optimistas, íntegros, sencillos y desinteresados, como él. Y para quienes nos reprochan por nuestra condición insobornable en el desenvolvimiento de la táctica de la combinación de las formas de lucha, creyendo que es posible lograr una transformación pacífica de su entorno social a favor de los desposeídos, no podemos menos que expresarles nuestros mejores deseos en su loable causa; pero al mismo tiempo reiteramos ante la faz del mundo que no somos nosotros quienes hemos empujado a Colombia a la guerra sino aquellos que no permiten que el pueblo tome la senda de la democracia y de la paz en la definición de su destino.
Por nuestras convicciones sólo nos es dable estar por la Colombia Nueva más que por nuestras propias vidas, de tal suerte que si alguien ve improbable vencer que sepa que nadie nos podrá negar el derecho de morir por un mundo mejor en nombre de todos quienes lidian por su emancipación en medio de la guerra sucia y el terrorismo de Estado imperial y criollo.
Nunca faltan los Judas, que se dejan sobornar por unas cuantas monedas de oro o por dádivas y promesas de cualquier tipo. Pero lo fundamental es que la codicia siempre será tenida como un asco entre los verdaderos revolucionarios.
Es preferible sin duda mantenerse en una guerra de resistencia por la dignidad, la justicia y la libertad que mantenerse sumiso a la tiranía que como bien lo expresó Bolívar es el compendio de todas las guerras.
Había escrito Lenin alguna vez refiriéndose a quienes sostenían la posición política del desarme aduciendo que tal reivindicación era la expresión más franca, decidida y consecuente de la lucha contra todo militarismo y contra toda guerra, que “precisamente en este argumento fundamental reside la equivocación fundamental de los partidarios del desarme.
Los socialistas, - decía Lenin- si no dejan de serlo, no pueden estar contra toda guerra.
En primer lugar, los socialistas nunca han sido ni podrán ser enemigos de las guerras revolucionarias. La burguesía de las "grandes" potencias imperialistas es hoy reaccionaria de pies a cabeza, y nosotros reconocemos que la guerra que ahora hace esa burguesía es una guerra reaccionaria, esclavista y criminal. Pero, ¿qué podría decirse de una guerra contra esa burguesía, de una guerra, por ejemplo, de los pueblos que esa burguesía oprime y que de ella dependen, o de los pueblos coloniales, por su liberación?” (…)
¿Desde aquellos tiempos de la valerosa resistencia bolchevique habrá cambiado, compañeros, la esencia criminal, “reaccionaria de pies a cabeza”, de esas burguesías imperialistas?
¿Cómo se han conquistado los cambios favorables para los oprimidos, incluso en procesos cuyos conductores, en varios casos, dan votos por el desarme?
Falta mucho trecho de lucha aún por los desposeídos en el mundo; son más los escenarios del orbe donde se mantiene y crece la explotación con más saña y avaricia que nunca, que aquellos donde se profundiza la emancipación; de tal manera que no hay más que decir con Lenin que “Sólo cuando hayamos derribado, cuando hayamos vencido y expropiado definitivamente a la burguesía en todo el mundo, y no sólo en un país, serán imposibles las guerras. Y desde un punto de vista científico sería completamente erróneo y antirrevolucionario pasar por alto o disimular lo que tiene precisamente más importancia: el aplastamiento de la resistencia de la burguesía, que es lo más difícil, lo que más lucha exige durante el paso al socialismo. Los popes "sociales" y los oportunistas están siempre dispuestos a soñar con un futuro socialismo pacífico, pero se distinguen de los socialdemócratas revolucionarios precisamente en que no quieren pensar ni reflexionar en la encarnizada lucha de clases y en las guerras de clases para alcanzar ese bello porvenir”
En el caso de las FARC, que desenvuelven su lucha en medio de las peores atrocidades que contra el pueblo desatan las oligarquías, jamás condenaremos ni desistiremos de la insurrección armada porque es, al menos en nuestras circunstancias terribles de sobre vivencia en Colombia, la manera que nos garantiza poder hacer verdadera resistencia a tan sanguinaria autocracia, a tan vil tiranía y a tan macabro terrorismo de Estado impuesto por las oligarquías que atienden los mandatos de Washington.
