«A mí, a esta altura, el dolor...
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«A mí, a esta altura, el dolor...
[size=29]«A mí, a esta altura, el dolorse me hizo insoportable" [/size]
En los últimos días de febrero
de 2000, Macarena Tauriño,
de 23 años, sintió las primeras
señales de que su vida iba a cambiar
para siempre. Fueron hechos
aparentemente simples, pero que
escondían un terremoto. Su madre
le contó, como al pasar, que
monseñor Pablo Galimberti quería
visitarlas. El padre de Macarena,
el comisario Ángel Tauriño –jefe
de Policía de San José, el mismo
distrito donde se desempeñaba Galimberti–
había muerto cuatro meses
antes, el 14 de octubre de 1999.
A lo mejor la visita tenía que ver
con el luto familiar. Esa vez Macarena
no pudo encontrarse con el sacerdote,
porque se retrasó en el trabajo.
Diez días después, Macarena
encontró a su madre en un mar de
lágrimas. Ella le dijo que tenían
que hablar. “Empecé a tratar de
adivinar, porque a ella no le salían
las palabras. Y en un momento le
pregunté: ¿no soy hija de ustedes?
Ni pensé lo que había dicho. Cuando
ella me contestó ‘¿quién te lo dijo?’,
allí fue realmente el shock. Ahí
me contó lo que le había dicho Galimberti
días atrás. Que había un escritor
argentino que me estaba buscando,
que pensaba que yo podía
ser su nieta”. Ninguna de las dos
había escuchado hablar nunca de
Juan Gelman. Pocos días después,
Macarena estaba frente a Galimberti,
quien le contó con precisión
los hechos. Supo del Plan Cóndor,
que habían asesinado a su padre,
que la habían separado de su madre,
quien permanecía desaparecida,
y que ella había aparecido, en
una canastita, en la puerta de la
casa de quienes la criaron. Hasta
entonces la vida de Macarena Tauriño
–o Macarena Gelman– había
estado a salvo de las turbulencias
políticas del país. Uno de los pocos
acercamientos que Macarena había
tenido con temas vinculados a
la dictadura fue cuando –durante
su adolescencia– La República editó
un librillo sobre 13 niños desaparecidos
en Uruguay. Macarena
recuerda que le preguntó a su padre:
“¿Desaparecidos? ¿Dónde están?”.
Recibió evasivas como respuesta,
pero por alguna razón no
insistió. Durante 1999, mientras
su abuelo la buscaba, la Facultad de
Química estaba empapelada con
la foto de su madre desaparecida,
pero Macarena nunca lo registró
ni reparó en ello. “Era como una cosa
muy rara, de saber pero no saber.
Bueno, es consistente con mi historia”.
Macarena recuerda a su pa-
[/size]Gelman? ¿Es una relación de abuelo-
nieta?
Sí, tenemos una relación de afecto,
tanto con él como con la familia. Pero
es muy difícil ubicarse en una familia
que no conociste. La familia
que fue no era, y la que es no fue.
Por ahí pasa también el tema de
definir en qué lugar estoy. Siempre
estuve abierta a relacionarme,
soy una persona afectiva y creo que
desde el afecto se pueden hacer
muchas cosas. Con ellos siempre
decimos que ya perdimos tanto
que no queremos perder más. No
queremos desaprovechar los momentos
que nos perdimos.
[/size][/size]Te hiciste amiga de jóvenes que
tienen historias similares a la tuya.
¿Cómo es ese vínculo?
Por compartir una historia con esas
particularidades, se da una empatía
previa sin conocernos tanto.
Con unos te vas relacionando de
una manera y con otros no, con algunos
tenés más cercanía. Uno se
siente cómodo hablando con un
interlocutor que entiende de lo que
estás hablando. Es reconfortante
la relación con ellos.
