LA PLANTA DERRAMO AL RIO 200 TONELADAS DE PASTA DE CELULOSA
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LA PLANTA DERRAMO AL RIO 200 TONELADAS DE PASTA DE CELULOSA
LA PLANTA DERRAMO AL RIO UNAS 200 TONELADAS DE PASTA DE CELULOSA
A Botnia se le quemaron los papeles
En el sexto accidente desde que comenzó a producir, la compañía finlandesa sufrió una pérdida que no sería tóxica, pero que volvió a encender la alarma sobre la seguridad ambiental. El lunes había habido otro desperfecto. Ayer la pastera permanecía inactiva.
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Por Laura Vales
–La gente jugó con la celulosa como si fuera nieve –dice el vocero.
–Perdón, pero no lo entendí. ¿Cómo?
–Por la avería del caño se derramó un poco de pasta de celulosa, que es parecida al algodón mojado... El caño está en altura y, al caer la celulosa, formó como un pequeño cerro de unos 20 metros por dos de alto. La gente se puso a jugar. Sé que muchos sacaron fotos con los celulares.
Esta imagen naïf, de tarjeta de Navidad finlandesa, fue el particular modo de informar de Botnia sobre el nuevo accidente en el interior de la pastera de Fray Bentos. El derrame ocurrió el martes y no sería tóxico, pero puso otra vez de relieve que en la megaplanta de celulosa se producen fallas con una frecuencia inquietante: éste es el sexto incidente desde que entró en la etapa de producción.
En las costas de Gualeguaychú la Prefectura tomó muestras del agua para verificar si hubo contaminación. La planta había tenido el lunes un desperfecto “en un instrumento de medición, lo que generó que se apagara la caldera principal, y por ende, toda la fábrica”, detalló Diego Muñiz, vocero en Buenos Aires de la compañía. Según el consultado, la situación se complicó cuando intentaron volver a ponerla en marcha “y se rompió una cañería que transporta la pasta de celulosa en estado semilíquido, en la etapa previa a su secado”. De acuerdo con los cálculos de los técnicos, se derramaron así unas doscientas toneladas de pasta de celulosa, que fueron recogidas y llevadas a una pileta de piedra caliza.
Por la noche, en Fray Bentos volvió a sentirse olor a huevo podrido. Botnia admitió que fue debido al intento de reiniciar la producción. La pastera quedó finalmente inactiva por 48 horas, pero volvería a encender sus calderas entre hoy y mañana, lo que augura una nueva incursión del famoso aroma a coliflor.
Los antecedentes de los problemas de la pastera se remontan a septiembre, cuando el Ministerio de Medio Ambiente uruguayo encontró “fisuras” en una de las piletas. En noviembre, once operarios terminaron en el hospital tras intoxicarse con sulfuro de sodio, lo que les provocó problemas en la piel y las vías respiratorias. La pastera estaba en su período de pruebas; ante las consultas, la compañía le echó la culpa al viento, responsabilizándolo por haber hecho volar por el aire el polvillo tóxico.
La fábrica comenzó a funcionar el 9 de noviembre y el día 22 los chicos de una escuela de Fray Bentos sufrieron náuseas y mareos por el mal olor. La maestra contó que seis nenas se habían descompuesto, además de ella. La empresa pidió disculpas a la población y en un comunicado de prensa argumentó que “la emanación de compuestos reducidos de azufre” se había debido “a un fallo en un sistema para minimizar olores”. El siguiente episodio fue muy parecido, pero en una escuela del otro lado del río, en las afueras de Gualeguaychú. Luego, a mediados de diciembre, cuatro obreros debieron ser internados por un derrame de cloro. Y ahora acaba de sumarse otro incidente de ese estilo, ya que el martes, en medio del último problema técnico, un empleado finlandés se quemó con licor negro cuando realizaba tareas en la caldera de recuperación. De acuerdo con lo detallado por la Jefatura de Policía de Río Negro (del departamento de Fray Bentos), el accidentado se quemó “los dos brazos y parte del cuello” mientras manipulaba “licor negro”, por lo que fue trasladado a un centro de salud de la zona.
Repasada así, la secuencia confirma lo que dicen los especialistas y el archivo: en las pasteras, los principales afectados son quienes trabajan en las instalaciones y la población más cercana. Así pasó, por ejemplo, con la planta de ENCE en Pontevedra, en España, que utilizaba una tecnología similar a la que emplea Botnia, donde ocurrieron numerosos accidentes. En Pontevedra también se sintieron los efectos de la contaminación, pero de una manera lenta y muchos años más tarde. ENCE fue finalmente condenada por afectar el ambiente y deberá relocalizarse.