Aunque la resistencia popular colombiana que es donde se inscribe cada esfuerzo de las FARC como pueblo en armas, aún con su sacrificado heroísmo, a veces pareciera una lucha en solitario, lo cierto es que por estos días, con tanta expresión de apoyo y solidaridad, lo que tenemos es la constatación de que en ella se congregan los anhelos de millares y millares de compatriotas de la América Nuestra, de millares y millares de sojuzgados que sienten que en nuestras banderas, en nuestros lutos, en nuestros fusiles se expresa su propia lucha y sus propias esperanzas de justicia y Patria Grande.
Entonces, ¿está la lucha de los pobres de Colombia y de las FARC como su legítimo puño armado marchando en solitario contra el mundo entero?
¡No! porque son sin duda también la expresión sentida de aquellos que en cualquier rincón del planeta no tienen la posibilidad del acogimiento mediático ni del lisonjeo capitalista. De todos ellos nuestra lucha de alguna manera es aliciente de su fe en la posibilidad de la resistencia y del triunfo de los desposeídos.
El imperialismo siempre tendrá pretextos para alimentar su avaricia. Cuando no los tiene los inventa. Así que está fuera de lógica responsabilizar de su perfidia, su tiranía y sus agresiones a quienes resisten por su derecho de defender su sobre vivencia y su dignidad. Por lo demás todo aquel que pretenda oponerse a los designios de Washington será tildado de terrorista, de tal suerte que quien persista en la posición serafínica de que es el abandono de los fusiles lo que nos traerá la paz no estará más que actuando como aquellos que buscan la causa de la fiebre en las sabanas y al final podrían terminar convencidos de que con tal de vivir no importa permanecer arrodillado.
Nosotros tenemos frente a estas posiciones el mismo convencimiento del Libertador en cuanto a que no importa perecer con tal que sobre viva un pueblo.
Tenemos certeza de la justeza de nuestra lucha, de la pertinencia de las vías y las formas y de la posibilidad del triunfo; pero ni aún estando en la circunstancia de perderlo todo cejaríamos en nuestro empeño porque nuestro rumbo es el de colmar el cumplimiento del deber a costa de todo.
Sabemos que la victoria solo es posible con la constancia, sobre todo cuando lo que se profesan son sentimientos de profundo amor al pueblo; sabemos que “el gran poder existe en la fuerza irresistible del amor”. Combatimos con fe, lo hemos abandonado todo por la causa de los pobres y en ese camino nos preguntamos, ¿desde cuando contra los canallas no se pueden utilizar, sin rebajarnos a la perversidad, las armas que usan ellos mismos; desde cuando esa máxima bolivariana asusta a los bolivarianos?
No es admisible para un verdadero revolucionario existir por existir, es en la lucha donde se debe concebir el modo propicio de la existencia. Y en esa convicción estamos. Ya hemos dicho que “Hoy, como sucede desde medio siglo atrás, los dueños del poder, de las haciendas y del dinero organizan bandas criminales encargadas de agredir al pueblo y sembrar el terror en la población, paralelas y siamesas de las fuerzas policiales y militares oficiales, para eternizarse como gobernantes, nutridos en esta oportunidad con las inagotables finanzas del narcotráfico y conformando así un Estado paramilitar y mafioso de características fascistas”, y que es por todo esto que “hoy, al igual que hace medio siglo, la ilegitimidad del Régimen y el terror del Estado dan vigencia al alzamiento popular y convalidan ante el mundo el sagrado derecho del pueblo colombiano a la rebelión”( del Manifiesto de las FARC, enero de 2007).
Nada nos detendrá, ni las calumnias, ni el concejo del apaciguamiento, ni las posturas derrotistas, ni las intrigas, desconsideraciones y felonías de los ingratos, desleales y traidores.
