EL MANIFIESTO COMUNISTA
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EL MANIFIESTO COMUNISTA
EL MANIFIESTO COMUNISTA
Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo. Todas !as fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma: el Papa y el zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes.
¿Qué partido de oposición no ha sido motejado de comunista por sus adversarios en el Poder? ¿Qué partido de oposición, a su vez, no ha lanzado, tanto a los representantes más avanzados de la oposición como a sus enemigos reaccionarios, el epíteto zahiriente de comunista?
De este hecho resulta una doble enseñanza:
Que el comunismo está ya reconocido como una fuerza por todas las potencias de Europa.
Que ya es hora de que los comunistas expongan a la faz del mundo entero sus conceptos, sus fines y sus aspiraciones; que opongan a la leyenda del fantasma del comunismo un manifiesto del propio Partido.
Con este fin, comunistas de diversas nacionalidades se han reunido en Londres y han redactado el siguiente Manifiesto, que será publicado en inglés, francés, alemán, italiano, flamenco y danés.
I
BURGUESES Y PROLETARIOS [*1*]
La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días [*2*] es la historia de las luchas de clases.
Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros [*3*] y oficiales, en una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces y otras franca y abierta; lucha que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases beligerantes.
En las anteriores épocas históricas encontramos casi por todas partes una completa división de la sociedad en diversos estamentos, una múltiple escala gradual de condiciones sociales. En la antigua Roma hallamos patricios, caballeros, plebeyos y esclavos; en la Edad Media, señores feudales, vasallos, maestros, oficiales y siervos, y, además, en casi todas estas clases todavía encontramos gradaciones especiales.
La moderna sociedad burguesa, que ha salido de entre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido las contradicciones de clase. Únicamente ha sustituido las viejas clases, las viejas condiciones de opresión, las viejas formas de lucha por otras nuevas.
Nuestra época, la época de la burguesía, se distingue, sin embargo, por haber simplificado las contradicciones de clase. Toda la sociedad va dividiéndose, cada vez más, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases, que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado.
De los siervos de la Edad Media surgieron los villanos libres de las primeras ciudades; de este estamento urbano salieron los primeros elementos de la burguesía.
El descubrimiento de América y la circunnavegación de África ofrecieron a la burguesía en ascenso un nuevo campo de actividad. Los mercados de las Indias y de China, la colonización de América, el intercambio con las colonias, la multiplicación de los medios de cambio y de las mercancías en general imprimieron al comercio, a la navegación y a la industria un impulso hasta entonces desconocido, y aceleraron, con ello, el desarrollo del elemento revolucionario de la sociedad feudal en descomposición.
El antiguo modo de explotación feudal o gremial de la industria ya no podía satisfacer la demanda, que crecía con la apertura de nuevos mercados. Vino a ocupar su puesto la manufactura. La clase media industrial suplantó a los maestros de los gremios; la división del trabajo entre las diferentes corporaciones desapareció, ante la división del trabajo en el seno del mismo taller.
Pero los mercados crecían sin cesar; la demanda iba siempre en aumento. Ya no bastaba tampoco la manufactura. El vapor y la maquinaria revolucionaron entonces la producción industrial. La gran industria moderna sustituyó a la manufactura; el lugar de la clase media industrial vinieron a ocuparlo los industriales millonarios -- jefes de verdaderos ejércitos industriales -- , los burgueses modernos.
La gran industria ha creado el mercado mundial, ya preparado por el descubrimiento de América. El mercado mundial aceleró prodigiosamente el desarrollo del comercio, de la navegación y de todos los medios de transporte por tierra. Este desarrollo influyó a su vez en el auge de la industria, y a medida que se iban extendiendo la industria, el comercio, la navegación y los ferrocarriles, desarrollábase la burguesía, multiplicando sus capitales y relegando a segundo término a todas las clases legadas por la Edad Media.
La burguesía moderna, como vemos, es por sí misma fruto de un largo proceso de desarrollo, de una serie de revoluciones en el modo de producción y de cambio.
Cada e tapa de la evolución recorrida por la burguesía ha ido acompañada del correspondiente éxito político [10].*** Estamento oprimido bajo la dominación de los señores feudales; asociación armada y autónoma en la comuna [*4*]; en unos sitios, República urbana independiente; en otros, tercer estado tributario de la monarquía [11]; después, durante el período de la manufactura, contrapeso de la nobleza en las monarquías feudales o absolutas y, en general, piedra angular de las grandes monarquías, la burguesía, después del establecimiento de la gran industria y del mercado universal, conquistó finalmente la hegemonía exclusiva del Poder político en el Estado representativo moderno. El gobierno del Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa.
La burguesía ha desempeñado en la historia un papel altamente revolucionario.
Dondequiera que ha conquistado el Poder, la burguesía ha destruido las relaciones feudales, patriarcales, idílicas. Las abigarradas ligaduras feudales que ataban al hombre a sus "superiores naturales" las ha desgarrado sin piedad para no dejar subsistir otro vínculo entre los hombres que el frío interés, el cruel "pago al contado". Ha ahogado el sagrado éxtasis del fervor religioso, el entusiasmo caballeresco y el sentimentalismo del pequeño burgués en las aguas heladas del cálculo egoísta. Ha hecho de la dignidad personal un simple valor de cambio. Ha sustituido las numerosas libertades escrituradas y bien adquiridas por la única y desalmada libertad de comercio. En una palabra, en lugar de la explotación velada por ilusiones religiosas y políticas, ha establecido una explotacion abierta, descarada, directa y brutal.
La burguesía ha despojado de su aureola a todas las profesiones que hasta entonces se tenían por venerables y dignas de piadoso respeto. Al médico, al jurisconsulto, al sacerdote, al poeta, al sabío, los ha convertido en sus servidores asalariados.
La burguesía ha desgarrado el velo de emocionante sentimentalismo que encubría las relaciones familiares, y las redujo a simples relaciones de dinero.
La burguesía ha revelado que la brutal manifestación de fuerza en la Edad Media, tan admirada por la reacción, tenía su complemento natural en la más relajada holgazanería. Ha sido ella la que primero ha demostrado lo que puede realizar la actividad humana; ha creado maravillas muy distintas a las pirámides de Egipto, a los acueductos romanos y a las catedrales góticas, y ha realizado campañas muy distintas a los éxodos de los pueblos y a las Cruzadas.
La burguesía no puede existir sino a condición de revolucionar incesantemente los instrumentos de producción y, por consiguiente, las relaciones de producción, y con ello todas las relaciones sociales. La conservación del antiguo modo de producción era, por el contrario, la primera condición de existencia de todas las clases industriales precedentes. Una revolución continua en la producción, una incesante conmoción de todas las condiciones sociales, una inquietud y un movimiento constantes distinguen la época burguesa de todas las anteriores[12]. Todas las relaciones estancadas y enmohecidas, con su cortejo de creencias y de ideas veneradas durante siglos, quedan rotas; las nuevas se hacen añejas antes de haber podido osificarse. Todo lo estamental y estancado se esfuma; todo lo sagrado es profanado, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas.
Espoleada por la necesidad de dar cada vez mayor salida a sus productos, la burguesía recorre el mundo entero. Necesita anidar en todas partes, establecerse en todas partes, crear vínculos en todas partes.
Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía dio un carácter cosmopolita a la producción y al consumo de todos los países. Con gran sentimiento de los reaccionarios, ha quitado a la industria su base nacional. Las antiguas industrias nacionales han sido destruidas y están destruyéndose continuamente. Son suplantadas por nuevas industrias, cuya introducción se convierte en cuestión vital para todas las naciones civilizadas, por industrias que ya no emplean materias primas indigenas, sino materias primas venidas de las más lejanas regiones del mundo, y cuyos productos no sólo se consumen en el propio país, sino en todas las partes del globo. En lugar de las antiguas necesidades, satisfechas con productos nacionales, surgen necesidades nuevas, que reclaman para su satisfacción productos de los países más apartados y de los climas más diversos. En lugar del antiguo aislamiento de las regiones y naciones que se bastaban a sí mismas, se establece un intercambio universal, una interdependencia universal de las naciones. Y esto se refiere tanto a la producción material, como a la producción intelectual. La producción intelectual de una nación se convierte en patrimonio común de todas. La estrechez y el exclusivismo nacionales resultan de día en día más imposibles; de las numerosas literaturas nacionales y locales se forma una literatura universal.
Merced al rápido perfeccionamiento de los instrumentos de producción y al constante progreso de los medios de comunicación, la burguesía arrastra a la corriente de la civilización a todas las naciones, hasta a las más bárbaras. Los bajos precios de sus mercancías constituyen la artillería pesada que derrumba todas las murallas de China y hace capitular a los bárbaros más fanáticamente hostiles a los extranjeros. Obliga a todas las naciones, si no quieren sucumbir, a adoptar el modo burgués de producción, las constriñe a introducir la llamada civilización, es decir, a hacerse burguesas. En una palabra: se forja un mundo a su imagen y semejanza.
La burguesía ha sometido el campo al dominio de la ciudad. Ha creado urbes inmensas; ha aumentado enormemente la población de las ciudades en comparación con la del campo, substrayendo una gran parte de la población al idiotismo de la vida rural. Del mismo modo que ha subordinado el campo a la ciudad, ha subordinado los países bárbaros o semibárbaros a los países civilizados, los pueblos campesinos a los pueblos burgueses, el Oriente al Occidente.
La burguesía suprime cada vez más el fraccionamiento de los medios de producción, de la propiedad y de la población. Ha aglomerado la población, centralizado los medios de producción y concentrado la propiedad en manos de unos pocos. La consecuencia obligada de ello ha sido la centralización política. Las provincias independientes, ligadas entre si casi unicamente por lazos federales, con intereses, leyes, gobiernos y tarifas aduaneras diferentes, han sido consolidadas en una sola nacion, bajo un solo Gobierno, una sola ley, un solo interés nacional de clase y una sola línea aduanera.
La burguesía, con su dominio de clase, que cuenta apenas con un siglo de existencia, ha creado fuerzas productivas más abundantes y más grandiosas que todas las generaciones pasadas juntas. El sometimiento de las fuerzas de la naturaleza, el empleo de las máquinas, la aplicación de la química a la industria y a la agricultura, la navegación de vapor, el ferrocarril, el telégrafo eléctrico, la adaptación para el cultivo de continentes enteros, la apertura de los ríos a la navegación, poblaciones enteras surgiendo por encanto, como si salieran de la tierra. ¿Cual de los siglos pasados pudo sospechar siquiera que semejantes fuerzas productivas dormitasen en el seno del trabajo social?
Última edición por dayrdan el Vie Mar 27, 2009 3:17 pm, editado 3 veces
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El Manifiesto Comunista 2
Hemos visto, pues, que los medios de producción y de cambio, sobre cuya base se ha formado la burguesía, fueron creados en la sociedad feudal. Al alcanzar un cierto grado de desarrollo estos medios de producción y de cambio, las condiciones en que la sociedad feudal producía y cambiaba, toda la organización feudal de la agricultura y de la industria manufacturera, en una palabra, las relaciones feudales de propiedad, cesaron de corresponder a las fuerzas productivas ya desarrolladas. Frenaban la producción en lugar de impulsarla [13]. Se transformaron en otras tantas trabas. Era preciso romper esas trabas, y se rompieron.
En su lugar se estableció la libre concurrencia, con una constitución social y política adecuada a ella y con la dominación económica y política de la clase burguesa.
Ante nuestros ojos se está produciendo un movimiento análogo. Las relaciones burguesas de producción y de cambio, las relaciones burguesas de propiedad, toda esta sociedad burguesa moderna, que ha hecho surgir tan potentes medios de producción y de cambio, se asemeja al mago que ya no es capaz de dominar las potencias infernales que ha desencadenado con sus conjuros. Desde hace algunas décadas, la historia de la industria y del comercio no es más que la historia de la rebelión de las fuerzas productivas modernas contra las actuales relaciones de producción, contra las relaciones de propiedad que condicionan la existencia de la burguesía y su dominación. Basta mencionar las crisis comerciales que, con su retorno periódico, plantean, en forma cada vez más amenazante, la cuestión de la existencia de toda la sociedad burguesa. Durante cada crisis comercial, se destruye sistemáticamente, no sólo una parte considerable de productos elaborados, sino incluso de las mismas fuerzas productivas ya creadas. Durante las crisis, una epidemia social, que en cualquier época anterior hubiera parecido absurda, se extiende sobre la sociedad -- la epidemia de la superproducción. La sociedad se encuentra súbitamente retrotraída a un estado de barbarie momentánea: diríase que el hambre, que una guerra devastadora mundial la han privado de todos sus medios de subsistencia; la industria y el comercio parecen aniquilados. Y todo eso, ¿por qué? Porque la sociedad posee demasiada civilización, demasiados medios de vida, demasiada industria, demasiado comercio. Las fuerzas productivas de que dispone no sirven ya al desarrollo de la civilización burguesa y [14] de las relaciones de propiedad burguesas; por el contrario, resultan ya demasiado poderosas para estas relaciones, que constituyen un obstáculo para su desarrollo; y cada vez que las fuerzas productivas salvan este obstáculo, precipitan en el desorden a toda la sociedad burguesa y amenazan la existencia de la propiedad burguesa. Las relaciones burguesas resultan demasiado estrechas para contener las riquezas creadas en su seno.
¿Cómo vence esta crisis la burguesía? De una parte, por la destrucción obligada de una masa de fuerzas productivas; de otra, por la conquista de nuevos mercados y la explotación más intensa de los antiguos. ¿De que modo lo hace, entonces? Preparando crisis más extensas y más violentas y disminuyendo los medios de prevenirlas.
Las armas de que se sirvió la burguesía para derribar al feudalismo se vuelven ahora contra la propia burguesía.
Pero la burguesía no ha forjado solamente las armas que deben darle muerte; ha producido también los hombres que empuñarán esas armas: los obreros modernos, los proletarios.
En la misma proporción en que se desarrolla la burguesía, es decir, el capital, desarróllase también el proletariado, la clase de los obreros modernos, que no viven sino a condición de encontrar trabajo, y lo encuentran únicamente mientras su trabajo acrecienta el capital. Estos obreros, obligados a venderse al detalle, son una mercancía como cualquier otro artículo de comercio, sujeta, por tanto, a todas las vicisitudes de la competencia, a todas las fluctuaciones del mercado.
El creciente empleo de las máquinas y la división del trabajo quitan al trabajo del proletario todo caracter substantivo y le hacen perder con ello todo atractivo para el obrero. Éste se convierte en un simple apéndice de la máquina, y sólo se le exigen las operaciones más sencillas, más monótonas y de más fácil aprendizaje. Por tanto, lo que cuesta hoy día el obrero se reduce poco más o menos a los medios de subsistencia indispensables para vivir y para perpetuar su linaje. Pero el precio del trabajo [15], como el de toda mercancía, es igual a su coste de producción. Por consiguiente, cuanto más fastidioso resulta el trabajo más bajan los salarios. Más aún, cuanto más se desenvuelven el maquinismo y la división del trabajo, más aumenta la cantidad de trabajo[16] bien mediante la prolongación de la jornada, bien por el aumento del trabajo exigido en un tiempo dado, la aceleración del movimiento de las máquinas, etc.
La industria moderna ha transformado el pequeño taller del maestro patriarcal en la gran fábrica del capitalista industrial. Masas de obreros, hacinados en la fábrica, están organizados en forma militar. Como soldados rasos de la industria, están colocados bajo la vigilancia de una jerarquía completa de oficiales y suboficiales. No son solamente esclavos de la clase burguesa, del Estado burgués, sino diariamente, a todas horas, esclavos de la máquina, del capataz y, sobre todo, del patrón de la fábrica. Y este despotismo es tanto más mezquino, odioso y exasperante, cuanto mayor es la franqueza con que proclama que no tiene otro fin que el lucro.
Cuanto menos habilidad y fuerza requiere el trabajo manual, es decir, cuanto mayor es el desarrollo de la industria moderna, mayor es la proporción en que el trabajo de los hombres es suplantado por el de las mujeres y los niños. Por lo que respecta a la clase obrera, las diferencias de edad y sexo pierden toda significación social. No hay más que instrumentos de trabajo, cuyo coste varía según la edad y el sexo.
Una vez que el obrero ha sufrido la explotación del fabricante y ha recibido su salario en metálico, se convierte en víctima de otros elementos de la burguesía: el casero, el tendero, el prestamista, etc.
Pequeños industriales, pequeños comerciantes y rentistas, artesanos y campesinos, toda la escala inferior de las clases medias de otro tiempo, caen en las filas del proletariado; unos, porque sus pequeños capitales no les alcanzan para acometer grandes empresas industriales y sucumben en la competencia con los capitalistas más fuertes; otros, porque su habilidad profesional se ve despreciada ante los nuevos métodos de producción. De tal suerte, el proletariado se recluta entre todas las clases de la población.
El proletariado pasa por diferentes etapas de desarrollo. Su lucha contra la burguesía comienza con su surgimiento.
Al principio, la lucha es entablada por obreros aislados, después, por los obreros de una misma fábrica, más tarde, por los obreros del mismo oficio de la localidad contra el burgués aislado que los explota directamente. No se contentan con dirigir sus ataques contra las relaciones burguesas de producción, y los dirigen contra los mismos instrumentos de producción [17]: destruyen las mercancías extranjeras que les hacen competencia, rompen las máquinas, incendian las fábricas, intentan reconquistar por la fuerza la posición perdida del trabajador de la Edad Media.
En esta etapa, los obreros forman una masa diseminada por todo el país y disgregada por la competencia. Si los obreros forman en masas compactas, esta acción no es todavía la consecuencia de su propia unidad, sino de la unidad de la burguesía, que para alcanzar sus propios fines políticos debe -- y por ahora aún puede -- poner en movimiento a todo el proletariado. Durante esta etapa, los proletarios no combaten, por tanto, contra sus propios enemigos, sino contra los enemigos de sus enemigos, es decir, contra los vestigios de la monarquía absoluta, los propietarios territoriales, los burgueses no industriales y los pequeños burgueses. Todo el movimiento histórico se concentra, de esta suerte, en manos de la burguesía; cada victoria alcanzada en estas condiciones es una victoria de la burguesía.
Pero la industria, en su desarrollo, no sólo acrecienta el numero de proletarios, sino que los concentra en masas considerables; su fuerza aumenta y adquieren mayor conciencia de la misma. Los intereses y las condiciones de existencia de los proletarios se igualan cada vez más a medida que la máquina va borrando las diferencias en el trabajo y reduce el salario, casi en todas partes, a un nivel igualmente bajo. Como resultado de la creciente competencia de los burgueses entre sí y de las crisis comerciales que ella ocasiona, los salarios son cada vez más fluctuantes; el constante y acelerado perfeccionamiento de la máquina coloca al obrero en situación cada vez más precaria; las colisiones individuales entre el obrero y el burgués adquieren más y más el carácter de colisiones entre dos clases. Los obreros empiezan a formar coaliciones [18] contra los burgueses y actúan en común para la de fensa de sus salarios. Llegan hasta formar asociaciones permanentes para asegurarse los medios necesarios, en previsión de estos choques circunstanciales. Aquí y allá la lucha estalla en sublevación.
En su lugar se estableció la libre concurrencia, con una constitución social y política adecuada a ella y con la dominación económica y política de la clase burguesa.
Ante nuestros ojos se está produciendo un movimiento análogo. Las relaciones burguesas de producción y de cambio, las relaciones burguesas de propiedad, toda esta sociedad burguesa moderna, que ha hecho surgir tan potentes medios de producción y de cambio, se asemeja al mago que ya no es capaz de dominar las potencias infernales que ha desencadenado con sus conjuros. Desde hace algunas décadas, la historia de la industria y del comercio no es más que la historia de la rebelión de las fuerzas productivas modernas contra las actuales relaciones de producción, contra las relaciones de propiedad que condicionan la existencia de la burguesía y su dominación. Basta mencionar las crisis comerciales que, con su retorno periódico, plantean, en forma cada vez más amenazante, la cuestión de la existencia de toda la sociedad burguesa. Durante cada crisis comercial, se destruye sistemáticamente, no sólo una parte considerable de productos elaborados, sino incluso de las mismas fuerzas productivas ya creadas. Durante las crisis, una epidemia social, que en cualquier época anterior hubiera parecido absurda, se extiende sobre la sociedad -- la epidemia de la superproducción. La sociedad se encuentra súbitamente retrotraída a un estado de barbarie momentánea: diríase que el hambre, que una guerra devastadora mundial la han privado de todos sus medios de subsistencia; la industria y el comercio parecen aniquilados. Y todo eso, ¿por qué? Porque la sociedad posee demasiada civilización, demasiados medios de vida, demasiada industria, demasiado comercio. Las fuerzas productivas de que dispone no sirven ya al desarrollo de la civilización burguesa y [14] de las relaciones de propiedad burguesas; por el contrario, resultan ya demasiado poderosas para estas relaciones, que constituyen un obstáculo para su desarrollo; y cada vez que las fuerzas productivas salvan este obstáculo, precipitan en el desorden a toda la sociedad burguesa y amenazan la existencia de la propiedad burguesa. Las relaciones burguesas resultan demasiado estrechas para contener las riquezas creadas en su seno.
¿Cómo vence esta crisis la burguesía? De una parte, por la destrucción obligada de una masa de fuerzas productivas; de otra, por la conquista de nuevos mercados y la explotación más intensa de los antiguos. ¿De que modo lo hace, entonces? Preparando crisis más extensas y más violentas y disminuyendo los medios de prevenirlas.
Las armas de que se sirvió la burguesía para derribar al feudalismo se vuelven ahora contra la propia burguesía.
Pero la burguesía no ha forjado solamente las armas que deben darle muerte; ha producido también los hombres que empuñarán esas armas: los obreros modernos, los proletarios.
En la misma proporción en que se desarrolla la burguesía, es decir, el capital, desarróllase también el proletariado, la clase de los obreros modernos, que no viven sino a condición de encontrar trabajo, y lo encuentran únicamente mientras su trabajo acrecienta el capital. Estos obreros, obligados a venderse al detalle, son una mercancía como cualquier otro artículo de comercio, sujeta, por tanto, a todas las vicisitudes de la competencia, a todas las fluctuaciones del mercado.
El creciente empleo de las máquinas y la división del trabajo quitan al trabajo del proletario todo caracter substantivo y le hacen perder con ello todo atractivo para el obrero. Éste se convierte en un simple apéndice de la máquina, y sólo se le exigen las operaciones más sencillas, más monótonas y de más fácil aprendizaje. Por tanto, lo que cuesta hoy día el obrero se reduce poco más o menos a los medios de subsistencia indispensables para vivir y para perpetuar su linaje. Pero el precio del trabajo [15], como el de toda mercancía, es igual a su coste de producción. Por consiguiente, cuanto más fastidioso resulta el trabajo más bajan los salarios. Más aún, cuanto más se desenvuelven el maquinismo y la división del trabajo, más aumenta la cantidad de trabajo[16] bien mediante la prolongación de la jornada, bien por el aumento del trabajo exigido en un tiempo dado, la aceleración del movimiento de las máquinas, etc.
La industria moderna ha transformado el pequeño taller del maestro patriarcal en la gran fábrica del capitalista industrial. Masas de obreros, hacinados en la fábrica, están organizados en forma militar. Como soldados rasos de la industria, están colocados bajo la vigilancia de una jerarquía completa de oficiales y suboficiales. No son solamente esclavos de la clase burguesa, del Estado burgués, sino diariamente, a todas horas, esclavos de la máquina, del capataz y, sobre todo, del patrón de la fábrica. Y este despotismo es tanto más mezquino, odioso y exasperante, cuanto mayor es la franqueza con que proclama que no tiene otro fin que el lucro.
Cuanto menos habilidad y fuerza requiere el trabajo manual, es decir, cuanto mayor es el desarrollo de la industria moderna, mayor es la proporción en que el trabajo de los hombres es suplantado por el de las mujeres y los niños. Por lo que respecta a la clase obrera, las diferencias de edad y sexo pierden toda significación social. No hay más que instrumentos de trabajo, cuyo coste varía según la edad y el sexo.
Una vez que el obrero ha sufrido la explotación del fabricante y ha recibido su salario en metálico, se convierte en víctima de otros elementos de la burguesía: el casero, el tendero, el prestamista, etc.
Pequeños industriales, pequeños comerciantes y rentistas, artesanos y campesinos, toda la escala inferior de las clases medias de otro tiempo, caen en las filas del proletariado; unos, porque sus pequeños capitales no les alcanzan para acometer grandes empresas industriales y sucumben en la competencia con los capitalistas más fuertes; otros, porque su habilidad profesional se ve despreciada ante los nuevos métodos de producción. De tal suerte, el proletariado se recluta entre todas las clases de la población.
El proletariado pasa por diferentes etapas de desarrollo. Su lucha contra la burguesía comienza con su surgimiento.
