CON VICTORIA JULIEN
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CON VICTORIA JULIEN
TODO ESTÁ GUARDADO EN LA MEMORIA
Federico Gyurkovits (La Diaria)
Victoria Julien, a 30 años del olvido, busca en el pasado reconstruir su
tiempo histórico
”No me es familiar, pero claro que es removedor estar acá”. La sensación
le pertenece a Victoria Julien, que, acompañada por la diaria, regresó a
donde desde hacía 30 años no volvía, al menos físicamente. Allí estuvo
secuestrada por varios meses junto a su hermano Anatole, antes de ser
trasladados en avión a Chile, para ser abandonados en una plaza de
Valparaíso, en una fecha cercana a diciembre de 1976. Ella tenía un año y
medio y él cuatro. La historia es conocida por muchos.
Su caras y nombres forman parte de una generación a la que pertenecen y
que los conoció desde el inicio mismo de la dictadura. Victoria y su
hermano Anatole son de los niños que pudieron ser restituidos, con
algunos de los cuales, incluso, compartieron también los primeros años de
vida, como Maririana Zaffaroni y Macarena, cuando aún estaba dentro de
María Claudia García. Sus nombres también estuvieron indirecta o
directamente en canciones, como “Angelitos”, de José Carbajal, que se
preguntaba “dónde estarán”.
Victoria, que sigue viviendo en Chile, vino una vez más al país con la
intención de seguir tejiendo los vínculos arrebatados, pero también
queriendo cerrar, con verdad y justicia, un capítulo que también es parte
de la historia presente de esta generación y de este Uruguay del
2008.
“Vine a llevar a cabo la causa para que se investigue acerca de mis
padres, qué pasó con ellos, cómo murieron, dónde están enterrados. Acá mi
vinculación es la familia que quedó de mi viejo, es decir mi tío y mi tía
con sus hijos, y antiguamente era mi otra abuela, materna, que murió hace
diez años. Mi abuela paterna falleció en 1998”.
-Y esos vínculos primarios, ¿generaron otros?
-Hasta fines del año pasado estuve haciendo un proceso de reconstrucción
de memoria; eso significa reunirme con gente que conoció a mis padres y
que compartió con ellos para tratar de armarme una idea de quiénes
fueron. Por lo tanto he hecho amistad tanto por ése como por temas
personales, es decir hacerme de amigos, porque no siempre es el mismo
tema. Así que he hecho muy buenos lazos. He conocido a la mejor amiga de
mi madre, a amigos que estudiaron de chiquititos con mi padre y después
en la universidad, así que ha sido todo muy removedor y también hay cosas
muy bellas que he podido saber de ellos.
-¿Cómo es el vínculo con los jóvenes de tu generación, por ejemplo con el
grupo de niños nacidos en cautiverio?
-A algunos los conocí en octubre cuando estuve en Argentina en la
conmemoración de los 30 años de Abuelas de Plaza de Mayo y acá me
encontré con algunos en la muestra (abierta la semana pasada en la
Biblioteca Nacional) y ya me había reunido con ellos antes del encuentro.
Me han llamado para hacer algún asadito y cosas así, pero a veces no da
el tiempo. Comprenderás que es mucha gente la que conoció a mis padres y
hay que tratar de darle tiempo a cada uno de ellos, además de a mi
familia. Ahí uno tiene que entrar a priorizar, pero todo bien con los
chiquillos, son muy especiales... Es como encontrarse con otros iguales.
-Y de esa muestra, ¿qué te llamó la atención o con qué te sentiste
identificada?
-El tema es que ellos sí tienen cosas que recuperaron. Yo hasta el
momento son muy pocas las cosas que tengo de mis padres. Mañana [por el
miércoles 16] voy a ir al Museo de la Memoria y se supone que hay libros
que mi padre leía, que están firmados por él; va a ser como un encuentro
con su lado intelectual. Lo bello de esta muestra es que ellos pudieron
recuperar ese pasado: pudieron recuperar fotos de sus padres, cartas que
les hicieron; probablemente mis papás me escribieron algo, pero nunca
apareció. Digamos que no tuve esa suerte. Me parece muy fuerte y me
parece grande que ellos pudieran cohesionarse como grupo para continuar
la búsqueda, porque las abuelas han cumplido gran parte de esto, pero
llegado el momento no van a estar y nos va a tocar a nosotros. Y ellos ya
comenzaron con ese proceso.
