Simón inició trámite judicial para recobrar su identidad.
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Simón inició trámite judicial para recobrar su identidad.
José López Mercao (Caras y Caretas)
A comienzos de setiembre Simón Riquelo, el niño arrancado de brazos de su madre por los
represores y reencontrado por su madre un cuarto de siglo después, comenzó el trámite
judicial. Una historia de dolor, desgarramientos, marchas y contramarchas.
En julio de 1976 un operativo encabezado por Nino Gavazzo secuestra en Buenos Aires a Sara
Méndez y a su hijo de tres semanas, Simón Riquelo. Sara es separada del niño, torturada en
Automotores Orletti y posteriormente conducida a Uruguay. Liberada en 1981, emprende en
condiciones desventajosas la búsqueda de su hijo. Sara expresa "esta búsqueda fue a un
tiempo algo muy personal, pero también un hecho colectivo precedido por el hallazgo de
otros niños secuestrados. Fue el caso de Mariana Zaffaroni. Su ubicación, su
redesaparición y el proceso por el cual se llega a la recuperación de su persona, es parte
de un largó camino cuya parte medular es el proceso interior que tiene que hacer cada uno
de los chicos victimizados por esa situación. Hoy los uruguayos saben de una Mariana que
viene a Uruguay, que tiene una actitud muy abierta, que intenta comprender la historia de
sus padres biológicos para asumirla. Pero tal vez no sepan que detrás hay una historia
durísima, cargada de marchas y contramarchas".
HISTORIAS IRREPARABLES
En 1984, cuando aún Uruguay vivía en dictadura, Sara Méndez viaja a Buenos Aires a
verificar un dato sobre el paradero de Simón conseguido por las Abuelas de Mayo. "Fue un
hecho trascendente, porque me incorporé como madre a una lucha que ya tenía fuertes
raíces" dice Sara. Al familiarizarse con las abuelas se adentra en el dolor. En sus
palabras, "comprendí que ese dolor no radicaba en lo que nos tocaba a nosotros sino en la
tremenda contradicción que se les presentaba a esos chicos. Eran hijos de la lucha y el
sacrificio, la vida de sus padres había sido amputada de la manera más cruel y no era
solamente eso, sino que muchos de ellos estaban en manos de sus verdugos, habían sido
criados y educados por ellos. Por eso no nos sorprende que al ser hallados se debaten
entre el afecto a quienes los criaron y la constatación de que fueron parte de esa
maquinaria siniestra que aniquiló a sus padres".
Esto quiere decir que "la parte más dolorosa de esta historia no es el choque de nuestra
presencia en sus vidas sino la historia que había venido después, con la apropiación. La
mentira, el ocultamiento y la historia fingida de aquellos que habían sido parte de ese
aparato represivo. Por eso hablo de historias irreparables". Por eso la depresión inicial:
"Caí en un pozo en el cual había sólo dos respuestas posibles: sigo o me quedo". Por eso
la pregunta: "Esta lucha que voy a emprender ¿es válida?
Sabíamos que íbamos a ser los cirujanos de nuestros propios hijos".
Sara cuenta que los encuentros de los chicos fueron en distintos momentos sociales y
etarios: "No es lo mismo cuando encontramos a Victoria Moyano, con 9 años. Una Victoria
que estaba mirando en el Juzgado por qué ventana podía escapar. Una niña que un buen día
se encuentra con su historia, con la abuela biológica, con un juez que iba a disponer que
viviera con una familia biológica, completamente extraña, y lo único que se le ocurría era
fugarse. Eso nos preparaba para lo que iba a suceder cuando encontráramos otros niños u
hombres, como el caso de Simón que fue ubicado a los 25 años".
Cada vez era el arranque de un proceso distinto. Lo de Simón tenía una particularidad, era
el único chico que se iba a reencontrar con su madre biológica; estaba con el matrimonio
que lo había criado de apellido Parodi y con dos hermanos de crianza. El hombre pertenecía
a los aparatos represivos y tenía un cargo importante en esa estructura. Sara presentía
que "para él esta historia no era nueva. Luego fui comprobando que efectivamente era así.
Por experiencia sabía que esas historias están subyacentes. Además, Simón había tenido
tres años atrás dos llamadas de Abuelas de Plaza de Mayo que le confirmaban su identidad.