Al principio, la lucha es entablada por obreros aislados, después, por los obreros de una misma fábrica, más tarde, por los obreros del mismo oficio de la localidad contra el burgués aislado que los explota directamente. No se contentan con dirigir sus ataques contra las relaciones burguesas de producción, y los dirigen contra los mismos instrumentos de producción [17]: destruyen las mercancías extranjeras que les hacen competencia, rompen las máquinas, incendian las fábricas, intentan reconquistar por la fuerza la posición perdida del trabajador de la Edad Media.
En esta etapa, los obreros forman una masa diseminada por todo el país y disgregada por la competencia. Si los obreros forman en masas compactas, esta acción no es todavía la consecuencia de su propia unidad, sino de la unidad de la burguesía, que para alcanzar sus propios fines políticos debe -- y por ahora aún puede -- poner en movimiento a todo el proletariado. Durante esta etapa, los proletarios no combaten, por tanto, contra sus propios enemigos, sino contra los enemigos de sus enemigos, es decir, contra los vestigios de la monarquía absoluta, los propietarios territoriales, los burgueses no industriales y los pequeños burgueses. Todo el movimiento histórico se concentra, de esta suerte, en manos de la burguesía; cada victoria alcanzada en estas condiciones es una victoria de la burguesía.
Pero la industria, en su desarrollo, no sólo acrecienta el numero de proletarios, sino que los concentra en masas considerables; su fuerza aumenta y adquieren mayor conciencia de la misma. Los intereses y las condiciones de existencia de los proletarios se igualan cada vez más a medida que la máquina va borrando las diferencias en el trabajo y reduce el salario, casi en todas partes, a un nivel igualmente bajo. Como resultado de la creciente competencia de los burgueses entre sí y de las crisis comerciales que ella ocasiona, los salarios son cada vez más fluctuantes; el constante y acelerado perfeccionamiento de la máquina coloca al obrero en situación cada vez más precaria; las colisiones individuales entre el obrero y el burgués adquieren más y más el carácter de colisiones entre dos clases. Los obreros empiezan a formar coaliciones [18] contra los burgueses y actúan en común para la de fensa de sus salarios. Llegan hasta formar asociaciones permanentes para asegurarse los medios necesarios, en previsión de estos choques circunstanciales. Aquí y allá la lucha estalla en sublevación.
dayrdan- Cantidad de envíos : 1897
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El Manifiesto Comunista 3
A veces los obreros triunfan; pero es un triunfo efímero. El verdadero resultado de sus luchas no es el éxito inmediato, sino la unión cada vez más extensa de los obreros. Esta unión es favorecida por el crecimiento de los medios de comunicación creados por la gran industria y que ponen en contacto a los obreros de diferentes localidades. Y basta ese contacto para que las numerosas luchas locales, que en todas partes revisten el mismo carácter, se centralicen en una lucha nacional, en una lucha de clases. Mas toda lucha de clases es una lucha política. Y la unión que los habitantes de las ciudades de la Edad Media, con sus caminos vecinales, tardaron siglos en establecer, los proletarios modernos, con los ferrocarriles, la llevan a cabo en unos pocos años.
Esta organización del proletariado en clase y, por tanto, en partido político, es sin cesar socavada por la competencia entre los propios obreros. Pero surge de nuevo, y siempre más fuerte, más firme, más potente. Aprovecha las disensiones intestinas de los burgueses para obligarles a reconocer por la ley algurlos intereses de la clase obrera; por ejemplo, la ley de la jornada de diez horas en Inglaterra.
En general, las colisiones en la vieja sociedad favorecen de diversas maneras el proceso de desarrollo del proletariado. La burguesía vive en lucha permanente: al principio, contra la aristocracía; después, contra aquellas fracciones de la misma burguesía, cuyos intereses entran en contradicción con los progresos de la industria, y siempre, en fin, contra la burguesía de todos los demás países. En todas estas luchas se ve forzada a apelar al proletariado, a reclamar su ayuda y a arrastrarle así al movimiento político. De tal manera, la burguesía proporciona a los proletarios los elementos de su propia educación [19], es decir, armas contra ella misma.
Además, como acabamos de ver, el progreso de la industria precipita en las filas del proletariado a capas enteras de la clase dominante, o al menos las amenaza en sus condiciones de existencia. También ellas aportan al proletariado numerosos elementos de educación [20].
Finalmente, en los períodos en que la lucha de clases se acerca a su desenlace, el proceso de desintegración de la clase dominante, de toda la vieja sociedad, adquiere un carácter tan violento y tan patente que una pequeña fracción de esa clase reniega de ella y se adhiere a la clase revolucionaria, a la clase en cuyas manos esta el porvenir. Y así como antes una parte de la nobleza se pasó a la burguesía, en nuestros días un sector de la burguesía se pasa al proletariado, particularmente ese sector de ideólogos burgueses que se han elevado teóricamente hasta la comprensión del conjunto del movimiento histórico.
De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía sólo el proletariado es una clase verdaderamente revolucionaria. Las demás clases van degenerando y desaparecen con el desarrollo de la gran industria; el proletariado, en cambio, es su producto más peculiar.
Las capas medias -- el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el artesano, el campesino --, todas ellas luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia como tales capas medias. No son, pues, revolucionarias, sino conservadoras. Más todavía, son reaccionarias, ya que pretenden volver atrás la tueda de la Historia. Son revolucionarias únicamente cuando tienen ante sí la perspectiva de su tránsito inminente al proletariado, defendiendo así no sus intereses presentes, sino sus intereses futuros, cuando abandonan sus propios puntos de vista para adoptar los del proletariado.
El lumpenproletatiado, ese producto pasivo de la putrefacción de las capas más bajas de la vieja sociedad, puede a veces ser arrastrado al movimiento por una revolución proletaria; sin embargo, en virtud de todas sus condiciones de vida está más bien dispuesto a venderse a la reacción para servir a sus maniobras.
Las condiciones de existencia de la vieja sociedad están ya abolidas en las condiciones de existencia del proletariado. El proletariado no tiene propiedad; sus relaciones con la mujer y con los hijos no tienen nada de común con las relaciones familiares burguesas; el trabajo industrial moderno, el moderno yugo del capital, que es el mismo en Inglaterra que en Francia, en Norteamérica que en Alemania, despoja al proletariado de todo carácter nacional. Las leyes, la moral, la religión son para él meros prejuicios burgueses, detrás de los cuales se ocultan otros tantos intereses de la burguesía.
Todas las clases que en el pasado lograron hacerse dominantes trataron de consolidar la situación adquirida sometiendo a toda sociedad a las condiciones de su modo de apropiación. Los proletarios no pueden conquistar las fuerzas productivas sociales, sino aboliendo su propio modo de apropiación en vigor, y, por tanto, todo modo de apropiación existente hasta nuestros días. Los proletarios no tienen nada que salvaguardar; tienen que destruir todo lo que hasta ahora ha venido garantizando y asegurando la propiedad privada existente.
Todos los movimientos han sido hasta ahora realizados por minorías o en provecho de minorías. El movimiento proletario es el movimiento independiente [21] de la inmensa mayoría en provecho de la inmensa mayoría. El proletariado, capa inferior de la sociedad actual, no puede levantarse, no puede enderezarse, sin hacer saltar toda la superestructura formada por las capas de la sociedad oficial.
Por su forma, aunque no por su contenido, la lucha del proletariado contra la burguesía es primeramente una lucha nacional. Es natural que el proletariado de cada país debe acabar en primer lugar con su propia burguesía.
Al esbozar las fases más generales del desarrollo del proletariado, hemos seguido el curso de la guerra civil más o menos oculta que se desarrolla en el seno de la sociedad existente, hasta el momento en que se transforma en una revolución abierta, y el proletariado, derrocando por la violencia a la burguesía, implanta su dominación.
Todas las sociedades anteriores, como hemos visto, han descansado en el antagonismo entre clases opresoras y oprimidas. Mas para oprimir a una clase, es preciso asegurarle , unas condiciones que le permitan, por lo menos, arrastrar su existencia de esclavitud. El siervo, en pleno régimen de servidumbre, llegó a miembro de la comuna, lo mismo que el pequeño burgués llegó a elevarse a la categoría de burgués bajo el yugo del absolutismo feudal. El obrero moderno, por el contrario, lejos de elevarse con el progreso de la industria, desciende siempre más y más por debajo de las condiciones de vida de su propia clase. El trabajador cae en la miseria, y el pauperismo crece más rápidamente todavía que la población y la riqueza. Es, pues, evidente que la burguesía ya no es capaz de seguir desempeñando el papel de clase dominante de la sociedad ni de imponer a ésta, como ley reguladora, las condiciones de existencia de su clase. No es capaz de dominar, porque no es capaz de asegurar a su esclavo la existencia ni siquiera dentro del marco de la esclavitud, porque se ve obligada a dejarle decaer hasta el punto de tener que mantenerle, en lugar de ser mantenida por él. La sociedad ya no puede vivir bajo su dominación; lo que equivale a decir que la existencia de la burguesía es, en lo sucesivo, incompatible con la de la sociedad.
La condición esencial de la existencia y de la dominación de la clase burguesa es la acumulación de la riqueza en manos de particulares [22], la formación y el acrecentamiento del capital. La condición de existencia del capital es el trabajo asalariado. El trabajo asalariado descansa exclusivamente sobre la competencia de los obreros entre sí. El progreso de la industria, del que la burguesía, incapaz de oponérsele, es agente involuntario, sustituye el aislamiento de los obreros, resultante de la competencia, por su unión revolucionaria mediante la asociación. Así, el desarrollo de la gran industria socava bajo los pies de la burguesía las bases sobre las que ésta produce y se apropia lo producido. La burguesía produce, ante todo, sus propios sepultureros. Su hundimiento y la victoria del proletariado son igualmente inevitables.
Esta organización del proletariado en clase y, por tanto, en partido político, es sin cesar socavada por la competencia entre los propios obreros. Pero surge de nuevo, y siempre más fuerte, más firme, más potente. Aprovecha las disensiones intestinas de los burgueses para obligarles a reconocer por la ley algurlos intereses de la clase obrera; por ejemplo, la ley de la jornada de diez horas en Inglaterra.
En general, las colisiones en la vieja sociedad favorecen de diversas maneras el proceso de desarrollo del proletariado. La burguesía vive en lucha permanente: al principio, contra la aristocracía; después, contra aquellas fracciones de la misma burguesía, cuyos intereses entran en contradicción con los progresos de la industria, y siempre, en fin, contra la burguesía de todos los demás países. En todas estas luchas se ve forzada a apelar al proletariado, a reclamar su ayuda y a arrastrarle así al movimiento político. De tal manera, la burguesía proporciona a los proletarios los elementos de su propia educación [19], es decir, armas contra ella misma.
Además, como acabamos de ver, el progreso de la industria precipita en las filas del proletariado a capas enteras de la clase dominante, o al menos las amenaza en sus condiciones de existencia. También ellas aportan al proletariado numerosos elementos de educación [20].
Finalmente, en los períodos en que la lucha de clases se acerca a su desenlace, el proceso de desintegración de la clase dominante, de toda la vieja sociedad, adquiere un carácter tan violento y tan patente que una pequeña fracción de esa clase reniega de ella y se adhiere a la clase revolucionaria, a la clase en cuyas manos esta el porvenir. Y así como antes una parte de la nobleza se pasó a la burguesía, en nuestros días un sector de la burguesía se pasa al proletariado, particularmente ese sector de ideólogos burgueses que se han elevado teóricamente hasta la comprensión del conjunto del movimiento histórico.
De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía sólo el proletariado es una clase verdaderamente revolucionaria. Las demás clases van degenerando y desaparecen con el desarrollo de la gran industria; el proletariado, en cambio, es su producto más peculiar.
Las capas medias -- el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el artesano, el campesino --, todas ellas luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia como tales capas medias. No son, pues, revolucionarias, sino conservadoras. Más todavía, son reaccionarias, ya que pretenden volver atrás la tueda de la Historia. Son revolucionarias únicamente cuando tienen ante sí la perspectiva de su tránsito inminente al proletariado, defendiendo así no sus intereses presentes, sino sus intereses futuros, cuando abandonan sus propios puntos de vista para adoptar los del proletariado.
El lumpenproletatiado, ese producto pasivo de la putrefacción de las capas más bajas de la vieja sociedad, puede a veces ser arrastrado al movimiento por una revolución proletaria; sin embargo, en virtud de todas sus condiciones de vida está más bien dispuesto a venderse a la reacción para servir a sus maniobras.
Las condiciones de existencia de la vieja sociedad están ya abolidas en las condiciones de existencia del proletariado. El proletariado no tiene propiedad; sus relaciones con la mujer y con los hijos no tienen nada de común con las relaciones familiares burguesas; el trabajo industrial moderno, el moderno yugo del capital, que es el mismo en Inglaterra que en Francia, en Norteamérica que en Alemania, despoja al proletariado de todo carácter nacional. Las leyes, la moral, la religión son para él meros prejuicios burgueses, detrás de los cuales se ocultan otros tantos intereses de la burguesía.
Todas las clases que en el pasado lograron hacerse dominantes trataron de consolidar la situación adquirida sometiendo a toda sociedad a las condiciones de su modo de apropiación. Los proletarios no pueden conquistar las fuerzas productivas sociales, sino aboliendo su propio modo de apropiación en vigor, y, por tanto, todo modo de apropiación existente hasta nuestros días. Los proletarios no tienen nada que salvaguardar; tienen que destruir todo lo que hasta ahora ha venido garantizando y asegurando la propiedad privada existente.
Todos los movimientos han sido hasta ahora realizados por minorías o en provecho de minorías. El movimiento proletario es el movimiento independiente [21] de la inmensa mayoría en provecho de la inmensa mayoría. El proletariado, capa inferior de la sociedad actual, no puede levantarse, no puede enderezarse, sin hacer saltar toda la superestructura formada por las capas de la sociedad oficial.
Por su forma, aunque no por su contenido, la lucha del proletariado contra la burguesía es primeramente una lucha nacional. Es natural que el proletariado de cada país debe acabar en primer lugar con su propia burguesía.
Al esbozar las fases más generales del desarrollo del proletariado, hemos seguido el curso de la guerra civil más o menos oculta que se desarrolla en el seno de la sociedad existente, hasta el momento en que se transforma en una revolución abierta, y el proletariado, derrocando por la violencia a la burguesía, implanta su dominación.
Todas las sociedades anteriores, como hemos visto, han descansado en el antagonismo entre clases opresoras y oprimidas. Mas para oprimir a una clase, es preciso asegurarle , unas condiciones que le permitan, por lo menos, arrastrar su existencia de esclavitud. El siervo, en pleno régimen de servidumbre, llegó a miembro de la comuna, lo mismo que el pequeño burgués llegó a elevarse a la categoría de burgués bajo el yugo del absolutismo feudal. El obrero moderno, por el contrario, lejos de elevarse con el progreso de la industria, desciende siempre más y más por debajo de las condiciones de vida de su propia clase. El trabajador cae en la miseria, y el pauperismo crece más rápidamente todavía que la población y la riqueza. Es, pues, evidente que la burguesía ya no es capaz de seguir desempeñando el papel de clase dominante de la sociedad ni de imponer a ésta, como ley reguladora, las condiciones de existencia de su clase. No es capaz de dominar, porque no es capaz de asegurar a su esclavo la existencia ni siquiera dentro del marco de la esclavitud, porque se ve obligada a dejarle decaer hasta el punto de tener que mantenerle, en lugar de ser mantenida por él. La sociedad ya no puede vivir bajo su dominación; lo que equivale a decir que la existencia de la burguesía es, en lo sucesivo, incompatible con la de la sociedad.
La condición esencial de la existencia y de la dominación de la clase burguesa es la acumulación de la riqueza en manos de particulares [22], la formación y el acrecentamiento del capital. La condición de existencia del capital es el trabajo asalariado. El trabajo asalariado descansa exclusivamente sobre la competencia de los obreros entre sí. El progreso de la industria, del que la burguesía, incapaz de oponérsele, es agente involuntario, sustituye el aislamiento de los obreros, resultante de la competencia, por su unión revolucionaria mediante la asociación. Así, el desarrollo de la gran industria socava bajo los pies de la burguesía las bases sobre las que ésta produce y se apropia lo producido. La burguesía produce, ante todo, sus propios sepultureros. Su hundimiento y la victoria del proletariado son igualmente inevitables.
dayrdan- Cantidad de envíos : 1897
Fecha de inscripción : 07/12/2007
Leí el principio....
Leí el principio....y ya no puedo concordar con el nuevo manifiesto.
La lucha entre la burguesía y el proletariado es un concepto pobre y no aplicable a nuestra realidad. El nuevo manifiesto parece haber sido redactado en el siglo 19: "Nuestra época, la época de la burguesía, se distingue, sin embargo, por haber simplificado las contradicciones de clase. Toda la sociedad va dividiéndose, cada vez más, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases, que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado..."
Y aún así hace aseveraciones históricas erróneas. Como un ejemplo podemos apresurarnos a resaltar la falta de la existencia de la Iglesia, con todo su poder estructura y clase social que contiene.
No dá para mucho más. Los comunistas siguen con los mismos versos apolillados y equivocados y ya que estamos hacen lo opuesto a lo que predican. Y también han agregado una nueva clase social: los Burócratas del Partido (recordar la urss)
Voltaire
La lucha entre la burguesía y el proletariado es un concepto pobre y no aplicable a nuestra realidad. El nuevo manifiesto parece haber sido redactado en el siglo 19: "Nuestra época, la época de la burguesía, se distingue, sin embargo, por haber simplificado las contradicciones de clase. Toda la sociedad va dividiéndose, cada vez más, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases, que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado..."
Y aún así hace aseveraciones históricas erróneas. Como un ejemplo podemos apresurarnos a resaltar la falta de la existencia de la Iglesia, con todo su poder estructura y clase social que contiene.
No dá para mucho más. Los comunistas siguen con los mismos versos apolillados y equivocados y ya que estamos hacen lo opuesto a lo que predican. Y también han agregado una nueva clase social: los Burócratas del Partido (recordar la urss)
Voltaire
VOLTAIRE- Cantidad de envíos : 981
Fecha de inscripción : 02/12/2007
Alan Woods en Cuba exhalta vigencia del Manifiesto Comunista
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dayrdan- Cantidad de envíos : 1897
Fecha de inscripción : 07/12/2007
LÓGICO, QUÉ VA A DECIR
LÓGICO, QUÉ VA A DECIR EL AUTOR PREFERIDO DE THE BIG Y DEL MUY STALINISTA YORUGUA2 QUE HACE TRABAJO DE INTELIGENCIA STALINISTA PARA ATEMORIZAR A LA DISIDENCIA DEL GOBIERNO DE DERECHA NEOLIBERAL
Alan Woods (n. Swansea, Gales, 1944) es político trotskista, escritor británico y dirigente galés de la Corriente Marxista Internacional.
SI NO TOMAN EN CUENTA A LA IGLESIA COMO UNA CLASE SOCIAL ENEMIGA, NI RECONOCEN EL FRACASO DE "LA NUEVA CLASE" GENERADA POR LA URSS, EN MI OPINIÓN EL TAL MANIFIESTO ES UN MAMARRACHO....HASTA QUE ME DEMUESTREN LO CONTRARIO Y YO PEDIRÉ DISCULPAS. POR ALGO LA MASONERÍA ESTÁ LLENA DE COMUNISTAS MEZCLADOS CON TORTURADORES. POR FAVOR! Y ESTOS PERSONAJES SIGUEN HABLANDO DE BURGUESÍA VS. PROLETARIADO. SI HASTA REYES TENEMOS CON PODER DENTRO DE BILDENBERG. SIGUEN CON LOS LIBROS CON OLOR A NAFTALINA.
VOLTAIRE
Alan Woods (n. Swansea, Gales, 1944) es político trotskista, escritor británico y dirigente galés de la Corriente Marxista Internacional.
SI NO TOMAN EN CUENTA A LA IGLESIA COMO UNA CLASE SOCIAL ENEMIGA, NI RECONOCEN EL FRACASO DE "LA NUEVA CLASE" GENERADA POR LA URSS, EN MI OPINIÓN EL TAL MANIFIESTO ES UN MAMARRACHO....HASTA QUE ME DEMUESTREN LO CONTRARIO Y YO PEDIRÉ DISCULPAS. POR ALGO LA MASONERÍA ESTÁ LLENA DE COMUNISTAS MEZCLADOS CON TORTURADORES. POR FAVOR! Y ESTOS PERSONAJES SIGUEN HABLANDO DE BURGUESÍA VS. PROLETARIADO. SI HASTA REYES TENEMOS CON PODER DENTRO DE BILDENBERG. SIGUEN CON LOS LIBROS CON OLOR A NAFTALINA.
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VOLTAIRE- Cantidad de envíos : 981
Fecha de inscripción : 02/12/2007
El Manifiesto Comunista cumplió 160 años
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dayrdan- Cantidad de envíos : 1897
Fecha de inscripción : 07/12/2007
¿Ha muerto “cristianamente” el Manifiesto Comunista?
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dayrdan- Cantidad de envíos : 1897
Fecha de inscripción : 07/12/2007
¿Ha muerto “cristianamente” el Manifiesto Comunista? 2
Cuando en la lucha de clases, alguna le disputa el poder político a otra, sobre todo por medio de una revolución violenta, a la burguesía o a la que detente la supremacía de mando para su exclusivo beneficio y en perjuicio de los explotados y oprimidos, y sufre una derrota, se impone un período de reflujo y de repliegue político no sólo para la masa de hombres y mujeres que la integran (como clase y su partido político), sino también corren los mismos riesgos los textos científicos, sociológicos, políticos, históricos, filosóficos o ideológicos en general, tal como le aconteció al Manifiesto Comunista, que justifiquen teóricamente la revolución que ha sido momentáneamente derrotada. Las leyes de excepción contra los socialistas no sólo fueron aplicadas en Europa, sino también más allá de sus fronteras, en otros continentes y eso implicaba, entre otras medidas de represión y de “moralidad” burguesas, la ilegalidad con su derecho a condena jurídica de toda publicación y circulación, lectura y estudio, de todo material contentivo de las ideas revolucionarias del socialismo o comunismo.
La crítica teórica cierta dispara sus ráfagas al pecho de quienes hacen del hombre una mercancía para expoliarla y arrancarle el fruto de su fuerza de trabajo. A eso se debe, entre otras cosas, que el Manifiesto Comunista, también como militante activo de las filas proletarias y comunistas, tuviera que vivir tiempos de clandestinidad y fugitivo para no arder en los crematorios públicos burgueses, donde éstos no hubieran podido evitar tampoco que sus páginas hicieran un tricolor (amarillo, azul y rojo) significando la riqueza, la esperanza y la sangre de la lucha heroica del proletariado por una sociedad nueva, comunista. Su contenido ya estaba impregnado de calor obrero en la conciencia de éste. La literatura siempre y en todos los tiempos de la lucha de clases, será un arma poderosa de combate tan pronto prende en la conciencia de los pueblos. “Sin teoría revolucionaria no existe movimiento revolucionario”, lo dijo Lenin y no se equivocó.
Las ideas de Cristo, como las de cualquier otro “profeta” que quiere redimir su pueblo de la explotación y opresión, según los creyentes y cuidadosos estudiosos de sus postulados revolucionarios, fueron reprimidas con violencia atroz por la intelectualidad y las fuerzas del orden del Imperio Romano, porque contenían esbozadas las reivindicaciones, objetivos y tendencias de los explotados y oprimidos por su liberación. Que los apóstoles, como luego los revisionistas con el marxismo, hayan tergiversado y situado las ideas de Jesús al servicio de clases y regímenes de despotismo social, no es culpa del “profeta” sino de sus discípulos que fueron asimilados, como cualquier aristócrata obrero, para que hicieran bien su papel de predicadores del Imperio dentro de la inmensa masa del proletariado indigente. Constantino, para contribuir a la manutención del Imperio Romano y reducir a la mínima expresión del potencial progresivo y revolucionario del fenómeno cristianismo, lo declaró religión oficial del Estado. Los obispos lo premiaron llamándole “El Grande” y se extasiaron de conformismo en los banquetes del Emperador, olvidándose de las necesidades apremiantes de la masa explotada y oprimida de manera salvaje durante siglos por el Imperio Romano. Lo mismo sucedió con las ideas de la Ilustración, especialmente con las de Rousseau, en tiempo de la lucha por la Independencia de las colonias latinoamericanas de España. ¿Qué se decía de Rousseau y sus obras? en un edicto aparecido el 16 de diciembre de 1803 en “La Gaceta de México” 45 años antes de aparecer el Manifiesto Comunista: “Asimismo renovamos la prohibición, aun para los que tienen licencia de leer libros prohibidos, de otro titulado el Contrato Social o principios del Derecho político, traducido al castellano, e impreso en Londres año de 1799. Esta obra es de Juan Jacobo Rousseau, prohibida en Roma por Decreto de 16 de junio de 1766, y comprendida en la prohibición general que la inquisición de España publicó el año de 1764 de todas las obras de este filósofo, deísta y revolucionario, y la traducción lo está en la Regla 13 del expurgatorio; pero merece especial anatema, porque no solamente renueva el sistema pernicioso antisocial e irreligioso de Rousseau, sino porque este traductor anima a los fieles vasallos de S. M., a sublevarse y sacudir la suave dominación de nuestros reyes, imputándola el odioso nombre de despotismo, y excitándoles a romper, como él dice, las trabas y los grillos del Sacerdocio y de la Inquisición...” Preguntémonos: ¿Qué podría esperarse, como comportamiento de odio práctico y teórico, de la burguesía frente a un texto como el Manifiesto Comunista, que plantea la eliminación de toda forma de explotación y opresión sociales, llámese como se llame?