-¿Cómo se vive en Chile la recuperación de la memoria en tu generación?
-En Chile no hay grupo de hijos de desaparecidos. Y eso ya es un corte
bastante fuerte de la realidad. Creo que están más atrasados que acá. Se
ha juzgado a un par de represores pero es para la risa porque los juzgan
cinco años con derecho a reducción de condena y al final están en una
cárcel de lujo haciendo comentarios para burlarse un poco de las
víctimas. Por lo menos se les tocó el ego, la vergüenza pública, pero
allá es muy distinto porque la derecha tiene mucho poder y el milico es
bien mirado, incluso por el lado de la pobreza como una forma para poder
salir de ahí.
-¿El inicio de la causa para establecer qué paso con tus padres es una
decisión familiar o es personal en el marco de este proceso que estás
haciendo?
-Es más bien mía porque a mi hermano ya le tocó su parte y creo que yo
siempre me sentía en deuda con el tema porque a mí se me protegió mucho,
se me ocultaba la verdad y eso me mantuvo como adormecida durante mucho
tiempo, ya incluso de adulta, y ahora recién hubo, por decirlo de alguna
manera, un despertar en el cual no dejo que mi hermano lo haga todo. Él
ya pasó por eso y ahora creo que me toca a mí continuar.
Hacer todo esto consume el tiempo que habría sido para mi familia, pero
hay que hacerlo en algún momento. Yo eso se lo expliqué a ellos porque no
era éste un viaje como los otros. Vine con cosas para hacer para que
podamos salir adelante todos de una vez, que se pueda investigar y cerrar
de alguna manera el capítulo y poder recordarlos en paz.
Memoria no tengo como para decir: “sí, me acuerdo de esto” No. Para mí
son interpretaciones de los recuerdos de otros. Así que yo no vine a
juzgar a nadie en específico, solamente a pedir que se investigue, a
denunciar que a mis papás les pasó esto y a nosotros nos pasó esto, y que
quiero saber la verdad. Quiero poder llorarlos en algún lado, dejar una
flor, recordarlos y que quede constancia de que ellos existieron, que
fueron mis padres.
Y por lo que he sabido de ellos con toda esta reconstrucción de la
memoria fueron personas decentes y muy buenas personas. Alguien podría
pensar: “algo hicieron por eso les pasó...” ¿Y los niños qué hicimos para
merecer esto?
-¿Como que la represión se quiso desprender de ustedes en vez de
apropiarse y entregarlos como hizo con tantos?
-Sí, fue rarísimo. Exactamente. Algo pasó con la estrategia; no tengo
idea, sólo se puede suponer. Mis viejos estaban en Argentina y mucha
gente los conocía; eran de Uruguay y en Uruguay todo el mundo se conoce
porque es muy pequeño, entonces me imagino que la conclusión fue: “mejor
los sacamos a un tercer país porque va a ser muy dificil”. Por otro lado,
la edad de mi hermano influyó, el recordar, el ver, el reconocer...
SE SABE
El 26 de setiembre de 1976 marcó la historia de los hermanos
Julien (que tenían un año y medio ella y cuatro él) y de sus padres:
Roger Julien y Victoria Grisonas. Un operativo militar (hasta una
tanqueta llevaron) desplegado en la provincia de Buenos Aires, Argentina,
donde ellos vivían, irrumpió violentamente en la morada. Roger ocultó a
sus hijos en la bañera para protegerlos de las balas. Él murió ese día y
su compañera fue llevada junto a sus hijos al centro de torturas
Automotores Orletti.
En octubre de 1976 fueron traídos a Uruguay y recluidos en el Servicio de
Información y Defensa (SID), sito en Bulevar Artigas y Palmar, hoy
convertido en el Centro de Altos Estudios Nacionales (Calen). Hacia
finales de noviembre fueron trasladados en avión hacia Chile. Deambularon
largo rato
por la plaza hasta que llamaron la atención y pasaron a control de las
autoridades. Fueron adoptados por un matrimonio al que ellos también
adoptaron como familia y de la que reciben el apoyo para la búsqueda de
la verdad. Hoy Victoria es psicóloga y Anatole abogado.
