La máquina destituyente no es un invento; funciona a pleno
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La máquina destituyente no es un invento; funciona a pleno
Por Ricardo Forster
La máquina destituyente no es un invento; funciona a pleno
09-03-2010 /
Ricardo Forster
La máquina destituyente está funcionando a pleno, su
objetivo es inmovilizar al Gobierno quebrando su
capacidad para seguir generando políticas de
transformación y forzándolo a implementar una política de
ajustes. Ese hilo rojo del golpismo argentino, ese que tiene
una larga y oscura tradición que se remonta a la década del
’30 y que luego fue horadando cualquier intento en democracia
por limitar el poder de las corporaciones económicas, ha
vuelto a manifestarse con especial virulencia casi desde el
inicio del mandato de Cristina Fernández.
El espejo hondureño está allí para que podamos observar
hacia dónde intenta dirigirse la mayor parte de la
oposición, de qué modo busca deslegitimar al Gobierno
poniendo en funcionamiento la tesis golpista que anuncia que
“hay que salir en defensa de las instituciones democráticas
contra aquellos que, desde el interior mismo de la democracia
–léase antes Zelaya, ahora Cristina–, buscan debilitarlas y
someterlas a sus designios autoritarios” (de Vargas Llosa a
Elisa Carrió –a la que últimamente acompaña, aunque
diferenciándose, eso nos dice, por su proyecto popular y
nacional, Pino Solanas en virulencia retórica y en
amenazas de judicialización–, pasando por nuestros mansos
socialistas santafesinos expresados por Giustiniani que no
dudó en votar junto con Reutemann y las opiniones
“republicanas” de los editorialistas del diario de Mitre, ésa
es una parte no menor de la estrategia de horadación).
Primero fue el conflicto desatado por el intento,
imprescindible, de fijar una política de retenciones
móviles que pudiera controlar y regular el avance
indiscriminado de la soja y la necesaria apropiación de esa
renta extraordinaria a favor de una transferencia a los
sectores más postergados de la sociedad. Una alianza
poderosa entre la corporación agroindustrial y la mediática
intentó por todos los medios disponibles deslegitimar y
condicionar al Gobierno. Su intención no era recuperar parte
de la renta que se podía perder (es decir disputar por algunos
puntos de más o de menos en el interior de una coyuntura
histórica marcada por las fabulosas ganancias del sector
agropecuario), su verdadero objetivo era restarle
capacidad de maniobra doblegando a un gobierno que, después
de décadas, había iniciado un incipiente proceso de
recuperación del trabajo y de la parte que les corresponde a
los trabajadores en la distribución de la renta y que desde
hacía muchísimos años iba en caída libre. Una puja por
redefinir el rol del Estado, por recuperar la masa crítica
de los recursos y ponerlos al servicio de la
reindustrialización y de la inversión social.
El voto no positivo de Cobos quiso frenar ese giro
inesperado que desde mayo del 2003 se viene dando en nuestro
país. Cobos, como gran parte de la oposición, se ocupó y se
preocupó por defender los intereses de las grandes
corporaciones (lo intentarían nuevamente con la disputa por
las AFJP cuando votaron masivamente en contra de su
reestatización tratando de custodiar los intereses de los
bancos y de las financieras, y lo volvieron a hacer cuando se
debatió y finalmente se aprobó la ley de medios
audiovisuales quedando sin rubor ni vergüenza del lado de los
monopolios mediáticos). Hoy lo vuelven a hacer, y ahora con
mayor fuerza y decisión, rechazando el Fondo del
Bicentenario y la consiguiente utilización de reservas
para saldar deuda externa, a lo que se le agrega la
inverosímil ofensiva contra Mercedes Marcó del Pont y el
rechazo de su pliego.