Repuesto de golpes y persecuciones, en medio de la represión incluso, el Manifiesto Comunista volvió a ser un fenómeno no ya recorriendo Europa, sino una gran parte del mundo. La revolución de Octubre el 1917, luego de la sangrienta experiencia de 1871 en Francia con la Comuna de París, fue la más grandiosa y hermosa risa del Manifiesto Comunista contra sus detractores. Como no lo habían pensado sus autores, en el inicio de su nacimiento, aquél haciéndose su camino entró a los escenarios dominados por el zarismo llevando su contenido de rebeldía revolucionaria a la conciencia de proletarios, núcleos de campesinos y a una intelectualidad que se puso al completo servicio de la causa comunista. Décadas después, con el triunfo de la Revolución Cubana en 1959, el Manifiesto Comunista se abrió paso con violencia revolucionaria en casi toda América Latina y el Caribe dejando, a pesar de las derrotas, huellas irrebatibles de su vigencia iniciada en 1848 contra la sociedad moderna capitalista en la vieja Europa de castillos medievales, industrias exitosas, mariscales asesinos de obreros, recuerdos imperiales y colonizadora de pueblos enteros. Sin embargo, aun en medio de las derrotas de los movimientos revolucionarios proletarios por el socialismo, el mito de que lo más necesario es lo superfluo, encontró su sepultura para dormir tranquilo en la paz del Señor.
El mundo, durante casi todo el siglo XX, dividido en dos grandes campos (capitalismo imperialista occidental y campo “socialista” oriental), se disputaron no sólo el derecho al poder político mundial y las razones económicas de la vida, sino también el deber de supremacía de unas ideas sobre otras. Allí estaba el Manifiesto Comunista, arma en mano y en cada barricada o frente de lucha, cumpliendo con su papel y su obra revolucionarios. Lamentablemente sus hijos, sus nietos y sus biznietos, aquel texto fiel al pensamiento marxista verdaderamente revolucionario, no sólo era sometido a los rigores y tropelías de la persecución del imperialismo capitalista, sino igualmente del termidor burocrático soviético. De la misma manera, por lo menos, casi toda la literatura marxista o comunista sufrió de la tergiversación mal intencionada tratando de arrancarle o despojarle de su verdadero contenido para imprimirle el sello degradante de la antihistórica literatura de la cruel y fallida teoría del “socialismo en un solo país”. Nuevamente, con la derrota de los movimientos revolucionarios epígonos del termidor soviético que seguían las “sagradas escrituras” del revisionismo, el Manifiesto Comunista y varios de los textos fieles al pensamiento marxista, tuvieron que sufrir la represión y persecución de leyes que no necesitaron ser legisladas en congresos para ser aplicadas con rigor y odio capitalistas contra los comunistas. Había, siguiendo también la doctrina del imperialismo estadounidense, que execrar toda la literatura revolucionaria marxista de toda la faz de la tierra. No pocas veces el Manifiesto Comunista, negada para siempre su entrada al reino de los cielos y prohibida jurídicamente en el limbo, ha tenido que andar batiéndose a tiro limpio para salvarse de los cercos tendidos en el purgatorio y en el infierno, donde Dante, sin notificárselo al Diablo, sintió simpatía por su contenido como también por Marx y Engels.
La historia no es jamás una sola época o un solo estadio ni mucho menos un proceso estático que niegue la evolución, la interrelación o concatenación de los fenómenos de la naturaleza, y, menos, los cambios que se producen en la sociedad y en el pensamiento. Los saltos saben esperar las corrientes en un recodo donde producen su brinco no dependiendo de la voluntad de los hombres sino de realidades y desarrollos objetivos que son superiores cualitativamente en el arranque de las corrientes de aguas históricas y sociales. La historia es una sucesión de hechos y épocas más que de hombres aislados, donde pueblos casi enteros superan una forma de vida con otra más nueva y de características diferentes a las pasadas.
El mundo actual, llamado postmoderno, lo caracteriza el salvaje predominio de la globalización del capitalismo imperialista. El desarrollo de las fuerzas productivas entró, para siempre, en profunda contradicción antagónica con las relaciones de producción y las fronteras capitalistas. Nada que se haga en la luna o en la carrera espacial podrá servir al capitalismo para salvarse de sus crisis de terapia intensiva y de su equivocado afán de perpetuarse en el poder económico, político e ideológico en el mundo Tierra y que él mismo, ha prostituido y anarquizado hasta la saciedad. El capitalismo del Infierno, lo descubrió la insurrección de Octubre de 2000 en las actas diplomáticas encontradas y revisadas al derrotar por toda la eternidad el poder omnipotente del Diablo, resultó ser menos oprobioso y criminal y despótico que el de la burguesía en la Tierra.
La crítica teórica cierta dispara sus ráfagas al pecho de quienes hacen del hombre una mercancía para expoliarla y arrancarle el fruto de su fuerza de trabajo. A eso se debe, entre otras cosas, que el Manifiesto Comunista, también como militante activo de las filas proletarias y comunistas, tuviera que vivir tiempos de clandestinidad y fugitivo para no arder en los crematorios públicos burgueses, donde éstos no hubieran podido evitar tampoco que sus páginas hicieran un tricolor (amarillo, azul y rojo) significando la riqueza, la esperanza y la sangre de la lucha heroica del proletariado por una sociedad nueva, comunista. Su contenido ya estaba impregnado de calor obrero en la conciencia de éste. La literatura siempre y en todos los tiempos de la lucha de clases, será un arma poderosa de combate tan pronto prende en la conciencia de los pueblos. “Sin teoría revolucionaria no existe movimiento revolucionario”, lo dijo Lenin y no se equivocó.
Las ideas de Cristo, como las de cualquier otro “profeta” que quiere redimir su pueblo de la explotación y opresión, según los creyentes y cuidadosos estudiosos de sus postulados revolucionarios, fueron reprimidas con violencia atroz por la intelectualidad y las fuerzas del orden del Imperio Romano, porque contenían esbozadas las reivindicaciones, objetivos y tendencias de los explotados y oprimidos por su liberación. Que los apóstoles, como luego los revisionistas con el marxismo, hayan tergiversado y situado las ideas de Jesús al servicio de clases y regímenes de despotismo social, no es culpa del “profeta” sino de sus discípulos que fueron asimilados, como cualquier aristócrata obrero, para que hicieran bien su papel de predicadores del Imperio dentro de la inmensa masa del proletariado indigente. Constantino, para contribuir a la manutención del Imperio Romano y reducir a la mínima expresión del potencial progresivo y revolucionario del fenómeno cristianismo, lo declaró religión oficial del Estado. Los obispos lo premiaron llamándole “El Grande” y se extasiaron de conformismo en los banquetes del Emperador, olvidándose de las necesidades apremiantes de la masa explotada y oprimida de manera salvaje durante siglos por el Imperio Romano. Lo mismo sucedió con las ideas de la Ilustración, especialmente con las de Rousseau, en tiempo de la lucha por la Independencia de las colonias latinoamericanas de España. ¿Qué se decía de Rousseau y sus obras? en un edicto aparecido el 16 de diciembre de 1803 en “La Gaceta de México” 45 años antes de aparecer el Manifiesto Comunista: “Asimismo renovamos la prohibición, aun para los que tienen licencia de leer libros prohibidos, de otro titulado el Contrato Social o principios del Derecho político, traducido al castellano, e impreso en Londres año de 1799. Esta obra es de Juan Jacobo Rousseau, prohibida en Roma por Decreto de 16 de junio de 1766, y comprendida en la prohibición general que la inquisición de España publicó el año de 1764 de todas las obras de este filósofo, deísta y revolucionario, y la traducción lo está en la Regla 13 del expurgatorio; pero merece especial anatema, porque no solamente renueva el sistema pernicioso antisocial e irreligioso de Rousseau, sino porque este traductor anima a los fieles vasallos de S. M., a sublevarse y sacudir la suave dominación de nuestros reyes, imputándola el odioso nombre de despotismo, y excitándoles a romper, como él dice, las trabas y los grillos del Sacerdocio y de la Inquisición...” Preguntémonos: ¿Qué podría esperarse, como comportamiento de odio práctico y teórico, de la burguesía frente a un texto como el Manifiesto Comunista, que plantea la eliminación de toda forma de explotación y opresión sociales, llámese como se llame?
Repuesto de golpes y persecuciones, en medio de la represión incluso, el Manifiesto Comunista volvió a ser un fenómeno no ya recorriendo Europa, sino una gran parte del mundo. La revolución de Octubre el 1917, luego de la sangrienta experiencia de 1871 en Francia con la Comuna de París, fue la más grandiosa y hermosa risa del Manifiesto Comunista contra sus detractores. Como no lo habían pensado sus autores, en el inicio de su nacimiento, aquél haciéndose su camino entró a los escenarios dominados por el zarismo llevando su contenido de rebeldía revolucionaria a la conciencia de proletarios, núcleos de campesinos y a una intelectualidad que se puso al completo servicio de la causa comunista. Décadas después, con el triunfo de la Revolución Cubana en 1959, el Manifiesto Comunista se abrió paso con violencia revolucionaria en casi toda América Latina y el Caribe dejando, a pesar de las derrotas, huellas irrebatibles de su vigencia iniciada en 1848 contra la sociedad moderna capitalista en la vieja Europa de castillos medievales, industrias exitosas, mariscales asesinos de obreros, recuerdos imperiales y colonizadora de pueblos enteros. Sin embargo, aun en medio de las derrotas de los movimientos revolucionarios proletarios por el socialismo, el mito de que lo más necesario es lo superfluo, encontró su sepultura para dormir tranquilo en la paz del Señor.
El mundo, durante casi todo el siglo XX, dividido en dos grandes campos (capitalismo imperialista occidental y campo “socialista” oriental), se disputaron no sólo el derecho al poder político mundial y las razones económicas de la vida, sino también el deber de supremacía de unas ideas sobre otras. Allí estaba el Manifiesto Comunista, arma en mano y en cada barricada o frente de lucha, cumpliendo con su papel y su obra revolucionarios. Lamentablemente sus hijos, sus nietos y sus biznietos, aquel texto fiel al pensamiento marxista verdaderamente revolucionario, no sólo era sometido a los rigores y tropelías de la persecución del imperialismo capitalista, sino igualmente del termidor burocrático soviético. De la misma manera, por lo menos, casi toda la literatura marxista o comunista sufrió de la tergiversación mal intencionada tratando de arrancarle o despojarle de su verdadero contenido para imprimirle el sello degradante de la antihistórica literatura de la cruel y fallida teoría del “socialismo en un solo país”. Nuevamente, con la derrota de los movimientos revolucionarios epígonos del termidor soviético que seguían las “sagradas escrituras” del revisionismo, el Manifiesto Comunista y varios de los textos fieles al pensamiento marxista, tuvieron que sufrir la represión y persecución de leyes que no necesitaron ser legisladas en congresos para ser aplicadas con rigor y odio capitalistas contra los comunistas. Había, siguiendo también la doctrina del imperialismo estadounidense, que execrar toda la literatura revolucionaria marxista de toda la faz de la tierra. No pocas veces el Manifiesto Comunista, negada para siempre su entrada al reino de los cielos y prohibida jurídicamente en el limbo, ha tenido que andar batiéndose a tiro limpio para salvarse de los cercos tendidos en el purgatorio y en el infierno, donde Dante, sin notificárselo al Diablo, sintió simpatía por su contenido como también por Marx y Engels.
La historia no es jamás una sola época o un solo estadio ni mucho menos un proceso estático que niegue la evolución, la interrelación o concatenación de los fenómenos de la naturaleza, y, menos, los cambios que se producen en la sociedad y en el pensamiento. Los saltos saben esperar las corrientes en un recodo donde producen su brinco no dependiendo de la voluntad de los hombres sino de realidades y desarrollos objetivos que son superiores cualitativamente en el arranque de las corrientes de aguas históricas y sociales. La historia es una sucesión de hechos y épocas más que de hombres aislados, donde pueblos casi enteros superan una forma de vida con otra más nueva y de características diferentes a las pasadas.
El mundo actual, llamado postmoderno, lo caracteriza el salvaje predominio de la globalización del capitalismo imperialista. El desarrollo de las fuerzas productivas entró, para siempre, en profunda contradicción antagónica con las relaciones de producción y las fronteras capitalistas. Nada que se haga en la luna o en la carrera espacial podrá servir al capitalismo para salvarse de sus crisis de terapia intensiva y de su equivocado afán de perpetuarse en el poder económico, político e ideológico en el mundo Tierra y que él mismo, ha prostituido y anarquizado hasta la saciedad. El capitalismo del Infierno, lo descubrió la insurrección de Octubre de 2000 en las actas diplomáticas encontradas y revisadas al derrotar por toda la eternidad el poder omnipotente del Diablo, resultó ser menos oprobioso y criminal y despótico que el de la burguesía en la Tierra.
dayrdan- Cantidad de envíos : 1897
Fecha de inscripción : 07/12/2007
¿Ha muerto “cristianamente” el Manifiesto Comunista? 3
Al mundo postmoderno no le queda otra alternativa que pasar al reino del comunismo en su primera etapa de socialismo. Casi todas las condiciones objetivas (desarrollo económico) están dadas y de manera óptimas en algunas naciones altamente avanzadas. Sólo faltan complementar las subjetivas (conciencia, organización, y dirección revolucionarias), para que armonizándose con las objetivas, puedan los pueblos no sólo asaltar el poder en la Tierra, sino también en todos los demás reinos del universo que no han sido emancipados para hacerse humanidad completa y eterna, enterrando para siempre y boca abajo, bajo tonadas de Francisco el hombre y otros cantos luminosos de Revolución, todas las utopías de sus enemigos de clase y del destino histórico. ¡He allí la vigencia del Manifiesto Comunista que el proletariado mundial algún día hará realidad, no sólo emancipándose a sí mismo sino, al mismo tiempo, emancipando a la humanidad entera de toda explotación y opresión de clases y de todas las supersticiones que halagan y premian la ignorancia y la desmemoria!
Con el derrumbe de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y la caída del muro de Berlín y cierto fortalecimiento de las naciones más poderosas del campo capitalista imperialista, se creyó, y lo anunciaron no sólo los ideológicos burgueses sino los allegados y gratificados del extinguido campo “socialista” para hacer el coro de fuentes tergiversadoras del marxismo, que el Manifiesto Comunista había tenido una muerte suave y silenciosa en un sillón cuando trataba de descubrir nuevos laberintos para mantenerse en pie de lucha, y que su entierro no había sido acompañado de una marcha fúnebre sino con un canto nupcial de burla, porque se pensó que iba directo y sin escala a un cementerio de Highgate en una zona del este londinense del infierno inglés capitalista. Las Sagradas Escrituras ya están, en boca de los obispos y no de la mayoría de los curas, adaptadas a las necesidades y exigencias del postmodernismo capitalista imperialista salvaje, porque así lo dispuso el “Dios-dinero” de la burguesía y no el Dios que anda clandestino y viviendo de puros milagros pregonando redención social. Así, la burguesía y los revisionistas epígonos del capitalismo, no se percataron que el Manifiesto Comunista no estaba muerto ni tampoco estaba de parranda, sino reponiéndose de sus heridas para volver a la palestra mundial porque, precisamente, con las muertes de Marx y Engels, tenía, sobre el dolor de la pérdida de sus progenitores, que asirse de juventud rebelde y revolucionaria por toda la existencia de la lucha de clases como arma teórica de gran impulso de conciencia y práctica por la revolución proletaria.
El Manifiesto Comunista ha demostrado tener su propia historia. Su primera prueba de ser relegado la sufrió a causa de la reacción que continuó a la derrota del proletariado parisino en Junio de 1848 y en 1852 proscrito “de derecho” en el juicio condenatorio a once comunistas en Colonia bajo los argumentos y maquinaciones judiciales extremadamente extrañas del gobierno prusiano. Desde entonces su lucha de sobrevivencia ha pasado todas las pruebas y etapas de represión y pogromos llevados a cabo por la burguesía en el mundo entero.
Y el Gobierno prusiano lo sabe. Por eso los once detenidos han estado incomunicados durante dieciocho meses que las autoridades han aprovechado para las maquinaciones judiciales más raras. Imagínense que después de ocho meses de presidio, los detenidos han estado encarcelados varios meses más para proseguir las pesquisas ¡«por falta de pruebas de delito alguno contra ellos»! Y cuando, al fin, les hicieron comparecer ante el jurado, no les pudieron imputar un solo acto premeditado de carácter traicionero. Así y todo, fueron condenados, y ahora verán de qué manera.
Hoy, cuando sufrimos los rigores y estragos de los diablos del capitalismo imperialista globalizado y salvaje, el Manifiesto Comunista está más vivo que nunca, más vigente que antes, más combativo que en tiempos pasados, porque el proletariado mundial se está jugando su última carta en un partido en que su derrota sería como un suplicio de infierno eterno.
Con el derrumbe de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y la caída del muro de Berlín y cierto fortalecimiento de las naciones más poderosas del campo capitalista imperialista, se creyó, y lo anunciaron no sólo los ideológicos burgueses sino los allegados y gratificados del extinguido campo “socialista” para hacer el coro de fuentes tergiversadoras del marxismo, que el Manifiesto Comunista había tenido una muerte suave y silenciosa en un sillón cuando trataba de descubrir nuevos laberintos para mantenerse en pie de lucha, y que su entierro no había sido acompañado de una marcha fúnebre sino con un canto nupcial de burla, porque se pensó que iba directo y sin escala a un cementerio de Highgate en una zona del este londinense del infierno inglés capitalista. Las Sagradas Escrituras ya están, en boca de los obispos y no de la mayoría de los curas, adaptadas a las necesidades y exigencias del postmodernismo capitalista imperialista salvaje, porque así lo dispuso el “Dios-dinero” de la burguesía y no el Dios que anda clandestino y viviendo de puros milagros pregonando redención social. Así, la burguesía y los revisionistas epígonos del capitalismo, no se percataron que el Manifiesto Comunista no estaba muerto ni tampoco estaba de parranda, sino reponiéndose de sus heridas para volver a la palestra mundial porque, precisamente, con las muertes de Marx y Engels, tenía, sobre el dolor de la pérdida de sus progenitores, que asirse de juventud rebelde y revolucionaria por toda la existencia de la lucha de clases como arma teórica de gran impulso de conciencia y práctica por la revolución proletaria.
El Manifiesto Comunista ha demostrado tener su propia historia. Su primera prueba de ser relegado la sufrió a causa de la reacción que continuó a la derrota del proletariado parisino en Junio de 1848 y en 1852 proscrito “de derecho” en el juicio condenatorio a once comunistas en Colonia bajo los argumentos y maquinaciones judiciales extremadamente extrañas del gobierno prusiano. Desde entonces su lucha de sobrevivencia ha pasado todas las pruebas y etapas de represión y pogromos llevados a cabo por la burguesía en el mundo entero.
Y el Gobierno prusiano lo sabe. Por eso los once detenidos han estado incomunicados durante dieciocho meses que las autoridades han aprovechado para las maquinaciones judiciales más raras. Imagínense que después de ocho meses de presidio, los detenidos han estado encarcelados varios meses más para proseguir las pesquisas ¡«por falta de pruebas de delito alguno contra ellos»! Y cuando, al fin, les hicieron comparecer ante el jurado, no les pudieron imputar un solo acto premeditado de carácter traicionero. Así y todo, fueron condenados, y ahora verán de qué manera.
Hoy, cuando sufrimos los rigores y estragos de los diablos del capitalismo imperialista globalizado y salvaje, el Manifiesto Comunista está más vivo que nunca, más vigente que antes, más combativo que en tiempos pasados, porque el proletariado mundial se está jugando su última carta en un partido en que su derrota sería como un suplicio de infierno eterno.
dayrdan- Cantidad de envíos : 1897
Fecha de inscripción : 07/12/2007
¿Ha muerto “cristianamente” el Manifiesto Comunista? 4
Es cierto que desde el nacimiento del Manifiesto Comunista en 1848, ha pasado ya más de siglo y medio y se han producido grandes cambios en el mundo y de diversos géneros. Cuando Marx y Engels, sobre todo del primero que es el padre creador del marxismo, no era imaginable la globalización del capitalismo imperialista al nivel que ha alcanzado en la actualidad, pero sí de grandes momentos revolucionarios en que se creyó que el triunfo de la revolución proletaria empezaría por los países más avanzados de la Europa capitalista y que se abriría, a paso de vencedor, una etapa gloriosa por el resto del mundo con su carácter permanente haciendo triunfar al socialismo en toda la faz de la tierra. No fue así. No fue culpa del Manifiesto Comunista, sino del choque entre fuerzas y condiciones objetivas y subjetivas (tanto en lo internacional del mundo como en lo nacional de países), que hicieron posible fracasar los procesos revolucionarios y dejar que el capitalismo continuara su avance perverso hasta el sol de hoy, en que ya estamos en el llamado tercer milenio de nuestra era. Si Marx y Engels hubiesen pensado que un día de su existencia hubieran recorrido parte del universo en grandes naves espaciales, guiándose por órbitas fuera de la capa atmosférica y conociendo la luna, nada tendría que cambiarse del Manifiesto Comunista en sus fundamentales principios tal como lo escribieron para la realidad y perspectivas históricas aquí en la Tierra durante la cercanía de la primera mitad del siglo XIX. Cuando salió a la luz pública el Manifiesto Comunista, por ejemplo, Rusia (futura madre de la Revolución de octubre en 1917) era la última “... gran reserva de toda la reacción europea y en que la inmigración a los Estados Unidos...” (futuro padre del peor salvajismo del universo) “...absorbía el exceso de fuerzas del proletariado de Europa”. Sin embargo, el Manifiesto Comunista, en el prefacio de Engels a la edición alemana de 1883 lo dice, previó la revolución rusa del siglo XX.
¿En qué ha perdido vigencia el Manifiesto Comunista? En nada de sus principios generales, los cuales continúan siendo acertados en su esencia. Se puede aceptar que algunos de sus elementos constitutivos requieran de revisión y hasta de exclusión, pero bastaría pocos retoques “estéticos” para que su rostro siga siendo muy semejante al de su nacimiento. La literatura, aquella de verdadero contenido creador y revolucionario, no envejece con el físico de sus autores. El propio Manifiesto Comunista, lo dijeron Marx y Engels, señala “...que la aplicación práctica...”de sus “... principios dependerá siempre y en todas partes de las circunstancias históricas existentes, y que, por tanto, no se concede importancia excepcional a las medidas revolucionarias enumeradas al final del capitulo II”. Precisamente ese pasaje tendría que ser redactado, hoy día, de una forma diferente en varios de sus aspectos. De manera que el envejecimiento de algunos órganos del cuerpo del Manifiesto Comunista nada nos dice para que creamos que todo su cuerpo envejeció y que, por tanto, es digno que muera por haberse gastado, física y espiritualmente, en el tiempo que ha sobrevivido a todos los avatares del mundo.
Cierto es también que acontecimientos posteriores al nacimiento del Manifiesto Comunista, contribuyeron decisiva y cualitativamente para su enriquecimiento. La Comuna de París de 1871 demostró, por ejemplo y como lo dicen sus autores, que “… la clase obrera no podía limitarse simplemente a tomar posesión de la máquina del Estado tal y como está y servirse de ella para sus propios fines”. Tiene que destruirla y crear una nueva que no es otra que la dictadura del proletariado. El desarrollo del “Socialismo Soviético en un solo país” y de una parte de la Europa Oriental, sirvió para enseñar que una revolución proletaria no debe crear una máquina de Estado de burocratismo termidoreano ni debe sustituir los órganos de la dictadura proletaria por los organismos del partido político, ni hacer de éste el instrumento superior y omnipresente por encima de las obligaciones de las masas del pueblo que tienen la misión de administrar la revolución para la creación de la nueva sociedad sin clases, sin explotadores y sin opresores.