-
Fuentes: Artículos de Raúl Olivera en Trabajo y Utopía Nº 61 agosto de
2006, y de Samuel Blixen en Brecha, diciembre de 2005, reproducidos en
www.pvp.org.uy
También
www.parlamento.gub.uy/sesiones/
diarios/senado/html/19850703s0043.htm
MONTEVIDEO/URUGUAY/21.04.08/COMCOSUR AL DÍA
Federico Gyurkovits (La Diaria)
Victoria Julien, a 30 años del olvido, busca en el pasado reconstruir su
tiempo histórico
”No me es familiar, pero claro que es removedor estar acá”. La sensación
le pertenece a Victoria Julien, que, acompañada por la diaria, regresó a
donde desde hacía 30 años no volvía, al menos físicamente. Allí estuvo
secuestrada por varios meses junto a su hermano Anatole, antes de ser
trasladados en avión a Chile, para ser abandonados en una plaza de
Valparaíso, en una fecha cercana a diciembre de 1976. Ella tenía un año y
medio y él cuatro. La historia es conocida por muchos.
Su caras y nombres forman parte de una generación a la que pertenecen y
que los conoció desde el inicio mismo de la dictadura. Victoria y su
hermano Anatole son de los niños que pudieron ser restituidos, con
algunos de los cuales, incluso, compartieron también los primeros años de
vida, como Maririana Zaffaroni y Macarena, cuando aún estaba dentro de
María Claudia García. Sus nombres también estuvieron indirecta o
directamente en canciones, como “Angelitos”, de José Carbajal, que se
preguntaba “dónde estarán”.
Victoria, que sigue viviendo en Chile, vino una vez más al país con la
intención de seguir tejiendo los vínculos arrebatados, pero también
queriendo cerrar, con verdad y justicia, un capítulo que también es parte
de la historia presente de esta generación y de este Uruguay del
2008.
“Vine a llevar a cabo la causa para que se investigue acerca de mis
padres, qué pasó con ellos, cómo murieron, dónde están enterrados. Acá mi
vinculación es la familia que quedó de mi viejo, es decir mi tío y mi tía
con sus hijos, y antiguamente era mi otra abuela, materna, que murió hace
diez años. Mi abuela paterna falleció en 1998”.
-Y esos vínculos primarios, ¿generaron otros?
-Hasta fines del año pasado estuve haciendo un proceso de reconstrucción
de memoria; eso significa reunirme con gente que conoció a mis padres y
que compartió con ellos para tratar de armarme una idea de quiénes
fueron. Por lo tanto he hecho amistad tanto por ése como por temas
personales, es decir hacerme de amigos, porque no siempre es el mismo
tema. Así que he hecho muy buenos lazos. He conocido a la mejor amiga de
mi madre, a amigos que estudiaron de chiquititos con mi padre y después
en la universidad, así que ha sido todo muy removedor y también hay cosas
muy bellas que he podido saber de ellos.
-¿Cómo es el vínculo con los jóvenes de tu generación, por ejemplo con el
grupo de niños nacidos en cautiverio?
-A algunos los conocí en octubre cuando estuve en Argentina en la
conmemoración de los 30 años de Abuelas de Plaza de Mayo y acá me
encontré con algunos en la muestra (abierta la semana pasada en la
Biblioteca Nacional) y ya me había reunido con ellos antes del encuentro.
Me han llamado para hacer algún asadito y cosas así, pero a veces no da
el tiempo. Comprenderás que es mucha gente la que conoció a mis padres y
hay que tratar de darle tiempo a cada uno de ellos, además de a mi
familia. Ahí uno tiene que entrar a priorizar, pero todo bien con los
chiquillos, son muy especiales... Es como encontrarse con otros iguales.
-Y de esa muestra, ¿qué te llamó la atención o con qué te sentiste
identificada?
-El tema es que ellos sí tienen cosas que recuperaron. Yo hasta el
momento son muy pocas las cosas que tengo de mis padres. Mañana [por el
miércoles 16] voy a ir al Museo de la Memoria y se supone que hay libros
que mi padre leía, que están firmados por él; va a ser como un encuentro
con su lado intelectual. Lo bello de esta muestra es que ellos pudieron
recuperar ese pasado: pudieron recuperar fotos de sus padres, cartas que
les hicieron; probablemente mis papás me escribieron algo, pero nunca
apareció. Digamos que no tuve esa suerte. Me parece muy fuerte y me
parece grande que ellos pudieran cohesionarse como grupo para continuar
la búsqueda, porque las abuelas han cumplido gran parte de esto, pero
llegado el momento no van a estar y nos va a tocar a nosotros. Y ellos ya
comenzaron con ese proceso.
