Contaminacion de BOTNIA: Cuestión de Estado
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Contaminacion de BOTNIA: Cuestión de Estado
Cuestión de Estado
El doble mensaje de la Presidente, quien, por un lado, dice que el conflicto por la papelera Botnia es una causa nacional y, por otro, cuestiona la modalidad de las protestas, genera desconcierto.
La presidenta Cristina le dijo a los asambleístas de Gualeguaychú: la de ustedes es una causa nacional. Los hombres que llevan más de 400 días cortando el puente que une a la Argentina con Uruguay a la altura de Fray Bentos respiraron aliviados, pues creyeron que obtendrían la renovación del apoyo que habían venido a buscar para su lucha. Pero detrás llegaba otro párrafo de la mujer que los recibía por primera vez en la Casa de Gobierno. Les dijo: "no estoy de acuerdo con la metodología del corte, no avalaré las demandas de sanciones económicas, aduaneras o de exportación de insumos contra Uruguay y el fallo de La Haya es la última estación en este conflicto".
Los asambleístas entendieron el mensaje. El gobierno de Cristina, lejos de las necesidades políticas de su marido y predecesor, no enviará la Gendarmería a levantar el corte de ruta con represión, pero tampoco permitirá que el conflicto salga de las cuatro paredes de Gualeguaychú. A la presidenta se la podrá acusar de inconsistente, de débil o, incluso, de partícipe necesario de la batalla, pero no de cómplice y mucho menos de estratega. Apenas unos días antes, un diario de alcance nacional se tomó el atrevimiento de publicar, sin ninguna fuente que lo sostuviera, el supuesto pensamiento de Cristina, que consistía en condenar el supuesto rechazo a lo que indique la sentencia de la Corte Internacional de Justicia de La Haya.
La gente de Gualeguaychú, por su parte, había hecho saber, de manera más contundente y menos sibilina que a través de una operación mediática, que no acatarán ese fallo que, en todo caso, habilitará a Botnia y su permanencia en Fray Bentos, pero no podrá impedir que ellos sigan exigiendo que la pastera finlandesa se retire de ese lugar.
Posturas
Una apostilla interesante de la reunión entre el gobierno y los asambleístas de Gualeguaychú fue la presencia de la Secretaria de Medio Ambiente, Romina Picolotti, sorpresivamente indultada para este tema, del que había sido dejada afuera hace ya más de un año, tras los sendos papelones del Banco Mundial (en donde hasta último momento su marido sostenía que se detendría el crédito luego adjudicado a Botnia) y de La Haya, en cuyo recurso de amparo inicial la Argentina cosechó una derrota abrumadora, presagio -según los conocedores- de lo que puede producirse en el fallo final. Picolotti, a diferencia de lo que escucharon los asambleístas de boca de la presidenta, en las últimas semanas había roto su silencio en este asunto y había insinuado y hasta afirmado una posición menos dura respecto de los cortes ("el reclamo es legítimo", dijo el 1 de febrero a la agencia oficial Télam cuando le preguntaron por esta metodología).
En verdad, la reunión sirvió para blanquear una relación que ya estaba deteriorada, pues los asambleístas siempre supieron que su principal apoyo en el gobierno -aunque más no fuera oportunista- jamás provino de la ahora jefa de Estado.
La presidenta, incluso, sostuvo con contundencia que en caso de que no se compruebe que Botnia contamina, nada se podrá hacer para que la empresa se retire del sitio en el que está y para el cual contó -y los documentos los prueban con el aval de los funcionarios de Cancillería que respondían al entonces canciller Rafael Bielsa.
Justamente, esa postura de la presidenta -y de buena parte de la sociedad atenta, pero no por eso incondicional de la causa- es la que arrastra a una enorme confusión derivada de la obsesión por hallar una respuesta a la pregunta acerca de si Botnia contamina o no.
El gran interrogante
Desde el inicio del conflicto se ve una urgencia creciente por hallar a alguien que responda a ese interrogante por sí o por no, sin reparar en la trampa que implica esa pregunta. Muchos persiguen que la respuesta sea no para, a renglón seguido, sostener que los cortes de ruta son un sinsentido y los temores, infundados. Otros anhelan que la respuesta sea sí, para exigir que la pastera sea demolida al instante con un cohete disparado desde Gualeguaychú.
Para los funcionarios, Botnia contamina si los efluentes que libera al aire, al suelo o al agua superan los valores que hoy las leyes aceptan según lo indicado por la literatura científica. Sin embargo, tal como lo demuestran decenas de ejemplos a lo largo de la historia, el umbral o la sustancia que hoy se considera aceptable, dentro de unos años puede ser calificada de contaminante, como ha ocurrido por caso con el célebre DDT, ayer panacea y hoy asesino serial.
El diccionario define contaminación como la "alteración de la pureza o las condiciones normales de una cosa o un medio por agentes químicos o físicos". Tácitamente, esa definición avala que la contaminación es resultado de la interacción sociedad-naturaleza, pues nadie considera de ese modo, por ejemplo, al episodio en que un animal muere intoxicado por los gases emanados en una erupción volcánica.
Por eso, la gente de Gualeguaychú se aferra a la idea de que la sola presencia de la empresa (con sus inexorables efluentes, aún con el mayor tratamiento posible) en un sitio que era "virgen" desde el punto de vista industrial, implica una "alteración de las condiciones normales" anteriores. Y, en consecuencia, Por su sola existencia, Botnia contamina. Quizás allí en esa lectura tan disímil de una misma realidad se puede descubrir la distancia expresada en la reunión entre los asambleístas y la presidenta. La causa nacional tiene modos muy diferentes de considerarse.
*Coordinador editor
Por Sergio Federovisky
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