En cuanto a la crítica de la literatura socialista contenida en el Manifiesto Comunista, habría que hacer nuevas y hasta profundas observaciones, porque los partidos allí señalados hace décadas construyeron su propia sepultura y no hubo necesidad de enterrarlos, sino que irremediablemente asistieron a su propia caída en la fosa común de las antigüedades que no resucitan jamás. La vigencia del Manifiesto Comunista que se propuso proclamar la desaparición próxima e inevitable de la moderna propiedad burguesa, hay que encontrarla y valorarla en el todo más que en las particularidades que se consideran ya pedazos sueltos de la cadena de su contenido.
¿En qué ha perdido vigencia el Manifiesto Comunista? En nada de sus principios generales, los cuales continúan siendo acertados en su esencia. Se puede aceptar que algunos de sus elementos constitutivos requieran de revisión y hasta de exclusión, pero bastaría pocos retoques “estéticos” para que su rostro siga siendo muy semejante al de su nacimiento. La literatura, aquella de verdadero contenido creador y revolucionario, no envejece con el físico de sus autores. El propio Manifiesto Comunista, lo dijeron Marx y Engels, señala “...que la aplicación práctica...”de sus “... principios dependerá siempre y en todas partes de las circunstancias históricas existentes, y que, por tanto, no se concede importancia excepcional a las medidas revolucionarias enumeradas al final del capitulo II”. Precisamente ese pasaje tendría que ser redactado, hoy día, de una forma diferente en varios de sus aspectos. De manera que el envejecimiento de algunos órganos del cuerpo del Manifiesto Comunista nada nos dice para que creamos que todo su cuerpo envejeció y que, por tanto, es digno que muera por haberse gastado, física y espiritualmente, en el tiempo que ha sobrevivido a todos los avatares del mundo.
Cierto es también que acontecimientos posteriores al nacimiento del Manifiesto Comunista, contribuyeron decisiva y cualitativamente para su enriquecimiento. La Comuna de París de 1871 demostró, por ejemplo y como lo dicen sus autores, que “… la clase obrera no podía limitarse simplemente a tomar posesión de la máquina del Estado tal y como está y servirse de ella para sus propios fines”. Tiene que destruirla y crear una nueva que no es otra que la dictadura del proletariado. El desarrollo del “Socialismo Soviético en un solo país” y de una parte de la Europa Oriental, sirvió para enseñar que una revolución proletaria no debe crear una máquina de Estado de burocratismo termidoreano ni debe sustituir los órganos de la dictadura proletaria por los organismos del partido político, ni hacer de éste el instrumento superior y omnipresente por encima de las obligaciones de las masas del pueblo que tienen la misión de administrar la revolución para la creación de la nueva sociedad sin clases, sin explotadores y sin opresores.
En cuanto a la crítica de la literatura socialista contenida en el Manifiesto Comunista, habría que hacer nuevas y hasta profundas observaciones, porque los partidos allí señalados hace décadas construyeron su propia sepultura y no hubo necesidad de enterrarlos, sino que irremediablemente asistieron a su propia caída en la fosa común de las antigüedades que no resucitan jamás. La vigencia del Manifiesto Comunista que se propuso proclamar la desaparición próxima e inevitable de la moderna propiedad burguesa, hay que encontrarla y valorarla en el todo más que en las particularidades que se consideran ya pedazos sueltos de la cadena de su contenido.
dayrdan- Cantidad de envíos : 1897
Fecha de inscripción : 07/12/2007
¿Ha muerto “cristianamente” el Manifiesto Comunista? 5
¿Cuál es la idea principal del Manifiesto Comunista? La siguiente: “… que la producción económica y la estructura social que de ella se deriva necesariamente en cada época histórica constituyen la base sobre la cual descansa la historia política e intelectual de esa época; que por tanto, toda la Historia (desde la disolución del régimen primitivo de propiedad común de la tierra) ha sido una Historia de la lucha de clases, de lucha entre clases explotadoras y explotadas, dominantes y dominadas, en las diferentes fases del desarrollo social; y que ahora esta lucha ha llegado a una fase en que la clase explotada y oprimida (el proletariado) no puede ya emanciparse de la clase que la explota y la oprime (la burguesía), sin emancipar, al mismo tiempo y para siempre, a la sociedad entera de la explotación, la opresión y la lucha de clases”, como lo dijo Engels al morir Carlos Marx. Esa es una idea genial y cuyo contenido de pura verdad verdadera pertenece por completo a Carlos Marx.
Cierto es que un programa revolucionario contra la globalización del capitalismo imperialista salvaje, no debe cerrar sus puertas y sus filas a tantas tendencias y corrientes del pensamiento social ni a tantas organizaciones como lo hizo el Manifiesto Comunista contra las tradeuniones inglesas, las proudhonianos franceses, belgas, italianos, españoles y lasalleanos alemanes. La globalización capitalista imperialista salvaje reparte la ganancia o plusvalía de la producción, fruto del plustrabajo no cancelado a la clase obrera, en una división entre los más grandes, poderosos y poquísimos monopolios que dominan la economía; pero el mercado mundial es, mucho más que en la fase de libre competencia, forjadora de mayor riqueza para los pocos y mayor miseria y sufrimiento para los muchos. Estamos en un tiempo en que la exclusión sólo se justifica contra comportamientos e ideologías incompatibles con la creación de un nuevo mundo posible.
El Manifiesto Comunista sirvió de instrumento teórico para unir millones de proletarios en Europa y el resto del mundo; estrechó lazos de camaradería que han continuado de generación en generación alimentando la esperanza de un mundo nuevo para una nueva vida humana. Incluso, el Manifiesto Comunista se transformó en un índice de desarrollo de la gran industria en Europa, que a medida que se desarrollaba en una nación, crecía en el seno del proletariado el afán por conocer su situación como clase frente a la clase que le explotaba y oprimía. De tal manera que el Manifiesto Comunista se convirtió en el termómetro para medir cuándo un país entraba de lleno o no en el desarrollo industrial.
La vigencia actual del Manifiesto Comunista lo demuestra no sólo porque el Papa haya reconocido que Dios no hizo al hombre, sino que ya no le es conveniente darse abrazos y besos públicos con reyes y zares de la globalización capitalista imperialista salvaje, sin que curas y feligreses peguen el grito al cielo denunciando esa acción como un pecado en la Tierra en perjuicio de la humanidad y de Dios.
El Manifiesto Comunista hizo posible y lo continúa haciendo, que el comunismo exponga legal o ilegalmente, por vía pacifica o violenta, de rostro directo al público o con pasamontañas clandestino, sus conceptos, sus fines y sus tendencias. El fenómeno del Manifiesto Comunista sigue recorriendo el mundo.
“Los obreros no tienen patria”. “No se les puede arrebatar lo que no poseen”. Por eso el Manifiesto Comunista siempre será un fenómeno recorriendo el mundo sin rendirse ni dejarse atemorizar por los conceptos sagrados de fronteras, ni por dogmas acabados por la ética de la superstición. El Manifiesto Comunista no es agua bendita con que el clérigo limpia de pecados a los explotadores y opresores que dejan buenas propinas en las arcas del templo; no es una aristocracia escribiendo y emitiendo juicios en líbelas contra lo que de valía para el futuro tienen el pasado y el presente; no es un ingenio de salón vomitando filosofía y aplausos a los traslados teóricos que dejan atrás la práctica material de la vida como experiencia para el desarrollo económico-social; no es un fraile superponiendo en manuscritos de obras clásicas paganas las ocurrencias escritas de la vida de los santos católicos; no es un filántropo o “humanitario” que desea salvarle la vida a un moribundo para que después le sirva, con fidelidad y estoicismo, como esclavo; no es un utopismo que en vez de la acción social ve el bien común en el ingenio propio y en lugar de las condiciones históricas sitúa las maravillas de la fantasía; no es un barniz socialista para abrigar el ascetismo cristiano; no es un grito para redimirse exclusivamente denunciando hipócritas apologías de adversarios; no es la asimilación de una lengua extranjera por traducción para perderse extasiado en algunos acentos o pronunciaciones que la hacen más atractiva y galante que la propia; no es deslizar un absurdo filosófico bajo un original extraño, para disfrutar de la enajenación humana sobre la penuria de los otros. El Manifiesto Comunista es la claridad de objetivos e intereses de la clase obrera y la defensa del porvenir de la revolución proletaria. ¡He allí su gran vigencia histórica permanente mientras el mundo se desenvuelva en todo contexto de lucha de clases!
El Manifiesto Comunista es, sin embargo, un documento histórico que nadie tiene derecho a modificar. ¡Así es la historia y no de otra manera en la literatura! El Manifiesto Comunista subvirtió todo el orden de la literatura revolucionaria de su tiempo y del que le siguió a su nacimiento y desarrollo. Sus principios teóricos conforman hoy el más grande y sólido vínculo de camaradería entre enormes cantidades de proletarios del mundo entero. ¿Quiénes son capaces, con argumentos irrebatibles, desconocer la vigencia de un documento histórico de tamaña dimensión e importancia como el célebre e invencible Manifiesto Comunista?
El Manifiesto Comunista no fue ni será jamás producto de unos concordats ‘a l’ amiable (convenios amistosos), sino una lex de voluntas (ley de voluntad) suprema del proletariado mundial. Esta es nuestra opinión a más de siglo y medio del nacimiento del Manifiesto Comunista, sans phrase (sin circunloquios).
El Manifiesto Comunista está en la fábrica y no le teme a la calle, está en el campo y no le teme al tractor, está en el aula de la escuela y no le teme a la biblioteca, está en la selva y no le teme al depredador. Anda construyendo su camino haciendo práctica, formando conciencia revolucionaria, se bate en los campos de batalla como trinchera de ideas venciendo trincheras de fuego, mientras que los reyes, los presidentes, los mandatarios de las naciones más poderosas del mundo discuten los intereses de sus dinastías o imperios en la ciudad más reaccionaria del mundo, La Haya.
¡Viva! El Manifiesto Comunista y ¡abajo! todas las ideologías o filosofías que sirven de cimiento teórico al capitalismo para explotar y oprimir al mundo.
Cierto es que un programa revolucionario contra la globalización del capitalismo imperialista salvaje, no debe cerrar sus puertas y sus filas a tantas tendencias y corrientes del pensamiento social ni a tantas organizaciones como lo hizo el Manifiesto Comunista contra las tradeuniones inglesas, las proudhonianos franceses, belgas, italianos, españoles y lasalleanos alemanes. La globalización capitalista imperialista salvaje reparte la ganancia o plusvalía de la producción, fruto del plustrabajo no cancelado a la clase obrera, en una división entre los más grandes, poderosos y poquísimos monopolios que dominan la economía; pero el mercado mundial es, mucho más que en la fase de libre competencia, forjadora de mayor riqueza para los pocos y mayor miseria y sufrimiento para los muchos. Estamos en un tiempo en que la exclusión sólo se justifica contra comportamientos e ideologías incompatibles con la creación de un nuevo mundo posible.
El Manifiesto Comunista sirvió de instrumento teórico para unir millones de proletarios en Europa y el resto del mundo; estrechó lazos de camaradería que han continuado de generación en generación alimentando la esperanza de un mundo nuevo para una nueva vida humana. Incluso, el Manifiesto Comunista se transformó en un índice de desarrollo de la gran industria en Europa, que a medida que se desarrollaba en una nación, crecía en el seno del proletariado el afán por conocer su situación como clase frente a la clase que le explotaba y oprimía. De tal manera que el Manifiesto Comunista se convirtió en el termómetro para medir cuándo un país entraba de lleno o no en el desarrollo industrial.
La vigencia actual del Manifiesto Comunista lo demuestra no sólo porque el Papa haya reconocido que Dios no hizo al hombre, sino que ya no le es conveniente darse abrazos y besos públicos con reyes y zares de la globalización capitalista imperialista salvaje, sin que curas y feligreses peguen el grito al cielo denunciando esa acción como un pecado en la Tierra en perjuicio de la humanidad y de Dios.
El Manifiesto Comunista hizo posible y lo continúa haciendo, que el comunismo exponga legal o ilegalmente, por vía pacifica o violenta, de rostro directo al público o con pasamontañas clandestino, sus conceptos, sus fines y sus tendencias. El fenómeno del Manifiesto Comunista sigue recorriendo el mundo.
“Los obreros no tienen patria”. “No se les puede arrebatar lo que no poseen”. Por eso el Manifiesto Comunista siempre será un fenómeno recorriendo el mundo sin rendirse ni dejarse atemorizar por los conceptos sagrados de fronteras, ni por dogmas acabados por la ética de la superstición. El Manifiesto Comunista no es agua bendita con que el clérigo limpia de pecados a los explotadores y opresores que dejan buenas propinas en las arcas del templo; no es una aristocracia escribiendo y emitiendo juicios en líbelas contra lo que de valía para el futuro tienen el pasado y el presente; no es un ingenio de salón vomitando filosofía y aplausos a los traslados teóricos que dejan atrás la práctica material de la vida como experiencia para el desarrollo económico-social; no es un fraile superponiendo en manuscritos de obras clásicas paganas las ocurrencias escritas de la vida de los santos católicos; no es un filántropo o “humanitario” que desea salvarle la vida a un moribundo para que después le sirva, con fidelidad y estoicismo, como esclavo; no es un utopismo que en vez de la acción social ve el bien común en el ingenio propio y en lugar de las condiciones históricas sitúa las maravillas de la fantasía; no es un barniz socialista para abrigar el ascetismo cristiano; no es un grito para redimirse exclusivamente denunciando hipócritas apologías de adversarios; no es la asimilación de una lengua extranjera por traducción para perderse extasiado en algunos acentos o pronunciaciones que la hacen más atractiva y galante que la propia; no es deslizar un absurdo filosófico bajo un original extraño, para disfrutar de la enajenación humana sobre la penuria de los otros. El Manifiesto Comunista es la claridad de objetivos e intereses de la clase obrera y la defensa del porvenir de la revolución proletaria. ¡He allí su gran vigencia histórica permanente mientras el mundo se desenvuelva en todo contexto de lucha de clases!
El Manifiesto Comunista es, sin embargo, un documento histórico que nadie tiene derecho a modificar. ¡Así es la historia y no de otra manera en la literatura! El Manifiesto Comunista subvirtió todo el orden de la literatura revolucionaria de su tiempo y del que le siguió a su nacimiento y desarrollo. Sus principios teóricos conforman hoy el más grande y sólido vínculo de camaradería entre enormes cantidades de proletarios del mundo entero. ¿Quiénes son capaces, con argumentos irrebatibles, desconocer la vigencia de un documento histórico de tamaña dimensión e importancia como el célebre e invencible Manifiesto Comunista?
El Manifiesto Comunista no fue ni será jamás producto de unos concordats ‘a l’ amiable (convenios amistosos), sino una lex de voluntas (ley de voluntad) suprema del proletariado mundial. Esta es nuestra opinión a más de siglo y medio del nacimiento del Manifiesto Comunista, sans phrase (sin circunloquios).
El Manifiesto Comunista está en la fábrica y no le teme a la calle, está en el campo y no le teme al tractor, está en el aula de la escuela y no le teme a la biblioteca, está en la selva y no le teme al depredador. Anda construyendo su camino haciendo práctica, formando conciencia revolucionaria, se bate en los campos de batalla como trinchera de ideas venciendo trincheras de fuego, mientras que los reyes, los presidentes, los mandatarios de las naciones más poderosas del mundo discuten los intereses de sus dinastías o imperios en la ciudad más reaccionaria del mundo, La Haya.
¡Viva! El Manifiesto Comunista y ¡abajo! todas las ideologías o filosofías que sirven de cimiento teórico al capitalismo para explotar y oprimir al mundo.
dayrdan- Cantidad de envíos : 1897
Fecha de inscripción : 07/12/2007
El Manifiesto Comunista explicado x dibujos animados!!!!!!!!
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dayrdan- Cantidad de envíos : 1897
Fecha de inscripción : 07/12/2007
Socialismo Bolivariano Unión ¡Trabajadores del Mundo Unios!
Socialismo Bolivariano: Unión, Unión, ¡Trabajadores del Mundo, Unios!
Franz J. T. Lee - www.aporrea.org
02/09/07 - http://www.aporrea.org/ideologia/a40604.html
Franz J. T. Lee - www.aporrea.org
02/09/07 - http://www.aporrea.org/ideologia/a40604.html
Aquí en Venezuela, antes de que enviemos a nuestros batallones intelectuales a buscar militantes socialistas, sería mejor que reflexionemos logísticamente sobre las barricadas ónticas, que nos inhiben en seguir ciertos procesos lógicos y complejos del pensamiento. Ya fueron el Manifiesto Comunista e incluso Napoleón, los que nos advirtieron sobre la infiltración de los ideólogos con sus prácticas contrarrevolucionarias de desestabilización. Aquí continuaremos con la serie educativa de Vheadline.com referente a la relación trascendental entre el Manifiesto Comunista y el Socialismo Bolivariano. De acuerdo con la teoría de la revolución permanente de León Trotski (que se basa dialécticamente en las teorías del Manifiesto Comunista), por medio del principio científico del desarrollo histórico igual, desigual y combinado, la Venezuela contemporánea se encuentra en la globalización; pero como resultado de los mecanismos coloniales y neo-coloniales, todavía le queda por completar ciertas tareas burgués-democráticas de la Revolución Francesa, por ejemplo, el desarrollo de una nueva lógica, ciencia y filosofía, el fomento de la industrialización, de la tecnología moderna y de la reforma agraria, y por último, completar la separación de la Iglesia medieval obsoleta y el Estado revolucionario moderno. Por todas esas razones, es el Manifiesto Comunista, este producto histórico de la época de Simón Bolívar y Simón Rodríguez, de la época del desarrollo del socialismo utópico (no existente) al socialismo científico y filosófico terrenal, el que representa una conditio sine qua non urgente, una guía emancipatoria creativa, para los revolucionarios democráticos bolivarianos de Venezuela. Si ignoramos los descubrimientos siempre verdes del Manifiesto Comunista y del Capital de Marx, entonces ciertamente será imposible que hagamos cualquier revolución social moderna. Esto fue lo que quiso decir Lenin cuando dijo: sin teoría no hay revolución. Esto no es una frase ideológica o un chiste comunista, sino es un asunto muy serio de vida o muerte! Describir de una manera entendible el fermento intelectual en Europa, en vísperas de las revoluciones de 1848, resulta ser una tarea bien difícil. Sin embargo, no tenemos alternativa, necesitamos urgentemente una revolución cultural, que profundice a la propia Revolución Bolivariana. Su esencia socialista necesita la educación y la participación popular, tanto como la formulación de una práxis científica y una teoría filosófica. Esto es una lección principal de la revolución global burgués-democrático-capitalista. No cabe duda, que casi nadie de nosotros pertenece a los pocos ‘culturizados’ de la alta burguesía de Altamira de la Plaza Francia, que han recibido una ‘educación’ profunda, principalmente económica, humanística, histórica, filosófica, política y social en las universidades de la Sorbonne, de Francfort, Edinburgo, Oxford, Cambridge o Harvard. Sin embargo, son exactamente nuestra ‘ignorancia’, nuestro ‘retraso’ y nuestro ostracismo por esos importantes centros europeos, por la feroz adoctrinación y manipulación tecnológica de los medios masivos, como lo son CNN o RCTV, por su estilo de vida violento y explotador, los que nos han hecho inmunes a sus gérmenes cancerígenos e ideológicos del género específico de la vulgarización extrema, es decir de la alienación extrema. A pesar de una severa adoctrinación religiosa y de un peligroso holocausto mental corporativo, es decir, de una ‘guerra de ideas’ del dominio de pleno espectro, que hace estragos en todas partes, los venezolanos todavía hemos preservado nuestra salud corporal y mental. Esto lo hemos demostrado en abril y diciembre de 2002, barriendo un golpe militar bárbaro dentro de 47 horas y contrarrestando un gigantesco sabotaje petrolero, orquestado por Washington, dentro de dos meses. Alrededor de 1848, los ideólogos democráticos del capitalismo emergente solían pensar de manera muy precisa; para confirmar esto, sólo hay que estudiar su dialéctica, su física y filosofía helio centristas, las obras principales de Galileo, Kepler, Kant o Hegel. Así que, los antagonistas revolucionarios de Marx y Engels, del proletariado y del comunismo, fueron despiadados en sus ataques; sus pensamientos y su crítica eran afiladas como hojillas. Y aún, como lo verifican las encuestas de la BBC del siglo XXI, como filósofo, Marx les gana a todos, a pesar de que algunos ‘camaradas’ todavía sueñan con que Marx se ha vuelto obsoleto. Sugerimos que estos genios de Miami y sus ‘think tanks’ que rodean a Bush y compañía, en vez de formular proyectos para un ‘Nuevo Siglo Americano’, fuera mejor que nos escribieran el ‘Manifiesto Emancipatorio’ científico, filosófico y creativo del Tercer Milenio. Ebrios del poder, los filósofos burgueses de la Ilustración dirigieron sus poderosas armas racionales hacia la ‘silla de la sabiduría’ medieval, hacia el ‘intellectus’ feudal, y a través de toda Francia rodaron las cabezas absolutistas, que habían gobernado por gracia de Dios, como paja seca e inútil en el aire ardiente del desierto abandonado por Dios. Ojo Venezuela, esto es de lo que se trata la revolución social en el capitalismo. Sin capturar el capitalismo por sus propias raíces violentas, por su radix político-económica, es decir, sin volverse radical, volverse marxista, no podemos liderar una revolución mundial socialista contemporánea hacía la emancipación humana global. ¿Por qué? Bueno, como fue explicado en el Manifiesto Comunista, porque tenemos que agarrar la esencia de la liberación, para liberarnos de todo tipo de relaciones clasistas de la propiedad privada. No deberíamos mezclar las cosas. Tenemos que devolverles a sus dueños terrenales, los cuales en realidad son los trabajadores del mundo, todo aquello que son los medios de producción a nivel micro, meso y macro cósmico. Es más, hay que transformar estos en medios creativos, creadores y emancipatorios de la humanidad. Por otro lado, antes del nacimiento de Marx y Engels, ya en 1808, el poeta, dramaturgo y filósofo alemán Johann Wolfgang von Goethe, en algunos de sus bien conocidos pasajes del ‘Faust’, predijo la degeneración progresiva de los ‘derechos humanos’ con el venidero avance sangriento de la bota militar capitalista globalizada: |
dayrdan- Cantidad de envíos : 1897
Fecha de inscripción : 07/12/2007
Socialismo Bolivariano Unión ¡Trabajadores del Mundo Unios!
“Leyes y derechos cambian a través de los tiempos,
Como una desgracia lenta y sin fin.
Cojean a través de las generaciones,
Y suavemente roban de lugar en lugar.
Lo que era listo se convierte en estupidez,
Y el beneficio se vuelve condición.
Nieto infeliz, das lástima,
Nadie te ofrece tu derecho.”
(Todas las citas y traducciones son de: Dirk J. Struik, BIRTH OF THE COMMUNIST MANIFESTO (Nacimiento del Manifiesto Comunista), International Publishers, New York, 1975.)
Sin embargo, en 1829, como lo comentábamos en un artículo anterior, en un tiempo, donde Marx (nacido en 1818) y Engels (1820) todavía jugaron policía y ladrón, pensadores franceses como Saint-Armand Bazard (un socialista utópico quien fundó una sociedad secreta) y Barthelemy-Prosper Enfantin (un teórico social, político y económico) fueron más enfáticos en cuanto a la venidera realidad capitalista. Criticaron y mencionaron lo que era su ‘evidente’ esencia laboral: la propiedad privada de los medios de producción.
Existen evidencias históricas que indican, que Simón Rodríguez, el maestro de Simón Bolívar, durante su visita a Europa, tenía contacto con tales sociedades secretas (socialistas utópicas). Esto significa que la resistencia bolivariana contra el colonialismo entró desde muy temprano, en contacto con las ideas socialistas utópicas no marxistas.
Como ya dijimos, el marxismo, socialismo o comunismo son productos históricos terrenales de la realidad revolucionaria del siglo XIX. El Manifiesto Comunista es un documento revolucionario que expresa la esencia emancipatoria de todas las rebeliones, revueltas y resistencias de la fuerza laboral explotada, desde la acumulación original del capital en Miletus, seis siglos antes del nacimiento de Jesucristo.
La dialéctica marxista nos enseñó, que una cosa es un huevo, otra cosa es un pollito, pero algo completamente diferente es una gallina, que vuelve a poner huevos frescos y fértiles. Las semillas social-cristianas o las plantas socialistas utópicas no son idénticas con las frutas tropicales frescas, exóticas, eróticas, científicas, filosóficas y socialistas. El capitalismo es un modo de producción global dominante, basado en la propiedad privada de los medios de producción; el socialismo es el otro lado de nuestro modo de producción moderno, es su opuesto exacto, es su negación contemporánea, es el marxismo.