(Continúa en la nota -SÁBADO 17 DE OCTUBRE DE 2009
[size=12]
TEMAS [/size]| [size=7]EL OBSERVADOR[/size] )[/size][/size]M. ZUBILLAGA[/size][/size]
En los últimos días de febrero
de 2000, Macarena Tauriño,
de 23 años, sintió las primeras
señales de que su vida iba a cambiar
para siempre. Fueron hechos
aparentemente simples, pero que
escondían un terremoto. Su madre
le contó, como al pasar, que
monseñor Pablo Galimberti quería
visitarlas. El padre de Macarena,
el comisario Ángel Tauriño –jefe
de Policía de San José, el mismo
distrito donde se desempeñaba Galimberti–
había muerto cuatro meses
antes, el 14 de octubre de 1999.
A lo mejor la visita tenía que ver
con el luto familiar. Esa vez Macarena
no pudo encontrarse con el sacerdote,
porque se retrasó en el trabajo.
Diez días después, Macarena
encontró a su madre en un mar de
lágrimas. Ella le dijo que tenían
que hablar. “Empecé a tratar de
adivinar, porque a ella no le salían
las palabras. Y en un momento le
pregunté: ¿no soy hija de ustedes?
Ni pensé lo que había dicho. Cuando
ella me contestó ‘¿quién te lo dijo?’,
allí fue realmente el shock. Ahí
me contó lo que le había dicho Galimberti
días atrás. Que había un escritor
argentino que me estaba buscando,
que pensaba que yo podía
ser su nieta”. Ninguna de las dos
había escuchado hablar nunca de
Juan Gelman. Pocos días después,
Macarena estaba frente a Galimberti,
quien le contó con precisión
los hechos. Supo del Plan Cóndor,
que habían asesinado a su padre,
que la habían separado de su madre,
quien permanecía desaparecida,
y que ella había aparecido, en
una canastita, en la puerta de la
casa de quienes la criaron. Hasta
entonces la vida de Macarena Tauriño
–o Macarena Gelman– había
estado a salvo de las turbulencias
políticas del país. Uno de los pocos
acercamientos que Macarena había
tenido con temas vinculados a
la dictadura fue cuando –durante
su adolescencia– La República editó
un librillo sobre 13 niños desaparecidos
en Uruguay. Macarena
recuerda que le preguntó a su padre:
“¿Desaparecidos? ¿Dónde están?”.
Recibió evasivas como respuesta,
pero por alguna razón no
insistió. Durante 1999, mientras
su abuelo la buscaba, la Facultad de
Química estaba empapelada con
la foto de su madre desaparecida,
pero Macarena nunca lo registró
ni reparó en ello. “Era como una cosa
muy rara, de saber pero no saber.
Bueno, es consistente con mi historia”.
Macarena recuerda a su pa-
[/size]Gelman? ¿Es una relación de abuelo-
nieta?
Sí, tenemos una relación de afecto,
tanto con él como con la familia. Pero
es muy difícil ubicarse en una familia
que no conociste. La familia
que fue no era, y la que es no fue.
Por ahí pasa también el tema de
definir en qué lugar estoy. Siempre
estuve abierta a relacionarme,
soy una persona afectiva y creo que
desde el afecto se pueden hacer
muchas cosas. Con ellos siempre
decimos que ya perdimos tanto
que no queremos perder más. No
queremos desaprovechar los momentos
que nos perdimos.
[/size][/size]Te hiciste amiga de jóvenes que
tienen historias similares a la tuya.
¿Cómo es ese vínculo?
Por compartir una historia con esas
particularidades, se da una empatía
previa sin conocernos tanto.
Con unos te vas relacionando de
una manera y con otros no, con algunos
tenés más cercanía. Uno se
siente cómodo hablando con un
interlocutor que entiende de lo que
estás hablando. Es reconfortante
la relación con ellos.
(Continúa en la nota -SÁBADO 17 DE OCTUBRE DE 2009
[size=12]
TEMAS [/size]| [size=7]EL OBSERVADOR[/size] )[/size][/size]M. ZUBILLAGA[/size][/size]
VOLTAIRE- Cantidad de envíos : 981
Fecha de inscripción : 02/12/2007
Re: «A mí, a esta altura, el dolor...