Tras lo sucedido ayer en Botnia, el intendente de Gualeguaychú, Juan José Bahillo, dijo que el derrame podría haber llegado hasta el río, por lo que pidió a la Prefectura que realizara una inspección frente a la planta. Al mediodía, una embarcación de esa fuerza con personal de Salud Municipal y Obras Sanitarias recorrió la zona y tomó muestras del agua para su análisis.
La posibilidad de que el derrame haya llegado al río fue desmentida tanto por la empresa como por la Dirección Nacional de Medio Ambiente uruguaya. José Pedro Gómez, asesor de comunicaciones del organismo, aseguró además que la rotura de la cañería “no provocó un problema ambiental”. Ante la consulta de Página/12 Gómez admitió, sin embargo, que la dirección no había enviado una inspección al lugar, sino que se basaba en la información suministrada por Botnia.
Así las cosas, hasta anoche no había otra fuente de información sobre lo sucedido que la propia pastera. En Gualeguaychú circularon versiones señalando que las sustancias derramadas estaban siendo “enterradas” en el predio, según habrían contado algunos trabajadores, pero ninguno de estos denunciantes pudo ser ubicado.
Los especialistas consultados por este diario coincidieron en que el accidente no parece en sí mismo peligroso, pero señalaron en cambio la reiteración de desperfectos, a veces técnicos y a veces humanos, en una planta que por su tamaño puede provocar efectos de magnitud (ver aparte). “Esto confirma lo que venimos señalando: que la planta no es segura, y la posibilidad de que ocurra un accidente de dimensiones impredecibles es muy alto”, consideró el asambleísta Juan Veronesi. Gustavo Rivollier, también integrante de la asamblea, aseguró por su parte que un camionero que trabaja para la planta le reveló que la empresa les retuvo los teléfonos celulares para impedirles que tomaran fotografías.
Los camioneros están en conflicto. Se quejan de que Botnia les hizo grandes promesas de trabajo a cambio de que apoyaran el proyecto y hoy están trabajando a sólo un tercio de que esperaban. Al parecer, ésa fue la grieta por la que ayer se filtraron las primeras informaciones sobre el derrame, luego admitidas por la compañía. Al igual que con las denuncias anteriores, el vocero de Botnia también desmintió que haya retenido los celulares. “¿Podríamos tener entonces una de las fotos que la gente se sacó jugando con la nieve?”, probó Página/12. Parecía fácil, pero no hubo suerte
A Botnia se le quemaron los papeles
En el sexto accidente desde que comenzó a producir, la compañía finlandesa sufrió una pérdida que no sería tóxica, pero que volvió a encender la alarma sobre la seguridad ambiental. El lunes había habido otro desperfecto. Ayer la pastera permanecía inactiva.
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Imagen: Leandro Teysseire
Por Laura Vales
–La gente jugó con la celulosa como si fuera nieve –dice el vocero.
–Perdón, pero no lo entendí. ¿Cómo?
–Por la avería del caño se derramó un poco de pasta de celulosa, que es parecida al algodón mojado... El caño está en altura y, al caer la celulosa, formó como un pequeño cerro de unos 20 metros por dos de alto. La gente se puso a jugar. Sé que muchos sacaron fotos con los celulares.
Esta imagen naïf, de tarjeta de Navidad finlandesa, fue el particular modo de informar de Botnia sobre el nuevo accidente en el interior de la pastera de Fray Bentos. El derrame ocurrió el martes y no sería tóxico, pero puso otra vez de relieve que en la megaplanta de celulosa se producen fallas con una frecuencia inquietante: éste es el sexto incidente desde que entró en la etapa de producción.
En las costas de Gualeguaychú la Prefectura tomó muestras del agua para verificar si hubo contaminación. La planta había tenido el lunes un desperfecto “en un instrumento de medición, lo que generó que se apagara la caldera principal, y por ende, toda la fábrica”, detalló Diego Muñiz, vocero en Buenos Aires de la compañía. Según el consultado, la situación se complicó cuando intentaron volver a ponerla en marcha “y se rompió una cañería que transporta la pasta de celulosa en estado semilíquido, en la etapa previa a su secado”. De acuerdo con los cálculos de los técnicos, se derramaron así unas doscientas toneladas de pasta de celulosa, que fueron recogidas y llevadas a una pileta de piedra caliza.
Por la noche, en Fray Bentos volvió a sentirse olor a huevo podrido. Botnia admitió que fue debido al intento de reiniciar la producción. La pastera quedó finalmente inactiva por 48 horas, pero volvería a encender sus calderas entre hoy y mañana, lo que augura una nueva incursión del famoso aroma a coliflor.