Claro, uno es libre de modernizar el concepto ‘socialismo’, puede llenarlo con valores y principios cristianos, con una teología de liberación, todo esto es excelente. Sin embargo, esto no es socialismo científico y filosófico histórico, no es la contradicción entre el capital y el trabajo, entre la propiedad privada de los medios de producción y la ‘propiedad social o socializada’; esta última tiene que ver con la fuerza de trabajo físico y/o intelectual sin propiedad alguna, que se vende como intercambio desigual en el mercado laboral global al mejor postor o a precios del mercado legalmente regulados.
Con el debido respeto leal por todas las otras formas de liberación, por todos los esfuerzos heroicos de liberar a Venezuela, pero este tipo de socialismo ‘mezclado’ o confuso no es la negación del capitalismo venezolano o mundial, como lo fue expresado en el Manifiesto Comunista como ‘lucha de clases’. Si no tenemos mucho cuidado, entonces pronto el capitalismo, en traje de oveja, devorará todas nuestras verdaderas fuerzas socialistas bolivarianas.
Dos décadas antes, en 1829, los utópicos Bazard y Enfantin describieron la sociedad socialista como un espejismo, reflejando un futuro marxista:
“Si simpatizamos con la idea de que la explotación del hombre por el hombre tiene que desaparecer completamente; si es verdad que la humanidad se mueve hacia un estado de cosas donde todos los hombres, sin distinción de nacimiento, recibirán de la sociedad de acuerdo con sus méritos y serán remunerados de acuerdo con su trabajo; entonces es evidente que hay que cambiar la constitución de la propiedad.”
Una cosa es cierta, como fue explicado en el Manifiesto Comunista y en obras más tardes, una verdadera revolución social libera nuevas fuerzas productivas, que no son estranguladas por las obsoletas relaciones de propiedad. A pesar del sabotaje económico, es precisamente esto lo que está ocurriendo actualmente en Venezuela; la economía se está disparando gracias a los precios favorables del petróleo. Sin embargo, el fermento intelectual correspondiente todavía ruega por ver la luz, es decir, la ‘moral y luces’ socialista bolivariana.
A diferencia, entre 1789 y 1848, podíamos presenciar una verdadera ‘Era Pericleana’ en la Europa revolucionaria; un fermento intelectual rejuvenecedor, que probablemente más nunca iba a volver a amanecer en el ‘Viejo Mundo’. En la literatura, el arte, la música, la matemática, la ciencia, la filosofía e incluso la religión, en todas partes y de la noche a la mañana, brotaron como los hongos del suelo europeo frío, pálido y sombrío, los genios y los expertos. Se introdujo el capitalismo con pompa y gloria. Se afirmó en la clase alta y se negó en la clase baja. Atacó al socialismo y al comunismo.
En todas partes, el capitalismo liberal competitivo y la producción y reproducción burguesa iluminaron la era oscura europea. Mucho antes del nacimiento del marxismo, famosos historiadores franceses como Jacques Nicolas Augustin Thierry (1795-1856), Adolphe Thiers (1797-1877) y Francois Pierre Guillaume Guizot (1787-1874) ya interpretaron la historia como ‘una lucha de clases sociales’.
La historia, como una serie de ‘luchas de clases’ continua, estaba en el aire revolucionario, pero estos ‘vientos del cambio’ apenas tocan las costas tormentosas de la Venezuela moderna. Lo último de lo que los socialistas hablan aquí, es de la ‘lucha de clases’.
En el siglo XIX, mucho antes de Ernst Bloch o Ernesto Ché Guevara, cuando ya se vio confrontado con los revolucionarios burgueses, Friedrich Schiller (1759-1805), el poeta, filósofo, historiador y dramaturgo alemán, tenía que dirigirse al ‘hombre nuevo’, al homo faber de la manera siguiente:
“Alle Menschen werden Brüder!”
(¡Todos los hombres se convertirán en hermanos!)
Por supuesto, no quedó bien claro, si todos los ‘hombres’ también incluyeron a todas las mujeres, hermanas, gitanos o judíos. Como sabemos, porque tenemos que estudiarlos en la universidad, a través de toda Europa, Keats, Goethe, Heine, Shelley, Dickens y Balzac dramatizaron artísticamente el nuevo heroísmo burgués, la majestad épica y la grandeza revolucionaria. De manera similar, en los campos de la teoría social, fueron Voltaire, Rousseau, Bentham, Montesquieu, Owen, Smith, Ricardo, Maltus y muchos otros quienes formularon teorías del Estado, teorías políticas y económicas.
Por ejemplo, en su ‘Filosofía de la Historia’, Hegel, el maestro filósofo de Marx, diferenció el ‘trigo’ de la ‘paja’, e igual a Marx, como racista, llamó a una espada espada; y a un ‘negro’ ‘negro’ (este tema racista lo tratábamos en un comentario anterior en Vheadline.com).
Además, al igual que la mayoría de los intelectuales de su tiempo, Hegel celebró las victorias científicas y filosóficas de la Revolución Francesa burgués-democrático-capitalista de la manera siguiente:
“Era un brillo del sol espléndido, todos los seres humanos pensantes han participado en la celebración de esta época.”
Bueno, ‘todos los seres humanos pensantes’ todavía eran sólo europeos, eran burgueses, democráticos y revolucionarios.
Sin embargo, mucho antes de Marx y Engels, los socialistas utópicos y los comunistas comenzaron a criticar el ‘orden natural del capitalismo’; William Godwin (1756-1836), el padre del anarquismo, reclamó ‘justicia política’; consideró al nuevo Estado capitalista como la ‘raíz de todo mal’. Luego otro anarquista, Joseph Proudhon iba a identificar este mal como propiedad, como un total robo.
Antes, Gracchus Babeuf (1760-1797), fundador de la ‘conspiración de los iguales’, ya había introducido en la política ‘moderna’ globalizada la ‘teoría de la conspiración’, el ‘terrorismo’ y la ‘guerra de guerrillas’ clandestina.
En Italia, fue Philippe Buonarotti (1761-1837), quien introdujo la táctica de la conspiración francesa de Babeuf a los ‘Illuminati’. Los esfuerzos socialista-utópicos de Saint-Simon (1760-1825), Charles Fourier (1772-1837) y Robert Owen (1771-1850) son bien conocidos; influyeron radicalmente en las teorías socialistas expresadas en el Manifiesto Comunista.
Todos esos desarrollos transhistóricos, esfuerzos humanos y revolucionarios fueron hechos para evitar lo que se está perfilando hoy en el horizonte de la humanidad, una conflagración nuclear, planificada por una clase dominante metropolitana, hambrienta por el poder y megalómana.
Hoy, cuando el presidente Hugo Chávez trata de parar este colapso global apocalíptico en sus discursos transhistóricos, dirigidos a las gigantescas multitudes en las calles de Caracas y en otras partes del planeta, todavía se pueden escuchar, haciendo eco con sus poderosos toques, los tambores del Manifiesto Comunista de Marx y Engels y de los comuneros franceses, que tomaron por asalto el cielo: Unión, Unión, ¡Trabajadores del mundo, Unios!
tennyson@franzlee.org
Original:
Venezuela's Bolivarian Socialism: union, union, Workers of the World, Unite!
http://www.vheadline.com/readnews.asp?id=75689
Como una desgracia lenta y sin fin.
Cojean a través de las generaciones,
Y suavemente roban de lugar en lugar.
Lo que era listo se convierte en estupidez,
Y el beneficio se vuelve condición.
Nieto infeliz, das lástima,
Nadie te ofrece tu derecho.”
(Todas las citas y traducciones son de: Dirk J. Struik, BIRTH OF THE COMMUNIST MANIFESTO (Nacimiento del Manifiesto Comunista), International Publishers, New York, 1975.)
Sin embargo, en 1829, como lo comentábamos en un artículo anterior, en un tiempo, donde Marx (nacido en 1818) y Engels (1820) todavía jugaron policía y ladrón, pensadores franceses como Saint-Armand Bazard (un socialista utópico quien fundó una sociedad secreta) y Barthelemy-Prosper Enfantin (un teórico social, político y económico) fueron más enfáticos en cuanto a la venidera realidad capitalista. Criticaron y mencionaron lo que era su ‘evidente’ esencia laboral: la propiedad privada de los medios de producción.
Existen evidencias históricas que indican, que Simón Rodríguez, el maestro de Simón Bolívar, durante su visita a Europa, tenía contacto con tales sociedades secretas (socialistas utópicas). Esto significa que la resistencia bolivariana contra el colonialismo entró desde muy temprano, en contacto con las ideas socialistas utópicas no marxistas.
Como ya dijimos, el marxismo, socialismo o comunismo son productos históricos terrenales de la realidad revolucionaria del siglo XIX. El Manifiesto Comunista es un documento revolucionario que expresa la esencia emancipatoria de todas las rebeliones, revueltas y resistencias de la fuerza laboral explotada, desde la acumulación original del capital en Miletus, seis siglos antes del nacimiento de Jesucristo.
La dialéctica marxista nos enseñó, que una cosa es un huevo, otra cosa es un pollito, pero algo completamente diferente es una gallina, que vuelve a poner huevos frescos y fértiles. Las semillas social-cristianas o las plantas socialistas utópicas no son idénticas con las frutas tropicales frescas, exóticas, eróticas, científicas, filosóficas y socialistas. El capitalismo es un modo de producción global dominante, basado en la propiedad privada de los medios de producción; el socialismo es el otro lado de nuestro modo de producción moderno, es su opuesto exacto, es su negación contemporánea, es el marxismo.
Claro, uno es libre de modernizar el concepto ‘socialismo’, puede llenarlo con valores y principios cristianos, con una teología de liberación, todo esto es excelente. Sin embargo, esto no es socialismo científico y filosófico histórico, no es la contradicción entre el capital y el trabajo, entre la propiedad privada de los medios de producción y la ‘propiedad social o socializada’; esta última tiene que ver con la fuerza de trabajo físico y/o intelectual sin propiedad alguna, que se vende como intercambio desigual en el mercado laboral global al mejor postor o a precios del mercado legalmente regulados.
Con el debido respeto leal por todas las otras formas de liberación, por todos los esfuerzos heroicos de liberar a Venezuela, pero este tipo de socialismo ‘mezclado’ o confuso no es la negación del capitalismo venezolano o mundial, como lo fue expresado en el Manifiesto Comunista como ‘lucha de clases’. Si no tenemos mucho cuidado, entonces pronto el capitalismo, en traje de oveja, devorará todas nuestras verdaderas fuerzas socialistas bolivarianas.
Dos décadas antes, en 1829, los utópicos Bazard y Enfantin describieron la sociedad socialista como un espejismo, reflejando un futuro marxista:
“Si simpatizamos con la idea de que la explotación del hombre por el hombre tiene que desaparecer completamente; si es verdad que la humanidad se mueve hacia un estado de cosas donde todos los hombres, sin distinción de nacimiento, recibirán de la sociedad de acuerdo con sus méritos y serán remunerados de acuerdo con su trabajo; entonces es evidente que hay que cambiar la constitución de la propiedad.”
Una cosa es cierta, como fue explicado en el Manifiesto Comunista y en obras más tardes, una verdadera revolución social libera nuevas fuerzas productivas, que no son estranguladas por las obsoletas relaciones de propiedad. A pesar del sabotaje económico, es precisamente esto lo que está ocurriendo actualmente en Venezuela; la economía se está disparando gracias a los precios favorables del petróleo. Sin embargo, el fermento intelectual correspondiente todavía ruega por ver la luz, es decir, la ‘moral y luces’ socialista bolivariana.
A diferencia, entre 1789 y 1848, podíamos presenciar una verdadera ‘Era Pericleana’ en la Europa revolucionaria; un fermento intelectual rejuvenecedor, que probablemente más nunca iba a volver a amanecer en el ‘Viejo Mundo’. En la literatura, el arte, la música, la matemática, la ciencia, la filosofía e incluso la religión, en todas partes y de la noche a la mañana, brotaron como los hongos del suelo europeo frío, pálido y sombrío, los genios y los expertos. Se introdujo el capitalismo con pompa y gloria. Se afirmó en la clase alta y se negó en la clase baja. Atacó al socialismo y al comunismo.
En todas partes, el capitalismo liberal competitivo y la producción y reproducción burguesa iluminaron la era oscura europea. Mucho antes del nacimiento del marxismo, famosos historiadores franceses como Jacques Nicolas Augustin Thierry (1795-1856), Adolphe Thiers (1797-1877) y Francois Pierre Guillaume Guizot (1787-1874) ya interpretaron la historia como ‘una lucha de clases sociales’.
La historia, como una serie de ‘luchas de clases’ continua, estaba en el aire revolucionario, pero estos ‘vientos del cambio’ apenas tocan las costas tormentosas de la Venezuela moderna. Lo último de lo que los socialistas hablan aquí, es de la ‘lucha de clases’.
En el siglo XIX, mucho antes de Ernst Bloch o Ernesto Ché Guevara, cuando ya se vio confrontado con los revolucionarios burgueses, Friedrich Schiller (1759-1805), el poeta, filósofo, historiador y dramaturgo alemán, tenía que dirigirse al ‘hombre nuevo’, al homo faber de la manera siguiente:
“Alle Menschen werden Brüder!”
(¡Todos los hombres se convertirán en hermanos!)
Por supuesto, no quedó bien claro, si todos los ‘hombres’ también incluyeron a todas las mujeres, hermanas, gitanos o judíos. Como sabemos, porque tenemos que estudiarlos en la universidad, a través de toda Europa, Keats, Goethe, Heine, Shelley, Dickens y Balzac dramatizaron artísticamente el nuevo heroísmo burgués, la majestad épica y la grandeza revolucionaria. De manera similar, en los campos de la teoría social, fueron Voltaire, Rousseau, Bentham, Montesquieu, Owen, Smith, Ricardo, Maltus y muchos otros quienes formularon teorías del Estado, teorías políticas y económicas.
Por ejemplo, en su ‘Filosofía de la Historia’, Hegel, el maestro filósofo de Marx, diferenció el ‘trigo’ de la ‘paja’, e igual a Marx, como racista, llamó a una espada espada; y a un ‘negro’ ‘negro’ (este tema racista lo tratábamos en un comentario anterior en Vheadline.com).
Además, al igual que la mayoría de los intelectuales de su tiempo, Hegel celebró las victorias científicas y filosóficas de la Revolución Francesa burgués-democrático-capitalista de la manera siguiente:
“Era un brillo del sol espléndido, todos los seres humanos pensantes han participado en la celebración de esta época.”
Bueno, ‘todos los seres humanos pensantes’ todavía eran sólo europeos, eran burgueses, democráticos y revolucionarios.
Sin embargo, mucho antes de Marx y Engels, los socialistas utópicos y los comunistas comenzaron a criticar el ‘orden natural del capitalismo’; William Godwin (1756-1836), el padre del anarquismo, reclamó ‘justicia política’; consideró al nuevo Estado capitalista como la ‘raíz de todo mal’. Luego otro anarquista, Joseph Proudhon iba a identificar este mal como propiedad, como un total robo.
Antes, Gracchus Babeuf (1760-1797), fundador de la ‘conspiración de los iguales’, ya había introducido en la política ‘moderna’ globalizada la ‘teoría de la conspiración’, el ‘terrorismo’ y la ‘guerra de guerrillas’ clandestina.
En Italia, fue Philippe Buonarotti (1761-1837), quien introdujo la táctica de la conspiración francesa de Babeuf a los ‘Illuminati’. Los esfuerzos socialista-utópicos de Saint-Simon (1760-1825), Charles Fourier (1772-1837) y Robert Owen (1771-1850) son bien conocidos; influyeron radicalmente en las teorías socialistas expresadas en el Manifiesto Comunista.
Todos esos desarrollos transhistóricos, esfuerzos humanos y revolucionarios fueron hechos para evitar lo que se está perfilando hoy en el horizonte de la humanidad, una conflagración nuclear, planificada por una clase dominante metropolitana, hambrienta por el poder y megalómana.
Hoy, cuando el presidente Hugo Chávez trata de parar este colapso global apocalíptico en sus discursos transhistóricos, dirigidos a las gigantescas multitudes en las calles de Caracas y en otras partes del planeta, todavía se pueden escuchar, haciendo eco con sus poderosos toques, los tambores del Manifiesto Comunista de Marx y Engels y de los comuneros franceses, que tomaron por asalto el cielo: Unión, Unión, ¡Trabajadores del mundo, Unios!
tennyson@franzlee.org
Original:
Venezuela's Bolivarian Socialism: union, union, Workers of the World, Unite!
http://www.vheadline.com/readnews.asp?id=75689
dayrdan- Cantidad de envíos : 1897
Fecha de inscripción : 07/12/2007
OTRA VEZ LA HORA DE LOS PANFLETOS.
OTRA VEZ LA HORA DE LOS PANFLETOS
Estábamos hablando de un supuesto "nuevo" Manifiesto. Si se redacta ahora es muy difícil que los escriban ni Marx ni Engels.
En lo que a mí me atañe siento admiración por Marx sin endiosarlo. Muchos son los autores no marxistas que reconocen la visión de futuro que tuvo. Pero la cosa pasa por otro lado: dado que Marx NO va a redactar este nuevo manifiesto, se le está tratando de llamar "marxista" pues recogería fielmente lo que escribió dicho autor hace 200 años.
Y a mi no me cabe duda que si Marx se viera hoy enfrentado a redactar un manifiesto le haría muchas modificaciones. UN viejo amigo marxista -mayor que yo aún- asegura que en realidad el verdadero marxismo nunca fue puesto en práctica. Supongo que se referirá a la URSS, donde vivieron 30 años bajo la tiranía de Stalin. El mismo Stalin que mandò matar a Trotsky entre muchas otras grandes matanzas, incluída la Guerra de España. ¿Dónde está probado el sistema Marxista? ¿Estará en el mismo lugar donde se escondieron los Soviets participativos., o estarán enterrados en el bosque de Katin junto a los miles de soldados polacos cuando Stalin se repartió Polonia con Hitler: mitá pa vos mitá pa mí.
O ahora también le van a echar la culpa a Marx por los asesinatos del Khmer Rouge cuyos juicios están en los noticieros de hoy.
No será que el marxismo aún no ha nacido? Y si lo quieren reflotar yo apoyo, pero primero me tienen que dar argumentos serios y aceptables de que están entendiendo estos snobs respecto al marxismo del siglo 21.
Ah! me olvidaba: Aquí en Uruguay tenemos un interesantísimo y repugnante versión de comunismo neoliberal y proyanqui.
Voltaire
Estábamos hablando de un supuesto "nuevo" Manifiesto. Si se redacta ahora es muy difícil que los escriban ni Marx ni Engels.
En lo que a mí me atañe siento admiración por Marx sin endiosarlo. Muchos son los autores no marxistas que reconocen la visión de futuro que tuvo. Pero la cosa pasa por otro lado: dado que Marx NO va a redactar este nuevo manifiesto, se le está tratando de llamar "marxista" pues recogería fielmente lo que escribió dicho autor hace 200 años.
Y a mi no me cabe duda que si Marx se viera hoy enfrentado a redactar un manifiesto le haría muchas modificaciones. UN viejo amigo marxista -mayor que yo aún- asegura que en realidad el verdadero marxismo nunca fue puesto en práctica. Supongo que se referirá a la URSS, donde vivieron 30 años bajo la tiranía de Stalin. El mismo Stalin que mandò matar a Trotsky entre muchas otras grandes matanzas, incluída la Guerra de España. ¿Dónde está probado el sistema Marxista? ¿Estará en el mismo lugar donde se escondieron los Soviets participativos., o estarán enterrados en el bosque de Katin junto a los miles de soldados polacos cuando Stalin se repartió Polonia con Hitler: mitá pa vos mitá pa mí.
O ahora también le van a echar la culpa a Marx por los asesinatos del Khmer Rouge cuyos juicios están en los noticieros de hoy.
No será que el marxismo aún no ha nacido? Y si lo quieren reflotar yo apoyo, pero primero me tienen que dar argumentos serios y aceptables de que están entendiendo estos snobs respecto al marxismo del siglo 21.
Ah! me olvidaba: Aquí en Uruguay tenemos un interesantísimo y repugnante versión de comunismo neoliberal y proyanqui.
Voltaire
VOLTAIRE- Cantidad de envíos : 981
Fecha de inscripción : 02/12/2007
Parece que Dayrdan se ha enojado y desubicado.
Parece que Dayrdan se ha enojado y desubicado.
Así pasaría si el compañero confunde cantidad con calidad. Considero totalmente desproporcionada la cantidad de publicaciones sobre el marxismo -una atrás de otra como puñalada de pillo-.
A mi todos esos autores me succionan el higo. La realidad es muy impertinente y no les va a dar la razón ante su tremendo fracaso (de estos presuntos marxistas digo, porque a Marx nunca le dieron mucha bola que digamos).
Bueno la realidad está ahí y no se tapa ni se cambia con una diarrea de tinta.
Voltaire
Así pasaría si el compañero confunde cantidad con calidad. Considero totalmente desproporcionada la cantidad de publicaciones sobre el marxismo -una atrás de otra como puñalada de pillo-.
A mi todos esos autores me succionan el higo. La realidad es muy impertinente y no les va a dar la razón ante su tremendo fracaso (de estos presuntos marxistas digo, porque a Marx nunca le dieron mucha bola que digamos).
Bueno la realidad está ahí y no se tapa ni se cambia con una diarrea de tinta.
Voltaire
VOLTAIRE- Cantidad de envíos : 981
Fecha de inscripción : 02/12/2007
ME QUEDO CON ESTE ANÁLISIS CRÍTICO Y SERIO (1)
Con Enrique Rodríguez Larreta
Brecha, Miércoles 18 de Febrero de 2009
“La nostalgia es buena si dura una noche”
La explosión del “68 uruguayo” dividió aguas en la historia de los movimientos sociales locales.No fue sencillo sacar a Enrique Rodríguez Larreta, protagonista de primera línea de aquellos sucesos, de su obsesión por la investigación de la cultura brasileña y la antropología de la globalización, e introducirlo en aquellos “remotos episodios de su vida”. Un ejercicio de reflexión y memoria donde el pulso del investigador terminó por imponerse.
Guillermo Reimann
-¿Qué hizo del 68 un año especial, también en el Uruguay?
-Fue un año en el que se combinaron muchas cosas. Una encrucijada internacional que comenzó en realidad un año antes con los movimientos contraculturales americanos, la oposición a la guerra de Vietnam, la muerte del Che y el impacto de la revolución cubana en América Latina, la invasión soviética de Checoslovaquia… Y sobre todo un momento de efervescencia juvenil en todas partes. En Uruguay había una cultura de izquierda muy rica sobre todo representada en Marcha y las librerías bien surtidas sobre el fondo de los movimientos sociales. Hay que ver las magníficas carátulas de Marcha de ese año; el artículo de Carlos Fuentes sobre el mayo francés, Ho Chi Minh, la represión contra la Universidad, las medidas de seguridad….¡y las caricaturas de Pacheco con su guantes de box!
-Fuiste uno de los principales dirigentes del Frente Estudiantil Revolucionario (FER) antes de integrar otras organizaciones. ¿En qué contexto surgió el FER?
-Hay una prehistoria del FER , formado en el 67 creo que a partir del MRO con un modelo vanguardista bastante introspectivo y muy identificado con la revolución cubana. Pero a ese FER apenas lo conocí. Ingresé en el 68 con un grupo de amigos del movimiento estudiantil que contribuimos a darle un tono diferente a esa agrupación. De los primeros fundadores quedaron muy pocos después del 68. Pero la creación del FER no se puede considerar solamente como organización, hay que verla desde el punto de vista de la dinámica social, de la formación de los movimientos políticos.
-Eso se hizo muy patente en el 68, ¿no?
-Claro, el 68 básicamente son dos momentos para el FER. El primero se puede ubicar hasta mediados de año, que es un momento de ingreso de mucha gente joven al activismo político y también un proceso de circulación de ideas: el mayo francés y situaciones como las de Berkeley o Checoslovaquia, la crítica a la sociedad moderna en Sartre, Marcuse y otros. Los temas anticoloniales, por ejemplo Franz Fanon y la revolución china. Y la teología de la liberación que marcó a tanta gente de origen religioso. Aparece como un ambiente de nueva izquierda radical en los primeros meses del 68. Esto coincide con la radicalización política del pachequismo y con los problemas internos en el IAVA a raíz de la política de su director, Hugo Fernández Artucio (“UFA”) un hombre que había sido un activista del antifascismo pero que en ese momentos lo veíamos como un verdadero tiranuelo local y de un estilo muy pronorteamericano. Me acuerdo que el profesor de historia Roque Faraone, socialista, muy popular entre los estudiantes, me dijo una vez: “el ‘UFA’ trajo dos problemas al IAVA: los bancos de cemento y el FER”.