Sabemos que tenemos que batallar contra el imperio pero también deberemos sortear las emboscadas de los perjurios y las defecciones que se suelen dar en el escenario de algunos de nuestros propios aliados de causa, y que es en las adversidades cuando mejor se puede identificar la firmeza de los propios y la verdadera amistad, como también dentro de ellas es cuando más se desbocan los insidiosos, pues bien sabido es que “más hace un intrigante en un día que cien hombres de bien en un mes”. De tal forma que no solo tendremos que sobreponernos a traiciones, insolidaridad de muchos y obstrucción de otros sino que deberemos incluso, seguramente, escuchar las ignominias del imperio en boca de no pocos de los que se dicen nuestros amigos.
Este gobierno y muchos enemigos y hasta amigos verdaderos, han confundido nuestra generosidad con debilidad sin percatarse que quien actúa con venganza lo que hace es escalar las calamidades. Nuestra praxis es la sensatez; nosotros sabemos y lo tenemos por conocido de la práctica que “en las revoluciones como en las guerras, hay contratiempos indispensables”, y que es fácil mirar desde el puerto la tempestad y parlotear sin considerar las vicisitudes del que navega en alta mar. Dejemos que parloteen y concentrémonos en lo que nos imponen el deber, nuestros principios y certezas sin caer en esas trampas que se urden cuando se enreda en la diplomacia los conceptos morales y políticos colocándolos en contradicción los unos con los otros hasta hacer al fin de la primera el compendio de la hipocresía. Nosotros con nuestros amigos, independientemente de lo que ocurra, siempre deberemos mantener por sentimiento y convicción el respeto y la consideración. Y con nuestros enemigos, la altura y la dignidad.
El colombiano, pueblo al que pertenecemos como pueblo en armas, siempre nos ha brindado la luz y la esperanza que alimenta nuestras convicciones, así que, como lo indica el Libertador, ha nada hemos de temer si el pueblo nos ama, y como siempre y ahora más que nunca, si en esta hora la América necesita del pueblo en armas para luchar contra el imperio, sin duda estará en los fusiles de las FARC el combate por el continente todo hasta las últimas consecuencias, pues ciertos estamos que nunca se nos arrancará nada por la fuerza o el chantaje y que frente a la perfidia no claudicaremos jamás, independientemente de la magnitud de las dificultades, porque preferiremos siempre la muerte a la existencia deshonrosa, la muerte a la expatriación , la muerte a la sumisión, la muerte a la triste resignación.
¡Por la Nueva Colombia, la Patria Grande y el Socialismo, hasta la victoria siempre!
¡Hemos jurado vencer y venceremos!
Por nuestras convicciones sólo nos es dable estar por la Colombia Nueva más que por nuestras propias vidas, de tal suerte que si alguien ve improbable vencer que sepa que nadie nos podrá negar el derecho de morir por un mundo mejor en nombre de todos quienes lidian por su emancipación en medio de la guerra sucia y el terrorismo de Estado imperial y criollo.
Nunca faltan los Judas, que se dejan sobornar por unas cuantas monedas de oro o por dádivas y promesas de cualquier tipo. Pero lo fundamental es que la codicia siempre será tenida como un asco entre los verdaderos revolucionarios.
Es preferible sin duda mantenerse en una guerra de resistencia por la dignidad, la justicia y la libertad que mantenerse sumiso a la tiranía que como bien lo expresó Bolívar es el compendio de todas las guerras.
Había escrito Lenin alguna vez refiriéndose a quienes sostenían la posición política del desarme aduciendo que tal reivindicación era la expresión más franca, decidida y consecuente de la lucha contra todo militarismo y contra toda guerra, que “precisamente en este argumento fundamental reside la equivocación fundamental de los partidarios del desarme.
Los socialistas, - decía Lenin- si no dejan de serlo, no pueden estar contra toda guerra.
En primer lugar, los socialistas nunca han sido ni podrán ser enemigos de las guerras revolucionarias. La burguesía de las "grandes" potencias imperialistas es hoy reaccionaria de pies a cabeza, y nosotros reconocemos que la guerra que ahora hace esa burguesía es una guerra reaccionaria, esclavista y criminal. Pero, ¿qué podría decirse de una guerra contra esa burguesía, de una guerra, por ejemplo, de los pueblos que esa burguesía oprime y que de ella dependen, o de los pueblos coloniales, por su liberación?” (…)
¿Desde aquellos tiempos de la valerosa resistencia bolchevique habrá cambiado, compañeros, la esencia criminal, “reaccionaria de pies a cabeza”, de esas burguesías imperialistas?