Lo destituyente está entre nosotros, no es ni un giro
retórico ni una ingeniosa ocurrencia de algunos
intelectuales. Expresa el punto de inflexión y la gravedad
de la coyuntura política allí donde lo que se está
dirimiendo es la plena reapropiación por el establishment de
su capacidad, limitada por este Gobierno, de manejar las
decisiones principales y de fijar el núcleo central de la
política económica. Lo que buscan, a través de una oposición
mezquina y cada vez más volcada a la derecha, es frenar lo
mejor de las políticas redistribucionistas y de los planes
de reparación social puestos en marcha en los últimos meses
(los mecanismos inflacionarios son otro instrumento de las
corporaciones para limar las asignaciones universales y la
recuperación salarial).
Su objetivo y su estrategia de siempre es garantizar en quién
recae la hegemonía, quién o quiénes serán los árbitros
últimos que determinen el modelo económico-social de cara
al futuro. Simplemente hace un tiempo que han dicho basta y
que se afanan por horadar, desde todos los frentes posibles, a
un gobierno democrático que, a diferencia de anteriores
gobiernos, ha demostrado una fuerte y decidida actitud de
sostenimiento de su proyecto. Éste no es un dato menor en una
historia de debilitamiento y de decadencia de la
democracia allí donde los grandes factores de poder buscaron
siempre ejercer sus liderazgos sobre gobiernos incapaces de
enfrentarse a esa lógica del chantaje.
Lo hicieron y lo hacen a través de los grandes medios de
comunicación que se han convertido en una formidable usina
destituyente, en una brutal construcción de un escenario de
catástrofe y de degradación como antesala, ya conocida en
otros momentos nacionales, a la imprescindible
“regeneración de la República”. Se desgarran las vestiduras
por la “salud y la seriedad amenazada de las instituciones”,
en especial sus periodistas estrella, esos que habiendo sido
siempre los empleados del gran capital y en muchos casos
antiguos cómplices de golpismos varios, se dedican a hacer
profesión virginal de independencia al mismo tiempo que
movilizan sus plumas y sus elocuencias retóricas para
arrinconar al Gobierno.
Si, por ejemplo, una de las consecuencias formidables de la
asignación universal supone que estalle la matrícula
escolar al regresar al sistema educativo cientos de miles de
niños y adolescentes que habían sido previamente expulsados
por las políticas neoliberales, dirán que no hay escuelas
para recibirlos.
Si el Poder Ejecutivo toma la decisión razonable y
necesaria de saldar deuda externa con una parte menor de las
reservas y de ese modo liberar presupuesto para inversión
pública y social, dirán que es un “manotazo contra el ahorro
de los argentinos” (nada dirán de la permanente utilización
de las “reservas intangibles” del Banco Central para
garantizar la fuga de capitales, tampoco dirán que Adolfo
Prat Gay transfirió en diciembre del 2003, cuando era
presidente de esa institución monetaria, u$s2.905 millones
para efectuar un pago al FMI, lo que era el equivalente al 21%
del total de las reservas –que eran de u$s13.704 millones contra
los casi u$s48.000 millones de la actualidad–, mientras que se
opone a que hoy se utilicen, en condiciones infinitamente
más favorables y más controladas, el equivalente al 14% de
esas mismas reservas denunciando que el Gobierno se apropia de
lo que no le corresponde).
El cinismo, la mentira permanente, la violencia verbal ha
sido y sigue siendo uno de sus principales instrumentos (la
denuncia de Clarín de que Néstor Kirchner cobraba al mismo
tiempo su pensión como ex Presidente y su actual sueldo como
diputado, ocultando que desde que asumió en el Parlamento
dona sus haberes como diputado y los viáticos que le
corresponden a las Madres y a las Abuelas de Plaza de Mayo, es
otra muestra de la “objetividad informativa” del gran diario
argentino).
En esos gestos, en esas estrategias de permanente
hostigamiento y horadación, en esa descripción
apocalíptica de la realidad, en esa toma por asalto de todas
las comisiones en el Senado sin medir consecuencia alguna y
quebrando una tradición centenaria de respeto de la primera
minoría que, a la sazón, ejerce el Poder Ejecutivo, se
manifiesta crudamente la lógica y la acción destituyente.
Su evidencia está delante de nuestros ojos. Cada uno sabrá
dónde colocarse y de qué modo asumir sus responsabilidades
en esta hora extremadamente urgente y compleja de la
historia argentina.