-¿Cómo era el vínculo entre los partidos de izquierda y aquel movimiento estudiantil en crecimiento?
-Uno de los puntos claves del fenómeno FER y del movimiento estudiantil fue que en el Uruguay, al igual que en Europa o que en París, el 68 significó el nacimiento de la juventud como sujeto político. Hasta ese momento las organizaciones políticas tenían activistas en el movimiento estudiantil: el Partido Comunista, el MRO, el Partido Socialista, etc., que en definitiva lo que hacían era reclutar gente para sus organizaciones. En cambio, lo que empieza a pasar en aquel momento es un proceso en que la juventud, de forma espontánea y desde distintos lugares empieza a radicalizarse y va formando un movimiento social significativo. Entonces, en el IAVA las agrupaciones gremiales y las expresiones políticas partidarias pierden terreno ante el empuje de ese movimiento de masas que desborda las estructuras existentes hasta ese momento.
-¿Cuáles eran los rasgos distintivos de ese movimiento en el IAVA?
-Se producen una serie de dinámicas determinantes que dejan al FER prácticamente como dueño de la escena política. La circulación de ideas de izquierda centradas en la juventud, una especie de izquierda radical democrática, en el sentido de la ampliación de la participación. Por ejemplo, se impulsan asambleas de clases, se promueve el debate, la discusión a partir de ciertas banderas independientes, como lo de Checoslovaquia, la Guerra de Vietnam, junto a otros temas como los del boleto estudiantil o de la presencia de UTAA y de las marchas cañeras.
-¿Cómo se procesó la invasión a Checoslovaquia?
-Se debatió bastante en una de las mayores asambleas habidas en el IAVA donde el FER aparece con un discurso diferente al de la izquierda de aquel momento, en una dimensión antiburocrática en la que algunos tomaban el discurso de Fidel de apoyo a la invasión soviética, aunque con reservas; pero otros marcábamos la diferencia con otra postura más crítica, con una influencia que se puede llamar sintéticamente de una “nueva izquierda”, un pensamiento marxista o socialista pero no asociado a la Unión Soviética. Leíamos, además de los clásicos, a los disidentes como Trotski, Sartre, Lukacs y otros. El marxismo - al cual paradójicamente no le quedaban demasiadas décadas de vida - fue un factor de renovación intelectual de nuestra generación, nos abrió al mundo en un país bastante esclerosado pese a su pretendido europeísmo.
-¿Qué hacía atractivo al FER para los jóvenes de Preparatorios?
-Un punto importante es el de las emociones expresadas en un pensamiento radical. La sociedad estaba en crisis y la percepción que la juventud tenía de ella era absolutamente melancólica, el de una sociedad estancada. En ese proceso de descomposición, el republicanismo político, incluso desde antes de Pacheco, ya venía sin fuerzas. A nadie podía interesarle esa política, era una cosa muy poco atractiva. Desde la perspectiva nuestra ni siquiera la política del Partido Comnuista resultaba interesante; el parlamentarismo significaba acomodo, minidinastías políticas, decadencia…
-¿Cómo es eso de las emociones que se expresan en un pensamiento radical?
-Las emociones se expresaban a través de una acción política simbólica, que es lo que también había empezado a pasar con los tupamaros. En el caso del FER la emoción se vincula a la política a través de la acción, de las movilizaciones de masas y de elementos simbólicas como la toma del gimnasio y las confrontaciones con las autoridades. El FER, y por extensión el movimiento estudiantil, empieza a ser una fuerza social propia, un sujeto que marca presencia en la sociedad uruguaya. Pronto ese factor semiautónomo empezó a entrar en interacción con las organizaciones políticas. Ahí entra el MLN y ese es el otro momento que atraviesa el FER en el 68.
-¿De qué manera empieza el MLN a manifestar su presencia?
-Desde un principio hubo gente del FER que tenía contactos con los tupamaros, pero era un vínculo muy oculto. A partir de las primeras detenciones a fines del 68 se inicia una interacción entre la dinámica tupamara y el FER. Empieza a darse una identificación entre el FER y el MLN, una difusa y creciente corriente de simpatía.
-A vos te detienen en un local del MLN a mitad del 68, ¿qué significó para vos esa identificación pública con los tupamaros?
-Me permitió comenzar a vislumbrar la política en otro plano y definir mi compromiso. Ahí empezó una actividad política donde el FER gradualmente se desplazó un poco de la dinámica social a la dinámica política; también empezó a ser parte de un espacio de competencia entre partidos políticos de izquierda radical, básicamente el MLN y lo demás que después vino. En la segunda mitad del 68 el FER ya estaba constituido dentro del movimiento estudiantil, con un capital simbólico importante en el movimiento social y con conexiones evidentes con los tupamaros.
-¿Cómo se visualizaba desde el MLN el movimiento estudiantil y el fenómeno del FER?
-El MLN era un movimiento foquista que planteaba que la acción generaba conciencia y no le interesaba la educación de las masas, ni estudiantiles ni obreras; la participación de las masas se generaría a través de la acción, de la fuerza generadora de conciencia del foco. Además, en todo ese período, la prioridad era la organización político militar con vistas a una acumulación de fuerzas con la confrontación armada como horizonte.
En términos de guerra, fue todo un desastre en el caso del MLN y también de las organizaciones menores. Lo que los tupamaros sí hicieron, y muy bien, fue la propaganda armada, un tipo de acción de fuerte carga simbólica. La publicidad de la política, la emoción en la política, el populismo de la cultura del mate amargo fue en parte lo que permitió su significativo prestigio hasta hoy.
Brecha, Miércoles 18 de Febrero de 2009
“La nostalgia es buena si dura una noche”
La explosión del “68 uruguayo” dividió aguas en la historia de los movimientos sociales locales.No fue sencillo sacar a Enrique Rodríguez Larreta, protagonista de primera línea de aquellos sucesos, de su obsesión por la investigación de la cultura brasileña y la antropología de la globalización, e introducirlo en aquellos “remotos episodios de su vida”. Un ejercicio de reflexión y memoria donde el pulso del investigador terminó por imponerse.
Guillermo Reimann
-¿Qué hizo del 68 un año especial, también en el Uruguay?
-Fue un año en el que se combinaron muchas cosas. Una encrucijada internacional que comenzó en realidad un año antes con los movimientos contraculturales americanos, la oposición a la guerra de Vietnam, la muerte del Che y el impacto de la revolución cubana en América Latina, la invasión soviética de Checoslovaquia… Y sobre todo un momento de efervescencia juvenil en todas partes. En Uruguay había una cultura de izquierda muy rica sobre todo representada en Marcha y las librerías bien surtidas sobre el fondo de los movimientos sociales. Hay que ver las magníficas carátulas de Marcha de ese año; el artículo de Carlos Fuentes sobre el mayo francés, Ho Chi Minh, la represión contra la Universidad, las medidas de seguridad….¡y las caricaturas de Pacheco con su guantes de box!
-Fuiste uno de los principales dirigentes del Frente Estudiantil Revolucionario (FER) antes de integrar otras organizaciones. ¿En qué contexto surgió el FER?
-Hay una prehistoria del FER , formado en el 67 creo que a partir del MRO con un modelo vanguardista bastante introspectivo y muy identificado con la revolución cubana. Pero a ese FER apenas lo conocí. Ingresé en el 68 con un grupo de amigos del movimiento estudiantil que contribuimos a darle un tono diferente a esa agrupación. De los primeros fundadores quedaron muy pocos después del 68. Pero la creación del FER no se puede considerar solamente como organización, hay que verla desde el punto de vista de la dinámica social, de la formación de los movimientos políticos.
-Eso se hizo muy patente en el 68, ¿no?
-Claro, el 68 básicamente son dos momentos para el FER. El primero se puede ubicar hasta mediados de año, que es un momento de ingreso de mucha gente joven al activismo político y también un proceso de circulación de ideas: el mayo francés y situaciones como las de Berkeley o Checoslovaquia, la crítica a la sociedad moderna en Sartre, Marcuse y otros. Los temas anticoloniales, por ejemplo Franz Fanon y la revolución china. Y la teología de la liberación que marcó a tanta gente de origen religioso. Aparece como un ambiente de nueva izquierda radical en los primeros meses del 68. Esto coincide con la radicalización política del pachequismo y con los problemas internos en el IAVA a raíz de la política de su director, Hugo Fernández Artucio (“UFA”) un hombre que había sido un activista del antifascismo pero que en ese momentos lo veíamos como un verdadero tiranuelo local y de un estilo muy pronorteamericano. Me acuerdo que el profesor de historia Roque Faraone, socialista, muy popular entre los estudiantes, me dijo una vez: “el ‘UFA’ trajo dos problemas al IAVA: los bancos de cemento y el FER”.
-¿Cómo era el vínculo entre los partidos de izquierda y aquel movimiento estudiantil en crecimiento?
-Uno de los puntos claves del fenómeno FER y del movimiento estudiantil fue que en el Uruguay, al igual que en Europa o que en París, el 68 significó el nacimiento de la juventud como sujeto político. Hasta ese momento las organizaciones políticas tenían activistas en el movimiento estudiantil: el Partido Comunista, el MRO, el Partido Socialista, etc., que en definitiva lo que hacían era reclutar gente para sus organizaciones. En cambio, lo que empieza a pasar en aquel momento es un proceso en que la juventud, de forma espontánea y desde distintos lugares empieza a radicalizarse y va formando un movimiento social significativo. Entonces, en el IAVA las agrupaciones gremiales y las expresiones políticas partidarias pierden terreno ante el empuje de ese movimiento de masas que desborda las estructuras existentes hasta ese momento.
-¿Cuáles eran los rasgos distintivos de ese movimiento en el IAVA?
-Se producen una serie de dinámicas determinantes que dejan al FER prácticamente como dueño de la escena política. La circulación de ideas de izquierda centradas en la juventud, una especie de izquierda radical democrática, en el sentido de la ampliación de la participación. Por ejemplo, se impulsan asambleas de clases, se promueve el debate, la discusión a partir de ciertas banderas independientes, como lo de Checoslovaquia, la Guerra de Vietnam, junto a otros temas como los del boleto estudiantil o de la presencia de UTAA y de las marchas cañeras.
-¿Cómo se procesó la invasión a Checoslovaquia?
-Se debatió bastante en una de las mayores asambleas habidas en el IAVA donde el FER aparece con un discurso diferente al de la izquierda de aquel momento, en una dimensión antiburocrática en la que algunos tomaban el discurso de Fidel de apoyo a la invasión soviética, aunque con reservas; pero otros marcábamos la diferencia con otra postura más crítica, con una influencia que se puede llamar sintéticamente de una “nueva izquierda”, un pensamiento marxista o socialista pero no asociado a la Unión Soviética. Leíamos, además de los clásicos, a los disidentes como Trotski, Sartre, Lukacs y otros. El marxismo - al cual paradójicamente no le quedaban demasiadas décadas de vida - fue un factor de renovación intelectual de nuestra generación, nos abrió al mundo en un país bastante esclerosado pese a su pretendido europeísmo.
-¿Qué hacía atractivo al FER para los jóvenes de Preparatorios?
-Un punto importante es el de las emociones expresadas en un pensamiento radical. La sociedad estaba en crisis y la percepción que la juventud tenía de ella era absolutamente melancólica, el de una sociedad estancada. En ese proceso de descomposición, el republicanismo político, incluso desde antes de Pacheco, ya venía sin fuerzas. A nadie podía interesarle esa política, era una cosa muy poco atractiva. Desde la perspectiva nuestra ni siquiera la política del Partido Comnuista resultaba interesante; el parlamentarismo significaba acomodo, minidinastías políticas, decadencia…
-¿Cómo es eso de las emociones que se expresan en un pensamiento radical?
-Las emociones se expresaban a través de una acción política simbólica, que es lo que también había empezado a pasar con los tupamaros. En el caso del FER la emoción se vincula a la política a través de la acción, de las movilizaciones de masas y de elementos simbólicas como la toma del gimnasio y las confrontaciones con las autoridades. El FER, y por extensión el movimiento estudiantil, empieza a ser una fuerza social propia, un sujeto que marca presencia en la sociedad uruguaya. Pronto ese factor semiautónomo empezó a entrar en interacción con las organizaciones políticas. Ahí entra el MLN y ese es el otro momento que atraviesa el FER en el 68.
-¿De qué manera empieza el MLN a manifestar su presencia?
-Desde un principio hubo gente del FER que tenía contactos con los tupamaros, pero era un vínculo muy oculto. A partir de las primeras detenciones a fines del 68 se inicia una interacción entre la dinámica tupamara y el FER. Empieza a darse una identificación entre el FER y el MLN, una difusa y creciente corriente de simpatía.
-A vos te detienen en un local del MLN a mitad del 68, ¿qué significó para vos esa identificación pública con los tupamaros?
-Me permitió comenzar a vislumbrar la política en otro plano y definir mi compromiso. Ahí empezó una actividad política donde el FER gradualmente se desplazó un poco de la dinámica social a la dinámica política; también empezó a ser parte de un espacio de competencia entre partidos políticos de izquierda radical, básicamente el MLN y lo demás que después vino. En la segunda mitad del 68 el FER ya estaba constituido dentro del movimiento estudiantil, con un capital simbólico importante en el movimiento social y con conexiones evidentes con los tupamaros.
-¿Cómo se visualizaba desde el MLN el movimiento estudiantil y el fenómeno del FER?
-El MLN era un movimiento foquista que planteaba que la acción generaba conciencia y no le interesaba la educación de las masas, ni estudiantiles ni obreras; la participación de las masas se generaría a través de la acción, de la fuerza generadora de conciencia del foco. Además, en todo ese período, la prioridad era la organización político militar con vistas a una acumulación de fuerzas con la confrontación armada como horizonte.
En términos de guerra, fue todo un desastre en el caso del MLN y también de las organizaciones menores. Lo que los tupamaros sí hicieron, y muy bien, fue la propaganda armada, un tipo de acción de fuerte carga simbólica. La publicidad de la política, la emoción en la política, el populismo de la cultura del mate amargo fue en parte lo que permitió su significativo prestigio hasta hoy.
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ME QUEDO CON ESTE ANÁLISIS CRÍTICO Y SERIO (2)
-¿ El MLN fijaba al línea política del FER?
-No desde el punto de vista de la táctica. En aquel momento cada columna del MLN seguía su propia política respecto de los movimientos de masas con los que se tenía contacto. No se discutía, por ejemplo con la dirección, una línea a seguir. “Vayan y hagan lo que quieran”, “Recluten gente”: era más o menos así. Cada sector se elaboraba una discusión propia y una línea a seguir. Algunos de los que éramos integrantes del MLN dirigíamos el FER; además de lo que incidía sobre el movimiento estudiantil y sobre el FER la repercusión nacional de los tupamaros en aquellos momentos. Se producía una especie de simbiosis natural pero no orgánica.
-¿Qué fue lo que provocó diferencias entre el MLN y el FER?
-Lo que sucedió fue un conflicto político interno del MLN que se expresó en el movimiento estudiantil y en especial en el FER, porque sin dudas éste también tenía mucha fuerza e importancia dentro del MLN.No fue que el FER dejó de ser una agrupación independiente porque fue cooptada por el MLN. No, había una dinámica social en la que el MLN jugaba un papel. El conflicto se desencadena a partir de Pando, el 8 de otubre de 1969, que algunos de nosotros consideramos un grave error militar.
-¿Cómo se canalizó esa discrepancia?
-Escribimos en ese momento un texto que circuló dentro del MLN con una crítica a la guerrilla urbana. Ahí se decía que no era posible desarrollar la guerrilla urbana en Montevideo, porque la saturación imposibilitaba el trabajo en los frentes de masas e íbamos a terminar todos presos. Entonces tuvimos una reunión en la que participó Raúl Sendic, donde nos dijeron que la organización iba a sacar una reflexión sobre Pando para discutirla internamente. Pero ese balance nunca llegó y los que habíamos tenido esa posición crítica empezamos a perder los contactos. Todo eso generó una discusión que finalmente terminó con la acusación de fraccionalistas y se nos expulsa de la organización.
-Cuestionar la guerrilla urbana era cuestionar la existencia del MLN, ¿no?
-No totalmente, había otros modelos. El foquismo en aquel momento tenía su sanción doctrinaria en los libros de Regis Debray y los escritos del Che que generalizaban a partir de la experiencia cubana. Claro. Después de la critica de Pando cuestionamos el concepto de organización político militar. La misma forma político-militar de la organización produce el militarismo, un sistema de obediencias ciegas y la tentación nihilista de la acción… Esa experiencia del Uruguay se dio en toda partes, antes y después de nosotros.
Argumentábamos que había que desarrollar un trabajo en los frentes de masas, tendiente a la constitución de una forma Partido que combinase los métodos de lucha. Pero después, en el 76, me di cuenta que no rompíamos en realidad con el paradigma. La lucha armada, la revolución y el socialismo inspirado en el marxismo eran tres pilares básicos e indiscutibles, pero la experiencia ha mostrado que ese cuerpo de doctrina provocó catástrofes antes o después de la toma del poder. En el caso de Sendero Luminoso el Partido dirigía el fusil pero la doctrina de ese partido era una especie de catecismo dogmático elaborado por sus principales cuadros curiosamente maestros y profesores universitarios. En otras experiencias, cuando se tomó el poder el partido se apropió del Estado para ser el núcleo de dictaduras burocráticas, a veces modernizadoras pero siempre corruptas y crueles. Pero esto ya es otra historia, la necesaria reflexión crítica sobre la experiencia revolucionaria en el siglo XX.
-¿La discusión también se dio en el FER?
-No todavía. La discusión fue sobre estrategias, sobre medios pero no sobre objetivos. Fue una discusión de dirigentes, en aquel momento la base del FER era pro tupa y reconocía como dirigentes a quienes estábamos identificadas con el MLN y que llevábamos esa línea. Los que ingresan a la militancia a través del FER a partir del 69, que fueron muchísimos, lo hacían a una organización identificada con el MLN. La dinámica de ese frente social tiende a fusionarse con la dinámica de los tupamaros. Incluso porque el MLN estaba en su momento de mayor esplendor, político, de imagen, de prensa, etc.
-¿Qué supuso la creación de un nuevo grupo, concretamente el Frente Revolucionario de los Trabajadores (FRT)?
-Un grave error. No teníamos la experiencia política ni el arraigo social suficiente como para desarrollar un movimiento político de base nacional. Nos arrastraron los acontecimientos y la propia dinámica del conflicto en el movimiento estudiantil y una muy pequeña presencia en sectores populares. Creo que nos obnubiló el dogma de la acción armada. Esta iba más allá en la conciencia de la época, de ser un mero método para transformarse en una especie de fuerza purificadora.
-¿A qué hacés referencia concretamente?
-A que la lucha armada tenía una dimensión de sacrificio, de expiación y un componente de aventura. Se entendía que era mejor llegar al poder por la vía armada que por otras vías. Hay algo de embriagador en la acción unilateral como lo saben los piratas y los bandidos románticos. Es también un tema de pureza, tal vez, porque todo esto está ligado al horizonte de la revolución. Una revolución es el proyecto de empezar la historia de nuevo, una transformación de estructuras radical, colocar el mundo al revés.
-Al dividirse también el FER las piezas se reacomodan en un mismo tablero. ¿Qué ocurre a partir de entonces?
-Después de la división, en términos absolutos hubo un importante crecimiento. En términos relativos creció mucho más el FER 68 por su identificación con el MLN y por su apoyo al Frente Amplio, dos puntos claves. Uno de los problemas importantes que aisló a la otra parte, el sector partidista del FER, fue el de la crítica al Frente Amplio y haber quedado fuera de él. Ahí se dieron problemas de espacios políticos: el MLN articula su participación en el FA con el 26 de Marzo y nosotros no teníamos espacios para ingresar al FA. No creíamos por otra parte en la vía electoral que pensábamos iba a ser un gran maniobra legitimadora y continuista.
-¿Qué fue el 68 uruguayo, en definitiva?
El comienzo del final de un ciclo histórico del país. De los escombros de ese país nació el Uruguay en el que vivimos hoy. Desde el punto de vista intelectual el 68, que en Europa significó fundamentalmente el inicio de un proceso democrático en una sociedad próspera - en definitiva el movimiento estudiantil francés fue un proceso de apertura y de transformación de estructuras -, en un país en profunda crisis como el Uruguay, crecientemente rodeado de dictaduras, se transformo en un proceso de destrucción sangriento que desembocó en los años de plomo.
.
-¿Qué ha pasado con el marxismo en el devenir de tu pensamiento?
-Nosotros actuábamos en un horizonte de época que era el de la Guerra Fría. El escenario nuestro era el del mundo de las ideas, el del marxismo revolucionario, el de la revolución cubana… Heredamos las banderas de los derrotados de la Revolución Francesa y de las luchas anticoloniales. El pensamiento crítico que se atrevió a poner en duda que burguesía y humanidad eran sinónimos. Fuimos parte sin saberlo muy bien de un episodio de las muchas revueltas y batallas de la modernidad. Hoy, desde el punto de vista de los indicadores de la economía, debería haber más condiciones para la revolución que en aquella época no solo aquí sino en muchas otras partes, pero hoy no están en las librerías de Montevideo los libros de Marx, Lenin y los demás. Hasta 1990 el socialismo colocó en el banquillo de los acusados al capitalismo, desde 1990 en adelante también el socialismo se encuentra en el banquillo de sus acusados y los argumentos en su contra son graves.
-Tanta energía invertida en aquella empresa ¿qué sensaciones produce? ¿Se justifica lo actuado?
-Hay una dimensión de tragedia, sin duda en la experiencia de nuestra generación. Por otra parte el resultado parcial de esas luchas ha sido una presencia central en la vida política del país luego del final de la dictadura. Es cierto que muchas ideas han cambiado pero eso vale para todos porque en realidad el mundo y sobre todo la relación del pensamiento con el mundo han cambiado. En esto hay una cuestión intelectual, es un problema de diagnóstico: los lentes a partir de los cuales se puede entender la realidad no son más los del marxismo porque medió la catástrofe del mundo socialista, nada menos. Acá en el Uruguay la llegada al gobierno del Frente Amplio ha ampliado la participación política y esa sin duda es una conquista democrática y un factor de fortalecimiento institucional.
-A la generación del 68 no le es tan sencillo conformarse con ello.
-Nuestra generación ha pasado por experiencias terribles, pero en todo caso no nos cabe otra que tratar de meditarla y transmitírsela a los que están comenzando. La nostalgia es un sentimiento agradable si dura una noche y si se la toma con buen humor. Pero al día siguiente hay que levantarse a trabajar en el puro presente. Me parece que aquel horizonte de la revolución hoy no es posible. El marxismo claramente fracasó como sistema explicativo total, lo cual no significa que determinados diagnósticos sobre el capitalismo no sean interesantes todavía, por ejemplo la mercantilización radical de la vida social. Pero no hay en sentido estricto alternativas cualitativas, sistémicas al capitalismo. Categorías como “dictadura revolucionaria del proletariado” o una “ciencia de la sociedad y de la historia” se han diluido, y hoy nos enfrentamos a la incertidumbre y a la contingencia como categorías imprescindibles para pensar el mundo. ¡El único consuelo es que ese problema también lo tienen en buena medida los conservadores y los liberales!
-La revolución y el marxismo ya no cuentan, ¿la lucha por el cambio social tampoco?
-Estamos en un momento del mundo moderno, con una cantidad de problemas nuevos que pueden ser hasta más radicales que los de aquella época. Durante buena parte del siglo XX la ecología era parte del vocabulario conservador y los derechos individuales del liberal. Hoy ambos incorporan agendas sociales y las corrientes de tradición socialista incorporan dimensiones ecológicas y de derechos humanos. O por lo menos se ven interpelados por esos temas. Vivimos un momento de desplazamiento de la política, y el género, las identidades, los estilos de vida, el consumo, la posibilidad de una cultura pública, el lugar de la comunicación, la pobreza mundial son cuestiones centrales.
-Hay una agenda global, está claro, ¿pero qué margen queda para el concepto de nación?
-Las grandes unidades de clase se han desagregado y hoy vivimos en una sociedad crecientemente individualizada que opera con un código básico de inclusión o exclusión. Los perdedores son muchos y hay mucha tensión y desesperación detrás de las luces del shopping center. La política opera sobre un espacio nacional limitado y lo que hoy caracteriza lo social es la complejidad de las interconexiones. La economía americana y la China hoy viven en simbiosis y si los chinos dejan de comer carne se arma un gran problema, tengas la ideología que tengas. O sea que la relación de un país como Uruguay con el mundo es verdaderamente sensible y decisiva. Lo global crea nuevos problemas y también abre posibilidades. Un ciclo de la historia del Uruguay murió con las confrontaciones de las que fuimos protagonistas. Hoy puede ser que tengamos la obligación de reinventarnos como nación en una América Latina que también se está reinventando. Tenemos que abrirnos al mundo y poner en juego la imaginación y mucho conocimiento si queremos sobrevivir como una comunidad cultural con una perspectiva propia, o sea como una nación en esta era global).