¿Cómo se han conquistado los cambios favorables para los oprimidos, incluso en procesos cuyos conductores, en varios casos, dan votos por el desarme?
Falta mucho trecho de lucha aún por los desposeídos en el mundo; son más los escenarios del orbe donde se mantiene y crece la explotación con más saña y avaricia que nunca, que aquellos donde se profundiza la emancipación; de tal manera que no hay más que decir con Lenin que “Sólo cuando hayamos derribado, cuando hayamos vencido y expropiado definitivamente a la burguesía en todo el mundo, y no sólo en un país, serán imposibles las guerras. Y desde un punto de vista científico sería completamente erróneo y antirrevolucionario pasar por alto o disimular lo que tiene precisamente más importancia: el aplastamiento de la resistencia de la burguesía, que es lo más difícil, lo que más lucha exige durante el paso al socialismo. Los popes "sociales" y los oportunistas están siempre dispuestos a soñar con un futuro socialismo pacífico, pero se distinguen de los socialdemócratas revolucionarios precisamente en que no quieren pensar ni reflexionar en la encarnizada lucha de clases y en las guerras de clases para alcanzar ese bello porvenir”
En el caso de las FARC, que desenvuelven su lucha en medio de las peores atrocidades que contra el pueblo desatan las oligarquías, jamás condenaremos ni desistiremos de la insurrección armada porque es, al menos en nuestras circunstancias terribles de sobre vivencia en Colombia, la manera que nos garantiza poder hacer verdadera resistencia a tan sanguinaria autocracia, a tan vil tiranía y a tan macabro terrorismo de Estado impuesto por las oligarquías que atienden los mandatos de Washington.
Aunque la resistencia popular colombiana que es donde se inscribe cada esfuerzo de las FARC como pueblo en armas, aún con su sacrificado heroísmo, a veces pareciera una lucha en solitario, lo cierto es que por estos días, con tanta expresión de apoyo y solidaridad, lo que tenemos es la constatación de que en ella se congregan los anhelos de millares y millares de compatriotas de la América Nuestra, de millares y millares de sojuzgados que sienten que en nuestras banderas, en nuestros lutos, en nuestros fusiles se expresa su propia lucha y sus propias esperanzas de justicia y Patria Grande.
Entonces, ¿está la lucha de los pobres de Colombia y de las FARC como su legítimo puño armado marchando en solitario contra el mundo entero?
¡No! porque son sin duda también la expresión sentida de aquellos que en cualquier rincón del planeta no tienen la posibilidad del acogimiento mediático ni del lisonjeo capitalista. De todos ellos nuestra lucha de alguna manera es aliciente de su fe en la posibilidad de la resistencia y del triunfo de los desposeídos.
El imperialismo siempre tendrá pretextos para alimentar su avaricia. Cuando no los tiene los inventa. Así que está fuera de lógica responsabilizar de su perfidia, su tiranía y sus agresiones a quienes resisten por su derecho de defender su sobre vivencia y su dignidad. Por lo demás todo aquel que pretenda oponerse a los designios de Washington será tildado de terrorista, de tal suerte que quien persista en la posición serafínica de que es el abandono de los fusiles lo que nos traerá la paz no estará más que actuando como aquellos que buscan la causa de la fiebre en las sabanas y al final podrían terminar convencidos de que con tal de vivir no importa permanecer arrodillado.
Nosotros tenemos frente a estas posiciones el mismo convencimiento del Libertador en cuanto a que no importa perecer con tal que sobre viva un pueblo.
Tenemos certeza de la justeza de nuestra lucha, de la pertinencia de las vías y las formas y de la posibilidad del triunfo; pero ni aún estando en la circunstancia de perderlo todo cejaríamos en nuestro empeño porque nuestro rumbo es el de colmar el cumplimiento del deber a costa de todo.