BAE
La máquina destituyente no es un invento; funciona a pleno
09-03-2010 /
Ricardo Forster
La máquina destituyente está funcionando a pleno, su
objetivo es inmovilizar al Gobierno quebrando su
capacidad para seguir generando políticas de
transformación y forzándolo a implementar una política de
ajustes. Ese hilo rojo del golpismo argentino, ese que tiene
una larga y oscura tradición que se remonta a la década del
’30 y que luego fue horadando cualquier intento en democracia
por limitar el poder de las corporaciones económicas, ha
vuelto a manifestarse con especial virulencia casi desde el
inicio del mandato de Cristina Fernández.
El espejo hondureño está allí para que podamos observar
hacia dónde intenta dirigirse la mayor parte de la
oposición, de qué modo busca deslegitimar al Gobierno
poniendo en funcionamiento la tesis golpista que anuncia que
“hay que salir en defensa de las instituciones democráticas
contra aquellos que, desde el interior mismo de la democracia
–léase antes Zelaya, ahora Cristina–, buscan debilitarlas y
someterlas a sus designios autoritarios” (de Vargas Llosa a
Elisa Carrió –a la que últimamente acompaña, aunque
diferenciándose, eso nos dice, por su proyecto popular y
nacional, Pino Solanas en virulencia retórica y en
amenazas de judicialización–, pasando por nuestros mansos
socialistas santafesinos expresados por Giustiniani que no
dudó en votar junto con Reutemann y las opiniones
“republicanas” de los editorialistas del diario de Mitre, ésa
es una parte no menor de la estrategia de horadación).
Primero fue el conflicto desatado por el intento,
imprescindible, de fijar una política de retenciones
móviles que pudiera controlar y regular el avance
indiscriminado de la soja y la necesaria apropiación de esa
renta extraordinaria a favor de una transferencia a los
sectores más postergados de la sociedad. Una alianza
poderosa entre la corporación agroindustrial y la mediática
intentó por todos los medios disponibles deslegitimar y
condicionar al Gobierno. Su intención no era recuperar parte
de la renta que se podía perder (es decir disputar por algunos
puntos de más o de menos en el interior de una coyuntura
histórica marcada por las fabulosas ganancias del sector
agropecuario), su verdadero objetivo era restarle
capacidad de maniobra doblegando a un gobierno que, después
de décadas, había iniciado un incipiente proceso de
recuperación del trabajo y de la parte que les corresponde a
los trabajadores en la distribución de la renta y que desde
hacía muchísimos años iba en caída libre. Una puja por
redefinir el rol del Estado, por recuperar la masa crítica
de los recursos y ponerlos al servicio de la
reindustrialización y de la inversión social.
El voto no positivo de Cobos quiso frenar ese giro
inesperado que desde mayo del 2003 se viene dando en nuestro
país. Cobos, como gran parte de la oposición, se ocupó y se
preocupó por defender los intereses de las grandes
corporaciones (lo intentarían nuevamente con la disputa por
las AFJP cuando votaron masivamente en contra de su
reestatización tratando de custodiar los intereses de los
bancos y de las financieras, y lo volvieron a hacer cuando se
debatió y finalmente se aprobó la ley de medios
audiovisuales quedando sin rubor ni vergüenza del lado de los
monopolios mediáticos). Hoy lo vuelven a hacer, y ahora con
mayor fuerza y decisión, rechazando el Fondo del
Bicentenario y la consiguiente utilización de reservas
para saldar deuda externa, a lo que se le agrega la
inverosímil ofensiva contra Mercedes Marcó del Pont y el
rechazo de su pliego.
Lo destituyente está entre nosotros, no es ni un giro
retórico ni una ingeniosa ocurrencia de algunos
intelectuales. Expresa el punto de inflexión y la gravedad
de la coyuntura política allí donde lo que se está
dirimiendo es la plena reapropiación por el establishment de
su capacidad, limitada por este Gobierno, de manejar las
decisiones principales y de fijar el núcleo central de la
política económica. Lo que buscan, a través de una oposición
mezquina y cada vez más volcada a la derecha, es frenar lo
mejor de las políticas redistribucionistas y de los planes
de reparación social puestos en marcha en los últimos meses
(los mecanismos inflacionarios son otro instrumento de las
corporaciones para limar las asignaciones universales y la
recuperación salarial).