* Antropólogo social. Actualmente es Director del Instituto de Pluralismo Cultural de la Universidad Candido Mendes de Río de Janeiro.
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Etiquetas: flaco Enrique Rodriguez Larreta FER IAVA 68 movimiento estudiantil MLN Tupamaros
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Voltaire
-No desde el punto de vista de la táctica. En aquel momento cada columna del MLN seguía su propia política respecto de los movimientos de masas con los que se tenía contacto. No se discutía, por ejemplo con la dirección, una línea a seguir. “Vayan y hagan lo que quieran”, “Recluten gente”: era más o menos así. Cada sector se elaboraba una discusión propia y una línea a seguir. Algunos de los que éramos integrantes del MLN dirigíamos el FER; además de lo que incidía sobre el movimiento estudiantil y sobre el FER la repercusión nacional de los tupamaros en aquellos momentos. Se producía una especie de simbiosis natural pero no orgánica.
-¿Qué fue lo que provocó diferencias entre el MLN y el FER?
-Lo que sucedió fue un conflicto político interno del MLN que se expresó en el movimiento estudiantil y en especial en el FER, porque sin dudas éste también tenía mucha fuerza e importancia dentro del MLN.No fue que el FER dejó de ser una agrupación independiente porque fue cooptada por el MLN. No, había una dinámica social en la que el MLN jugaba un papel. El conflicto se desencadena a partir de Pando, el 8 de otubre de 1969, que algunos de nosotros consideramos un grave error militar.
-¿Cómo se canalizó esa discrepancia?
-Escribimos en ese momento un texto que circuló dentro del MLN con una crítica a la guerrilla urbana. Ahí se decía que no era posible desarrollar la guerrilla urbana en Montevideo, porque la saturación imposibilitaba el trabajo en los frentes de masas e íbamos a terminar todos presos. Entonces tuvimos una reunión en la que participó Raúl Sendic, donde nos dijeron que la organización iba a sacar una reflexión sobre Pando para discutirla internamente. Pero ese balance nunca llegó y los que habíamos tenido esa posición crítica empezamos a perder los contactos. Todo eso generó una discusión que finalmente terminó con la acusación de fraccionalistas y se nos expulsa de la organización.
-Cuestionar la guerrilla urbana era cuestionar la existencia del MLN, ¿no?
-No totalmente, había otros modelos. El foquismo en aquel momento tenía su sanción doctrinaria en los libros de Regis Debray y los escritos del Che que generalizaban a partir de la experiencia cubana. Claro. Después de la critica de Pando cuestionamos el concepto de organización político militar. La misma forma político-militar de la organización produce el militarismo, un sistema de obediencias ciegas y la tentación nihilista de la acción… Esa experiencia del Uruguay se dio en toda partes, antes y después de nosotros.
Argumentábamos que había que desarrollar un trabajo en los frentes de masas, tendiente a la constitución de una forma Partido que combinase los métodos de lucha. Pero después, en el 76, me di cuenta que no rompíamos en realidad con el paradigma. La lucha armada, la revolución y el socialismo inspirado en el marxismo eran tres pilares básicos e indiscutibles, pero la experiencia ha mostrado que ese cuerpo de doctrina provocó catástrofes antes o después de la toma del poder. En el caso de Sendero Luminoso el Partido dirigía el fusil pero la doctrina de ese partido era una especie de catecismo dogmático elaborado por sus principales cuadros curiosamente maestros y profesores universitarios. En otras experiencias, cuando se tomó el poder el partido se apropió del Estado para ser el núcleo de dictaduras burocráticas, a veces modernizadoras pero siempre corruptas y crueles. Pero esto ya es otra historia, la necesaria reflexión crítica sobre la experiencia revolucionaria en el siglo XX.
-¿La discusión también se dio en el FER?
-No todavía. La discusión fue sobre estrategias, sobre medios pero no sobre objetivos. Fue una discusión de dirigentes, en aquel momento la base del FER era pro tupa y reconocía como dirigentes a quienes estábamos identificadas con el MLN y que llevábamos esa línea. Los que ingresan a la militancia a través del FER a partir del 69, que fueron muchísimos, lo hacían a una organización identificada con el MLN. La dinámica de ese frente social tiende a fusionarse con la dinámica de los tupamaros. Incluso porque el MLN estaba en su momento de mayor esplendor, político, de imagen, de prensa, etc.
-¿Qué supuso la creación de un nuevo grupo, concretamente el Frente Revolucionario de los Trabajadores (FRT)?
-Un grave error. No teníamos la experiencia política ni el arraigo social suficiente como para desarrollar un movimiento político de base nacional. Nos arrastraron los acontecimientos y la propia dinámica del conflicto en el movimiento estudiantil y una muy pequeña presencia en sectores populares. Creo que nos obnubiló el dogma de la acción armada. Esta iba más allá en la conciencia de la época, de ser un mero método para transformarse en una especie de fuerza purificadora.
-¿A qué hacés referencia concretamente?
-A que la lucha armada tenía una dimensión de sacrificio, de expiación y un componente de aventura. Se entendía que era mejor llegar al poder por la vía armada que por otras vías. Hay algo de embriagador en la acción unilateral como lo saben los piratas y los bandidos románticos. Es también un tema de pureza, tal vez, porque todo esto está ligado al horizonte de la revolución. Una revolución es el proyecto de empezar la historia de nuevo, una transformación de estructuras radical, colocar el mundo al revés.
-Al dividirse también el FER las piezas se reacomodan en un mismo tablero. ¿Qué ocurre a partir de entonces?
-Después de la división, en términos absolutos hubo un importante crecimiento. En términos relativos creció mucho más el FER 68 por su identificación con el MLN y por su apoyo al Frente Amplio, dos puntos claves. Uno de los problemas importantes que aisló a la otra parte, el sector partidista del FER, fue el de la crítica al Frente Amplio y haber quedado fuera de él. Ahí se dieron problemas de espacios políticos: el MLN articula su participación en el FA con el 26 de Marzo y nosotros no teníamos espacios para ingresar al FA. No creíamos por otra parte en la vía electoral que pensábamos iba a ser un gran maniobra legitimadora y continuista.
-¿Qué fue el 68 uruguayo, en definitiva?
El comienzo del final de un ciclo histórico del país. De los escombros de ese país nació el Uruguay en el que vivimos hoy. Desde el punto de vista intelectual el 68, que en Europa significó fundamentalmente el inicio de un proceso democrático en una sociedad próspera - en definitiva el movimiento estudiantil francés fue un proceso de apertura y de transformación de estructuras -, en un país en profunda crisis como el Uruguay, crecientemente rodeado de dictaduras, se transformo en un proceso de destrucción sangriento que desembocó en los años de plomo.
.
-¿Qué ha pasado con el marxismo en el devenir de tu pensamiento?
-Nosotros actuábamos en un horizonte de época que era el de la Guerra Fría. El escenario nuestro era el del mundo de las ideas, el del marxismo revolucionario, el de la revolución cubana… Heredamos las banderas de los derrotados de la Revolución Francesa y de las luchas anticoloniales. El pensamiento crítico que se atrevió a poner en duda que burguesía y humanidad eran sinónimos. Fuimos parte sin saberlo muy bien de un episodio de las muchas revueltas y batallas de la modernidad. Hoy, desde el punto de vista de los indicadores de la economía, debería haber más condiciones para la revolución que en aquella época no solo aquí sino en muchas otras partes, pero hoy no están en las librerías de Montevideo los libros de Marx, Lenin y los demás. Hasta 1990 el socialismo colocó en el banquillo de los acusados al capitalismo, desde 1990 en adelante también el socialismo se encuentra en el banquillo de sus acusados y los argumentos en su contra son graves.
-Tanta energía invertida en aquella empresa ¿qué sensaciones produce? ¿Se justifica lo actuado?
-Hay una dimensión de tragedia, sin duda en la experiencia de nuestra generación. Por otra parte el resultado parcial de esas luchas ha sido una presencia central en la vida política del país luego del final de la dictadura. Es cierto que muchas ideas han cambiado pero eso vale para todos porque en realidad el mundo y sobre todo la relación del pensamiento con el mundo han cambiado. En esto hay una cuestión intelectual, es un problema de diagnóstico: los lentes a partir de los cuales se puede entender la realidad no son más los del marxismo porque medió la catástrofe del mundo socialista, nada menos. Acá en el Uruguay la llegada al gobierno del Frente Amplio ha ampliado la participación política y esa sin duda es una conquista democrática y un factor de fortalecimiento institucional.
-A la generación del 68 no le es tan sencillo conformarse con ello.
-Nuestra generación ha pasado por experiencias terribles, pero en todo caso no nos cabe otra que tratar de meditarla y transmitírsela a los que están comenzando. La nostalgia es un sentimiento agradable si dura una noche y si se la toma con buen humor. Pero al día siguiente hay que levantarse a trabajar en el puro presente. Me parece que aquel horizonte de la revolución hoy no es posible. El marxismo claramente fracasó como sistema explicativo total, lo cual no significa que determinados diagnósticos sobre el capitalismo no sean interesantes todavía, por ejemplo la mercantilización radical de la vida social. Pero no hay en sentido estricto alternativas cualitativas, sistémicas al capitalismo. Categorías como “dictadura revolucionaria del proletariado” o una “ciencia de la sociedad y de la historia” se han diluido, y hoy nos enfrentamos a la incertidumbre y a la contingencia como categorías imprescindibles para pensar el mundo. ¡El único consuelo es que ese problema también lo tienen en buena medida los conservadores y los liberales!
-La revolución y el marxismo ya no cuentan, ¿la lucha por el cambio social tampoco?
-Estamos en un momento del mundo moderno, con una cantidad de problemas nuevos que pueden ser hasta más radicales que los de aquella época. Durante buena parte del siglo XX la ecología era parte del vocabulario conservador y los derechos individuales del liberal. Hoy ambos incorporan agendas sociales y las corrientes de tradición socialista incorporan dimensiones ecológicas y de derechos humanos. O por lo menos se ven interpelados por esos temas. Vivimos un momento de desplazamiento de la política, y el género, las identidades, los estilos de vida, el consumo, la posibilidad de una cultura pública, el lugar de la comunicación, la pobreza mundial son cuestiones centrales.
-Hay una agenda global, está claro, ¿pero qué margen queda para el concepto de nación?
-Las grandes unidades de clase se han desagregado y hoy vivimos en una sociedad crecientemente individualizada que opera con un código básico de inclusión o exclusión. Los perdedores son muchos y hay mucha tensión y desesperación detrás de las luces del shopping center. La política opera sobre un espacio nacional limitado y lo que hoy caracteriza lo social es la complejidad de las interconexiones. La economía americana y la China hoy viven en simbiosis y si los chinos dejan de comer carne se arma un gran problema, tengas la ideología que tengas. O sea que la relación de un país como Uruguay con el mundo es verdaderamente sensible y decisiva. Lo global crea nuevos problemas y también abre posibilidades. Un ciclo de la historia del Uruguay murió con las confrontaciones de las que fuimos protagonistas. Hoy puede ser que tengamos la obligación de reinventarnos como nación en una América Latina que también se está reinventando. Tenemos que abrirnos al mundo y poner en juego la imaginación y mucho conocimiento si queremos sobrevivir como una comunidad cultural con una perspectiva propia, o sea como una nación en esta era global).
* Antropólogo social. Actualmente es Director del Instituto de Pluralismo Cultural de la Universidad Candido Mendes de Río de Janeiro.
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Manifiesto Comunista en idioma kichwa
Se presentó el Manifiesto Comunista en el idioma de las nacionalidades indígenas Kichua por Ramiro Vinueza* Ante la presencia de numerosos indígenas, inetelectuales, autoridades universitarias y estudiantes, se presentó el Manifiesto Comunista, que ya se ha convertido en una obra histórica de política contemporanea. |
10 de junio de 2005 Herramientas Imprimir Enviar | Por primera vez se traduce la obra "Manifiesto Comunista" en lengua kichua. El Manifiesto Comunista de Marx y Engels en idioma kichwa. Con la presencia de numerosos delegados de comunidades indígenas de las provincias de Pichincha, Cotopaxi, Imbabura, Chimborazo y de la Amazonía ecuatoriana; junto a ellos académicos, estudiantes y autoridades de la Universidad Central del Ecuador y varios dirigentes políticos y sociales, se realizó el lanzamiento del Manifiesto Comunista en idioma kichua. Esta gran obra, redactada por Carlos Marx y Federico Engels, fue aprobada por el segundo Congreso de la Liga de los Comunistas realizada en Londres en 1848. Luego de casi 160 años de vitalidad y vigencia, el Manifiesto, que inicialmente fue traducido al inglés, francés y alemán, ha sido traducido a la mayoría de idiomas en el mundo. El manifiesto es el resultado de un progreso continuo de la historia del pensamiento, que con Marx y Engels, dio un salto cualitativo extraordinario en su desarrollo teórico, ya que el Manifiesto da paso del socialismo como idea imprecisa y algo confusa, al socialismo como ciencia en constante e inevitable desarrollo, y que permitió que sus autores deduzcan con certeza que el capitalismo cava su propia tumba: “El desarrollo de la gran industria socava bajo los pies de la burguesía las bases sobre la que ésta se produce y se apropia de lo producido. La burguesía produce, ante todo, sus propios sepultureros. Su hundimiento y la victoria del proletariado son igualmente inevitables” (Manifiesto Comunista). A este trabajo de traducción al kichua no se le conoce precedentes en el Ecuador. El joven indígena Juan Alfonso Latacunga, quien tiene una licenciatura en Ciencias de la Eduacación, señaló en nombre del equipo de traductores que “este histórico libro hoy lo ponemos en consideración de todos en nuestro idioma kichua. Pretendemos sembrar las ideas revolucionarias y de la liberación en nuestro pueblo indígena que requiere de una dirección consecuente que luche por el cambio y progreso de todos, en contra de los ricos y de quienes se aprovecharon del movimiento indígena. Quizá este documento esclarezca los conocimientos de los líderes que existen en cada pueblo y en cada nacionalidad. En el Ecuador existen 9 nacionalidades indígenas, por ello pido que se incorporen otros compañeros para traducir este material revolucionario a las lenguas de las demás nacionalidades”. Agradeció a la dirección nacional del PCMLE y a la dirección provincial de Cotopaxi por haberles confiado este trascendental trabajo, que esperan sea difundido y estudiado por sus hermanos del Ecuador y los hermanos de lucha de todo el continente. “En este trabajo, por ser el primero, seguramente habrán errores, y estamos dispuestos a recibir criticas y sugerencias que nos permitan mejorar este trabajo y continuar con nuestro compromiso de traducir otros materiales revolucionarios que contribuyan a acelerar el proceso revolucionario en el Ecuador, y la construcción del socialismo que anhelamos todos los pueblos oprimidos”. Por otro lado, Ángel Tipantuña, secretario de Asuntos Indígenas de la Federación Única de Afiliados al seguro Social Campesino (FEUNASSC), recordó que “desde muy pequeños se les obligaba a caminar cargados la Biblia en sus mochilas y a leerla permanentemente; “de esta manera nos volvían sumisos y sometidos al control de la iglesia. Hoy con la traducción del Manifisto Comunista al kichua se está dando una gran contribución para la lucha juventud indígena que vive en la miseria y la desocupación, y que anhela cambios y transformación, es seguro que este material nos permitirá hablar más cerca, debatir, sembrar y alimentar el espíritu revolucionario y libertario que el movimiento indígena necesita para acercar el triunfo de la revolución y el socialismo”. Oswaldo Palacios, vocero nacional del PCMLE, dijo que “para mi organización constituye una gran satisfacción y alegría poner a disposición de los kihuahablantes, y a todos los que se interesan por conocer a nuestros pueblos y por cambiar la situación de nuestro país, el Manifiesto Comunista, elaborado por Marx y Engel en 1848 y que hoy está traducido al Kichua unificado. En el desarrollo de la acción revolucionaria comprendemos que la difusión de la teoría científica del socialismo es imprescindible hacerlo en los idiomas originarios, para una mejor asimilación de esos pueblos. Este es un esfuerzo del PCMLE, pudo hacerse realidad gracias a este abnegado grupo de traducción de compañeros indígenas, que trabajaron incesantemente para entregar a los pueblos del Ecuador y del mundo esta versión del Manifiesto Comunista en uno de los pocos idiomas que faltaban, el kichua unificado de América latina. Es una victoria de las ideas y del pensamiento revolucionario frente a toda la escalada criminal y reaccionaria del capitalismo a nivel mundial, sin duda alguna este es un paso significativo de los pueblos indígenas del Ecuador que comprenden cada vez de mejor manera que solo el camino hacia el socialismo, la revolución popular dirigida por las fuerzas revolucionarias, marxistas leninistas y de la izquierda de este país pueden darle a los pueblos indígenas esa liberación social y nacional. “El proyecto de la revolución ecuatoriana que lo presenta y lo exhibe el PCMLE tiene a los pueblos indigenas como a uno de los componentes indispensables de ese proceso. Sin la lucha y la organización de los hombres y mujeres indígenas del Ecuador no podremos ver la gran obra transformadora del socialismo. Si logramos unir en un solo torrente a los distintos y diversos pueblos del Ecuador, si logramos conjuntar en un solo haz el tricolor nacional, la bandera roja del comunismo y la huipala de los pueblos indígenas, esos serán los emblemas que guíen el proceso transformador, revolucionario del Ecuador. Porque somos un país plurinacional, plurilticultural, multiétnico y en primer lugar los revolucionarios tenemos que aprender a pensar así, a trabajar así para desarrollar el proceso revolucionario en un país tan diverso como el nuestro”. Palacios terminó anunciando que están trabajando para la traducción del manifiesto comunista al idioma del pueblo Shuar. (Ramiro Vinueza)
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Pedagogía Revolucionaria: La Contribución de Lenin
Pedagogía Revolucionaria: La Contribución de Lenin
Por: Julio Mosquera
Fecha de publicación: 20/02/09
A diferencia de otras propuestas pedagógicas, las cuales se presentan como progresistas, la pedagogía revolucionaria se fundamenta en la tradición del pensamiento revolucionario. Nuestras raíces las tenemos en los escritos de Marx, Engels, Daniel de Leon, Lenin, Mao Tse Tung y Anibal Ponce, entre otros y otras. Por otro lado, encontramos escasos elementos de importancia y poca inspiración en autores como Kant, Dewey, Horkheimer, Focault y Prieto Figueroa. Uno de los grandes retos de esta pedagogía es ofrecernos un marco teórico para comprender mejor la educación en el marco de la escuela capitalista, durante la transición al socialismo y en el propio proceso de construcción de una sociedad socialista. Distinguir estas etapas es fundamental para no perder la orientación.Encontramos en la obra de Lenin importantes elementos para la elaboración de una pedagogía revolucionaria. No se trata de recolectar una serie de citas donde Lenin hizo referencia a la educación y tomarlas al pie de la letra. Se trata de comprender la posición leninista sobre la revolución, su visión particular del marxismo y del proceso de construcción del socialismo. Un primer paso, claro está, consiste en leer las obras de Lenin, estudiarlas con detenimiento, tomar notas y sacar las ideas importantes. En este primer artículo me centraré en el folleto "Tareas de las Juventudes Comunistas", donde se recoge una conferencia que dictó Lenin en el II Congreso de la Unión de Juventudes Comunistas de Rusia el 2 de octubre de 1920.Como el título lo indica, en esta conferencia Lenin se ocupa del asunto de la organización de la juventud y su papel en una república socialista; porque "(...) es precisamente a la juventud a quien incumbe la verdadera tarea de crear la sociedad comunista. (...)" (p. 1). Temprano en su exposición, Lenin llega al punto central de su argumentación, el cual expone de la manera siguiente: "(...) las tareas de la juventud en general y de las Uniones de Juventudes Comunistas y otras organizaciones semejantes en particular, podrían definirse en una sola palabra: aprender" (p. 2) (énfasis nuestro). Surgen inmediatamente dos preguntas: ¿qué aprender? y ¿cómo aprender?En el contexto de la creación de la sociedad comunista la enseñanza, la educación y la instrucción de la juventud “(...) no pueden seguir siendo lo que eran (...)” (Lenin, 1920, p. 2). Sin embargo, tenemos que tomar en cuenta que estas “(...) deben partir de los materiales que nos ha legado la antigua sociedad. No podemos edificar el comunismo si no es a partir de la suma de conocimientos, organizaciones e instituciones, con el acervo de medios y fuerzas humanas que hemos heredado de la vieja sociedad (...)” (p. 2). No se trata de conservar enteramente el viejo sistema escolar. “(...) Sólo transformando radicalmente la enseñanza, la organización y la educación de la juventud, conseguiremos que el resultado de los esfuerzos de la joven generación sea la creación de una sociedad que no se parezca a la antigua, es decir, de la sociedad comunista. Por ello debemos examinar en detalle qué debemos enseñar a la juventud y cómo debe aprender ésta si quieren merecer realmente el nombre de juventud comunista. Cómo hay que prepararla para que sepa terminar y coronar la obra que nosotros hemos comenzado” (p. 2)(énfasis nuestro). Lenin enfatiza que la juventud que busca el comunismo, “(...) tienen que aprender el comunismo (...)” (p. 3). Darle significado a esta última expresión requiere de cierta explicación. No basta leer manuales y aprender consignas mecánicamente de memoria.Para Lenin, “uno de los mayores males y calamidades que nos ha dejado en herencia la antigua sociedad capitalista, es un completo divorcio entre el libro y la vida práctica, pues teníamos libros en lo que todo estaba expuesto en forma perfecta, pero en la mayoría de los casos no eran si no una repugnante o hipócrita mentira, que nos pintaba un cuadro falso de la sociedad capitalista” (p.3). Por tanto, “(...) sería una grave equivocación limitarse a aprender el comunismo simplemente de lo que dicen los libros. Nuestro discurso y artículos de ahora no son simple repetición de lo que antes se ha dicho sobre el comunismo, porque están ligados a nuestro trabajo cotidiano en todos los terrenos.” (p.4). En suma, es el divorcio entre la teoría y la practica la característica mas nociva de la sociedad burguesa. Por tanto, “sin trabajo, sin lucha, el conocimiento libre del comunismo adquirido en folletos y obras comunistas no tiene absolutamente ningún valor (...)” (p.4)(énfasis nuestro).Ya nos planteamos la pregunta: ¿que enseñar? Por lo visto hasta ahora podremos replantearla como: “¿Que debemos tomar de la vieja escuela, de la vieja ciencia?” (p. 4). La escuela actual esta dominada por ideas de la burguesía, y busca preparar a los hijos del proletariado para sacarle mayor provecho. Por tanto, “al condenar la antigua escuela, nos hemos propuesto tomar de ella básicamente lo que nos es necesario para lograr una verdadera educación comunista” (p. 5), “hay que saber distinguir en la vieja escuela, lo malo de lo útil para nosotros, hay que saber lo necesario para el comunismo.” (p.5). Es decir, hay una parte del conocimiento que se enseña en la escuela actual que deberíamos conservar, que no se trata simplemente de rechazar todo el conocimiento que se enseña actualmente en la escuela. En palabras del mismo Lenin, “... concluir de ello que se puede ser comunista sin haber asimilado los conocimientos acumulados por la humanidad sería un grave error. Nos equivocamos si pensamos que basta con saber las consignas comunistas, las conclusiones de la ciencia comunista sin haber asimilado la suma de conocimientos de los que es consecuencia el comunismo. El marxismo es un ejemplo de como el comunismo ha resultado de la suma de conocimientos adquiridos por la humanidad” (p. 5) (énfasis nuestro). Reitera Lenin que “(...) Marx se apoya en la sólida base de los conocimientos adquiridos bajo el capitalismo. (...) asimilando el fondo lo que la ciencia habría dado hasta entonces. Todo lo que había creado la sociedad humana(...)” (p. 6). Este es el caso incluso de la cultura proletaria, la cual “(...) tiene que ser desarrollo lógico del acervo de conocimientos conquistados por la humanidad bajo el yugo de la sociedad capitalista, de la sociedad de los terratenientes y los burócratas (...)” (p. 6). En resumen, “(...) para llegar a ser comunistas, hay que enriquecer indefectiblemente la memoria con los conocimientos de todas las riquezas creadas por la humanidad” (Lenin, 1920, p. 7). Además, tenemos que “(...) sustituir la antigua escuela libresca, la enseñanza memorística y el anterior adiestramiento autoritario, por el arte de asimilar toda la suma de los conocimientos humanos, (...)” (p. 9).