Sabemos que la victoria solo es posible con la constancia, sobre todo cuando lo que se profesan son sentimientos de profundo amor al pueblo; sabemos que “el gran poder existe en la fuerza irresistible del amor”. Combatimos con fe, lo hemos abandonado todo por la causa de los pobres y en ese camino nos preguntamos, ¿desde cuando contra los canallas no se pueden utilizar, sin rebajarnos a la perversidad, las armas que usan ellos mismos; desde cuando esa máxima bolivariana asusta a los bolivarianos?
No es admisible para un verdadero revolucionario existir por existir, es en la lucha donde se debe concebir el modo propicio de la existencia. Y en esa convicción estamos. Ya hemos dicho que “Hoy, como sucede desde medio siglo atrás, los dueños del poder, de las haciendas y del dinero organizan bandas criminales encargadas de agredir al pueblo y sembrar el terror en la población, paralelas y siamesas de las fuerzas policiales y militares oficiales, para eternizarse como gobernantes, nutridos en esta oportunidad con las inagotables finanzas del narcotráfico y conformando así un Estado paramilitar y mafioso de características fascistas”, y que es por todo esto que “hoy, al igual que hace medio siglo, la ilegitimidad del Régimen y el terror del Estado dan vigencia al alzamiento popular y convalidan ante el mundo el sagrado derecho del pueblo colombiano a la rebelión”( del Manifiesto de las FARC, enero de 2007).
Nada nos detendrá, ni las calumnias, ni el concejo del apaciguamiento, ni las posturas derrotistas, ni las intrigas, desconsideraciones y felonías de los ingratos, desleales y traidores.
Sabemos que tenemos que batallar contra el imperio pero también deberemos sortear las emboscadas de los perjurios y las defecciones que se suelen dar en el escenario de algunos de nuestros propios aliados de causa, y que es en las adversidades cuando mejor se puede identificar la firmeza de los propios y la verdadera amistad, como también dentro de ellas es cuando más se desbocan los insidiosos, pues bien sabido es que “más hace un intrigante en un día que cien hombres de bien en un mes”. De tal forma que no solo tendremos que sobreponernos a traiciones, insolidaridad de muchos y obstrucción de otros sino que deberemos incluso, seguramente, escuchar las ignominias del imperio en boca de no pocos de los que se dicen nuestros amigos.
Este gobierno y muchos enemigos y hasta amigos verdaderos, han confundido nuestra generosidad con debilidad sin percatarse que quien actúa con venganza lo que hace es escalar las calamidades. Nuestra praxis es la sensatez; nosotros sabemos y lo tenemos por conocido de la práctica que “en las revoluciones como en las guerras, hay contratiempos indispensables”, y que es fácil mirar desde el puerto la tempestad y parlotear sin considerar las vicisitudes del que navega en alta mar. Dejemos que parloteen y concentrémonos en lo que nos imponen el deber, nuestros principios y certezas sin caer en esas trampas que se urden cuando se enreda en la diplomacia los conceptos morales y políticos colocándolos en contradicción los unos con los otros hasta hacer al fin de la primera el compendio de la hipocresía. Nosotros con nuestros amigos, independientemente de lo que ocurra, siempre deberemos mantener por sentimiento y convicción el respeto y la consideración. Y con nuestros enemigos, la altura y la dignidad.
El colombiano, pueblo al que pertenecemos como pueblo en armas, siempre nos ha brindado la luz y la esperanza que alimenta nuestras convicciones, así que, como lo indica el Libertador, ha nada hemos de temer si el pueblo nos ama, y como siempre y ahora más que nunca, si en esta hora la América necesita del pueblo en armas para luchar contra el imperio, sin duda estará en los fusiles de las FARC el combate por el continente todo hasta las últimas consecuencias, pues ciertos estamos que nunca se nos arrancará nada por la fuerza o el chantaje y que frente a la perfidia no claudicaremos jamás, independientemente de la magnitud de las dificultades, porque preferiremos siempre la muerte a la existencia deshonrosa, la muerte a la expatriación , la muerte a la sumisión, la muerte a la triste resignación.
¡Por la Nueva Colombia, la Patria Grande y el Socialismo, hasta la victoria siempre!
¡Hemos jurado vencer y venceremos!
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