Los antecedentes de los problemas de la pastera se remontan a septiembre, cuando el Ministerio de Medio Ambiente uruguayo encontró “fisuras” en una de las piletas. En noviembre, once operarios terminaron en el hospital tras intoxicarse con sulfuro de sodio, lo que les provocó problemas en la piel y las vías respiratorias. La pastera estaba en su período de pruebas; ante las consultas, la compañía le echó la culpa al viento, responsabilizándolo por haber hecho volar por el aire el polvillo tóxico.
La fábrica comenzó a funcionar el 9 de noviembre y el día 22 los chicos de una escuela de Fray Bentos sufrieron náuseas y mareos por el mal olor. La maestra contó que seis nenas se habían descompuesto, además de ella. La empresa pidió disculpas a la población y en un comunicado de prensa argumentó que “la emanación de compuestos reducidos de azufre” se había debido “a un fallo en un sistema para minimizar olores”. El siguiente episodio fue muy parecido, pero en una escuela del otro lado del río, en las afueras de Gualeguaychú. Luego, a mediados de diciembre, cuatro obreros debieron ser internados por un derrame de cloro. Y ahora acaba de sumarse otro incidente de ese estilo, ya que el martes, en medio del último problema técnico, un empleado finlandés se quemó con licor negro cuando realizaba tareas en la caldera de recuperación. De acuerdo con lo detallado por la Jefatura de Policía de Río Negro (del departamento de Fray Bentos), el accidentado se quemó “los dos brazos y parte del cuello” mientras manipulaba “licor negro”, por lo que fue trasladado a un centro de salud de la zona.
Repasada así, la secuencia confirma lo que dicen los especialistas y el archivo: en las pasteras, los principales afectados son quienes trabajan en las instalaciones y la población más cercana. Así pasó, por ejemplo, con la planta de ENCE en Pontevedra, en España, que utilizaba una tecnología similar a la que emplea Botnia, donde ocurrieron numerosos accidentes. En Pontevedra también se sintieron los efectos de la contaminación, pero de una manera lenta y muchos años más tarde. ENCE fue finalmente condenada por afectar el ambiente y deberá relocalizarse.
Tras lo sucedido ayer en Botnia, el intendente de Gualeguaychú, Juan José Bahillo, dijo que el derrame podría haber llegado hasta el río, por lo que pidió a la Prefectura que realizara una inspección frente a la planta. Al mediodía, una embarcación de esa fuerza con personal de Salud Municipal y Obras Sanitarias recorrió la zona y tomó muestras del agua para su análisis.
La posibilidad de que el derrame haya llegado al río fue desmentida tanto por la empresa como por la Dirección Nacional de Medio Ambiente uruguaya. José Pedro Gómez, asesor de comunicaciones del organismo, aseguró además que la rotura de la cañería “no provocó un problema ambiental”. Ante la consulta de Página/12 Gómez admitió, sin embargo, que la dirección no había enviado una inspección al lugar, sino que se basaba en la información suministrada por Botnia.
Así las cosas, hasta anoche no había otra fuente de información sobre lo sucedido que la propia pastera. En Gualeguaychú circularon versiones señalando que las sustancias derramadas estaban siendo “enterradas” en el predio, según habrían contado algunos trabajadores, pero ninguno de estos denunciantes pudo ser ubicado.
Los especialistas consultados por este diario coincidieron en que el accidente no parece en sí mismo peligroso, pero señalaron en cambio la reiteración de desperfectos, a veces técnicos y a veces humanos, en una planta que por su tamaño puede provocar efectos de magnitud (ver aparte). “Esto confirma lo que venimos señalando: que la planta no es segura, y la posibilidad de que ocurra un accidente de dimensiones impredecibles es muy alto”, consideró el asambleísta Juan Veronesi. Gustavo Rivollier, también integrante de la asamblea, aseguró por su parte que un camionero que trabaja para la planta le reveló que la empresa les retuvo los teléfonos celulares para impedirles que tomaran fotografías.
Los camioneros están en conflicto. Se quejan de que Botnia les hizo grandes promesas de trabajo a cambio de que apoyaran el proyecto y hoy están trabajando a sólo un tercio de que esperaban. Al parecer, ésa fue la grieta por la que ayer se filtraron las primeras informaciones sobre el derrame, luego admitidas por la compañía. Al igual que con las denuncias anteriores, el vocero de Botnia también desmintió que haya retenido los celulares. “¿Podríamos tener entonces una de las fotos que la gente se sacó jugando con la nieve?”, probó Página/12. Parecía fácil, pero no hubo suerte
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