A pesar de todo, él respondía con una negación". En 2002 se produce el primer contacto
telefónico entre madre e hijo: "El 3 de marzo, Rafael Michelini nos trae la noticia de que
se había intervenido en el caso y el mismo día la familia de crianza le cuenta la historia
que le habían ocultado. El 8 de marzo tenernos la primera comunicación, nos escuchamos la
voz, y el 18 de marzo tenemos el resultado final.
Un mes después Simón viaja a Uruguay, conoce a su familia biológica y empieza un proceso
muy contradictorio. Yo ya estaba familiarizada con eso, porque estuve muy cerca de los
chicos que eran reubicados. Me contaban que tenían idas y venidas, días en que creían
comprender todo y se llenaban de euforia y sentían cariño por esta nueva historia, como
también otros en que todo se revertía. Pasaban de sentir mucha bronca hacia los
apropiadores a un sentimiento que consideraban de ingratitud a quienes los habían criado.
Todo eso debía ser tenido en cuenta para comprender su proceso".
Así Sara llega a descubrir que "el sentimiento que tienen hacia la apropiación es similar
al de la persona violada, que se siente culpable a pesar de haber sido la víctima. Desatar
ese nudo es muy fuerte, muy duro y lleva mucho tiempo. Tenemos que ser sostén de ese
proceso, pero por momentos empujarlos. Comparo esto con lo que vivieron nuestras
sociedades. Hoy estamos en el proceso de sacarnos la ley de impunidad de arriba y pienso
que hemos tenido que ir operando así, en medio de una situación de avances y retrocesos".
DE SIMÓN A JUAN IGNACIO
En abril de 2007, cuando nace el hijo de Simón, Juan Ignacio, y eso coincide con la
citación judicial a la madre apropiadora (el hombre ya había fallecido al año de ubicar a
Simón) se da allí la situación más difícil: "Iba a ser padre, pero al mismo tiempo se ve
metido en esa encrucijada. La mujer que lo crió no se presenta ante la Justicia, queda
prófuga, sus hermanos de crianza lo presionan haciéndolo responsable de esa situación y él
adopta una conducta dura conmigo. Llega a decirme que no va a cambiar su nombre, más allá
de que el proceso judicial que se seguía iba a concluir en el imperativo de que se le
restituyera el apellido".Esa dualidad se prologó durante dos años. Pero en junio, Simón le
dice a Sara que quiere cambiarse el apellido, por él y por su hijo: "Lo que ahora le
planteo es la posibilidad de que incorpore el Simón como segundo nombre (lo llamaron
Aníbal) por lo que significó en su vida'.
Le escribo, en una carta le cuento que durante 25 años buscamos a Simón; no teníamos un
rostro ni un nombre, sólo 'Simón' lo representaba. Siempre pensé que asumir el nombre era
una especie de mojón, el cierre de una parte del proceso y el comienzo de otra. Pero el
verdadero Simón era Aníbal y esto tenemos que tenerlo en cuenta. No podemos acercarnos a
esa historia con una mentalidad apropiadora, repitiendo lo que ya le hicieron. Teníamos
que hacer nosotros también un proceso de aceptación y comprensión. Ahí jugó un papel muy
importante Juan Ignacio, su hijo.
Ser padre implica una conmoción muy grande, pensarte como padre es recrear la historia que
viviste con tus padres tiempo atrás, es un centro de perspectiva que conmueve. A mí me
coloca en el rol de abuela, juego con él, me ayuda mi experiencia como maestra de
preescolares. Todo cambia. Veo que Simón se acerca y nos mira, incorpora cosas de nuestro
juego y las repite con Juan Ignacio, que es la llave que nos ha permitido encontrarnos, a
él como hijo y a mí como madre". Luego vendrían los detalles, la comparecencia ante la
secretaría de derechos humanos, ante el Juzgado, el llanto emocionado de los familiares y
los propios funcionarios, la conciencia de todo lo que ha representado la historia de
Simón en el imaginario colectivo.
En octubre, anular la ley.
Sara Méndez convocó a los uruguayos a dar el Sí para la anulación de la ley de caducidad.
"Desde la salida de la dictadura hubo un mojón en el 89, fue una derrota pero de allí
sacamos fuerzas, el proceso abarcó Chile, Argentina, hubo juicios en Italia, en España,
fue un avance en materia de legislación. Hoy queremos ponernos a la altura de ese proceso.
Esto no es sacado de la galera. Es un mojón de un largo proceso de nuestro pueblo, de
madurez, pero también de aceptación del pasado. No debemos legar a las generaciones que
vienen la impunidad de aquello que sucedió en el pasado".