Su objetivo y su estrategia de siempre es garantizar en quién
recae la hegemonía, quién o quiénes serán los árbitros
últimos que determinen el modelo económico-social de cara
al futuro. Simplemente hace un tiempo que han dicho basta y
que se afanan por horadar, desde todos los frentes posibles, a
un gobierno democrático que, a diferencia de anteriores
gobiernos, ha demostrado una fuerte y decidida actitud de
sostenimiento de su proyecto. Éste no es un dato menor en una
historia de debilitamiento y de decadencia de la
democracia allí donde los grandes factores de poder buscaron
siempre ejercer sus liderazgos sobre gobiernos incapaces de
enfrentarse a esa lógica del chantaje.
Lo hicieron y lo hacen a través de los grandes medios de
comunicación que se han convertido en una formidable usina
destituyente, en una brutal construcción de un escenario de
catástrofe y de degradación como antesala, ya conocida en
otros momentos nacionales, a la imprescindible
“regeneración de la República”. Se desgarran las vestiduras
por la “salud y la seriedad amenazada de las instituciones”,
en especial sus periodistas estrella, esos que habiendo sido
siempre los empleados del gran capital y en muchos casos
antiguos cómplices de golpismos varios, se dedican a hacer
profesión virginal de independencia al mismo tiempo que
movilizan sus plumas y sus elocuencias retóricas para
arrinconar al Gobierno.
Si, por ejemplo, una de las consecuencias formidables de la
asignación universal supone que estalle la matrícula
escolar al regresar al sistema educativo cientos de miles de
niños y adolescentes que habían sido previamente expulsados
por las políticas neoliberales, dirán que no hay escuelas
para recibirlos.
Si el Poder Ejecutivo toma la decisión razonable y
necesaria de saldar deuda externa con una parte menor de las
reservas y de ese modo liberar presupuesto para inversión
pública y social, dirán que es un “manotazo contra el ahorro
de los argentinos” (nada dirán de la permanente utilización
de las “reservas intangibles” del Banco Central para
garantizar la fuga de capitales, tampoco dirán que Adolfo
Prat Gay transfirió en diciembre del 2003, cuando era
presidente de esa institución monetaria, u$s2.905 millones
para efectuar un pago al FMI, lo que era el equivalente al 21%
del total de las reservas –que eran de u$s13.704 millones contra
los casi u$s48.000 millones de la actualidad–, mientras que se
opone a que hoy se utilicen, en condiciones infinitamente
más favorables y más controladas, el equivalente al 14% de
esas mismas reservas denunciando que el Gobierno se apropia de
lo que no le corresponde).
El cinismo, la mentira permanente, la violencia verbal ha
sido y sigue siendo uno de sus principales instrumentos (la
denuncia de Clarín de que Néstor Kirchner cobraba al mismo
tiempo su pensión como ex Presidente y su actual sueldo como
diputado, ocultando que desde que asumió en el Parlamento
dona sus haberes como diputado y los viáticos que le
corresponden a las Madres y a las Abuelas de Plaza de Mayo, es
otra muestra de la “objetividad informativa” del gran diario
argentino).
En esos gestos, en esas estrategias de permanente
hostigamiento y horadación, en esa descripción
apocalíptica de la realidad, en esa toma por asalto de todas
las comisiones en el Senado sin medir consecuencia alguna y
quebrando una tradición centenaria de respeto de la primera
minoría que, a la sazón, ejerce el Poder Ejecutivo, se
manifiesta crudamente la lógica y la acción destituyente.
Su evidencia está delante de nuestros ojos. Cada uno sabrá
dónde colocarse y de qué modo asumir sus responsabilidades
en esta hora extremadamente urgente y compleja de la
historia argentina.
BAE
Marcela- Cantidad de envíos : 150
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