-¿Cómo se vive en Chile la recuperación de la memoria en tu generación?
-En Chile no hay grupo de hijos de desaparecidos. Y eso ya es un corte
bastante fuerte de la realidad. Creo que están más atrasados que acá. Se
ha juzgado a un par de represores pero es para la risa porque los juzgan
cinco años con derecho a reducción de condena y al final están en una
cárcel de lujo haciendo comentarios para burlarse un poco de las
víctimas. Por lo menos se les tocó el ego, la vergüenza pública, pero
allá es muy distinto porque la derecha tiene mucho poder y el milico es
bien mirado, incluso por el lado de la pobreza como una forma para poder
salir de ahí.
-¿El inicio de la causa para establecer qué paso con tus padres es una
decisión familiar o es personal en el marco de este proceso que estás
haciendo?
-Es más bien mía porque a mi hermano ya le tocó su parte y creo que yo
siempre me sentía en deuda con el tema porque a mí se me protegió mucho,
se me ocultaba la verdad y eso me mantuvo como adormecida durante mucho
tiempo, ya incluso de adulta, y ahora recién hubo, por decirlo de alguna
manera, un despertar en el cual no dejo que mi hermano lo haga todo. Él
ya pasó por eso y ahora creo que me toca a mí continuar.
Hacer todo esto consume el tiempo que habría sido para mi familia, pero
hay que hacerlo en algún momento. Yo eso se lo expliqué a ellos porque no
era éste un viaje como los otros. Vine con cosas para hacer para que
podamos salir adelante todos de una vez, que se pueda investigar y cerrar
de alguna manera el capítulo y poder recordarlos en paz.
Memoria no tengo como para decir: “sí, me acuerdo de esto” No. Para mí
son interpretaciones de los recuerdos de otros. Así que yo no vine a
juzgar a nadie en específico, solamente a pedir que se investigue, a
denunciar que a mis papás les pasó esto y a nosotros nos pasó esto, y que
quiero saber la verdad. Quiero poder llorarlos en algún lado, dejar una
flor, recordarlos y que quede constancia de que ellos existieron, que
fueron mis padres.
Y por lo que he sabido de ellos con toda esta reconstrucción de la
memoria fueron personas decentes y muy buenas personas. Alguien podría
pensar: “algo hicieron por eso les pasó...” ¿Y los niños qué hicimos para
merecer esto?
-¿Como que la represión se quiso desprender de ustedes en vez de
apropiarse y entregarlos como hizo con tantos?
-Sí, fue rarísimo. Exactamente. Algo pasó con la estrategia; no tengo
idea, sólo se puede suponer. Mis viejos estaban en Argentina y mucha
gente los conocía; eran de Uruguay y en Uruguay todo el mundo se conoce
porque es muy pequeño, entonces me imagino que la conclusión fue: “mejor
los sacamos a un tercer país porque va a ser muy dificil”. Por otro lado,
la edad de mi hermano influyó, el recordar, el ver, el reconocer...
SE SABE
El 26 de setiembre de 1976 marcó la historia de los hermanos
Julien (que tenían un año y medio ella y cuatro él) y de sus padres:
Roger Julien y Victoria Grisonas. Un operativo militar (hasta una
tanqueta llevaron) desplegado en la provincia de Buenos Aires, Argentina,
donde ellos vivían, irrumpió violentamente en la morada. Roger ocultó a
sus hijos en la bañera para protegerlos de las balas. Él murió ese día y
su compañera fue llevada junto a sus hijos al centro de torturas
Automotores Orletti.
En octubre de 1976 fueron traídos a Uruguay y recluidos en el Servicio de
Información y Defensa (SID), sito en Bulevar Artigas y Palmar, hoy
convertido en el Centro de Altos Estudios Nacionales (Calen). Hacia
finales de noviembre fueron trasladados en avión hacia Chile. Deambularon
largo rato
por la plaza hasta que llamaron la atención y pasaron a control de las
autoridades. Fueron adoptados por un matrimonio al que ellos también
adoptaron como familia y de la que reciben el apoyo para la búsqueda de
la verdad. Hoy Victoria es psicóloga y Anatole abogado.
-
Fuentes: Artículos de Raúl Olivera en Trabajo y Utopía Nº 61 agosto de
2006, y de Samuel Blixen en Brecha, diciembre de 2005, reproducidos en
www.pvp.org.uy
También
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