A comienzos de setiembre Simón Riquelo, el niño arrancado de brazos de su madre por los
represores y reencontrado por su madre un cuarto de siglo después, comenzó el trámite
judicial. Una historia de dolor, desgarramientos, marchas y contramarchas.
En julio de 1976 un operativo encabezado por Nino Gavazzo secuestra en Buenos Aires a Sara
Méndez y a su hijo de tres semanas, Simón Riquelo. Sara es separada del niño, torturada en
Automotores Orletti y posteriormente conducida a Uruguay. Liberada en 1981, emprende en
condiciones desventajosas la búsqueda de su hijo. Sara expresa "esta búsqueda fue a un
tiempo algo muy personal, pero también un hecho colectivo precedido por el hallazgo de
otros niños secuestrados. Fue el caso de Mariana Zaffaroni. Su ubicación, su
redesaparición y el proceso por el cual se llega a la recuperación de su persona, es parte
de un largó camino cuya parte medular es el proceso interior que tiene que hacer cada uno
de los chicos victimizados por esa situación. Hoy los uruguayos saben de una Mariana que
viene a Uruguay, que tiene una actitud muy abierta, que intenta comprender la historia de
sus padres biológicos para asumirla. Pero tal vez no sepan que detrás hay una historia
durísima, cargada de marchas y contramarchas".
HISTORIAS IRREPARABLES
En 1984, cuando aún Uruguay vivía en dictadura, Sara Méndez viaja a Buenos Aires a
verificar un dato sobre el paradero de Simón conseguido por las Abuelas de Mayo. "Fue un
hecho trascendente, porque me incorporé como madre a una lucha que ya tenía fuertes
raíces" dice Sara. Al familiarizarse con las abuelas se adentra en el dolor. En sus
palabras, "comprendí que ese dolor no radicaba en lo que nos tocaba a nosotros sino en la
tremenda contradicción que se les presentaba a esos chicos. Eran hijos de la lucha y el
sacrificio, la vida de sus padres había sido amputada de la manera más cruel y no era
solamente eso, sino que muchos de ellos estaban en manos de sus verdugos, habían sido
criados y educados por ellos. Por eso no nos sorprende que al ser hallados se debaten
entre el afecto a quienes los criaron y la constatación de que fueron parte de esa
maquinaria siniestra que aniquiló a sus padres".
Esto quiere decir que "la parte más dolorosa de esta historia no es el choque de nuestra
presencia en sus vidas sino la historia que había venido después, con la apropiación. La
mentira, el ocultamiento y la historia fingida de aquellos que habían sido parte de ese
aparato represivo. Por eso hablo de historias irreparables". Por eso la depresión inicial:
"Caí en un pozo en el cual había sólo dos respuestas posibles: sigo o me quedo". Por eso
la pregunta: "Esta lucha que voy a emprender ¿es válida?
Sabíamos que íbamos a ser los cirujanos de nuestros propios hijos".
Sara cuenta que los encuentros de los chicos fueron en distintos momentos sociales y
etarios: "No es lo mismo cuando encontramos a Victoria Moyano, con 9 años. Una Victoria
que estaba mirando en el Juzgado por qué ventana podía escapar. Una niña que un buen día
se encuentra con su historia, con la abuela biológica, con un juez que iba a disponer que
viviera con una familia biológica, completamente extraña, y lo único que se le ocurría era
fugarse. Eso nos preparaba para lo que iba a suceder cuando encontráramos otros niños u
hombres, como el caso de Simón que fue ubicado a los 25 años".
Cada vez era el arranque de un proceso distinto. Lo de Simón tenía una particularidad, era
el único chico que se iba a reencontrar con su madre biológica; estaba con el matrimonio
que lo había criado de apellido Parodi y con dos hermanos de crianza. El hombre pertenecía
a los aparatos represivos y tenía un cargo importante en esa estructura. Sara presentía
que "para él esta historia no era nueva. Luego fui comprobando que efectivamente era así.
Por experiencia sabía que esas historias están subyacentes. Además, Simón había tenido
tres años atrás dos llamadas de Abuelas de Plaza de Mayo que le confirmaban su identidad.
A pesar de todo, él respondía con una negación". En 2002 se produce el primer contacto
telefónico entre madre e hijo: "El 3 de marzo, Rafael Michelini nos trae la noticia de que
se había intervenido en el caso y el mismo día la familia de crianza le cuenta la historia
que le habían ocultado. El 8 de marzo tenernos la primera comunicación, nos escuchamos la
voz, y el 18 de marzo tenemos el resultado final.