Aunque nos oponemos a una enseñanza memorísticas, bancaria como la llamó Paulo Freire, no rechazamos aprender de memoria. Como afirma Lenin, “(...) necesitamos desarrollar y perfeccionar la memoria de cada estudiante dándole hechos esenciales, porque el comunismo sería una vaciedad, quedaría reducido a una fachada vacía, el comunista no sería más que un fanfarrón, si no comprendiese y asimilase todos lo conocimientos adquiridos. No sólo deben ustedes asimilarlos, sino asimilarlos en forma crítica, con el fin de no amontonar en el cerebro un fárrago inútil, sino de enriquecerlo con el conocimiento de todos los hechos, sin los cuales no es posible ser hombre culto en la época en que vivimos (...)” (énfasis nuestro) (p. 7). Pero, como se señala anteriormente, no nos limitamos a la memorización, Lenin resalta que es necesario asimilar conocimientos “(...) de modo que el comunismo sea para ustedes, no algo aprendido de memoria, sino algo pensado por ustedes mismos, y cuyas conclusiones se impongan desde el punto de vista de la educación moderna” (p. 9).
Lenin critica la superficialidad y recomienda “(...) si sé que se poco, me esforzaré por saber más, pero si un hombre dice que es comunista y que no tiene necesidad de conocimientos sólidos, jamás saldrá de él nada que se parezca a un comunista” (p. . Otros aspecto tocado por Lenin es la disciplina consciente de los obreros y campesinos. La disciplina consciente la contrapone Lenin al adiestramiento que le impone la burguesía a la mayoría de la población. Ésta se refiere a la “(...) capacidad y el deseo de unificar y organizar sus fuerzas para esta lucha, con el fin de crear, (…), una voluntad única, porque sin ella seremos inevitablemente vencidos. Sin esta cohesión, sin esta disciplina consciente de los obreros y los campesinos, nuestra causa es una causa perdida (…). No sólo no llegaríamos a construir la nueva sociedad comunista, sino ni siquiera a asentar sólidamente sus cimientos” (Lenin, 1920, p. .
Por: Julio Mosquera
Fecha de publicación: 20/02/09
A diferencia de otras propuestas pedagógicas, las cuales se presentan como progresistas, la pedagogía revolucionaria se fundamenta en la tradición del pensamiento revolucionario. Nuestras raíces las tenemos en los escritos de Marx, Engels, Daniel de Leon, Lenin, Mao Tse Tung y Anibal Ponce, entre otros y otras. Por otro lado, encontramos escasos elementos de importancia y poca inspiración en autores como Kant, Dewey, Horkheimer, Focault y Prieto Figueroa. Uno de los grandes retos de esta pedagogía es ofrecernos un marco teórico para comprender mejor la educación en el marco de la escuela capitalista, durante la transición al socialismo y en el propio proceso de construcción de una sociedad socialista. Distinguir estas etapas es fundamental para no perder la orientación.Encontramos en la obra de Lenin importantes elementos para la elaboración de una pedagogía revolucionaria. No se trata de recolectar una serie de citas donde Lenin hizo referencia a la educación y tomarlas al pie de la letra. Se trata de comprender la posición leninista sobre la revolución, su visión particular del marxismo y del proceso de construcción del socialismo. Un primer paso, claro está, consiste en leer las obras de Lenin, estudiarlas con detenimiento, tomar notas y sacar las ideas importantes. En este primer artículo me centraré en el folleto "Tareas de las Juventudes Comunistas", donde se recoge una conferencia que dictó Lenin en el II Congreso de la Unión de Juventudes Comunistas de Rusia el 2 de octubre de 1920.Como el título lo indica, en esta conferencia Lenin se ocupa del asunto de la organización de la juventud y su papel en una república socialista; porque "(...) es precisamente a la juventud a quien incumbe la verdadera tarea de crear la sociedad comunista. (...)" (p. 1). Temprano en su exposición, Lenin llega al punto central de su argumentación, el cual expone de la manera siguiente: "(...) las tareas de la juventud en general y de las Uniones de Juventudes Comunistas y otras organizaciones semejantes en particular, podrían definirse en una sola palabra: aprender" (p. 2) (énfasis nuestro). Surgen inmediatamente dos preguntas: ¿qué aprender? y ¿cómo aprender?En el contexto de la creación de la sociedad comunista la enseñanza, la educación y la instrucción de la juventud “(...) no pueden seguir siendo lo que eran (...)” (Lenin, 1920, p. 2). Sin embargo, tenemos que tomar en cuenta que estas “(...) deben partir de los materiales que nos ha legado la antigua sociedad. No podemos edificar el comunismo si no es a partir de la suma de conocimientos, organizaciones e instituciones, con el acervo de medios y fuerzas humanas que hemos heredado de la vieja sociedad (...)” (p. 2). No se trata de conservar enteramente el viejo sistema escolar. “(...) Sólo transformando radicalmente la enseñanza, la organización y la educación de la juventud, conseguiremos que el resultado de los esfuerzos de la joven generación sea la creación de una sociedad que no se parezca a la antigua, es decir, de la sociedad comunista. Por ello debemos examinar en detalle qué debemos enseñar a la juventud y cómo debe aprender ésta si quieren merecer realmente el nombre de juventud comunista. Cómo hay que prepararla para que sepa terminar y coronar la obra que nosotros hemos comenzado” (p. 2)(énfasis nuestro). Lenin enfatiza que la juventud que busca el comunismo, “(...) tienen que aprender el comunismo (...)” (p. 3). Darle significado a esta última expresión requiere de cierta explicación. No basta leer manuales y aprender consignas mecánicamente de memoria.Para Lenin, “uno de los mayores males y calamidades que nos ha dejado en herencia la antigua sociedad capitalista, es un completo divorcio entre el libro y la vida práctica, pues teníamos libros en lo que todo estaba expuesto en forma perfecta, pero en la mayoría de los casos no eran si no una repugnante o hipócrita mentira, que nos pintaba un cuadro falso de la sociedad capitalista” (p.3). Por tanto, “(...) sería una grave equivocación limitarse a aprender el comunismo simplemente de lo que dicen los libros. Nuestro discurso y artículos de ahora no son simple repetición de lo que antes se ha dicho sobre el comunismo, porque están ligados a nuestro trabajo cotidiano en todos los terrenos.” (p.4). En suma, es el divorcio entre la teoría y la practica la característica mas nociva de la sociedad burguesa. Por tanto, “sin trabajo, sin lucha, el conocimiento libre del comunismo adquirido en folletos y obras comunistas no tiene absolutamente ningún valor (...)” (p.4)(énfasis nuestro).Ya nos planteamos la pregunta: ¿que enseñar? Por lo visto hasta ahora podremos replantearla como: “¿Que debemos tomar de la vieja escuela, de la vieja ciencia?” (p. 4). La escuela actual esta dominada por ideas de la burguesía, y busca preparar a los hijos del proletariado para sacarle mayor provecho. Por tanto, “al condenar la antigua escuela, nos hemos propuesto tomar de ella básicamente lo que nos es necesario para lograr una verdadera educación comunista” (p. 5), “hay que saber distinguir en la vieja escuela, lo malo de lo útil para nosotros, hay que saber lo necesario para el comunismo.” (p.5). Es decir, hay una parte del conocimiento que se enseña en la escuela actual que deberíamos conservar, que no se trata simplemente de rechazar todo el conocimiento que se enseña actualmente en la escuela. En palabras del mismo Lenin, “... concluir de ello que se puede ser comunista sin haber asimilado los conocimientos acumulados por la humanidad sería un grave error. Nos equivocamos si pensamos que basta con saber las consignas comunistas, las conclusiones de la ciencia comunista sin haber asimilado la suma de conocimientos de los que es consecuencia el comunismo. El marxismo es un ejemplo de como el comunismo ha resultado de la suma de conocimientos adquiridos por la humanidad” (p. 5) (énfasis nuestro). Reitera Lenin que “(...) Marx se apoya en la sólida base de los conocimientos adquiridos bajo el capitalismo. (...) asimilando el fondo lo que la ciencia habría dado hasta entonces. Todo lo que había creado la sociedad humana(...)” (p. 6). Este es el caso incluso de la cultura proletaria, la cual “(...) tiene que ser desarrollo lógico del acervo de conocimientos conquistados por la humanidad bajo el yugo de la sociedad capitalista, de la sociedad de los terratenientes y los burócratas (...)” (p. 6). En resumen, “(...) para llegar a ser comunistas, hay que enriquecer indefectiblemente la memoria con los conocimientos de todas las riquezas creadas por la humanidad” (Lenin, 1920, p. 7). Además, tenemos que “(...) sustituir la antigua escuela libresca, la enseñanza memorística y el anterior adiestramiento autoritario, por el arte de asimilar toda la suma de los conocimientos humanos, (...)” (p. 9).
Aunque nos oponemos a una enseñanza memorísticas, bancaria como la llamó Paulo Freire, no rechazamos aprender de memoria. Como afirma Lenin, “(...) necesitamos desarrollar y perfeccionar la memoria de cada estudiante dándole hechos esenciales, porque el comunismo sería una vaciedad, quedaría reducido a una fachada vacía, el comunista no sería más que un fanfarrón, si no comprendiese y asimilase todos lo conocimientos adquiridos. No sólo deben ustedes asimilarlos, sino asimilarlos en forma crítica, con el fin de no amontonar en el cerebro un fárrago inútil, sino de enriquecerlo con el conocimiento de todos los hechos, sin los cuales no es posible ser hombre culto en la época en que vivimos (...)” (énfasis nuestro) (p. 7). Pero, como se señala anteriormente, no nos limitamos a la memorización, Lenin resalta que es necesario asimilar conocimientos “(...) de modo que el comunismo sea para ustedes, no algo aprendido de memoria, sino algo pensado por ustedes mismos, y cuyas conclusiones se impongan desde el punto de vista de la educación moderna” (p. 9).
Lenin critica la superficialidad y recomienda “(...) si sé que se poco, me esforzaré por saber más, pero si un hombre dice que es comunista y que no tiene necesidad de conocimientos sólidos, jamás saldrá de él nada que se parezca a un comunista” (p. . Otros aspecto tocado por Lenin es la disciplina consciente de los obreros y campesinos. La disciplina consciente la contrapone Lenin al adiestramiento que le impone la burguesía a la mayoría de la población. Ésta se refiere a la “(...) capacidad y el deseo de unificar y organizar sus fuerzas para esta lucha, con el fin de crear, (…), una voluntad única, porque sin ella seremos inevitablemente vencidos. Sin esta cohesión, sin esta disciplina consciente de los obreros y los campesinos, nuestra causa es una causa perdida (…). No sólo no llegaríamos a construir la nueva sociedad comunista, sino ni siquiera a asentar sólidamente sus cimientos” (Lenin, 1920, p. .
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Lapedagogia revolucionaria: la contribucion de Lenin 2
Lenin ilustra con un ejemplo lo que quiere decir por “aprender el comunismo”. En 1920, la Unión Soviética requería la reconstrucción de la industria y la agricultura. Los revolucionarios se planteaban la restauración de estas sobre la base de “(...) la última palabra de la ciencia, sobre su base moderna” (p. 9), sin pensar en restablecer las formas antiguas. Para ese momento la base técnica moderna era la electricidad, hoy no es nada diferente. Tal tarea requería emprender la electrificación de todo el territorio, la cual “(...) no puede ser obra de ignorantes, y que en esto harán falta algo más que nociones rudimentarias. No basta con comprender lo que es la electricidad; hay que saber como aplicarla técnicamente a la industria y a la agricultura y a cada una de sus ramas. Todo esto tenemos que aprenderlo nosotros mismos, y hay que enseñárselo a toda la nueva generación trabajadora. (…) esto sólo será posible sobre la base de la instrucción moderna, y que si no posee esa instrucción será un simple anhelo [la construcción del comunismo]” (Lenin, 1920, p. 10). Para la juventud sería vital asimilar que su tarea “(...) es la edificación, y sólo podrán resolverla cuando hayan dominado toda la ciencia moderna, (...)” (p. 10), “(...) cuando sepan hacer del comunismo la guía de todo el trabajo práctico” (p. 11).
Pasamos ahora a considerar la segunda pregunta, formulada en las propias palabras de Lenin: “(...) cómo debemos enseñar el comunismo y cuál debe ser el carácter peculiar de nuestros métodos” (p. 11). En lo que sigue de su conferencia, Lenin destaca tres puntos de interés: a) la moral comunista, b) la formación de hombres y mujeres cultas y c) ligar la educación a la lucha de los trabajadores contra los explotadores. Desarrollaremos brevemente cada uno de estos puntos.
El tema de la moral comunista nos lleva a considerar la tan cacareada educación en valores promovida por la derecha. “Decimos que nuestra moral está enteramente subordinada a los intereses de la lucha de clases del proletariado. Nuestra ética tiene por punto de partida los intereses de la lucha de clases del proletariado” (Lenin, 1920, p. 12). Lenin agrega a lo anterior que “(...) la moral considerada fuera de la sociedad humana no existe; es un engaño (...)” (p. 13). Ademas, tenemos que “(...) es moral lo que sirve para destruir la antigua sociedad explotadora y para agrupar a todos los trabajadores alrededor del proletariado, creador de la nueva sociedad comunista” (p. 14). Entonces, no se puede hablar de enseñanza en valores independientemente de los compromisos de clase.
El segundo asunto que se refiere a la formación de hombres y mujeres cultas. Ya mencionamos anteriormente la necesidad de apropiarnos del conocimiento acumulado por la humanidad. Afirma Lenin que “(...) nuestras escuelas deben dar a los jóvenes los fundamentos de la ciencia, deben ponerlo en condiciones de forjarse ellos mismos una mentalidad comunista, deben hacer de ellos [y ellas] hombres [y mujeres] cultos (...)” (p. 17). Se le proponen además dos importantes tareas a las juventudes comunistas en 1920: participar en la alfabetización de toda la población y “(...) después de haber asimilado uno u otro conocimiento, la de ayudar a los jóvenes que no han podido desembarazarse por si mismo de las tinieblas de la ignorancia. (…) poner su trabajo e inteligencia al servicio de la causa común. En esto consiste la educación comunista (...)” (pp. 19-20). Lenin insiste en la importancia de superar la división entre la teoría y la práctica, por ello resalta que “(...) sólo si obtienen en esta labor resultados prácticos llegarán a ser comunistas” (p. 20). Por tanto, no es suficiente acumular conocimientos para ser cultos y asimilarlos de manera crítica. La importancia de este punto lo reitera Lenin al final de su conferencia recomendando a la juventud que “(...) no se encierre en sus escuelas y no se limite a leer los libros y folletos comunistas. Sólo trabajando con los obreros y los campesinos, se puede llegar a ser un verdadero comunista (...)” (p. 21). Una manera de lograr este objetivo es que se organice “(...) su educación de manera que cada día, en cada pueblo o ciudad, la juventud resuelva prácticamente una tarea de trabajo colectivo, por minúsculo, por simple que sea (…)” (p. 22).
Llegamos al tercer, y último, aspecto señalado es el de ligar la educación a la lucha de los trabajadores en contra de los explotadores. Según Lenin, “(...) sólo ligando cada paso de su instrucción, de su educación y de su formación a la lucha incesante de los proletarios y de los trabajadores contra la antigua sociedad de los explotadores, puede esta generación aprender el comunismo (...)” (p. 16). Esto es precisamente lo que Lenin denomina disciplina solidaria. Para desembarazarse de la explotación del trabajo, la juventud debe “(...) ligar, y subordinar, en todo momento, su instrucción, educación y formación. La educación de la juventud comunista no debe consistir en ofrecerle discursos dulzones de toda clase y reglas de moralidad. No es ésta la educación (...)” (p. 16). Lenin enfatiza que “No creeríamos en la enseñanza, en la educación ni en la formación, si éstas fuesen relegadas al fondo de las escuelas y separadas de las tormentas de la vida. Mientras los obreros y los campesinos están oprimidos por terratenientes y capitalistas, mientras las escuela sigan en manos de los terratenientes y de los capitalistas, la joven generación seguirá ciega e ignorante (…)” (p. 17), en este compromiso es que surge la nueva educación comunista. Como diría el propio Lenin, “(...) cuando los obreros y campesinos demostraron que somos capaces con nuestras propias fuerzas de defendernos y de crear una nueva sociedad, en ese mismo momento nació la nueva educación comunista, educación creada en la lucha contra los explotadores y en alianza con el proletariado, contra los egoístas y los pequeños propietarios, contra ese estado de espíritu y esas costumbres que dicen: “yo busco mi propio beneficio y lo demás no me interesa”” (pp. 15-16).
A manera de conclusión preliminar, puedo resaltar como elementos importantes para elaborar una pedagogía revolucionaria, derivados de esta conferencia de Lenin, los siguientes: a) apropiación del conocimiento acumulado por la humanidad, b) escoger los conocimientos necesarios para la construcción del comunismo, c) fomentar la disciplina consciente, d) ligar la educación a las luchas del proletariado en contra d ellos explotadores, e) desarrollar la moral comunista, f) comprometer a los jóvenes en tareas de trabajo colectivo, h) formar hombres y mujeres cultas, i) superar la división entre la teoría y la práctica, j) valorar la obtención de resultados prácticos, k) desarrollar y perfeccionar la memoria y l) aprender disciplinadamente y en profundidad rechazando la superficialidad y el aprendizaje de consignas. Estos puntos los tomamos de la obra de Lenin mencionada al principio, en un próximo artículo consideraremos las contribuciones para la pedagogía revolucionaria que encontramos en otros trabajos de Lenin.
Señalé al comienzo de este artículo, que no se trata de recolectar citas de las obras de Lenin, o de otros autores, para elaborar una pedagogía revolucionaria. Tomar esas notas es parte del proceso de aprender al que hace referencia Lenin en su conferencia. Sin embargo, hay que ir más allá. Tenemos que pasar a la fase de la elaboración sobre la base de las ideas más importantes y de la comprensión de nuestros problemas reales guiados por nuestro compromiso anti-capitalista y anti-imperialista. En ese proceso dialéctico, desde la práctica revolucionaria, surgirá la pedagogía que necesitamos. Una pedagogía revolucionaria que nos guíe en las luchas anti-capitalistas y anti-imperialistas actuales, en los tiempos revolucionarios y en la etapa de construcción del socialismo del siglo XXI.julio_mosquera@hotmail.com
Pasamos ahora a considerar la segunda pregunta, formulada en las propias palabras de Lenin: “(...) cómo debemos enseñar el comunismo y cuál debe ser el carácter peculiar de nuestros métodos” (p. 11). En lo que sigue de su conferencia, Lenin destaca tres puntos de interés: a) la moral comunista, b) la formación de hombres y mujeres cultas y c) ligar la educación a la lucha de los trabajadores contra los explotadores. Desarrollaremos brevemente cada uno de estos puntos.
El tema de la moral comunista nos lleva a considerar la tan cacareada educación en valores promovida por la derecha. “Decimos que nuestra moral está enteramente subordinada a los intereses de la lucha de clases del proletariado. Nuestra ética tiene por punto de partida los intereses de la lucha de clases del proletariado” (Lenin, 1920, p. 12). Lenin agrega a lo anterior que “(...) la moral considerada fuera de la sociedad humana no existe; es un engaño (...)” (p. 13). Ademas, tenemos que “(...) es moral lo que sirve para destruir la antigua sociedad explotadora y para agrupar a todos los trabajadores alrededor del proletariado, creador de la nueva sociedad comunista” (p. 14). Entonces, no se puede hablar de enseñanza en valores independientemente de los compromisos de clase.
El segundo asunto que se refiere a la formación de hombres y mujeres cultas. Ya mencionamos anteriormente la necesidad de apropiarnos del conocimiento acumulado por la humanidad. Afirma Lenin que “(...) nuestras escuelas deben dar a los jóvenes los fundamentos de la ciencia, deben ponerlo en condiciones de forjarse ellos mismos una mentalidad comunista, deben hacer de ellos [y ellas] hombres [y mujeres] cultos (...)” (p. 17). Se le proponen además dos importantes tareas a las juventudes comunistas en 1920: participar en la alfabetización de toda la población y “(...) después de haber asimilado uno u otro conocimiento, la de ayudar a los jóvenes que no han podido desembarazarse por si mismo de las tinieblas de la ignorancia. (…) poner su trabajo e inteligencia al servicio de la causa común. En esto consiste la educación comunista (...)” (pp. 19-20). Lenin insiste en la importancia de superar la división entre la teoría y la práctica, por ello resalta que “(...) sólo si obtienen en esta labor resultados prácticos llegarán a ser comunistas” (p. 20). Por tanto, no es suficiente acumular conocimientos para ser cultos y asimilarlos de manera crítica. La importancia de este punto lo reitera Lenin al final de su conferencia recomendando a la juventud que “(...) no se encierre en sus escuelas y no se limite a leer los libros y folletos comunistas. Sólo trabajando con los obreros y los campesinos, se puede llegar a ser un verdadero comunista (...)” (p. 21). Una manera de lograr este objetivo es que se organice “(...) su educación de manera que cada día, en cada pueblo o ciudad, la juventud resuelva prácticamente una tarea de trabajo colectivo, por minúsculo, por simple que sea (…)” (p. 22).
Llegamos al tercer, y último, aspecto señalado es el de ligar la educación a la lucha de los trabajadores en contra de los explotadores. Según Lenin, “(...) sólo ligando cada paso de su instrucción, de su educación y de su formación a la lucha incesante de los proletarios y de los trabajadores contra la antigua sociedad de los explotadores, puede esta generación aprender el comunismo (...)” (p. 16). Esto es precisamente lo que Lenin denomina disciplina solidaria. Para desembarazarse de la explotación del trabajo, la juventud debe “(...) ligar, y subordinar, en todo momento, su instrucción, educación y formación. La educación de la juventud comunista no debe consistir en ofrecerle discursos dulzones de toda clase y reglas de moralidad. No es ésta la educación (...)” (p. 16). Lenin enfatiza que “No creeríamos en la enseñanza, en la educación ni en la formación, si éstas fuesen relegadas al fondo de las escuelas y separadas de las tormentas de la vida. Mientras los obreros y los campesinos están oprimidos por terratenientes y capitalistas, mientras las escuela sigan en manos de los terratenientes y de los capitalistas, la joven generación seguirá ciega e ignorante (…)” (p. 17), en este compromiso es que surge la nueva educación comunista. Como diría el propio Lenin, “(...) cuando los obreros y campesinos demostraron que somos capaces con nuestras propias fuerzas de defendernos y de crear una nueva sociedad, en ese mismo momento nació la nueva educación comunista, educación creada en la lucha contra los explotadores y en alianza con el proletariado, contra los egoístas y los pequeños propietarios, contra ese estado de espíritu y esas costumbres que dicen: “yo busco mi propio beneficio y lo demás no me interesa”” (pp. 15-16).
A manera de conclusión preliminar, puedo resaltar como elementos importantes para elaborar una pedagogía revolucionaria, derivados de esta conferencia de Lenin, los siguientes: a) apropiación del conocimiento acumulado por la humanidad, b) escoger los conocimientos necesarios para la construcción del comunismo, c) fomentar la disciplina consciente, d) ligar la educación a las luchas del proletariado en contra d ellos explotadores, e) desarrollar la moral comunista, f) comprometer a los jóvenes en tareas de trabajo colectivo, h) formar hombres y mujeres cultas, i) superar la división entre la teoría y la práctica, j) valorar la obtención de resultados prácticos, k) desarrollar y perfeccionar la memoria y l) aprender disciplinadamente y en profundidad rechazando la superficialidad y el aprendizaje de consignas. Estos puntos los tomamos de la obra de Lenin mencionada al principio, en un próximo artículo consideraremos las contribuciones para la pedagogía revolucionaria que encontramos en otros trabajos de Lenin.
Señalé al comienzo de este artículo, que no se trata de recolectar citas de las obras de Lenin, o de otros autores, para elaborar una pedagogía revolucionaria. Tomar esas notas es parte del proceso de aprender al que hace referencia Lenin en su conferencia. Sin embargo, hay que ir más allá. Tenemos que pasar a la fase de la elaboración sobre la base de las ideas más importantes y de la comprensión de nuestros problemas reales guiados por nuestro compromiso anti-capitalista y anti-imperialista. En ese proceso dialéctico, desde la práctica revolucionaria, surgirá la pedagogía que necesitamos. Una pedagogía revolucionaria que nos guíe en las luchas anti-capitalistas y anti-imperialistas actuales, en los tiempos revolucionarios y en la etapa de construcción del socialismo del siglo XXI.julio_mosquera@hotmail.com
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CLASE DE LENINISMO
VOLTAIRE escribió:CLASE DE LENINISMO
EN EL URUGUAY TENEMOS DOS PARTIDOS DE GOBIERNO MARXISTAS LENINISTAS. AMBOS SON NEOLIBERALES
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Vigencia del pensamiento de Mariátegui
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