VOLTAIRE escribió:[size=29]«A mí, a esta altura, el dolorse me hizo insoportable" [/size]
En los últimos días de febrero
de 2000, Macarena Tauriño,
de 23 años, sintió las primeras
señales de que su vida iba a cambiar
para siempre. Fueron hechos
aparentemente simples, pero que
escondían un terremoto. Su madre
le contó, como al pasar, que
monseñor Pablo Galimberti quería
visitarlas. El padre de Macarena,
el comisario Ángel Tauriño –jefe
de Policía de San José, el mismo
distrito donde se desempeñaba Galimberti–
había muerto cuatro meses
antes, el 14 de octubre de 1999.
A lo mejor la visita tenía que ver
con el luto familiar. Esa vez Macarena
no pudo encontrarse con el sacerdote,
porque se retrasó en el trabajo.
Diez días después, Macarena
encontró a su madre en un mar de
lágrimas. Ella le dijo que tenían
que hablar. “Empecé a tratar de
adivinar, porque a ella no le salían
las palabras. Y en un momento le
pregunté: ¿no soy hija de ustedes?
Ni pensé lo que había dicho. Cuando
ella me contestó ‘¿quién te lo dijo?’,
allí fue realmente el shock. Ahí
me contó lo que le había dicho Galimberti
días atrás. Que había un escritor
argentino que me estaba buscando,
que pensaba que yo podía
ser su nieta”. Ninguna de las dos
había escuchado hablar nunca de
Juan Gelman. Pocos días después,
Macarena estaba frente a Galimberti,
quien le contó con precisión
los hechos. Supo del Plan Cóndor,
que habían asesinado a su padre,
que la habían separado de su madre,
quien permanecía desaparecida,
y que ella había aparecido, en
una canastita, en la puerta de la
casa de quienes la criaron. Hasta
entonces la vida de Macarena Tauriño
–o Macarena Gelman– había
estado a salvo de las turbulencias
políticas del país. Uno de los pocos
acercamientos que Macarena había
tenido con temas vinculados a
la dictadura fue cuando –durante
su adolescencia– La República editó
un librillo sobre 13 niños desaparecidos
en Uruguay. Macarena
recuerda que le preguntó a su padre:
“¿Desaparecidos? ¿Dónde están?”.
Recibió evasivas como respuesta,
pero por alguna razón no
insistió. Durante 1999, mientras
su abuelo la buscaba, la Facultad de
Química estaba empapelada con
la foto de su madre desaparecida,
pero Macarena nunca lo registró
ni reparó en ello. “Era como una cosa
muy rara, de saber pero no saber.
Bueno, es consistente con mi historia”.
Macarena recuerda a su pa-
[/size]Gelman? ¿Es una relación de abuelo-
nieta?
Sí, tenemos una relación de afecto,
tanto con él como con la familia. Pero
es muy difícil ubicarse en una familia
que no conociste. La familia
que fue no era, y la que es no fue.
Por ahí pasa también el tema de
definir en qué lugar estoy. Siempre
estuve abierta a relacionarme,
soy una persona afectiva y creo que
desde el afecto se pueden hacer
muchas cosas. Con ellos siempre
decimos que ya perdimos tanto
que no queremos perder más. No
queremos desaprovechar los momentos
que nos perdimos.
[/size][/size]Te hiciste amiga de jóvenes que
tienen historias similares a la tuya.
¿Cómo es ese vínculo?
Por compartir una historia con esas
particularidades, se da una empatía
previa sin conocernos tanto.
Con unos te vas relacionando de
una manera y con otros no, con algunos
tenés más cercanía. Uno se
siente cómodo hablando con un
interlocutor que entiende de lo que
estás hablando. Es reconfortante
la relación con ellos.
(Continúa en la nota -SÁBADO 17 DE OCTUBRE DE 2009
[size=12]
TEMAS [/size]| [size=7]EL OBSERVADOR[/size] )[/size][/size]M. ZUBILLAGA[/size][/size]
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