Un mes después Simón viaja a Uruguay, conoce a su familia biológica y empieza un proceso
muy contradictorio. Yo ya estaba familiarizada con eso, porque estuve muy cerca de los
chicos que eran reubicados. Me contaban que tenían idas y venidas, días en que creían
comprender todo y se llenaban de euforia y sentían cariño por esta nueva historia, como
también otros en que todo se revertía. Pasaban de sentir mucha bronca hacia los
apropiadores a un sentimiento que consideraban de ingratitud a quienes los habían criado.
Todo eso debía ser tenido en cuenta para comprender su proceso".
Así Sara llega a descubrir que "el sentimiento que tienen hacia la apropiación es similar
al de la persona violada, que se siente culpable a pesar de haber sido la víctima. Desatar
ese nudo es muy fuerte, muy duro y lleva mucho tiempo. Tenemos que ser sostén de ese
proceso, pero por momentos empujarlos. Comparo esto con lo que vivieron nuestras
sociedades. Hoy estamos en el proceso de sacarnos la ley de impunidad de arriba y pienso
que hemos tenido que ir operando así, en medio de una situación de avances y retrocesos".
DE SIMÓN A JUAN IGNACIO
En abril de 2007, cuando nace el hijo de Simón, Juan Ignacio, y eso coincide con la
citación judicial a la madre apropiadora (el hombre ya había fallecido al año de ubicar a
Simón) se da allí la situación más difícil: "Iba a ser padre, pero al mismo tiempo se ve
metido en esa encrucijada. La mujer que lo crió no se presenta ante la Justicia, queda
prófuga, sus hermanos de crianza lo presionan haciéndolo responsable de esa situación y él
adopta una conducta dura conmigo. Llega a decirme que no va a cambiar su nombre, más allá
de que el proceso judicial que se seguía iba a concluir en el imperativo de que se le
restituyera el apellido".Esa dualidad se prologó durante dos años. Pero en junio, Simón le
dice a Sara que quiere cambiarse el apellido, por él y por su hijo: "Lo que ahora le
planteo es la posibilidad de que incorpore el Simón como segundo nombre (lo llamaron
Aníbal) por lo que significó en su vida'.
Le escribo, en una carta le cuento que durante 25 años buscamos a Simón; no teníamos un
rostro ni un nombre, sólo 'Simón' lo representaba. Siempre pensé que asumir el nombre era
una especie de mojón, el cierre de una parte del proceso y el comienzo de otra. Pero el
verdadero Simón era Aníbal y esto tenemos que tenerlo en cuenta. No podemos acercarnos a
esa historia con una mentalidad apropiadora, repitiendo lo que ya le hicieron. Teníamos
que hacer nosotros también un proceso de aceptación y comprensión. Ahí jugó un papel muy
importante Juan Ignacio, su hijo.
Ser padre implica una conmoción muy grande, pensarte como padre es recrear la historia que
viviste con tus padres tiempo atrás, es un centro de perspectiva que conmueve. A mí me
coloca en el rol de abuela, juego con él, me ayuda mi experiencia como maestra de
preescolares. Todo cambia. Veo que Simón se acerca y nos mira, incorpora cosas de nuestro
juego y las repite con Juan Ignacio, que es la llave que nos ha permitido encontrarnos, a
él como hijo y a mí como madre". Luego vendrían los detalles, la comparecencia ante la
secretaría de derechos humanos, ante el Juzgado, el llanto emocionado de los familiares y
los propios funcionarios, la conciencia de todo lo que ha representado la historia de
Simón en el imaginario colectivo.
En octubre, anular la ley.
Sara Méndez convocó a los uruguayos a dar el Sí para la anulación de la ley de caducidad.
"Desde la salida de la dictadura hubo un mojón en el 89, fue una derrota pero de allí
sacamos fuerzas, el proceso abarcó Chile, Argentina, hubo juicios en Italia, en España,
fue un avance en materia de legislación. Hoy queremos ponernos a la altura de ese proceso.
Esto no es sacado de la galera. Es un mojón de un largo proceso de nuestro pueblo, de
madurez, pero también de aceptación del pasado. No debemos legar a las generaciones que
vienen la impunidad de aquello que sucedió en el pasado".
El Muerto- Cantidad de envíos : 567
Fecha de inscripción : 05/12/2007
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